Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla

Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla
Patrizia Barrera
Dos eventos trágicos, la masacre de Los Angeles de 1871 y el abonimable tráfico de las pequeñas esclavas, que resumen la relación difícil entre América y China en los años 1820 y 1945.
Un libro de ingeniosa e inteligente crítica que deja al descubierto verdades ocultas con un estilo simple y eficaz.

Patrizia Barrera
Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla

PATRIZIA BARRERA

Yellow Peril: aquella horrible cara amarilla

Tabla de contenidos

AGRADECIEMENTOS
Este libro es para mi madre, la cual perdí sin que verdaderamente me haya amado.
Dedico a ella este libro esperando que, allí donde esté, esté orgullosa de mi

COPYRIGHT


Copyright 2020 Patrizia Barrera
Traductor IAN TORREZ

YELLOW PERIL: AQUELLA HORRIBLE CARA AMARILLA

Los Orígenes


América ha sido siempre racista. AL fin y al cabo, con el fin de autorizar y cumplir las masacres con las que se manchó con los Nativos y para someter a la esclavitud los Africanos, era necesario un sentimiento de prevaricación fuerte y una convicción firme de su propia superioridad. Cabe destacar que estos sentimientos se compartían universalmente entre el 1700 y el 1800 y que ninguna de las Grandes Potencias Europeas pudo considerarse exenta. Sin embargo, el poder ejercido en América sobre las clases débiles y sobre las etnias diferentes alcanzó niveles exasperados y en cierto modo el racismo se llegó a ser institucional, hasta el punto que el linchamiento no sólo fue tolerado, sino que también por mucho tiempo llegó a ser una verdadera herramienta de justicia utilizada y sugerida por el Gobierno y la Policía. Los Black Codes y más adelante las Leyes Jim Crow (véase anexo) son un ejemplo evidente y emblemático del sentimiento racista popular: la historia habla ampliamente con respecto a los afroamericanos, che sin duda fueron afectados por el sistema legislativo americano.
El gran público sabe poco de iguales (y en ciertos aspectos superiores) discriminaciones de América contra los emigrantes chinos, inicialmente reclutados como trabajadores “de bajo coste” y utilizados para trabajos más arduos y mal pagados durante el periodo que va desde el Boom de la Fiebre de Oro (1848) hasta el 1880.
EN este libro no voy a trazar la historia completa de la problemática relación entre América y China, un discurso largo y ambiguo que puede dar lugar a varias interpretaciones. Estoy convencida de que la aclaración se encuentre en la simplicidad de la expresión y en la exposición de los hechos inexpugnables que en cierto modo pueden hablar por sí mismos. Por esto he elegido dos páginas oscuras de la historia americana del que se habla poco, pero de manera ejemplar: la historia del linchamiento más atroz de todos los tiempos y la tragedia de las pequeñas esclavas chinas, dos eventos desconocidos terminados en el olvido que marcan con la sangre, aún más que el genocidio de los Nativos, el libro negro de la historia americana.
Es un periodo extremadamente delicado para América, que llena de ferrocarriles todo el territorio y que al mismo tiempo descubre los yacimientos mineros que lo enriquecerán. Despejado el campo de los Nativos, que estaban hambrientos u ocupados en las consecuencias de las Guerras Indígenas, el Nuevo Continente necesita ser reconstruido, y mediante Yankies. Si en los Estados del Sur, la esclavitud comenzaba a temblar con el impulso de la ideología (y política) del Abolicionismo, en el Norte el número de los trabajadores con el deseo de enfrentar los agotadores turnos de trabajo impuestos por las Compañías eran muy pocos. La verdadera oleada de inmigración, aquella que traerá millones de ciudadanos de todo el mundo a desembarcar en América, atraídos por el espejismo de una hipotética riqueza, tendrá lugar más tarde, a principios del nuevo siglo. El Nuevo Continente, por lo tanto, a mediados del 1800, carece de aquella mano de obra indispensable para dar el salto de calidad que lo coloque en una posición dominante con respecto a Europa. Es cierto que la fiebre de oro atrajo en el lugar cientos de miles de alucinados estimulando el crecimiento de las ferrovías y de la importación-exportación, pero de inmediato fue evidente que se trataba de un fenómeno temporal que habría acabado junto con los movimientos preciosos, como efectivamente sucedió. Cientos de ciudades edificadas en la arena no estaban destinadas a durar y los buscadores del oro eran trabajadores incansables, ciertamente… para ellos mismos. Acumulado el botín, volvían a sus casas, a Europa, un nido “civilizado” con respecto a la rugosidad y al peligro de la vida americana. Prohibida la esclavitud oficial los Estados del Norte se encontraron por lo tanto con la necesidad de volver a la servidumbre, importando carne fresca para ser utilizada a tal fin.


Miles y miles de chinos fueron empleados, a partir de 1848, por las compañías ferroviarias que los utilizaban como trabajadores inexpertos y por lo tanto mal pagados. Se trataba en general de trabajadores agrícolas que emigraban para salvarse del hambre y de la peste que conmovía a China en aquel periodo. Se adaptaban a sobrevivir con lo poco y a dormir en medio del desierto o de las praderas con tal de ganar los pocos cents que mandaban a la familia, en China. Trabajadores chinos en las north railroads en 1850

Miles y miles de chinos fueron empleados, a partir de 1848, por las compañías ferroviarias que los utilizaban como trabajadores inexpertos y por lo tanto mal pagados. Se trataba en general de trabajadores agrícolas que emigraban para salvarse del hambre y de la peste que conmovía a China en aquel periodo. Se adaptaban a sobrevivir con lo poco y a dormir en medio del desierto o de las praderas con tal de ganar los pocos cents que mandaban a la familia, en China.
¿Pero desde dónde? Se pensó de inmediato en Asia y especialmente en China que estaba viviendo un periodo extremadamente problemático con la caída de la dinastía Qing. Disturbios internos, guerras y revueltas impulsaban a los chinos a huir de su patria ya desolada por el hambre y por las enfermedades; dirigirse hacia América fue solo por casualidad y no por elección. Las fronteras hacia Asia muchas veces estaban cerradas o estaban controladas por Inglaterra en la famosa Guerra del Opio, la que tuvo lugar entre 1839 y 1842 y que coincidió con la oleada de inmigración de los chinos hacia América.
Los datos hablan claramente: entre 1820 y 1840 se registran en total 11 emigrantes Chinos en los Estados del Norte. En 1848 el número sube a 2 millones y aumenta trágicamente de 14 millones entre 1853 y 1873 pero esta vez… precisamente por culpa de los Americanos. Durante la primera Inmigración se descubrió que los trabajadores Chinos eran verdaderamente una gran ayuda para la economía Americana. Se los describe como “incansables, sin pretensiones, y capaces de vivir con poco”. Con un sueldo de 2 dólares los Chinos eran capaces de sobrevivir… con 40 céntimos, de los cuales la mitad era para la familia en China. Otro punto a favor: el Chino emigraba solo, sin la familia a las espaldas y sin problemas en la cabeza, ahorrando lo máximo posible. Además, los siglos de la Dinastía Imperial los había forjado a la completa obediencia y a una plena sumisión hacia el Amo. En fin, el esclavo perfecto. Y América lo utilizó al máximo. Al principio los Chinos formaron una comunidad aparte que se utilizaba para los servicios de lavandería o como trabajadores no calificados para la construcción de las ferrovías. Más tarde, desde el 1848 al 1860, las Compañías Mineras comenzaron a pedirlos codiciosamente porque, a diferencia de los otros, los Chinos aceptaban trabajos pesados y peligrosos y sus medidas…pequeñas les permitían meterse en túneles estrechos donde podía entrar solo un niño. Colocar cargas de dinamitas o apuntalar desde dentro los peligrosos techos de los túneles llegó a ser cotidiano. Muchos morían, paciencia. Pero por esto se necesitaban más, muchos más. Y dado que la oleada de la inmigración parecía acabarse, el Gobierno pensó en reclutar un buen número llegando a un acuerdo con China. En 1868 se redactó por lo tanto el Tratado de Burlingame, una de las maniobras más desleales y detestables de América para obtener mano de obra a costa de los demás. En el papel se lee que el tratado estipula
el derecho inalienable del hombre de cambiar de casa y de alianza y la mutua ventaja de la libre expansión e inmigración de sus ciudadanos por CURIOSIDAD, COMERCIO o como RESIDENTES PERMANENTES, garantizándoles, asimismolos mismos derechos, privilegios e inmunidad de los otros residentes protegiéndolos de los hechos de EXPLOTACIÓN, DISCRIMINACIÓN y VIOLENCIA.


Uno de los trabajos más humildes en China era el del portador de rickshaw. Como veis en esta foto se trataba de hombres jóvenes envejecidos antes de tiempo que se ganaban la vida haciendo la parte del “caballo”. Mendigos, descalzos, con un bol de arroz al día, aceptaban hacer este trabajo humilde en China por necesidad. De hecho, los callejones Chinos muchas veces eran estrechos al más puro estilo medieval, y no permitían la entrada a un caballo. Se utilizaban por lo tanto servicios o esclavos que por 10 horas al día transportaban a toda prisa los Amos desde una parte de la ciudad a otra. La mayor parte de ellos morían de infarto antes de los 35 años .

Se trató básicamente de un verdadero y propio comercio con la cual China fue forzada a soportar por Inglaterra la introducción del opio de las Indias en el propio territorio. Efectivamente, toda la ideología plurimilenaria del Imperialismo Chino se basa en la negación de extender las fronteras al extranjero, al cual le es concedido viajar y comercializar (no siempre) en todo el territorio. La idea de involucrarse con el Occidente, tanto culturalmente como prácticamente, había sido una cosa impensable para China que había puesto vetos inflexibles a la emigración nacional, prefiriendo los sistemas crueles de control demográfico que la pérdida regulada sus súbditos. Las razones no eran solo políticas y hegemónicas sino constitucionalmente religiosas: el Occidente era considerado el receptáculo de la perdición y culturalmente anticuado por el Coloso que desde siempre dominaba Asia.
Fue entonces únicamente la debilidad interna y la interferencia Europea que la condujo a firmar dicho tratado, que en realidad “liquidaba” el propio patrimonio de carne humana entregándolo en manos enemigas. UN tratado que se profesa bilateral pero que prácticamente obligó a millones de Chinos, por las buenas o por las malas, a emigrar hacia América.
Del reclutamiento forzoso se ocupó en primer lugar China que elaboró listas y listas de los “elegidos”; más tarde muchos fueron “secuestrados” o “desaparecieron” quizás a comisión. Se trataba claramente de jóvenes en buena salud que eran separados de sus familias que se quedaban en China como “rehenes”, como garantía de la buena conducta del individuo. Una amenaza oculta que llegaba de manera clara a la mente de los inmigrados y que explica su actitud servil y sumisa. De ahí a la constitución en América de una Mafia China, que controlaba los tráficos humanos por una agobiada petición de China, el paso es breve. Utilizando los males sufridos esta Mafia introdujo el opio, los esclavos y la prostitución gestionándolos finalmente a cargo de los Estados Unidos. Es como decir “todo lo que haces, vuelve”. Al final les costó a todos, sin excepción, aunque en dejar la piel fueron los más débiles, empezando por los pobres ex campesinos, obligados a trabajar 15 horas al día en condiciones inhumanas costándoles la vida, y las pequeñas esclavas que a los 7 años comenzaban su pobre existencia de prostituta que morían antes de los 20.
Más allá de cualquier provisión los Chinos se mostraron extremadamente eficientes, tanto que en 1880 sus actividades se difundían ampliamente e impulsaban la economía Americana: su comercio era próspero y, al igual que hoy, eran capaces de ofrecer precios sin duda competitivos. Los objetos Chinos estaban de moda, y así sus especias, la ropa, los perfumes. Gracias a la Mafia podían vender fruta y verdura, también más allá del océano, a precios muy bajos y sus habilidades se expandían en cada sector, desde la artesanía hasta la fabricación e incluso el servicio privado. Frustraron los planes de los circos ambulantes, inventándose acrobacias espectaculares imposibles de realizar por los musculosos atletas americanos, acostumbrados a utilizar animales con gastos claramente superiores.
Como trabajadores eran impecables y no hacían complot con aquellas ideas liberales que rondaban alrededor de 1800, aquellas medias pretensiones de reducción del horario de trabajo y de condiciones de vida más dignas. Sobretodo costaban la mitad y por eso sustituían a sus compañeros Europeos, con hijos a cargo, que mostraban los dientes y se quejaban con aquellos que “les robaba el trabajo”.


La historia de las pequeñas esclavas secuestradas a las familias, generalmente campesinas, para ser enviadas a América como prostitutas inicia en 1865. Fue la Mafia China, con acuerdos directos con el gobierno Chino, en establecer y mantener en América con el fin de evitar “mezclas” entre Chinos y Americanos. Más tarde se extendió a los yankiees, que podían gozar de una niña China en adecuadas partes de atrás de los negocios por unas monedas. A diferencia de los compatriotas hombres, que después de una docena de años de duro trabajo podían volver a su tierra, las esclavas Chinas morían en América sin haber vuelto a ver el sol. Vivian en una completa separación con el exterior, en celdas aisladas, cuidadas por una comadrona que a veces las ayudaba a parir o a librarse de los varios hijos ilegítimos. Salían de sus celdas por muerte después de haberse unido con miles de hombres. La mafia se libraba de ellas haciéndolas caer por la noche en el rio o cimentándolas bajo tierra. Aquí una joven mujer de Hong Kong con vestidos tradicionales en 1860.

Ahora, mientras estos males afectaban a otros Inmigrantes, generalmente Europeos, nadie decía nada; que se maten entre ellos, el precio bajo era una suerte para los empleadores.
Pero cuando este fenómeno estalló entre los comerciantes y trabajadores de “pura raza Americana” comenzaron los problemas.
Desde el 1850 los Chinos se habían juntado en un área de la vieja Portsmouth Square, una de las primeras en establecerse durante la fiebre de oro. Allí habían iniciado actividades de lavandería independientes (un trabajo “sucio” que ninguno en esa época, ni la peor lavandera quería hacer) agregándose rápidamente otras como floristería, venta al por menor de verdura y fruta, comercio de arroz y emporios para satisfacer las necesidades cotidianas de una ciudad en crecimiento. En dos años el área, antes llamada “Pequeña Canton” se había extendido sobremanera y proponía 33 negocios con venta al por menor, 15 herboristerías/farmacias y cinco restaurantes. Toda la zona China estaba en pleno desarrollo y era apreciada por las Autoridades Locales, que a menudo la alababan públicamente presentándola como un modelo de diligencia y laboriosidad. Con el apoyo los Chinos cambiaron el nombre del área originaria en ChinaTown, y para muchos de ellos era como sentirse en casa. Para alegrar las horas calientes de los desesperados en busca de la fortuna la comunidad China erigió también un Teatro que albergaba compañías ambulantes y, poco a poco la pequeña ciudad se convirtió en un centro recreativo con la ambición de ser la nueva San Francisco. En realidad, el nombre fue acuñado por la prensa, para ejemplificar un concepto demasiado simple, pero después América vio o quiso ver en este gesto un acto de arrogancia que rechazará duramente la comunidad China.
En pocos años Chinatown creció, convirtiéndose en símbolo de una ciudad en la ciudad y de un pueblo que crecía dentro de otro pueblo. De las doce casas de madera ahumada de los primeros años quedó solo un recuerdo: en 1880 toda el área se convirtió en un barrio elegante que albergaba 22.000 personas (básicamente solo hombres), con salas de juego y casas de opio donde los ricos Americanos y los enamorados afligidos podían olvidarse de sus penas. Un modo colorido donde las raíces chinas estaban de moda, induciendo a las familias burgueses Americanas y Europeas de concederse el lujo de las porcelanas y de los espejos Chinos, sus especias e incluso sus adornos “amateurs”. En fin, un crecimiento evidente que minó en el mismo Gobierno de los Estados Unidos el terror de un futuro capitalismo Chino de hacer sacudir el capitalismo Americano cuestionando también la moralidad de las costumbres. El “ peligro amarillo” invadió América, que vivía una difícil situación histórica inmediatamente después de las Guerras de Secesión; la desestabilización económica del Sur, las corrientes políticas que se alternaban, el hambre de cambiar y la obsesión del dominio total sobre Europa produjeron un efecto dominó sin duda devastador. Gran parte de la población Americana se vio afectada negativamente por las consecuencias de la “restauración” del Sistema, que había condenado millones de familias a pasar hambre. Los comerciantes cerraban los negocios y los inmigrantes morían por el frio de las calles o eran masacrados por la multitud porque eran pillados robando en los negocios. Las cárceles estaban repletas y la batalla por la sobrevivencia adoptó la forma de las antiguas guerras de carácter Europeo. Lo que prosperaba era la Mafia: en primer lugar, la Irlandesa que aun así funcionaba “como complemento” de la Mafia del Estado imponiendo a sus “protegidos” la obligación de voto forzoso en las elecciones y que apoyaba las actividades clandestinas Americanas relacionadas con el alcohol y la droga.


Aquí está la primera Chinatown en 1860. Se trataba de pocas casas de madera, alguna tienda y pequeñas cosas relacionadas con la vida cotidiana. Pero en menos de 30 años el barrio cambió completamente, convirtiéndose en un punto de referencia de las noches locas de los ricos Americanos.

El peligro amarillo era una directa consecuencia del comportamiento de los Americanos, que había explotado sus esclavos hasta el punto de estar abrumado. Contrariamente al Afro-Americano, que por mentalidad y cultura se había integrado con su enemigo aprovechando y utilizando los puntos funcionales, el Chino-Americano expresaba únicamente la propia naturaleza Imperialista, dominada por el sentido del deber, por el del honor y por un exacerbado sentimiento de redención. Adaptándose a las peores condiciones de vida el Chino-Americano aspiraba a la mejoría de la propia existencia y a aquel ascenso social que le habría permitido de situarse al mismo nivel que el de sus amos.
Era una sensación innata, consecuencia de los milenios de historia que no podían ser borrados con la “deportación” a un País extranjero, pero que al contrario era sublimado por la castidad forzada, por la soledad y por los abusos sociales. Detrás de aquella sonrisa indeleble el pueblo Chino escondía una fuerza trágica y una tenacidad impresionante. Su lema era: “sobrevivir a toda costa, y prosperar” .
Podría hablar horas y horas discutiendo sobre la diferencia entre inteligencia y astucia sin llegar a una conclusión. En realidad, existen actitudes incorrectas que si bien producen una ventaja efectiva a corto plazo luego resultan perjudiciales y negativos en el tiempo. Si a esto le agregamos una motivación egoísta y las modalidades indiferentes al mal que se procura, obtenemos un inevitablemente un daño con efecto boomerang, que tarde o temprano se volverá en contra. Si, por último, la naturaleza de nuestra víctima no se entrega a perdone fáciles así es como el eco de nuestro trabajo se alargará sobremanera, con resultados sin duda destructivos. Esto, en pocas palabras, fue la relación entre América e Inmigrantes Chinos. Y he aquí, el motivo por el cual, una vez comprendido el posible mecanismo causa-efecto, toda América gritó al “ peligro amarillo ”.


He aquí la misma Chinatown en aquella ciudad de San Francisco en 1906

En aquel alboroto que fue durante el trienio 1880-1882 encontrar el chivo expiatorio resultó bastante fácil: como era de esperar, los Chinos fueron acusados de competición desleal, robo de trabajo y de rivalidad social. Sobre la base de una primera Ley racial de 1861 que prohibía a los Orientales malamente definidos “Chinos” o “mongoles” de casarse con blancos (cosa que los mismos Chinos aborrecían) se aprobaron otras leyes que reducían cada vez más el campo de los derechos humanos y jurídicos. A pesar del Civil Right Acts de 1866 que establecía que “ todos los ciudadanos de cada raza y color nacidos en América gozaban plenamente de la ciudadanía Americana” los Legisladores descartaron de este derecho a los Chinos, basándose en un sutil juego jurídico por la cual no era posible clasificar un oriental según un estándar fijo. La ley de 1875, efectivamente, definía la diferencia entre un “blanco y un Afro-Americano” otorgándoles a ellos y a sus descendientes nacidos en América igualdad de derechos. Sin embargo, esta ley no era capaz de crear una separación notable entre “blanco y amarillo”, porque los Orientales presentaban también una cromaticidad más heterogénea que los Africanos y menos rasgos faciales destacados. Esta ley se limitaba a clasificarlos como “no blancos” y por esto, excluibles del derecho de ciudadanía. Por lo tanto, cualquier Chino naturalizado Americano seguía siendo al fin y al cabo un extranjero.


Para los Chinos, no etiquetados morfológicamente como raza inferior, dado que carecen de aquellas características que se encontraban en los Afro-Americanos, fue creada un desde cero una sub raza refrescando e incluso manipulando los viejos conceptos de Darwin. Nació así la raza de los Coolies que relacionaba no solo a Chinos y Mongoles sino también Indios (de India) y otras etnias.

Otras leyes anteriormente habían limitado los derechos de los Asiáticos en América, en particular a los Chinos. Por ejemplo, en 1858 California había promulgado una Ley que prohibía a los Chinos el acceso a las carreras estatales. Una vez más, en 1879, California aprobó una Constitución nueva según la cual el Gobierno se apoderaba del derecho absoluto en determinar los requisitos fundamentales para la permanencia en el Estado: aferrándose una vez más a la sutileza de la indeterminación de la raza, el Gobierno negó el derecho de permanencia a los Chinos expulsando de su territorio a los residentes. Pero, anteriormente, en 1875 el Congreso había bloqueado por 10 años la inmigración de los trabajadores Chinos y de las prostitutas Chinas, con el fin oficial de frenar la mafia y restaurar el territorio Americano. Para ser breve entre 1856 y 1880 treinta Leyes diferentes limitaron o negaron los derechos fundamentales de los Chinos en territorio Americano infringiendo los acuerdos del famoso Tratado de Burlingame, sin que ni la prensa ni mucho menos la opinión publica pudiesen dudar. El malhumor generado por la crisis económica había abierto una brecha entre América y los inmigrantes Chinos, cuyas actividades continuaban a florecer y a extenderse. Atacados por el Gobierno y por la multitud, encerrados en su propia comunidad, aferrados a sus costumbres tradicionales y despectivos de la mezcla con los blancos se convirtieron muy rápido en la victima expiatoria ideal. Soportando con valentía las amenazas, los saqueos y las destrucciones de sus negocios, el corte de la coleta en público, las burlas y por últimos las primeras advertencias de linchamiento que seguirían, los Chinos continuaban su trabajo silencioso, conscientes de estar pisando un terreno peligroso. La situación degeneró lentamente de manera inexorables hasta el 1871, año en que fueron protagonistas del más grande linchamiento de masa en la historia de los Estados Unidos, tristemente más conocido como “ La Masacre China de Los Ángeles ”.

LA MASACRE DE LOS ANGELES

Inicia la tragedia


El triste episodio fue realmente un reflejo de aquellos tiempos y lanzó una sombría sobre la ciudad en progreso. Sucedió en “ Calle de los Negros”, el barrio más barrio de Chinatown donde, mezclados con lavanderías, emporios y pequeñas actividades comerciales, vivían en contacto permanente los inmigrantes menos apreciados por la población Americana es decir Mexicanos y Chinos. Los anales de la época lo describen como “una zona dura, una larga avenida de tierra de 40 pies de ancho lleno de prostíbulos, salas de juegos, emporios y habitaciones residenciales de barro y paja”. La población era mayormente masculina, debido a las Leyes Americanas que limitaban la inmigración de mujeres Chinas, sin embargo la mafia China consiguió hacerlas entrar y casi siempre con la ayuda de las Autoridades locales. De esta manera, entre familias y prostitutas, la población China había crecido 200 veces más en solo diez años y prosperaba maravillosamente, generando un clima pesado de malhumor entre la población blanca, afligida por la recesión post bélica y consciente de no poder seguir el ritmo con los precios bajos y los agotadores horarios de trabajo de los comerciantes Chinos, que además cubrían toda la zona en el vicio.
La tragedia se acercaba y puntualmente el 24 de octubre de 1871 estalló.


He aquí la famosa Calle de los Negros en 1880, pocos años después la famosa masacre. Hasta el 1882 la zona se mantuvo más o menos inalterada, sucesivamente los edificios que veis a los lados fueron demolidos.

Las fuentes oficiales probaron como causa del linchamiento la causa habitual, es decir, el asesinato de un oficial de la zona, un tal Robert Thompson , durante un fuego cruzado con la mafia China, cosa que por lo que parece desató la ira de la gente (!) hasta el punto de torturar, mutilar y por último colgar veinte pobres y desgraciados Chinos elegidos al azar.
Ya así las justificaciones no aguantan; si después añadimos que después de un proceso ridículo fueron declarados culpables de la masacre solo 8 personas, que fueron inicialmente acusadas de “homicidio involuntario” y al final absueltas de todos los cargos, aun cuando testigos oculares habrían indicado ellos y otros treinta sujetos como responsables del hecho…pues, algo va mal.
Comencemos en decir que la masacre no fue un evento imprevisto, sino que algunos eventos anteriores contribuyeron en provocar las tensiones y el odio entre Americanos y Chinos: he extraído varias informaciones del libro TheChinatownWar que os aconsejo leer.


Aquí una imagen rara de Chinatown en 1870. Llena de emporios, salas de Té y tiendas Chinatown se disponía a convertirse en una pequeña S. Francisco.

Unos días antes el jefe de uno de los varios clanes de la Mafia China, Yo Hing , había organizado, con fines de lucro, el secuestro de una de las pocas mujeres casadas de Chinatown, una tal Yut Ho , que parecía ser muy bella.
Todo esto fue posible porque claramente Yo Hing tenía estrechos y adinerados contactos con las Administraciones locales, en primer lugar, los Sheriffs y los Guardianes de la Orden que no solo hacían la vista gorda sobre los crímenes, sino que también recibían un gran porcentaje.
Claramente el bando rival, con el jefe Sam Yuen, que era un mercante de telas, no digirió el insulto que amenazaba el poder de la zona, y otros cómplices funcionarios Americanos, logró desembarcar en San Francisco una banda de guerreros Tong armados hasta los dientes procedentes de China.
La noche del 23 de octubre, la pandilla de los sicarios guiados por Ah Choy, que era el hermano de la mujer secuestrada, origino un conflicto contra Yuen, que resultó ileso mientras que Choy quedo mortalmente herido y lo dejo morir en uno de los callejones de Chinatown. Una vez comprendido quien fuese el instigador y con el apoyo de la policía local Yo Hing denunció a Yuen como instigador del intento de homicidio y lo mando a la cárcel, donde además fue establecida una caución de 2000 dólares, una cantidad anormal para aquella época y sobre todo para un Chino. La intención era que el rival se pudriera en la cárcel el tiempo necesario para enriquecer Jueces y Abogados, sentenciarlo a muerte y apoderarse de su territorio, pero Yuen se comió la hoja y afirmo que estaría dispuesto a pagar la enorme cantidad. Acompañado a su casa por la Policía se descubrió que el dinero estaba escondido en el tronco de un árbol, pero había mucho, ¡mucho más de lo que se pensaba! Una enorme riqueza producto de los tráficos clandestinos que atrajo no solo a los Tutores de la Orden.
Uno de los agentes presentes en aquella mañana del 24 de octubre de 1874 fue un tal Jesus (!) Bilderrain, un policía de oscura fama conocido por ser avaro, ladrón y profundamente racista. Había además muchas denuncias contra él por varios delitos de robo, sobre todo por los de combate. Era también uno que apostaba de manera compulsiva y, junto a su hermano Ygnacio, había controlado y organizado por muchos años los famosos bloques de las elecciones contra la Comunidad Latina de Los Ángeles en nombre del partido Democrático, impidiendo votar a la minoría étnica.
Un sujeto semejante fue cabeza de excelencia y venerado como un héroe tanto por parte de los Jueces como de la Prensa cuando se abrió la investigación sobre la masacre y sus palabras valieron oro.


Al contrario de lo que se cree en China el opio no se utilizaba con los mismos fines de vicios y patológicos que en Occidente, sino que su uso era para un fin terapéuticos y religioso. Solo más tarde con la caída del imperio Qing y con las guerras Anglo-Chinas de 1830/40 que el opio fue deliberadamente distribuido por Inglaterra misma con generosidad a la población china, con el objetivo de aumentar su monopolio y transformar gran parte de las plantaciones agrícolas necesarias en plantaciones de opio destinadas a la exportación por todo el mundo. China intento frenar la difusión, pero resulto ser inútil. Debido a las migraciones en América la mala costumbre y los tráficos relacionados con ella desembarcaron en América administrados, mediante acuerdo, tanto por la Mafia China como por el mismo Gobierno de los Estados Unidos. En la foto una clasica sala de opio China en 1890.

Bilderraine afirmo que la noche del 24 de octubre se encontraba en Negro Alley con otros hombres porque fue atraído por algunos disparos.
Entro en un callejón fue herido y parece que haber pedido ayuda al agente Thompson, que murió por los disparos recibidos del mismo Yuen. El homicidio a sangre fría parece haber incitado a la gente que en poco tiempo había organizado y asaltado la zona, llegando finalmente a la masacre. Si bien fue atroz, todo el episodio fue pues liquidado como una locura general causada por un clima de descontento contra los Chinos, que por lo visto arruinaban y hundían en el vicio la ciudad obteniendo cifras increíbles. Incluso fue retomado el cuento que los Chinos estaban juntando dichas cantidades de dinero en nombre de un Mandarin que aspiraba en ser gobernador de California: una farsa que databa a la fiebre del oro que termino como verdadera por algunos libros de la época y que desgraciadamente fue usada para publicar las Leyes Raciales según las cuales
“Ningún Chino podía declarar contra un blanco en un juicio”
A pesar de que la masacre tuvo lugar a los ojos del mundo, gracias a los informes despiadados escritos en tiempo real por H. M. Mitchell, reportero del Star, el juicio concluyó rápidamente absolviendo básicamente a la ciudad “ victima de los horrendos comercios de los Chinos y del clima de violencia de su Mafia”. No cabe duda que los poderes políticos influyentes hayan determinado el almacenamiento del juicio, aquellos que sucesivamente recurrieron al recuerdo de la masacre para imponer el tristemente famoso “ Chinese Exclution Acts” de 1882.
La verdad de los hechos, como siempre, es mucho más triste e incluso simple que la masacre que escarbó a fondo dentro del alma mezquina y racista de los falsos moralistas de aquella época, la codicia y el robo.


La Autoridades Americanas, en primer lugar, la Policía siempr e tuvo relaciones privadas con la Mafia China. Se ejercía un control exclusivo no solo sobre el opio y las especias sino sobre todo en el comercio (oficial o clandestino) de mano de obra y de productos Chinos que eran importados en América de bajo coste, influyendo negativamente los precios nacionales, que estaban colapsando. Además, los grandes empresarios, como las ferrovías que recibían grandes subvenciones estatales, utilizaban a menudo los trabajadores Chinos prefiriéndolos a los Americanos y Europeos ya que costaban menos y trabajaban el doble. Durante el periodo de los primeros Sindicatos los Chinos fueron utilizados como “esquiroles” por los mismos empresarios para bloquear las reivindicaciones de la clase obrera. Todo esto reforzó la opinión pública, que comenzó a ver los Chinos como peligrosos e intencionados a la competición desleal. En la foto, la parte de atrás de un clasico negocio de especias en Chinatown, 1880.

El escándalo seguido por la tragedia puso en evidencia cuan pobre y cruel fuese el corazón de los protagonistas, gracias a las varias investigaciones y testimonios de los sobrevivientes, sobre todo el mismo Huang que mostró pruebas documentales de la conclusión entre él mismo, la Mafia, la policía local y “favores” mantenidos entre ellos. Poco después toda la documentación y los actos judiciales fueron almacenados y toda la masacre se escondió debajo de la alfombra. Muchos años después habrían aparecido gracias a la extenuante búsqueda de los Históricos y a las…. Situaciones favorables, que hoy ven a China como la gran Potencia económica del futuro.
Más allá de cualquier consideración posible, el interés de este libro es el de informar y ayudar a conocer los grandes eventos del pasado, relacionados al old America y su primera relación con la comunidad China. Por lo tanto, solo voy a contar lo que realmente sucedió aquella noche del 24 de octubre de 1882 en Chinatown.
Bilderrain fue a Negro Valley para robar el oro de Yuen junto a otros compañeros, un “favor” pedido por el mismo Hing para ajustar las cuentas con el canalla de Yuen. La alianza y la protección de Hing, no fue lo suficiente para salvar a Bilderrain de la ráfaga de disparos de los matones de Yuen que estaban de guardia en el callejón. Hay que decir que Bilderrain no era un sheriff oficial sino uno de esos tantos vigilantes autorizados por la misma Policía, para “mantener el orden” en el barrio: por esto cerraban un ojo sobre los acuerdos privados que había entre los vigilantes y la Mafia China, y ambos ojos cuando se trataba de favorecer tráficos clandestinos o asesinatos privados. Por otro lado, la Policía recibía una buena cantidad de los ingresos y controlaba todos los eventos en programa, gracias a una amplia red de informadores. Aquella noche también fue habitualmente informada sobre las intenciones de los vigilantes; su único deber era observar, dejar que hagan y despejar el campo de posibles obstáculos. El mismo Comisario Frances Baker, jefe de la policía de Los Ángeles, tenía tráficos personales con la Mafia, específicamente era especialista en recuperar las esclavas Chinas que en ocasiones lograban escapa, intentando embarcándose clandestinamente hacia Europa. Las recompensas por el acto heroico de recuperar las pobres mujeres, legalmente acusadas de robo, era muy alta: la codicia ataba fuertemente a la Policía con una u otra banda, generalmente con la que pagaba más.
De acuerdo a las siguientes declaraciones de Yuen, que sobrevivió a la masacre, aquella noche Bilderrain estaba incluso con Hing y por eso se abrió fuego contra él. Mirando hacia atrás hay que creerle. Las dos facciones mafiosas se encontraban en la hora de la verdad: el único deber de la Policía era ser neutral.


Aquí una extraña imagen de la masacre de Chinatown. Las victimas del linchamiento fueron 19, pero toda la zona fue saqueada, quemada y muchos resultaron heridos.

Con tal fin, fueron puestos como vigilantes dos viejos conocidos de Los Ángeles, dos policías heroicos que se destacaron en acciones difíciles durante las revueltas Mexicanas, como la captura y la muerte del bandido Tiburzio Vasquez . Estos dos se llamaban Emil Harris y George Garde ; su orden era quedarse en la zona sin involucrarse, cualquier cosa que pasase. Delante de la gente enfurecido no solo no movieron un dedo, sino que, al contrario, amenazaban a aquellos que intentaban hacer cualquier cosa per impedir los linchamientos, según testimonios reputados. Sin embargo, nunca se presentaron ante el juez de instrucción como imputados y más tarde fueron promovidos a los grados más altos de la Policía.
Thompson fue abatido muy pronto, y esto es cierto.
Un evento frecuente y ya libre de sorpresas en Chinatown, donde solo en la semana anterior a la masacre habían sido registrados 44 víctimas en los callejones, las cuales 4 policías. Al final, Robert Thompson no era un santo como se decía, sino que la mayoría lo conocían como un traficante, estafador y extorsionista, así como propietario del vil local Blu Wings cuya obligación era el sexo y las drogas. Entonces, ¿ QUÉ fue lo que desencadenó aquella noche la ira de 500 personas, una tal locura que permitió a la gente torturar, matar y mutilar a sangre fría 19 pobres Chinos capturados al azar, pero también saquear, desmantelar y quemar gran parte de negro Alley ante los ojos de la Policía y de la ciudad de Los Ángeles? Lo sorprendente de aquella noche no es solo el eco de un homicidio al orden del día, pero también la extrema velocidad con la cual la multitud se organizó y, como un solo hombre, irrumpió en el barrio dividiéndose en tramos, cada uno de ellos con una tarea específica. De inmediato salió a la luz del mundo que la masacre fue un evento planeado la cual fueron involucrados por su propia confesión varios peces gordos de la ciudad, así como grandes políticos. He aquí algunos nombres: empezamos por H. M. Mitchell, periodista del Star, Sheriff del Condado que después se unió a la riquísima familia Glassel. En poco tiempo se habría convertido en líder del Partido Democrático, se dice que fue gracias a su artículo relacionado con la masacre, que justificaba con fuerza la ciudad “ victima de los Chinos y de la incapacidad de la Ley”
Y qué del rico comerciante JH Weldon que, terminada la masacre, se fue a beber un bar de la zona con la camisa toda manchada de sangre gritando con alegría ¡ Soy feliz! ¡Esta noche he matado a tres Chinos!Harris Newmark , uno de los empresarios más reputados y ricos de Los Ángeles, confesó sinceramente de haber visto a Thompson en el suelo y de haberse ido a su casa a festejar. QUE COSA , no se sabe. Aun así el empresario no pareció ser ajeno a los hechos, sobre todo cuando se descubrió durante el juicio que tenía estrechas relaciones con los policías Celis y Kerren , a su vez sospechosos de haber disparado a Thompson o de haberlo metido en el callejón donde estaban escondidos los mafiosos. ¿Y qué pensar del Policía Francis Baker ? En el juicio que en todo ese alboroto de gritos, torturas e incendios “ después de haber rodeado el edificio Coronel, donde los mafiosos se habían refugiado, aquella noche se había ido a dormir ” dejando así la ciudad a merced de la locura.
La verdad sobre los hechos, los actos procesales y toda la documentación sobre el juicio de pega que mostró el lado oscuro de toda una ciudad salió a la luz gracias al minucioso trabajo John Johnson Jr. que, 140 años después de la masacre, logró tener acceso a la célebre biblioteca de Hungtington .
Los datos muestran claramente que Política, Instituciones e Intereses Personales estaban en la raíz no solo de la masacre sino también de la crisis económica y del clima de desesperación general que habían hundido California, y sobre todo la ciudad de Los Ángeles, al caos total. Apoyado sobre un sustrato de Racismo Constitucional que había privado a los Chinos de cualquier derecho humano y de una dimensión jurídica fue fácil indicarlos como enemigos de la comunidad, y por lo tanto de la opinión pública.

LA VERDAD SOBRE LA MASACRE

Antecedentes


Todo comenzó en 1869, cuando fue terminado el transcontinental en Utah , el Pacific Transcontinental , éxito de un gran plan de reconstrucción por el Gobierno de los Estados Unidos, para incrementar la economía después del desastre de la Guerra de Secesión.
Los transcontinentales, es decir la unión de las Costas del Pacifico con las del Atlántico, significaban comercio, expansión y riqueza en un periodo donde las grandes ferrovías comenzaban a propagarse en Europa con timidez. La empresa Americana fue enorme y de gran respeto en línea con su tradición, y fue el modelo para el Sistema Capitalista que a partir de ahí se difundió. Para un negocio como ese claramente fue necesario invertir muchísimo dinero y el Gobierno tuvo una enorme deuda pública, contando con el hecho que habría recuperado los gastos con la venta del oro gracias al sistema New York Gold Exchange, que tenía el deber no solo de favorecer el campo abierto sino también controlar el valor del oro y mantenerlo estable.


La Pacific Railroad inaugurada en 1869 fue una empresa colosal, que involucro dos grandes compañías que nacieron a tal fin, la Union Pacific y la Central Pacific, pero también comprometió mucho al Gobierno de los Estados Unidos. La construcción de la ferrovía, que unía dos puntos estratégicos para los comercios Americanos, es decir la costa Atlántica con California y el Pacifico, representó el comienzo de la era moderna no solo para América sino también para el mundo entero, poniendo en marcha el sistema de las ferrovías. Fue una hazaña descomunal, pero el escándalo que implicó los presupuestos “inflados” y las subvenciones Estatales por poco no generó la caída del Sistema Democrático Americano, dada la probada implicación del presidente Ulysses Grant.

Esto atrajo a un grupillo de especuladores, como James Fisk y Jay Gould y otros canallas como ellos, los cuales tramaron alrededor del entonces Presidente Ulyses Grant , para encargar el trabajo principal de compra y venta del metal amarillo a un compañero, el tal General Daniel Butterfield , que entonces se convirtió en tesorero principal de los Estados Unidos. Daniel convenció a Grant que era necesario que el Gobierno comprase oro, el cual tenía que ser puesto de nuevo en circulación para mantener estable la economía. Sin embargo, Grant no lo vendió, sino que lo compro a nombre de Gould y Fisk , y esto causó un fuerte aumento de los precios y una peligrosa inflación.
El Gobierno, dándose cuenta de la estafa, vendió cuatro millones de dólares en oro en 24 horas, causando la caída del valor. Claramente el mecanismo infame es más complicado, pero espero que esta simple narración de los hechos de una idea de lo que generó la tremenda crisis económica, agravado por el siguiente escándalo del Pacific Transcontinental Road la cual se descubrió que había especulado a su vez sobre las subvenciones Estatales exagerando los informes de gastos, estableciendo un verdadero monopolio sobre los territorios de su competencia del que había expulsado el Estado.
La crisis llevó a muchos inversores en bancarrota, bloqueó las industrias y obligó a millones de empresas a cerrar; entre ellos el estado de California, que acababa de terminar la ferrovía dejando millones de desempleados en la calle, fue el más afectado. La mayoría de los trabajadores eran Chinos, contratados en cantidad por las Compañías gracias a las presiones Gobernativas, que como hemos visto había organizado muchos tráficos desde China procurándose trabajadores de precio bajo. Éstos, juntos a los desocupados de la ferrovía de Utah, claramente se fueron a Chinatown, único lugar en América capaz de acogerlos, donde la Mafia proveyó para colocarlos y hacerlos entrar en las compañías. A parte del mercado clandestino y de la importación de los productos Orientales, aun así, había poco trabajo; los únicos a sobrevivir, una vez más, eran los Chinos, que se adaptaban a un trabajo de 15 horas al día por pocas monedas.


Thomas Nast criticó abiertamente el sistema político Americano y sus leyes raciales como mordaz y perspicaz en uno de sus periódicos más prestigiosos de aquella época el Harper’s Weekly. He aquí uno de sus diseños intitulados Go West- Go East- donde expone de impacto las desastrosas leyes de Jim Crow.

Muy pocos en América estaban al tanto de las graves condiciones las cuales los esclavos modernos estaban forzados, raptados de su Patria a menudo por cuenta de los Estados Unidos o inmigrados en América para escapar del hambre. Con las familias retenidas en China y las Leyes Americanas que, con la excusa de frenar la introducción clandestina de mujeres destinadas a la prostitución prohibía la esposas de encontrar sus maridos, esta pobre gente no tenía una vida propia y se encontraban entre tres hogueras: la tierra natal, América y la Mafia, que trabajaban unánimes para aprovecharlos. La prosperidad de las bodegas de Chinatown a menudo eran ficticias y muy poco se beneficiaban; los ingresos de las apuestas, de las casas de opio y de los licores pasaban directamente por las manos de la mafia, que a su vez abonaba una buena cantidad a las Autoridades locales. La mismas América se enriquecía con el comercio de los productos Chinos, que en 1870 llegaron a incluir también la fruta, la verdura, pescado y productos de primera necesidad que venían “comprados” en el extranjero a muy bajo precio, mandando en bancarrota las empresas locales que no lograban competir con los precios. Alrededor de 1880 toda la economía nacional comenzó a depender de la importación-exportación con China la cual, basándose en la filosofía del todo oriental por la cual “si no puedes acabar con tu enemigo desde afuera, hazlo desde adentro” impuso un Comisariado para verificar “las condiciones de sus súbditos” en la Patria extranjera. Prácticamente, gracias a su Mafia, se aseguró el control total de la inmigración China en América para llenarla de Chinos y mantener los Estados en un tipo de sumisión oculta. Para parar el golpe y retomar el control de su País sin perder los beneficios de los tráficos con China he aquí que fueron promulgadas las famosas Leyes Raciales , la cual siguió una oleada de libros, carteles y seminario sobre el “ Peligro Chino ”


El gran incendio de Chicago le costó a América 200 millones de dólares de aquella época. He aquí una imagen extraída del Harper’s Weekly diseñada por John Chapin, que muestra el puente en Randolph Street, completamente destruido por las llamas.

El Gobierno, confiando en el congénito deseo de manipulación del pueblo Americano y de su radicado racismo, definió precisamente los Chinos como “no deseados” privándolos de cualquier personalidad jurídica y concediendo plena inmunidad al individuo, que por lo tanto se sintió autorizado a “ hacerse justicia propia” .
La masacre de Los Ángeles fue una directa consecuencia de este perverso mecanismo: como siempre en tiempos de crisis son los mismos Gobiernos que, para cubrir sus culpas, culpan a alguien y los únicos que al final sacan provecho de las guerras entre los pobres.
El incendio de Chicago del 8 de octubre de 1871 completó el cuadro: se trató de uno de los desastres más trágicos de América, la cual toda la ciudad hecha de madera fue reducida a cenizas dejando en el suelo los cuerpos carbonizados de 300 personas, 110.000 vagabundos en la calle y en la memoria 18.000 edificios de los cuales quedó solo una única pared. La investigación que siguió determinó que se trató de uno de esos eventos nefastos desencadenados por la ira de Dios y después de haber cerrado el caso de la farsa sobre la vaca (Irlandesa) que habría provocado casualmente el incendio haciendo caer al suelo una lámpara, el caso fue cerrado.
En realidad, muchos dicen que NO FUE la mano del destino sino la humana en originar el incendio, y por los habituales motivos sucios de dinero y poder.
Muchas cosas no cuadran en aquel incendio como por ejemplo la intervención de los Bomberos, cuyo cuerpo heroico era considerado como un ejemplo de organización y de vigilancia para los Estados Unidos, dedicado a defender del fuego una ciudad de madera y en pleno desarrollo donde el promedio de incendios era de… ¡2 al día! El Departamento de Bomberos estaba muy equipado: en 1866 tenía once camiones completos, dos sistemas de extintores manuales, trece carros flexibles, un camión elevador con escalera, 120 bomberos, 125 voluntarios y 53 caballos. En 1871 dotaba, único en su campo, Knocke-Pattent Hose Elevator , una torre de agua capaza de generar y dirigir un chorro de agua de alta potencia.
Esto significaba cuan experto y equipado fuese el Cuerpo de Bomberos que la noche del 8 de octubre de 1871 se encontró sofocando las llamas del famoso incendio. Sin embargo, al menos se señalan dos errores imperdonables y groseros del Departamento, suficientes para perder el control de las llamas.


He aquí una foto del cuerpo de los Bomberos de Chicago con una de las varias estaciones equipadas, en 1871, meses antes del gran incendio. El equipamiento era muy moderno y de última generación para esos tiempos. Se pregunta QUÉ pudo haber originado esos errores groseros que fueron fatales para la ciudad.

El primer error se trata de la intervención rápida: se sabe que los Bomberos se activaron SOLO 2 horas después del primer aviso, y solo porque después del primer aviso se agregaron otros más.
El Departamento se justificó argumentando el hecho de que “ pensaban que la nube de humo señalada pertenecía a otro incendio, controlado en la misma zona el día antes” .
Muy extraño y casi grotesco, para Bomberos expertos.
Además, en los anuarios del Departamento, no se hace mención de un incendio similar que, aún más extraño, se originó en un aserradero.
El siguiente error es absurdo: sabiendo que se trata de un nuevo incendio, ¡el Departamento envió las bombas… a otra dirección! Se habló de “error de comunicación” entre los agentes, cosa difícil de comprender ¡para gente acostumbrada a intercambiarse rápidamente y con precisión cierto tipo de información! Además, y esto me parece sospechoso, el Departamento había intervenido en cuatro pequeños incendios intencionados, precisamente en esa zona, por lo que la conocía muy bien. ¿COMO pudo no haber pensado que también el quinto incendio del día podría haber tenido lugar ALLI?
De cualquier manera, los errores fueron fatales y, a pesar de los siguientes esfuerzos y la colaboración por parte de las ciudades cercanas, la furia del incendio destruyó todo, y cuando llegó a quemar el acueducto la población entendió que había perdido la batalla contra el fuego. A esta altura, la pregunta es: ¿si realmente el incendio fue intencionado QUIEN y PORQUE habría hecho esto?


He aquí la majestuosidad del primer rascacielos Americano, el Home Insurance Building, finalizado en Chicago en 1888. Obra magna de William LeBaron Jenney que inauguró la de los altísimos edificios, símbolo del poder Americano.

Tenéis que saber que la gran mayoría de los edificios en el corazón de la vieja Chicago estaba en ruinas, de barrio, y ocupada ilegalmente por la denominada escoria, es decir todos esos pobres de etnias diferentes que allí encontraban refugio. En estos edificios, el vicio, la mafia y la prostitución eran comunes y a menudo en manos de los Clanes Irlandeses, que eran muy odiados y temidos.
Frederick Law Olmsted, padre de la arquitectura de New York, fruncía la nariz ante los edificios de Chicago, definiéndola “ retrógrada hecha por inmigrantes, bar y casas de madera, ahogada en sus manías de grandeza que la lleva a construir edificios gigantes de tipo grosero y discutible”.
( the Nation, 1870) Además Chicago estaba muy atrás en la Industrialización, penalizando a Estados Unidos.
Como en la época de Nerón el incendio permitió arrasar con todo lo malo, indeseable y promiscuo que frenaba Chicago en su carrera hacia la modernidad la cual, sin ese evento fortuito, nunca habría podido librarse de manera neutral. Al fin y al cabo, el incendio representó un buen negocio para la ciudad que se benefició de la ayuda del Estado y de los privados que la reconstruyeron desde el principio y que el mismo año albergó la primera escuela de Arquitectura de los Estados Unidos (cuyos miembros destacados pertenecían al Cuerpo de Ingenieros del Ejército de la Guerra de Secesión) inaugurando al final en 1885 ¡El Home Insurance Building , el primer rascacielos de América!


Horace Bell en 1880.Se trata de una personalidad interesante: os invito leer en la página web.

En cualquier caso, los tres eventos desafortunados crearon un sustrato favorable a la tragedia del 24 de octubre de 1871, la cual participó activamente más de la mitad de la ciudad, ya malhumorada con respecto a los inmigrantes Chinos, presentados a la opinión pública como esquiroles.
Aquella noche, más allá de las declaraciones de los varios protagonistas como Bilderraine que negaron y cambiaron sus versiones una y otra vez, las cosas fueron así.
Bilderraine, armado hasta los dientes y junto a un pelotón de guardianes (atención, no POLICIAS sino simples ciudadanos autorizados a mantener el orden por el sheriff local) se metió en el callejón de Negro Alley dirigiéndose a la casa y negocio de Yuen. Algunas fuentes hablan de la presencia del mismo Hing con ellos, quizás como guía. La clara intención de Bilderraine era aquella de robar el oro escondido en un tronco, del cual todos estuvieron al tanto solo a la mañana. El escuadrón se encontró delante las guardias de Yuen, que como sabemos, era un mafioso; los guerreros Tong comenzaron a disparar en defensa y, según las reglas definidas entre la mafia y la policía, sin salir del callejón. Los enfrentamientos privados, efectivamente, estaban al orden del día y por esto regularmente: el sentido era “ disparaos incluso encima, pero hacedlo en vuestra casa” y en Negro Alley COTIDIANAMENTE así eran las cosas.
Regia además un tipo de hora límite para todos los habitantes de Chinatown, que de todos modos preferían estar encerrados en casa después de las 20:00. Quedaban abiertas solo las bodegas del vicio y también allí se accedía según otros reglamentos aptas a preservar la seguridad de los clientes.
Los Chinos por su paz y porque no eran estúpidos, no infringían fácilmente estas reglas que permitían a todos una pacífica, si bien difícil, convivencia. No es casualidad que la intrusión de los vigilantes fue organizada a eso de las 20:30 aunque en el juicio se habló de las 18:00 e incluso de las 16:00…por razones obvias. Aun así, la verdad sobre el horario salió enseguida a la luz, gracias también al testimonio directo de un periodista y abogado de Los Ángeles, un tal Horace Bell que sin embargo no fue admitido en los actos. Bell escribió varios artículos sobre la cuestión, siempre rechazados por los historiadores como “poco fiables” dado sus pasados sin duda edificantes. Sin embargo, Bell continuo a sostener su versión, describiendo con detalles considerables la conspiración entre el jefe de Policía Baker y la Mafia China, además de la esclavitud misma de las Autoridades Locales a una política sin duda corrupta. Solo con la documentación sacada 140 años después corrobora finalmente su testimonio. Bilderraine fue herido en la espalda y cayó de rodillas chiflando el silbato para pedir refuerzos; mientras tanto el grupo, viendo la mala situación, hizo marcha atrás. Ni siquiera para hombres adiestrados era aconsejable enfrentarse cara a cara con guerreros Tong, sobre todo en su casa. Sin embargo, Bilderraine afirmo que Thompson, heroicamente, con la pistola empuñada al igual que el “justiciero de la noche” parece que haya dicho “¡Voy yo!” mientras que desde la esquina del edificio Coronel el policía Celsis le estaba gritando “¡Cuidado, están armados!” Desafiando el peligro Thompson se coló SOLO en el callejón oscuro, abrió la puerta de la casa de dónde venían los disparos y aquí recibió una bala en el pecho, que lo condujo a la muerte dos horas después. A este punto los policías Celis y Kerren abriéndose paso entre las balas sacan del callejón el cuerpo sin vida de Thompson y lo llevan a la calle para prestar los espantosos cuidados. La noticia de la herida y de la consiguiente muerte del hombre parece haber reforzado la multitud que dio comienzo a la masacre. Lo demás es historia. Esta fue la versión oficial llevada al proceso, y la ÚNICA a la cual los jueces le dieron credibilidad, aunque muchos testimonios de ciudadanos reputados la renegaron varias veces.
Bilderraine fue herido en la espalda y cayó de rodillas chiflando el silbato para pedir refuerzos; mientras tanto el grupo, viendo la mala situación, hizo marcha atrás. Ni siquiera para hombres adiestrados era aconsejable enfrentarse cara a cara con guerreros Tong, sobre todo en su casa. Sin embargo, Bilderraine afirmo que Thompson, heroicamente, con la pistola empuñada al igual que el “justiciero de la noche” parece que haya dicho “¡Voy yo!” mientras que desde la esquina del edificio Coronel el policía Celsis le estaba gritando “¡Cuidado, están armados!” Desafiando el peligro Thompson se coló SOLO en el callejón oscuro, abrió la puerta de la casa de dónde venían los disparos y aquí recibió una bala en el pecho, que lo condujo a la muerte dos horas después. A este punto los policías Celis y Kerren abriéndose paso entre las balas sacan del callejón el cuerpo sin vida de Thompson y lo llevan a la calle para prestar los espantosos cuidados. La noticia de la herida y de la consiguiente muerte del hombre parece haber reforzado la multitud que dio comienzo a la masacre. Lo demás es historia. Esta fue la versión oficial llevada al proceso, y la ÚNICA a la cual los jueces le dieron credibilidad, aunque muchos testimonios de ciudadanos reputados la renegaron varias veces. Es evidente que se trata de un informe conveniente, que justifica plenamente el trabajo de los oficiales y descarta la furia homicida de la gente, permitiendo el almacenamiento del desafortunado hecho como “una locura colectiva debido al grave periodo de crisis económica y a la competición desleal de los Chinos”. Pero es tan fácil demostrar que las cosas fueron diferentes. En primer lugar, los testimonios; Bilderraine fue el protagonista absoluto y héroe público que en el juicio afirmó “haber visto claramente a Thompson abrir la puerta y caer al suelo con la bala en el pecho”. Nada más lejos de la verdad: de su misma declaración, después modificada, Bilderraine se encontraba en la entrada del callejón cuando pidió ayuda, mientras que la casa de Yuen de donde salieron los disparos estaba precisamente dentro Negro Alley, en una zona oculta del callejón. Además, al menos que Bilderraine no tenga la vista infrarroja, no era materialmente posible ver nada en Negro Alley ya que la zona… no estaba iluminada. Por esto también la Policía se cuidaba muy bien a intervenir en caso de tiroteos y cuando lo hacía iba allí equipada de luces. Lo que suena extraño es la intervención de Celis y Deck, a los que le había sido ordenado de no moverse del Coronel. Se dirá que han violado la orden para salvar al amigo, pero de esta manera no cuadra tampoco: generalmente los guardias heridos eran abandonados en el suelo, sobre todo si en la zona había disparos. Además, no hay que olvidar que Thompson NO ERA un oficial, sino un vigilante, es más un canalla, y normalmente no había una buena relación entre la policía y los ciudadanos improvisados vigilantes. Generalmente a la Policía le importaba mantener una cierta distancia entre ellos, y con gran desprecio: por lo tanto es impensable que los dos grupos hayan violado una orden arriesgando sus vidas para salvar un tal que seguramente le estaba antipático, para llevarlo a la calle y verlo morir. Es probable que Celis y Deck hayan asesinado a Thompson o lo hayan llevado a la boca del lobo, disparando ellos primero para estimular el fuego directo sin cubrirle las espaldas. Algunos testimonios citan un tercer oficial, de nombre Richard Kerren, que parece que estaba en el callejón delante de la tienda de Yuen. Más tarde, cuando el juicio fue archivado, muchos testimonios oculares recordaron haberlo visto salir fuera del callejón justo después de los primeros disparos gritando “¡Han matado a Thompson!” Momentos después aparecieron Celis y Deck con el hombre gravemente herido; entonces los dos estaban ADENTRO de Negro Alley pero no acudieron DESPUÉS, atraídos por los disparos, como testimoniaron. Por último, cabe recordar que en la zona estaban Harris y Gard los dos oficiales heroicos, que tenían el deber de vigilar el edificio. ¿Cómo es posible que siendo cinco no hayan sido capaces de defender a Thompson, que le dispararon dos veces en el pecho a corta distancia? Todo indica que el homicidio de Thompson fue un evento ficticio para justificar una masacre establecida y organizada, que sin duda involucro una multitud de pandilleros pero que actuó ante los ojos de la Policía y de muchos notables del País, que de hecho aquella noche se encontraban en el mismo bando y que de una manera u otra alimentaban viejos rencores contra los comerciantes Chinos. Muchísimos empresarios fueron acusador por el Coronel de haber participado ACTIVAMENTE a la masacre y entre estos hombres destacados estaba el Concejal. George Fall, que fue claramente visto romper un trozo de madera y después un mazo de hierro en la cabeza a dos Chinos. La multitud enfurecida estaba formada principalmente por padres de familia que ejercían los trabajos más diversos y más competitivos con los Chinos como el de campesino, criador de gusanos de seda, comerciante de especias y el agricultor, pero no faltaban los herreros, carpinteros, carniceros y titulares de salones que de una manera u otra habían tenido contactos directos con los mafiosos Chinos. Se calcula que alrededor de 500 personas participaron a la masacre, una décima parte de la ciudad. Las acciones llevadas a cabo tienen un sabor vagamente militar: efectivamente, no se trató de temerarios que, con fusiles y horcas, entran en cantidad en Negro Alley sacando afuera los Chinos a la fuerza, sino de una incursión dirigida y organizada por pocos y que por lo tanto, en contra de lo que el comandante Baker había afirmado en el juicio, podía ser reprimido por las Fuerzas del Orden. Poco después de la muerte de Thompson, que NO HABIA SIDO socorrido, sino que solamente fue llevado a la calle agonizante para que todos lo vieran, un grupo de hombres expertos entró a Negro Alley disparando para llamar la atención a los mafiosos, pero manteniéndose a una distancia de seguridad. Esto permitió a otros subir al techo del edificio Coronel, posicionar tablones de madera para permitir que los disparos de las escopetas hagan agujeros en el alquitrán y abrir fuego directamente contra los Chinos desde adentro, que fueron exterminados fácilmente por la lluvia de balas. El fuego continuo duró uno diez minutos, luego uno desde el techo gritó “¡Hecho, entremos!”. Con esa señal la gente se entró en el edificio y por los callejones escasamente iluminados por las lámparas Chinas, derribando por la fuerza las casas cuya población atemorizada se había puesto a salvo.

LOS VERDADEROS MANDANTES

Un crimen teoricamente decidido


Después comenzó la masacre. Una vez más, lo sorprendente de todo el evento es la atenta organización y premeditación. Cuando en el juicio se habló de horquilla s y linchamiento los informes fueron redactados describiendo la cosa como “un gesto descabellado la cual más o menos todos los ciudadanos participaron cada uno contribuyendo para que sucediera”. Se insistió mucho tiempo también sobre las “cuerdas tomadas de los edificios Chinos o adquiridas por los “entusiastas” del lugar, no menos importante de las mujeres entre las cuales la propietaria de una pensión a una cuadra del callejón. Pero no fue así. Testimonios oculares, de los cuales no se supo hasta 140 años después de la masacre, afirmaron delante del Juez de instrucción che “los exaltados llegaron armados y dotados de un equipamiento para el linchamiento y que, una vez capaces de entrar en el callejón, comenzaron a construir las estructuras de ahorcamiento precisamente en Tomlison Corral”, una zona en las inmediaciones del edificio homónimo ya utilizado comúnmente para los linchamientos públicos y que solo el año anterior había sido teatro de ejecución del Francés Miguel Lachenais. Pero no solo eso: algunos se dirigieron directamente a la casa de John Goller, un ex concejal muy conocido por sus batallas contra los abusos de la Policía local sobre los Chinos y los Sudamericanos, que había intentado frenar la masacre advirtiendo que denunciaría lo sucedido a las Autoridades Judiciales. Los dos primeros Chinos efectivamente fueron ahorcados en algunas vigas de su casa, ante los ojos de los hijos atemorizados, la mujer y la anciana madre. Además parece que, ante las súplicas de Goller de detenerse porque dentro de la casa estaban los niños, haya sido amenazado con la escopeta por el valiente policía Kerren, ante el epíteto “¡Ten cuidado, hijo de perra!”


Los habitantes de Chinatown en 1871, año de la masacre, se estimaban cerca de los 3000. Entre estos las familias regulares eran poquísimas, dado el veto legislativo de introducir mujeres en los Estados. Por lo tanto, esta foto es una rareza. Concedida por la Biblioteca nacional de California data de 1880.

Las mismas victimas del linchamiento hablan claramente: se trató de 19 Chinos, todos más o menos involucrados en conflictos con la Policía o directamente en competencia con los grandes comerciantes de la zona, quienes a su vez, en los negocios, se habían “puesto de acuerdo” varias veces con la mafia China local. Aquí tenemos efectivamente la lista de las victimas cuya edad va de los 17 a los 50 años (extraído de Los Angeles Daily News del 25/10/1871) Wong Tuck, un simple civil que no fue ahorcado por casualidad al principio sacándolo “directamente” de su casa. Ah cut, productor de licores, que fue acuchillado al abdomen, sus miembros amputados y dejado desangrarse en su casa; Ah Long, comerciante, linchado; Ah Te, comerciante, linchado; Ah Wha, comerciante de especias, golpeado en el abdomen y en las piernas, mismo destino de Ah Cut; Ah Won, linchado; Chan Linn, herbolario, linchado; Fong Won, servidor de una casa de The, linchado; Gene Tong, doctor famoso. Fue disparado en la boca, con un dedo amputado y por ultimo ahorcado; Ho Hing…. linchado; Leong Quai, linchado; Lo Hi, comerciante, linchado; Wau Foo…. linchado; Wong Chin, linchado y ya que fue el último antes de la intervención del Sheriff Burns que contuvo a la multitud, le fueron puestas tres balas en el bolsillo para indicar que estaba armado. No se han revelado otras víctimas, luego identificadas: Chang Wan, estaba enfermo y en aquel momento era acogido en la casa del doctor Tong. Linchado. Young Burrow, chico de diecisiete años, linchado; Day Kee, un civil común, linchado; Lo Hei, comerciante de fruta, linchado; Win Chee, comerciante de opio, linchado; Yu Tuk, productor de cigarros, linchado; Tong Wan, herborista, que fue disparado, acuchillado y por ultimo ahorcado. Yo Hing, golpeado a la cabeza por el concejal George Fall con una mesa de madera, murió dos días después.

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Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla Patrizia Barrera
Yellow Peril: Aquella Horrible Cara Amarilla

Patrizia Barrera

Тип: электронная книга

Жанр: Новое время

Язык: на испанском языке

Издательство: TEKTIME S.R.L.S. UNIPERSONALE

Дата публикации: 16.04.2024

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О книге: Dos eventos trágicos, la masacre de Los Angeles de 1871 y el abonimable tráfico de las pequeñas esclavas, que resumen la relación difícil entre América y China en los años 1820 y 1945.

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