Hastío De Sangre
Amy Blankenship
Al ser una mujer lobo, Jade siempre tuvo la impresión de que todos los machos alfa no son más que bravucones egocéntricos y asesinos que usan a los miembros de la manada solo como trampolines para llegar a ser el rey. Vaya si lo sabe. Su hermano, su prometido y su secuestrador eran todos alfas de la peor clase. Teniendo todas las pruebas necesarias de que los alfas no eran trigo limpio, Jade juró nunca confiar en un hombre lobo de ninguna clase... Y mucho menos enamorarse de uno. Le resulta difícil respetar ese juramento cuando es rescatada por un alfa rubio de ojos azules y con el cuerpo de un dios griego. No importa cuánto se resiste, Jade teme que este es un alfa con el que se perderá.
Hastío de Sangre
Serie ‘Vinculo De Sangre, Libro 10
Amy Blankenship, RK Melton
Translated by Erika Cosenza
Copyright © 2012 Amy Blankenship
Segunda edición publicada por Amy Blankenship
Todos los derechos reservados.
Capítulo 1
Once años atrás… Los Ángeles, Santuario de Hogo.
Tasuki escuchaba el silencio de la casa, que lentamente estaba empezando a volverlo loco. No podía dormir, ni siquiera si su vida dependiera de eso. Al salir de la cama, encendió la luz de su dormitorio para poder ver la foto que estaba en el borde del espejo del vestidor. La imagen era de Kyoko, la hermana de su mejor amigo, y él se la había traído de su casa cuando nadie miraba.
Había sido tomada en el momento perfecto y había capturado sus hermosos ojos color esmeralda bajo el rayo del sol. Ese día debe haber habido bastante viento, porque parecía que el cabello flotaba para enmarcar su dulce rostro.
Nunca había querido una novia, pero en lo único en que podía pensar era en esa chica que lo miraba desde la imagen. Estaba por tomar la foto, pero su mano se detuvo cuando en el reflejo vio que algo blanco se movía a sus espaldas. Se volteó y fue a la ventana para mirar la casa de al lado.
Frunció el ceño al ver que Kyoko estaba parada en su balcón, vestida con un camisón blanco. ¿Qué hacía afuera a esta hora de la noche? Tasuki quitó el cerrojo de la ventana esperando poder abrirla sin el que el chirrido despertara a su padre. Gruñó cuando se quedó trabada por la mitad y tuvo que empujar más fuerte, lo que causó que subiera de golpe con un fuerte ruido.
Kyoko salió a la pequeña terraza de madera adosada a su dormitorio, que estaba en el segundo piso. El frío aire nocturno que jugueteaba con el ruedo de su camisón a la rodilla y le hacía volar el cabello castaño se sentía bien. Los ojos esmeralda miraron las estrellas y los labios formaron esa clase de sonrisa que solo una niña feliz podría tener.
Era casi la medianoche, y no podía dormir. Estaba demasiado ansiosa. Era casi su cumpleaños, iba a tener diez. Todos sus amigos de la escuela iban a ir a su fiesta, incluso algunos de los amigos de su hermano Tama. Tama era un año menor y ya era mucho más alto que ella, pero eso no le daba envidia. Amaba muchísimo a su hermano.
Tama la había defendido el otro día a la salida de la escuela. Algunos de los chicos habían empezado a burlarse de ella, diciendo que la había criado un viejo loco que le decía a todo el mundo que los demonios eran reales. Uno de ellos llegó a decir que había oído que su padre le decía a su madre que no iba a pasar mucho tiempo antes de que vinieran los del psiquiátrico a llevarse a su abuelo en una camisa de fuerza.
Kyoko había tirado su bolso al piso y lo había empujado por mentiroso. ¡Ese Yohji era un mal chico!
Los bravucones no tuvieron ninguna oportunidad cuando de repente aparecieron Tama y Tasuki. Tasuki la había quitado de la reyerta y la había empujado detrás de él mientras Tama tomaba un palo grueso y lo sostenía como si fuese un bate de béisbol.
Yohji solo había reído, sintiéndose valiente frente a sus amigos, y había acusado a Tama de ser tan raro como su hermana. Tama le dio un buen golpe en el brazo, y Yohji se tomó el brazo y cayó de rodillas por el dolor.
Cuando el hermano mayor de Yohji avanzó para contraatacar, Tasuki no lo dudó: lo derribó e hizo que cayera hacia atrás sobre su hermano. Kyoko pensó que la pelea había terminado y estaba feliz... Pero Tama no estaba satisfecho aún.
Su hermano se había vuelto contra Tasuki y le había gritado:
—Yo soy su protector... ¡Yo! ¡No tú!
Kyoko lanzó una risita al recordar la mirada furiosa de Tasuki. Fue eso realmente lo que había ahuyentado a los bravucones. Ella había tenido que intervenir para aplacar la pelea entre su hermano y Tasuki antes de que todo se hubiera terminado. Eran mejores amigos, por el amor del cielo, y ver que se peleaban estaba mal.
Al final, habían acordado que ambos serían sus protectores a partir de ese momento. Ahora se hacían llamar sus guardianes... Hasta hicieron un pacto de sangre. Al menos, eso es lo que Tama le dijo.
El simple hecho de pensar que había guardianes que la rodeaban hacía que Kyoko sintiera tan bien que creía que nada nunca la iba a dañar. Como Tasuki vivía en la casa de al lado, podían ir y venir juntos de la escuela, y los bravucones la dejarían tranquila.
Su sonrisa se hizo más brillante cuando oyó vagamente que el reloj de abajo daba las doce. Ya había pasado la medianoche, y eso quería decir que oficialmente tenía diez años.
Miró hacia la casa de Tasuki y sonrió al verlo parado en la ventana del dormitorio mirándola. Estaba por saludarlo, pero él de repente miró detrás de él y la luz de su dormitorio se apagó justo cuando él desapareció de las cortinas.
Kyoko se mordió el labio inferior y se preguntó si el padre lo había atrapado despierto a esa hora. No entendía por qué Tasuki tenía un horario para ir a dormir. Tenía doce años y, a sus ojos, era grande. Cuando ella creciera, él iba a ser su novio... Hoy él le había dicho eso.
Miró el estanque que había pasando el santuario de su abuelo y lanzó un suave suspiro al ver el reflejo de la luna en la superficie calma. Algo en el santuario le llamó la atención. Kyoko inclinó la cabeza preguntándose si su abuelo estaba allí dentro. Podría haber jurado que él estaba durmiendo.
Mirando fijamente, podía distinguir un brillo azul que venía del interior. Se mordió el labio inferior mientras se asomaba al barandal tratando de ver mejor. La luz que se veía a través de las hendijas de la madera era... como una luz negra pero más azul. Sus ojos esmeralda se encogieron cuando creyó ver una sombra que se movía en la luz. Sintió ganas de bajar y mirar de cerca.
Con una mueca, Kyoko se sopló el oscuro flequillo que le tapaba los ojos y recordó lo que había pasado la última vez que se había atrevido a ir al santuario sagrado. Su abuelo había entrado y había dejado la puerta entreabierta, solo un poquito. Lo único que había hecho fue dar una miradita, y él había enloquecido.
—No sé por qué tanto alboroto... Es solo la estatua de una princesa —Kyoko murmuró las mismas palabras que había dicho ese día.
La respuesta del abuelo había sido cerrar la puerta de un golpe y echar el cerrojo. Había parecido tan asustado al voltearse y decirle que nunca nunca entrara allí. Había aceptado al instante porque si algo asustaba tanto a su abuelo... No quería tener nada que ver con algo así. Pero eso había sucedido un par de meses atrás, y su curiosidad había empezado lentamente a picarle otra vez.
Con una sonrisa traviesa, Kyoko miró por sobre su hombro hacia el interior de su dormitorio para asegurarse de que no hubiera moros en la costa antes de subirse al barandal y sentarse sobre él con las piernas colgando. Si alguien se hubiera despertado y la hubiera visto así, habría estado en grandes problemas. Pero estar sentada así bien valía soportar un sermón sobre seguridad. Teniendo todo detrás y sin poder verlo, estar sentada ahí le hacía sentir como si estuviera flotando en la noche mientras miraba el agua.
Su atención volvió al santuario cuando la luz azul de repente se hizo más brillante, como cuando nace una estrella. Con un relámpago enceguecedor, la luz silenciosamente explotó hacia afuera. La puerta del santuario se salió de los goznes con un suave ruido, al que siguió un gran chapoteo.
«¿Un chapoteo?», pensó Kyoko
Su mirada volvió a la brillante agua del estanque al ver que las ondas crecían y se hacían círculos grandes en el lugar donde algo había caído. Sin pensar en lo peligroso de la altura, se giró sobre el barandal y se deslizó por uno de los postes metálicos que sostenían la terraza.
Apenas sus pequeños pies tocaron el pasto, se lanzó a correr pensando que el abuelo de alguna manera había sido despedido y caído dentro del agua. Usando el puentecito, Kyoko saltó al agua apuntando al centro de las ondas. No tuvo tiempo de pensar en los pinchazos del agua helada que la rodeaba mientras pataleaba para llegar a la parte más profunda.
Sabía que estaba demasiado oscuro para ver, pero igual abrió los ojos debajo del agua turbia. Su abuelo estaba ahí abajo en algún lugar y ella tenía que ayudarlo. Sus labios se abrieron en una mueca de asombro cuando en efecto vio algo en el agua... Algo tan centelleante que casi no le permitía ver nada. Justo en el centro de toda esa luz, un ángel se hundía lentamente hacia el fondo del estanque.
Ella podía sentir que el agua helada se le metía en los pulmones mientras trataba desesperadamente de tomar la mano luminosa. Era hermoso y parecía que estaba durmiendo. Alas... Tenía alas plateadas. Aferrando su mano, tiró con toda la fuerza que pudo, pero solo lograr acercarse a él. Trató de gritarle que se despertara, pero más agua llenó su interior. No dolía, pero sentía mucho frío... Y tenía mucho sueño.
Kyoko sintió que sus dedos tomaban los de ella, y su último pensamiento fue que un ángel había venido a llevarla al cielo para que pudiera estar nuevamente con su mamá y su papá.
Toya se sacudió cuando recuperó de golpe la conciencia y abrió los ojos. ¿Agua? ¿Por qué estaba en el agua? Sintió que alguien le tocaba la mano y, al girar la cabeza, vio que había una chica en el agua con él. El cabello enmarcaba al flotar un rostro extremadamente dulce, pero sus ojos estaban cerrados y sus labios carnosos estaban separados.
Dándose cuenta de lo que significaba, Toya la tomó en sus brazos y salió disparado fuera del agua tan rápido que dejó una estela detrás de él.
Miró el pequeño bulto que tenía entre los brazos, y se le detuvo el corazón… era hermosa y se veía tan frágil. Plegando las alas hacia arriba, descendió en un claro y la colocó suavemente sobre el pasto. Apoyó la mano sobre el corazón de la chica y rogó que sentir que aún latía.
Sus dorados ojos se abrieron de par en par y el corazón se le aceleró al sentir que su poder guardián se acumulaba en su palma. Lágrimas calientes nublaron la imagen de la muchacha mientras percibía que sus poderes la buscaban.
—¿Kyoko? —Toya podía sentir que su poder se mezclaba con el de ella, haciendo centro entre la palma de él y el corazón de ella, y supo que tenía razón. Finalmente la había vuelto a encontrar, pero en este mundo era solo una niña. Alzó la vista a los cielos e imploró—: Me trajiste aquí por una razón, ¿no es así? Por favor, dime que no es para que la vea morir otra vez. No puedo hacer eso… No lo haré.
No pasaba nada. Toya la tomó en sus brazo, y cuando ella se quedó inerte pudo oírse el eco de su lamento desolado. Presionó su cara contra el arco de su cuello y apretó su pecho contra el de ella, queriendo que sintiera sus latidos.
—Maldita sea, Kyoko. Estoy aquí. Siénteme. —Toya se sentía más y más devastado con cada segundo que pasaba, hasta que no pudo soportarlo y gritó—: Por favor, déjame salvarla esta vez.
Como por instinto, dirigió sus ojos humedecidos a la pequeña estructura a pocos metros de distancia. Ahí, justo detrás de la puerta abierta, estaba la Estatua de la Doncella. Viendo la mirada radiante del Corazón del Tiempo, Toya se sintió caer en desgracia mientras su ira salía a la superficie.
—No me importa si vienen los demonios, y tú puedes quedarte con tu maldito cristal. Nada de eso importa... ¡Ella importa! La amo. Siempre la he amado. No te atrevas a arrebatármela de nuevo.
Los ojos relucientes de la estatua parecieron evaluarlo por un momento, y luego un suave rayo salió de ellos. Sin oír ninguna voz, Toya supo lo que el Corazón del Tiempo estaba pidiendo. Sintió que la calma ocupaba el lugar de la ira y apartó sus ojos de la estatua para mirar a la niña moribunda que yacía entre sus brazos.
—Si eso es lo que se necesita —susurró, dispuesto a sacrificar cualquier cosa con tal de que ella viviera. El pequeño cuerpo empezó a brillar en sincronía con el suyo, y la suave luz azul se cerró alrededor de ellos. Bajando sus labios hacia los de ella, Toya le dio su respiración. Sus destinos se sellaron mientras su corazón recuperaba el ritmo.
El agua en los pulmones de Kyoko se evaporó cuando inhaló el aire cálido y luchó por salir de la oscuridad que la aferraba. Calidez. Estaba inmersa en ella. Se esforzó por abrir los ojos cuando recordó que había un ángel que estaba tratando de salvar.
Pestañeó para escurrirse el agua y esperó a que la luz azul se disipara. Cuando finalmente se apagó, se encontró en los brazos del ángel, que la miraba. Sintió un cosquilleo en los labios y, maravillada, los tocó con la punta de los dedos.
Toya no podía dejar de mirarla mientras esos cálidos ojos color esmeralda relucían con curiosidad e inteligencia. Sintió que su pecho se encogía de dolor cuando ella le sonrió. Sintió la herida mortal mientras ella con inocencia presionaba sus dedos contra sus labios como si pudiera sentir que la había besado.
—¿Qué hace llorar a un ángel? — preguntó Kyoko al ver que había lágrimas que surcaban sus mejillas.
Toya vio que ella dejaba de sonreír y se dio cuenta... Lloraba.
—No estoy llorando. —Parpadeó para deshacerse de las lágrimas y se secó las mejillas con el brazo. Tuvo que secarse más lágrimas porque no podía detenerlas. —Solo prométeme que no vas a volver a meterte en el agua hasta que aprendas a nadar.
Ya podía sentir que estaba desapareciendo de este mundo... Pero si ella vivía, eso no le importaba. Kyoko se incorporó y miró el estanque y luego volvió a mirarlo.
—Me olvidé de que no sabía nadar—exclamó preguntándose cómo podía haberse olvidado de semejante cosa.
Toya pudo ver el resplandor de la estatua detrás de ella y supo que se le estaba agotando el tiempo. Las manos de la Doncella habían empezado a brillar más y, a lo lejos, él pudo oír que los monstruos de su mundo estaban tratando de atravesar por la grieta. La barrera entre los mundos siempre era más débil en el lugar donde Kyoko podía ser encontrada.
Sin señal de advertencia, tomó a Kyoko y la estrechó bien fuerte. Ya la extrañaba. Frotando su mejilla contra el cabello castaño, su voz se sacudió cuando susurró:
—Tengo que regresar al otro lado y evitar que los demonios vengan aquí.
—Suenas como el abuelo. Él sabe todo sobre los demonios —dijo Kyoko presionando la oreja contra su pecho para poder oír sus latidos. Le rodeó la espalda con un brazo y se preguntó por qué no podía sentir las alas, aun sabiendo que estaban allí.
Viendo su inocencia, Toya la tomó de la barbilla e hizo que esos deslumbrantes ojos esmeralda lo miraran.
—No temas a los demonios, Kyoko... Tienes el poder de echarlos de este mundo. —Con esta confesión, Toya miró a la estatua. Podía sentir que los demonios se acercaban a través del Corazón del Tiempo a un ritmo peligrosamente rápido. Dejándola sobre el pasto, Toya se puso de pie y caminó hacia la estatua, tomando sus dagas gemelas—. Y no soy un ángel... Soy tu guardián. Me llamo Toya.
Todavía arrodillada sobre el pasto, Kyoko se inclinó hacia adelante mientras miraba que él entraba en el santuario y una niebla azul se encendía. Gritó cuando vio que un par de brazos salían de la luz y tomaban al ángel y que luego varios demonios emergían a su alrededor. Mientras su grito y el rugido del ángel sonaban en la noche, la luz de la estatua empezó a retroceder como si una aspiradora la succionara.
Kyoko pudo oír que la puerta trasera de la casa se cerraba de un golpe, pero no podía dejar de mirar al ángel. Se puso de pie con dificultad y empezó a correr hacia la puerta abierta del santuario. Podía oír que su abuelo y su hermano gritaban su nombre, pero era Tasuki quien se estaba acercando.
Justo cuando se estiró para tomar la mano del ángel, los brazos de Tasuki la aferraron y la elevaron un segundo tarde. Demasiado tarde. Cuando el índice de Kyoko rozó las manos estiradas de la estatua, enormes rayos de luz surgieron del lugar exacto que ella había tocado. Tasuki sintió como si un barril lleno de fuegos artificiales hubiera explotado justo frente a su rostro.
Y uno de esos rayos de luz lo golpeó en el costado izquierdo de su pecho y lo hizo retorcerse de sorpresa. En lugar del dolor del impacto, sintió que algo lo embargaba rápidamente... como si le hubiera faltado algo toda su vida y ahora finalmente estaba llegando a casa.
Sus ojos se abrieron asombrados cuando vio el hermoso lazo de luz azul fluorescente que aún unía las manos de la estatua con los dedos de Kyoko, como si tratara de mantenerlas conectadas. Tasuki parpadeó cuando, por una milésima de segundo, vio que un hermoso cristal giraba dentro del haz de luz. Queriendo alejar a Kyoko, se tambaleó hacia atrás sujetándola firmemente entre sus brazos.
El cristal giró cada vez más rápido hasta que explotó. Esquirlas de luz salieron disparadas por toda la ciudad. Parecía que un hermoso brote estelar en la oscura noche.
Tasuki respiraba agitado. Al escabullirse de regreso a la ventana, había visto al extraño hombre con Kyoko en sus brazos y entró en pánico al verla desvanecida. No sabía bien qué le había hecho ese hombre, pero se había sentido satisfecho cuando esa luz se lo había tragado y se había llevado a esos demonios de ojos rojos con él.
—El ángel necesita nuestra ayuda —aulló Kyoko tratando de soltarse, pero Tasuki era más fuerte. Al ver que su abuelo se interponía entre ella y la estatua, gritó que no entendía—. Hay demonios dentro de ese estatua y lo van a lastimar. Tú luchas contra los demonios... Ve a ayudarlo... ¡Por favor!
Apoyándose contra Tasuki, lloró cuando vio la expresión de miedo que ya había percibido en la cara de su abuelo. Pero esta vez era mucho peor.
—¿No puedes ayudarlo?
El abuelo Hogo volteó y miró dentro del santuario. Los pergaminos que había dispuesto como una barrera por toda la pequeña estructura aún estaban ardiendo, la mayoría reducidos a cenizas. Saliendo del santuario, miró al chico que abrazaba a su nieta y sintió escalofríos. Los ojos de Tasuki normalmente eran de un suave marrón... No las iracundas amatistas con las que ahora miraba la estatua.
Se le había helado la sangre al presenciar la conexión que Kyoko había hecho con la Estatua de la Doncella. Supo que finalmente se habían quedado sin tiempo. La aparición el cristal ya era algo malo, pero que hubiera estallado así lo llenó de miedo. Tampoco se le escapaba el hecho de que un fragmento del cristal había golpeado en el pecho a Tasuki.
—Los pergaminos tenían razón —susurró con aspereza, deseando que hubiera sido mentira.
El abuelo Hogo alzó sus ojos al cielo y elevó una plegaria silenciosa a cualquier deidad que estuviera escuchando para que lo guiara. Tenía que sacar a los niños de aquí. Y lo más importante: tenía que mantener a Kyoko lejos de Tasuki. Sin quererlo, el muchacho conduciría a los demonios hasta Kyoko, y los guardianes del cristal llegarían poco después.
Tasuki se encogió de dolor al sentir que le arrebataban a Kyoko. Volvió su mirada de amatista hacia quien se la había quitado... el abuelo. Realmente no tendría que estar tomándola de los hombros así.
—Tasuki, no deberías estar afuera por la noche. Si no quieres que despierte a tu padre, te aconsejaría que vuelvas a tu casa. Ahora —exigió el abuelo Hogo con dureza. Empujó a Kyoko a los brazos de Tama y se dirigió hacia los niños que habían dejado a su cuidado.
Tasuki miró a Kyoko, que hundió su cara en el pecho de Tama mientras seguía llorando por el ángel que estaba segura de que había sido asesinado por los demonios.
—Kyoko, te estaré esperando para ir a la escuela mañana —declaró Tasuki y le echó un último vistazo al santuario antes de volver a su casa.
El abuelo Hogo esperó hasta que Tasuki entró trepándose por la ventana de su dormitorio. Respiró hondo. Sabía que le esperaba una dura conversación una vez que sus nietos entendiera lo que estaban a punto de hacer.
—Empaquen, niños. Nos vamos en una hora —ordenó.
*****
Presente… Cuartel general de FIP, el Castillo.
Storm se reclinó en la silla y miró el techo, perdido en sus propios pensamientos sobre los guardianes. La leyenda detrás de los primeros guardianes hablaba de una extraña historia de amor que era paradójica en su naturaleza.
Esa rara historia le había causado curiosidad y la había rastreado hasta llegar a un poderoso cristal conocido como el Cristal del Corazón Guardián. Eso en sí mismo no había sido nada fácil: la leyenda estaba escrita en papel o grabada en piedra en un momento y desaparecía al minuto siguiente, sin dejar pruebas de su existencia. Era un enigma hasta para el Caminante del Tiempo.
La leyenda más antigua que había encontrado sobre el cristal dimensional contaba la historia de dos guardianes mellizos, dos inmortales que protegían a todos los mundos humanos paralelos para que no se superpusieran con el reino de los demonios. Estos dos poderosos inmortales se habían enamorado de una humana que había atravesado una fisura entre las dimensiones con la ayuda de un cristal que su padre había creado.
Los dos guardianes se pelearon por ella, y casi destruyen el sello que debían proteger.
Uno de los mellizos había buscado poner fin al peligroso conflicto tomando el cristal paradójico y fundiéndolo con el alma de la muchacha junto con una estatua que él había hecho usando el tejido que separaba todas las dimensiones. Pensaba que fundiendo esas tres cosas, ella aparecería en cada mundo paralelo que ellos protegían.
Su intención era empujar a su hermano en uno de esos mundo paralelos y sellar la entrada al mundo demoníaco, así ambos podrían estar con ella. Pero las cosas no salieron como había planeado. Al fundirse la muchacha, la estatua y el cristal, de repente ella había desaparecido del reino de los demonios y la grieta quedó sellada.
Cuando el otro hermano se enteró de lo que él había hecho para separarlos, inmerso en una oleada de furia y celos, lo mató, y sus dos almas quedaron destrozadas. Como eran inmortales y no podían verdaderamente morir, sus almas se reformaron y surgieron cinco nuevos guardianes que aún sentían la atracción por esa muchacha que ahora existía en todos los mundos paralelos.
Miró el techo sabiendo que esos eran los mismos cinco guardianes que habían tomado residencia en el tercer piso del castillo.
El acertijo era difícil de entender para Storm, porque no solo el cristal cambió el espacio y el tiempo... También cambió las dimensiones. Hacía ya mucho tiempo que había aprendido a no meterse con las cosas que un Caminante del Tiempo era incapaz de manipular. Con la invasión de demonios en Los Ángeles y que él estaba teniendo problemas con sus poderes, no era el mejor momento para tentar a la suerte si no quería terminar atrapado en un mundo paralelo sin poder regresar.
No... Los guardianes estaban solos.
Capítulo 2
El humor de Tasuki no había mejorado demasiado desde que regresó a la estación. Durante todo el camino, pudo oír por la radio que otros oficiales informaban avistamientos de demonios. Eso le hacía recordar la primera vez que había visto un demonio... la misma noche que Kyoko desapareció.
Se tocó el costado en el que la luz lo había penetrado esa noche y frunció el ceño al rememorar el miedo y la decepción que sintió cuando a la mañana siguiente vio que la familia Hogo se había ido. Había ido a buscar a Kyoko para ir a la escuela, como había prometido, pero la casa estaba abandonada.
Fue algo que lo persiguió durante mucho tiempo y aún no lo había superado. Diablos, aún tenía el regalo de cumpleaños de Kyoko. Era una pequeña alianza de compromiso de oro que su abuela, la señora Tully, lo había ayudado a elegir.
Durante los últimos años, había tenido sueños sobre Kyoko y los demonios. Lo que era extraño era que, cuando creció, en sus sueños ella también había crecido y los demonios se fueron volviendo más frecuentes y perturbadores. Pensar que ella estaba en peligro en algún lugar no lo dejaba dormir.
Suspirando, apartó a Kyoko de su mente y observó que cuatro de los cinco guardas del depósito allanado eran llevados al precinto, en frente, para que fueran interrogados por Boris y su equipo.
Al guardia que casi le dispara a Micah lo iban a poner en una sala de interrogaciones aquí en el departamento de detectives. Esa sala había sido acondicionada y reforzada para llevar a cualquier tipo de paranormal, incluso algún demonio de bajo nivel, si fuera necesario.
Mirando al escuadrón de SWAT, Tasuki casi resopló al ver cómo se comportaban algunos de los oficiales, que, tan orgullosos de sí mismos por haber hecho un buen trabajo, se golpeaban el pecho y se daban palmaditas en la espalda.
En lo personal, Tasuki pensaba que lo único que habían hecho era salvar a tres de las muchas mujeres secuestradas y capturar a unos pocos guardias que eran más músculo que cerebro. Ni siquiera iba a considerar celebrarlo a menos que uno de esos guardias diga dónde Lucca mantenía al resto de las cautivas. Dudaba seriamente que es estos lacayos supieran algo que fuera más allá de sus pequeñas tareas y su siguiente cigarrillo.
Se apoyó contra la pared y miró cómo la gran camioneta retrocedía para entrar en la cochera lateral del edificio. Suponía que Titus sería quien supervisara cuando sacaran a la mujer lobo de la parte trasera de la camioneta, dado que Titus era un alfa y eso... Si dependiera de él, entraría al edificio sobre sus dos piernas... o cuatro patas... de cualquier manera, sería ella quien lo decidiría.
Por ahora, sus rescatistas la estaban manteniendo igual de prisionera que los traficantes de esclavas.
Tasuki lanzó una mirada asesina mientras Titus se bajaba del lado del conductor y daba un portazo. La razón principal de la furia en su mirada era la pequeña muchedumbre de hombres que esperaban al lado de la camioneta para poder ver a la presunta mujer lobo. Su atención se dirigió a Micah, que vino del otro lado de la camioneta con el quinto guardia... con nada de suavidad, podría agregar.
Micah sujetaba al guardia firmemente por el cuello de la chaqueta y lo empujaba para que avanzara. Tasuki sonrió por dentro al ver que el puma estaba temiendo una pequeña porción de revancha mientras obligaba a caminar al hombre que se resistía. Los pies del hombre lobo estaban encadenados con muy poca distancia entre sí, lo cual le dificultaba dar pasos más grandes.
—¿Te estás divirtiendo? —Tasuki le preguntó a Micah cuando se acercó.
—Aún no —dijo Micah con una mueca y dio un fuerte tirón al cuello de la chaqueta que hizo que la camisa le apretara la garganta al hombre lobo. Este hizo un ruido como si se estuviera ahogando y retrocedió. —Pero en eso estoy.
Tasuki arqueó una ceja ante el comportamiento de Micah, pero tenía que admitir que, si alguien le hubiera apuntado un arma a la cabeza, él actuaría igual. El guardia lo miró y gruñó mostrando todos sus dientes humanos. Tasuki inclinó la cabeza y se preguntó por qué el hombre lobo pensaba que eso daba miedo cuando estaba en su forma humana.
—Sí, sí. Gruñido, rugido y babeo para ti también, pendejo —disparó Tasuki en un tono aburrido.
Micah rio ante el coraje de Tasuki frente a un hombre lobo enfadado. Estaba empezando a pensar que había grandes posibilidades de que Tasuki fuera el que se echara atrás si se desataba una pelea. Había algo en el novato que siempre lo dudar, y un cambiaformas nunca ignoraba lo que le decía el instinto.
Empujó al guardia hacia la sala de interrogatorio especial y le dio una patada en el trasero como medida preventiva. El guardia se tropezó y su hombro golpeó contra el borde metálico del marco de la puerta. Un involuntario aullido escapó de los labios del nombre... Y sonó como el de un cachorrito al que patearon y no como el de un hombre lobo feroz.
—Uh... —La voz de Micah derramaba sarcasmo—. ¿Dolió? Sería más suave, pero al parecer tengo problemas con las personas que tratan de meterme agujeros de bala en la cabeza. Así que, si parezco de mal humor, por favor, tómatelo como algo personal.
Se dio un gusto extra literalmente arrojando al hombre lobo hacia adentro. Suspiró con satisfacción cuando este se estrelló contra la mesa de titanio que estaba atornillada al suelo en el centro de la sala.
Entrando detrás de él, Micah lo tomó y lo obligó a sentarse en la silla de titanio, que era muy similar a las sillas eléctricas que usaban para las ejecuciones en las prisiones. Apenas se dio cuenta de qué tipo de silla era, el hombre lobo pareció tener otra explosión de energía e intentó pelear. Micah realmente disfrutó forzar las muñecas del guarda hasta poder ajustarlas con las bandas que había en los apoyabrazos.
—Nada de arrancarte los brazos a mordiscos hasta que terminemos, ¿de acuerdo? —Micah indicó que se ignorara la larga letanía de insultos que le fueron dirigidos.
Tasuki sacudió la cabeza ante las payasadas de Micah y luego dirigió su mirada hacia la camioneta, en la cual, a través de las puertas abiertas, podía ver los bordes de una jaula. Solo saber que había una mujer dentro de esa jaula lo perturbaba en muchos sentidos, pero solo él tendía completamente por qué.
Bloqueando el recuerdo, se alejó de la pared cuando Titus caminó hacia él con las manos vacías.
—Y ¿qué vas a hacer? —Tasuki preguntó con calma—. ¿Poner su jaula dentro de la celda?
El tono sarcástico en la voz de Tasuki hizo que Titus frunciera el ceño.
—En unos minutos, abriré la jaula y la pondré en la celda. Ponerle una jaula doble sería una exageración en este punto, pero necesitamos un lugar hasta que decidamos qué es lo más seguro para ella.
—¿Por qué no dejarla en el Night Light con el resto de los hombres lobo? Al menos, así estará supervisada —propuso Tasuki, tras haberlo pensado por el camino.
Titus negó con la cabeza.
—Eso es peor que ponerla en una celda.
—No entiendo. — Tasuki frunció el ceño.
—Ves la forma en que todos están alrededor de su jaula, ¿no? —preguntó Titus mirando con desaprobación a la muchedumbre.
—Sí, me está exasperando —señaló Tasuki.
Titus lo miró a los ojos y sintió un poco más de respeto por el nuevo recluta.
—Quizás deberíamos interrumpir el espectáculo.
Micah eligió ese momento para unirse a ellos y mirar con furia a los oficiales.
—Sí, están actuando como perros en celo.
Tasuki alzó una ceja ante la similitud.
—En este caso... Probablemente sea así.
—Más de lo que te imaginas —dijo Titus y se dirigió a los hombres en cuestión—: Bien, muchachos, hora de volver al trabajo —les informó—. No es la primera vez que ven a una mujer lobo.
Titus se puso alerta cuando un par de ellos parecían que no iban a obedecer... Su pulsión sexual ya los estaba haciendo dejar de pensar. Realmente, no estaba de humor para ejercitar sus músculos de alfa. En lo que a él concernía, era el único alfa temporal, pero Boris parecía pensar que era permanente. Lucca era el único otro alfa a cargo en la ciudad, así que parecía que un rol temporal no era opción.
—¡Ahora! —tronó Titus, y los hombres se sobresaltaron y se dispersaron. Una vez que se fueron, Titus se acercó a la puerta de la jaula y abrió la cerradura, preparándose para trasladar a la mujer lobo a una celda donde estaría segura.
—¿No hay ningún oficial que no viva en el Night Light que pueda cuidarla, así no está en otra jaula? —preguntó Tasuki sintiendo que su piel se erizaba al acercarse a la jaula.
—Necesita los barrotes como una protección adicional contra la manada a la que con tanto entusiasmo la estás exponiendo —explicó Micah—. Mira, no la mantenemos encerrada porque la queremos tener prisionera. Es para su protección. Una mujer lobo sin pareja es algo muy codiciado, y Titus no quiere tener que reprender a su manada por pensar con sus regiones bajas... No sé si me entiendes. Y lo que es peor: cuando te fuiste, encontramos viales vacíos y jeringas en el basurero cerca de su jaula. Las etiquetas de los viales indican que le estuvieron inyectando hormonas.
—¿Hormonas? —preguntó Tasuki sintiendo que lo que Micah decía no le entraba en la cabeza.
—Estaban tratando de hacer que entrara en celo para poder aparearse con ella —explicó Titus con frialdad—. Más del setenta por ciento de los lobos en la fuerza son solteros y la mayoría tienen parejas humanas. No haría falta demasiado para iniciar una revuelta. Por lo que sé, probablemente ella es la única mujer lobo en la ciudad que está en edad fértil y no tiene pareja. Nuestra raza tiende a empezar por las hembras mucho antes de que lleguen a la edad fértil.
Tasuki asintió, con una nueva perspectiva.
—Cuando lo dices así, lo entiendo... Pero aun así apesta.
—No es nada. Aún hay un montón de cosas que no sabes sobre los cambiaformas, pero aprendes rápido. Seguro que muy pronto vas a ser capaz de entender nuestras leyes sin pensarlo. — Micah lo palmeó en el hombro.
—Genial —refunfuñó Tasuki—, más leyes para aprender.
Titus subió a la camioneta y entró en la jaula, pero cuando se inclinó para tomarla en brazos, sintió su olor y maldijo. La última vez que había estado cerca de una cambiaformas en celo había recibido una trompada de lleno en el rostro de parte de un Dios del Sol celoso. Y él aprendía rápido.
—Eh, Micah, ¿aún tienes ese enmascarador de olores?
Atrapó en el aire el pequeño aerosol que venía hacia él. Se tomó unos minutos para usar todo lo que quedaba en el envase y se lo guardó en el bolsillo. La alzó con suavidad y salió de la jaula.
Tasuki no pudo evitar admirar lo hermosa que era como lobo cuando Titus la trajo a la luz del edificio. Su pelaje era de un negro sólido y, como ella lo había mirado por breves instantes a través de los barrotes del depósito, sabía que sus ojos eran de un hermoso dorados con manchas de azul y verde.
—Me pregunto cuántos años tiene —caviló Tasuki con calma, tratando de no despertarla aunque habían dicho que el tranquilizante le haría dormir durante un tiempo más.
—Boris cree que tiene unos veinte años, por el tamaño de sus pies —respondió Micah con una mueca—. Pero parece que la pasó muy mal en el cautiverio.
Titus la llevó a una celda vacía y la colocó sobre la cama con suavidad. Mientras escuchaba la conversación entre Micah y Tasuki, la miró con más atención.
Había aceptado en silencio su tratamiento a cargo de Lucca. Su pelaje, si bien oscuro y hermoso, estaba sucio y apelmazado en algunos lugares, lo cual indicaba que ella se había negado a cambiar a su forma humana durante bastante tiempo. Las almohadillas de sus pies estaban arañadas y ásperas, y también podían observarse algunas quemaduras producidas por la picana.
Él sabía por qué se había negado a transformarse y admiraba su testarudez. Si la capturaban en su forma humana... ahí es cuando la habrían violado. Había usado la única arma que tenía contra ellos: el hecho de que una mujer lobo no puede quedar preñada en su forma animal. Eso no solo demostraba su fortaleza, sino también su inteligencia.
Refrenando su temperamento, Titus salió de la celda y aseguró la puerta detrás de él. Cuando despertara, todavía estaría furiosa, pero al menos esta celda era muchísimo mejor que la jaula en la que la tenían.
—¿No deberíamos empezar a interrogar al guardia que tenemos para ver si sabe dónde tienen otras rehenes? —preguntó Tasuki mientras se dirigía a la sala de observación.
Titus estaba por responder cuando uno de los oficiales que se había perdido la redada se escabulló por la entrada y empezó a ir hacia las celdas.
—¿Dónde demonios estás yendo, Phillip? —Titus le llamó la atención.
El oficial, uno de los hombres lobo jóvenes del escuadrón, se congeló y sonrió sumisamente.
—Me perdí la redada y quería ver si ya había cambiado a su forma humana.
—¿Ves lo que te decía? — Micah codeó a Tasuki.
Tasuki puso mala cara y se cruzó de brazos.
—Desafortunadamente.
El motivo de la aparición del oficial disparó señales de alerta en la cabeza de Tasuki e hizo que su ira volviera con plena fuerza. Si la mujer lobo cambiara a su forma humana, no le quedaría nada de privacidad porque estaría desnuda. Era evidente que la advertencia de Micah sobre los instintos de los lobos era verdad.
—Es un ser vivo como tú, no una maldita diversión para tus ojos —gruñó Tasuki antes de irrumpir en la sala de observación.
—El chico tiene agallas. Se lo reconozco —murmuró Micah.
Titus miró a Phillip arqueando las cejas.
—Creo que tienes nuestra respuesta. Hasta orden en contrario, todos deben mantenerse alejados de este departamento, ¿quedó claro? De hecho, ¿por qué no haces guardia en la puerta y te aseguras de que nadie tenga la misma idea que tuviste tú?
—¿Y qué les digo? —Phillip era tan estúpido como para preguntar eso; luego, dio varios pasos rápidos hacia atrás cuando Titus empezó a acercarse.
—Les dices que dije yo que el primer idiota que asome su cabeza por esa puerta va a salir disparado —explotó Titus. Fulminó con la mirada a Phillip, que prácticamente tropezó con sus propios pies mientras se apresuraba a salir.
—¿Alguien te dijo que eres un alfa magnífico? —Micah rio y palmeó a Titus en la espalda.
—Tal vez deberíamos ir a trabar todas las malditas puertas y ventanas por si alguno se quiere hacer el valiente. No quiero que se aprovechen mientras estamos con el idiota encadenado en la otra habitación —agregó Titus sacudiendo la cabeza.
—Tal vez deberíamos hablar sobre turnarnos para que haya alguien siempre aquí para cuidarla —propuso Micah—. Pero ahora creo que Tasuki podría desatarse con nuestro hombre si no vamos enseguida.
Titus arqueó una ceja.
—Buen punto.
En la sala de observación, Tasuki aferró el respaldo de la silla y fulminó con la mirada al hombre lobo del otro lado del espejo. Cerró los ojos, incapaz de impedir que volviera a atormentarlo el maldito recuerdo. Era la última vez que había soñado con ella... pero esa había sido la última vez que había dormido.
Esa vez había habido una jaula que pendía en el centro de una enorme caverna y Kyoko estaba atrapada entre sus barrotes. Pero en el sueño se sentía como si se la hubiera arrebatado un monstruo. Él daba vueltas alrededor de la jaula buscando el cerrojo que la liberaría del monstruo que la había encerrado, pero solo veía enormes barrotes de hierro. Había prometido salvarla, pero ¿cómo podía hacerlo si ni siquiera había una maldita puerta?
Miró hacia arriba y sus ojos se encontraron con los de Kyoko justo cuando unas manos salieron de la oscuridad y lo arrastraron hacia la muerte. Recordaba haber muerto.
Tasuki abrió los ojos mientras el recuerdo se desvanecía. No importaba cuántas veces tuviera ese sueño, siempre terminaba igual: él moría y Kyoko seguía atrapada en la maldita jaula. Se pasó la mano por el flequillo tratando de calmarse. No importaba cuán real parecía el recuerdo de los sueños, estaban solo en su cabeza y tenía que mantenerlos ahí.
Mirando al secuestrador en la otra habitación, decidió descargar su ira contra los monstruos reales que tenían el fetiche de encerrar a chicas en jaulas. ¿Por qué no? No tenía nada que hacer.
Micah siguió a Titus a la sala de observación y encontró a Tasuki apoyado contra una silla mirando con furia al guardia detenido del otro lado del espejo. Si las miradas pudieran matar, entonces ese hombre sería una mancha grasosa en la silla.
—¿Podemos hacer que pase corriente eléctrica por la silla para ponerlo a bailar? —preguntó Tasuki... mitad en broma.
—Tentador, pero no —respondió Titus—. Pero que Phillip haya venido para lo que vino genera una preocupación genuina.
Tasuki asintió.
—Tienes que dejarle algo de ropa cerca por si se despierta y decide cambiar. —Miró a los cambiaformas cuando ninguno de los dos se movió. —Tal vez la oficial que participó de la redada tiene una muda de ropa en su casillero. ¿Quieren que vaya a buscarla y le pregunto?
—No, va a estar muy sobrecargada haciendo que las otras chicas vayan a una revisación médica —le informó Micah frotándose el mentón, cuando se le ocurrió una solución a sus dos problemas—. Pero tengo una idea.
—Eso sí que es una novedad —dijo Titus, que hizo una mueca tras recibir un codazo de Micah.
—Ja, ja —gruñó Micah—. Como estaba diciendo, esperen que la llamo a Alicia para que traiga ropa.
—¿Quién es Alicia? —preguntó Tasuki.
—Es la hermana menor de Micah —le informó Titus—. Él está de mal humor desde que se puso en pareja con un Dios del Sol.
—¿Un Dios del Sol? —preguntó Tasuki confundido. Eso era nuevo para él, aunque no sabía por qué se sorprendía. Pensarías que a esta altura ya sería inmune.
—Basta de decirle a todo el mundo lo que comí en el desayuno —gruñó Micah y tomó su celular. Mientras marcaba, suspiró sabiendo que Titus tenía razón. Era cierto que últimamente había estado triste porque echaba de menos a su hermana y Damon estaba siendo un imbécil porque la mantenía escondida varios días seguidos. Esto le da una excusa genial para verla y averiguar si aún era feliz con el Sr. Posesivo.
—¿Vas a hacer que Alicia cruce media ciudad solo para que traiga un poco de ropa? —Titus alzó una ceja—. Un poquito desesperado, ¿no?
—¿Qué demonio es un Dios del Sol? —Tasuki de verdad quería saberlo, así podía agregarlo a la creciente lista de cosas en su Muro de lo Extraño mental.
Micah estaba a punto de presionar «enviar» cuando Titus cuestionó sus motivos. Rápido de reflejos, inmediatamente tuvo una excusa incluso mejor.
—En realidad, podemos matar dos pájaros de un tiro. —Sonrió con satisfacción—: Alicia me dijo que ese Damon le ha estado enseñando a poner a las personas bajo su control. —Señaló al hombre del otro lado del espejo—. Podríamos golpear hasta el cansancio a ese descerebrado y conseguiríamos mucho menos que Alicia con un par de preguntas simples. Además, a ella tendría que decirle la verdad y a nosotros... No tenemos modo de saber si no está diciendo mentiras para salvar su pellejo con Lucca.
—Está bien. —Tasuki suspiró aceptando el hecho de estar siendo completamente ignorado—. Seguro que terminaré averiguándolo.
Capítulo 3
Alicia estaba terminando de prepararse una taza de café cuando empezó a sonar el celular. Se apresuró a buscar su bolsa y tomó el aparto mirando quién llamaba. Se lo llevó a la oreja con una gran sonrisa.
—¡Hola, Micah! ¿Qué tal?
—¿Tienes un poco de tiempo para tu hermano mayor? —preguntó Micah dando la espaldas a los otros dos hombres para no pudieran ver la expresión de alivio en su rostro. Casi que se había esperado que Damon atendiera.
Alicia se encogió de hombros.
—Sí, supongo que sí. Damon salió con Michael y Kane. Probablemente, tarde en regresar.
—Bien, porque realmente necesito un favor —empezó a explicar Micah—. Tenemos una mujer lobo en una de las celdas. La rescatamos en una redada en el circuito de trata de esclavas. Aún no ha cambiado, pero cuando lo haga... Va a necesitar ropa. ¿Puedes venir a la estación a traerle algo?
Alicia miró su guardarropas lleno antes de asentir.
—Sí, creo que puedo encontrar algo. ¿Cuándo me quieres allí?
—Lo más pronto que puedas —respondió Micah—. No sabemos cuándo se irá el efecto del tranquilizante.
—Allí estaré —dijo Alicia—. ¿Necesitas algo más?
—Me alegra que hayas preguntado —dijo Micah dejando que Alicia oyera la sonrisa en su voz—. Necesito que pongas un lobo bajo tu control y hacer que responda algunas preguntas. ¿Crees que puedes hacerlo?
—Sí —respondió Alicia con demasiada rapidez—. Dame unos momentos para vestirme y tomar algunas cosas para la pobre chica, y voy.
Cortó la comunicación y una amplia sonrisa le cruzó el rostro mientras se vestía con prisa, Era bueno tener algo que hacer mientras Damon no estaba. Al menos, ahora se sentía útil y, con un poco de suerte, tal vez podría demostrarle a Damon que era capaz de hacer cosas por sí misma.
Se puso sus jeans favoritos y una camisa negra de Damon y tomó un morral de cuero negro y sacó dos atuendos distintos del armario. Uno en caso de que le gustaran las cosas suaves y vaporosas y otro que la haría sentir dura y en control. ¿Por qué no darle la opción entre ser llamativa o ruda? Además, Damon había llenado más de la mitad de su armario con ropas de chica ruda para que combinara con su papel de chico malo.
Habiendo empacado eso, tomó ropa interior nueva, sin estrenar, y algo para que la chica usara para dormir. Supuso que, luego de haber estado cautiva, cualquier chica apreciaría esas pequeñas cosas: ropa interior limpia, cepillo de dientes y, tal vez, algo de maquillaje.
Antes de salir, dio una última mirada a la habitación para verificar que no olvidaba nada. Divisando su colección de accesorios para el cabello, tomó un peine y un cepillo junto con un par de bandas elásticas para que la chica se recogiera el cabello si quería.
Alicia sonrió mientras se colgaba el bolso al hombro y se dirigió hacia la puerta de la habitación. Era bueno saber que iba a ver a Micah otra vez, aunque solo hubiesen pasado un par de días. Lo echaba de menos.
Que la haya llamado para pedirle ayuda era emocionante. Iba a poner a alguien bajo su control por razones legítimas, y que el blanco fuera un hombre lobo y no un simple humano era un desafío.
Los humanos eran mucho más fáciles de controlar porque no tenían real inmunidad, salvo que fuera alguien con poderes psíquicos o que tuviera un amuleto, como el collar que ella usaba. Damon le había dicho que era más difícil penetrar a los cambiaformas porque todos sus cinco sentidos eran más agudos. Desafortunadamente, no había tenido ocasión ni siquiera de probarse con humanos, ya que Damon casi no le permitía salir de la habitación.
Alicia enderezó los hombros. Esta era una gran oportunidad para tener una práctica real sin las distracciones sexuales. Apenas había salido de la habitación que compartía con Damon cuando Kane atravesó furioso la puerta de entrada murmurando entre dientes.
—¿Sucede algo? —preguntó Alicia.
Kane no pareció oírla y continuó musitando algo sobre una mujer llamada Olivia. De repente, se quedó helado y maldijo en voz alta.
—¡Maldición! —gritó—. Olivia, no… Victoria.
Michael y Damon entraron en ese mismo momento, ambos se burlaban con disimulo de los disparates de Kane.
Alicia casi gruñó ante la llegada inoportuna de Damon. Si bien estaba feliz de ver que regresó sano y salvo, esperaba tener tiempo para ir al departamento de policía y volver antes que él.
—Así que eres el hombre que recuerda el nombre de cada mujer con la que estuvo —dijo con sarcasmo Damon.
—Sí los recuerdo —rugió Kane.
—Entonces, ¿quién es Olivia? —preguntó Michael.
—Váyanse al infierno —masculló Kane antes de dirigirse a su habitación.
—Supongo que eso responde la pregunta —sentenció Michael y se encaminó hacia la escalera, pero se detuvo cuando vio a Alicia de pie cerca de la puerta de su dormitorio con la actitud de alguien que acaba de ser atrapado en medio de una travesura.
Kane cerró la puerta de la habitación que estaba detrás de él y vio a Tabatha parada allí de brazos cruzados.
—¿Y quiénes son Olivia y Victoria? —preguntó.
—Las exnovias de Damon y Michael —respondió sin dudar Kane y selló con sus labios los de ella.
En la sala principal, la mirada de Damon se vio atraída instantáneamente hacia Alicia, y casi sonrió cuando vio que estaba usando una de sus camisas. Sin embargo, la manera en que se mordía el labio inferior lo hizo sospechar, y la examinó lentamente. Sus ojos se entrecerraron peligrosamente cuando vio colgado sobre su hombro el bolso, cuyo cierre ella no había cerrado.
Alicia pestañeó cuando Damon apareció de pronto a solo unos centímetros de distancia, le bloqueó el paso apoyando una palma en cada lado del marco de la puerta... con lo cual la atrapó efectivamente contra la superficie de madera. Se inclinó hacia adelante y la estudió sin decir una palabra, pero para ella esa mirada decía mucho.
Alicia sintió que se estaba poniendo nerviosa y trató de ocultarlo sonriendo.
—Me alegra que hayas vuelto.
—¿De verdad? —preguntó Damon, incapaz de evitar que asomara su lado oscuro—. Si hubiera vuelto unos minutos más tarde, ¿aún estarías aquí esperándome?
Alicia no pudo resistir el instinto de autopreservación y alzó su mano para tocar el collar que ya no estaba alrededor de su cuello. De pronto, recordó que se lo había dado a Nick, y un escalofrío la recorrió por dentro cuando notó que los oscuros ojos color amatista de Damon habían seguido su gesto nervioso y luego volvieron para fulminarla.
En este punto, Alicia sabía que mentir podía hacerlo estallar y eso conllevaba el riesgo de muchas cosas... incluidos la repetición de una sesión de nalgadas. Sintiendo el calor del rubor que crecía en sus mejillas ante esa imagen, alzó el mentón desafiante y le dijo la verdad con calma.
—No.
Suspiró cuando Damon giró la perilla y la hizo retroceder hacia adentro de la habitación. Se asustó cuando él cerró la puerta de un golpe. La milésima de segundo que pudo ver la expresión de Michael antes de que su rostro desapareciera era, definitivamente, suficiente para preocuparla.
—¿Adónde ibas? —preguntó Damon asegurándose de hablar en pasado.
—Iba a ver a Micah, nada más —dijo Alicia en un intento por corregir el malentendido antes de terminar mirando el suelo sobre el regazo de Damon.
—¿Pensabas que ibas a pasar la noche con Micah? —exigió Damon en voz baja.
La confusión cruzó el rostro de Alicia antes de que bajara la mirada hacia el bolso abierto. Vio la ropa interior negra y el cepillo del cabello arriba de todo, a plena vista, y suspiró. Bien... en verdad podía ver el punto de vista de Damon, pero eso no iba a evitar que ella le dijera un par de cosas por sus pervertidos pensamientos.
—Me necesita —Alicia quiso gruñir cuando él la cortó.
—Me imagino. —Damon dio un paso y se acercó más, elevándose por sobre su pequeña figura. Lo que Micah necesitaba era un sacerdote para su funeral.
—¿Sabes qué? —dijo Alicia con suavidad mientras levantaba los ojos hacia su rostro—. Eres... un idiota.
—Si evitar que me dejes me hace un idiota, que así sea —replicó Damon.
—No, eres un idiota por pensar que te estoy dejando —bramó Alicia dejando que su propia ira creciera ante el hecho de que él estaba sacando conclusiones infundadas—. Esta ropa... no es... para mí... Damon —dijo a través de los dientes apretados.
—Ah, claro. Bueno, veamos lo bien que le quedan a Micah —amenazó Damon, ya imaginándose mientras estrangulaba a Micah con esas bragas de encaje negro.
Alicia quería gritar su fastidio, pero se contuvo porque había cristal en la habitación. De hecho, estaba orgullosa de que Damon no lo hubiera hecha añicos ya. Se sobresaltó cuando se rajó el espejo del tocador… la ley de Murphy en todo su esplendor.
—¡Maldición, Damon, deja de ser tan estúpido! —siseó Alicia acercándose aún más y tomándolo de la camisa para bajar su rostro hacia el de ella. Había aprendido a intimidar del mejor maestro: él—. Micah y su equipo hoy rescataron a una mujer lobo de unos tratantes de esclavas. Le estaba llevando esta ropa para que tuviera algo que usar cuando volviera a cambiar. Iba a ir a la estación de policía porque soy grande, Damon, e iba a estar perfectamente bien.
—¿Así que eso crees? —Damon exigió saber si ella se había olvidado completamente de que la ciudad estaba llena de demonios.
—Eso lo sé. Tú acabas de ayudar a tu hermano... Ahora es hora de que yo ayude al mío. ¿Y desde cuándo es ilegal que ayude a mi familia cuando me lo piden? —Alicia alzó una ceja desafiándolo a que le dijera que no.
—Entonces, no tendrás problemas con que te acompañe, ¿no? —Damon gruño: no le gustaba la imagen de ella ahí de pie aferrando una maleta, como una pequeña fugitiva. .
Alicia sonrió con superioridad.
—Está bien, y cuando pruebe que tu primera teoría era errónea... Vas a tener que dejarme que te espose a la cama.
—Esto no es una negociación —afirmó Damon cruzándose de brazos.
—No, tienes razón. Es una apuesta. —Alicia devolvió el golpe con arrogancia—. Y si me sigues cuando salga por esa puerta, entonces, estás aceptando el trato. —Tras decir eso, elevó un poco más el mentón y esquivó a Damon para atravesar la puerta.
Damon apretó los labios, y sus ojos fulminaron el espejo justo cuando aparecían algunas grietas más sobre la superficie. Calmó su ira, feliz de haber malinterpretado lo que ella estaba haciendo. Además, tenía que admitir que dejar que Alicia lo esposara a la cama era una propuesta más bien interesante,
Michael no podía soportar los límites de cuatro paredes y se dirigió hacia la azotea apenas Alicia y Damon desaparecieron en el interior de su habitación, Hizo una mueca al ver la puerta que ya no cerraba bien. Sabía que tendrían que repararla pronto. La noche prometía ser fresca, y cerró los ojos con dicha mientras la brisa lo acariciaba.
El sonido de la puerta principal abriéndose lo llevó a acercarse al borde para mirar hacia abajo. Observó que Damon y Alicia salían del edificio. Alicia casi galopaba a través del estacionamiento. Sintió que se le dibujaba una sonrisa cuando Damon tuvo que apresurarse para alcanzarla y tomarla de la mano.
Puede que al principio no lo pensara, pero ahora podía admitirlo... Alicia era la chica perfecta para su hermano. Ella sabía manejar el carácter de Damon y conseguía lo que quería.
Alzó una ceja cuando Damon la hizo girar para darle un beso. La pareja se tomó un momento para redescubrirse antes de que Damon lo mirara y alzara una ceja también. Michael ladeó la cabeza y se encogió de hombros, resistiendo la urgencia de llamarlos. Como presintiendo lo que Michael estaba pensando, Damon abrazó más fuerte a Alicia y la atrajo hacia las sombras.
Michael sacudió la cabeza y se permitió que una mueca cruzara su rostro antes de voltearse con la idea de volver a entrar. Se detuvo en la mitad de un paso cuando sintió que la pasión de Tabatha y Kane subía en el interior del edificio.
—Ya fue —musitó y dirigió su atención hacia los altos edificios alrededor del club renovado.
Rotó los hombros y el cuello, sintiendo de pronto una sobrecarga de energía acumulada en su interior. Su pensamientos fueron hacia Aurora y la pasión urgente que habían compartido cuando su caminos se cruzaron. Ella era una fuerza de la naturaleza que lo endurecía con solo una mirada. Cerró los ojos, visualizando sus dientes hundidos en ella mientras se unían... alimentándola mientras él tomaba su sangre.
El dulce gusto aún persistía en sus labios. Se los mojó con la lengua mientras lo sobrecogían las ansias de volver a saborearla. Quería... no, necesitaba adentrarse en ella mientras tomaba su sangre otra vez.
Michael abrió los ojos. Reconocía la adicción cuando la veía. Sacudiendo la cabeza, decidió que lo que realmente necesitaba era gastar un poco de esa energía que lo recorría tras haber tomado la caída sangre de Aurora. ¿Se le iría esa fiebre algún día o estaba condenado a anhelar por siempre el subidón de la primera vez que la probó?
Se alejó del borde de la azotea y deambuló por la ciudad en busca de algo... cualquier cosa que lo distrajera de la tentación. Había peleado para que Aurora lograra la libertad de Samuel, que tanto quería, y no iba a ocupar el lugar de Samuel como su amo.
Recordó el modo en que tomaba de la mano al que ella llamaba su hermano...el hermoso Skye. Era una suave unión de manos... inocente e infantil, no la pasión que le había mostrado a él. Él iba a permitirle sin reparos que tuviera el amor de su hermano y se mantendría ocupado mientras esperaba que ella volviera a él.
Mientras avanzaba por las calles, Michael empezó a detectar cada vez más demonios... los que salían al terminar el día y cazaban a las pobres almas que se aventuraban en la oscuridad. El impulso de pelear se apoderó de él; sonrió porque sabía que podía contribuir a que el mundo se librara de algunos demonios y tal vez eliminar un poco de esa agitación que sentía. Había encontrado su distracción.
Su orientación lo llevó a los barrios bajos y su aguda visión saltó de persona a persona, buscando la víctima perfecta, de modo muy similar a como los desalmados vampiros cazaban sus humanos de preferencia... Su blanco vivía más en el lado oscuro. En una esquina, encontró a un grupo de demonios de bajo nivel. En apariencia, lucían como una pandilla normal, y Michael no les perdió de vista mientras pasaba.
Antes de que se acercara, hacían ruido y se mostraban agitados, pero cuando acortó la distancia hicieron silencio. La comisura de sus labios se estiró en una mueca, como si les estuviera diciendo que sabía exactamente qué eran. Ni siquiera se molestó en voltearse cuando, a sus espaldas, oyó el sonido de pasos que se alejaban rápidamente. Quizás los demonios de bajo nivel eran más inteligentes de lo que él creía.
Al llegar a la siguiente intersección, Michael miró los edificios y las calles sucias, aún en la búsqueda. Estaba a punto de seguir camino, cuando sintió un pico de poder... un poder puro, dulce y peligroso. Sus ojos se entrecerraron cuando su olor atravesó sus sentidos y una sensación de vértigo nubló su cabeza. No era un gran poder, pero era lo suficientemente fuerte para despertar su deseo de aplastarlo.
El sonido de una campanilla hizo que se volteara, y sus ojos de amatista se detuvieron sobre la mujer que salía de la decadente licorería en la acera de enfrente. Tenía una camiseta sin mangas de cuero, una minifalda de encaje con transparencias, medias negras y unos tacones de aguja negros. Su cabello lucía una multitud de colores: verde neón, rosa, púrpura, negro y rubia.
Tomó una botella de la bolsa que llevaba y desenroscó la tapa. Inclinando la botella, tomó casi la mitad de su contenido de una sola vez y luego se limpió la boca con el dorso de la mano. Si bien parecía completamente humana, él podía ver la verdadera cara del demonio debajo de esa apariencia.
Michael relajó cuerpo y mente. La mayoría de los demonios que había encontrado en el pasado no tenían ni idea de lo que él era realmente... Lo más cercano a lo que llegaron fue a creer erróneamente que era un vampiro. Sintiendo que la falsa calma lo cubría, bajó a la calle.
La demonio giró la cabeza hacia él y sonrió usando la carne que había robado para tentar a su víctima. Michael sabía que había casos de demonios que se alimentaban de vampiros... Hasta Misery los había usado de ese modo.
—Buenas noches, hermoso —ronroneó la demonio batiendo sus largas pestañas.
Michael se acercó a ella y rozó su hombro izquierdo con el de él, caminando alrededor de ella mientras mantenía el contacto con su cuerpo.
—Vaya que son buenas —susurró Michael siguiendo el juego—. ¿Y tú quién eres?
—Quien tú quieras —respondió susurrando también.
—Quiero que seas tú —le dijo al oído mientras se acomodaba frente a ella. Dejó que una sonrisa mostrara sus colmillos, que lograban que él y sus hermanos fueran tomados por vampiros.
La demonio inclinó su cabeza y sonrió.
—Ya veo.
Michael asintió mientras relajaba su sonrisa.
—Claro que ves.
—Puedes llamarme Morgana. —Lo tomó del brazo con ambas manos, y empezaron a caminar hacia un viejo edificio de un piso al final de la calle.
Entraron, y Morgana cerró la puerta. Michael dio una mirada al espacio abierto y tomó nota mental de la cantidad de cuerpos que había. El lugar apestaba de sangre vieja y putrefacción... Adecuado para la demonio comedora de carne que se aferraba a su antebrazo.
—¿Te gusta mi casa? —susurró Morgana y lanzó una risita mientras se giraba para apreciar su obra.
Michael se encogió de hombros.
—Se verá mejor cuando tu cadáver esté junto a los otros.
Se agachó justo a tiempo para evitar las repentinas y largas garras de Morgana que trataban de separarle la cabeza del resto del cuerpo. Girando su torso, Michael arremetió con el codo contra su abdomen, lo que hizo que ella se doblara. Su puño se elevó y le pegó a Morgana en la nariz tan fuerte como para arrojarla hacia atrás.
Morgana aterrizó con estrépito contra el suelo y lanzó una furiosa mirada al vampiro; con una mueca, su rostro se retorció que develó su verdadera esencia. Sus ojos color avellana se alargaron y se tornaron rojos, sus cejas se afilaron y su otrora hermosa boca se estiró en una horrible sonrisa llena de dientes desparejos y puntiagudos. Su larga lengua serpenteó hacia afuera y lamió la sangre que había caído de su chata nariz a sus labios.
Michael hizo un gesto... daba asco. Definitivamente, le hacía un favor a la ciudad eliminándola. Semejante fealdad estropeaba completamente el paisaje.
Trepando la pared hacia atrás, la usó como un trampolín para arremeter contra él de nuevo, sacudiendo sus alargadas garras en frente de ella. Esta vez las garras atraparon el frente de su camisa y le dejaron algunos rasguños... No eran peligrosos, pero fueron suficientes como para hacerlo sangrar. Él cerró su puño derecho y le dio un revés en la cara a la demonio, cuya cabeza giró en un ángulo antinatural. Con una veloz patada al costado de la rodilla, se oyeron cómo sus huesos se rompían. No sintió remordimientos, ya que la demonio estaba usando lo que ya era un cadáver.
Cuando Morgana se dobló por segunda vez, Michael lentamente se acercó y la tomó del cabello. Levantándola del suelo, se detuvo medio segundo y cerró sus ojos cuando finalmente le llegó el aroma de la sangre de la demonio.
—Los demonios no son más que híbridos monstruosos desterrados por los caídos que los engendraron —siseó Michael, de repente comprendiendo mejor qué era un demonio. Nunca antes había notado los débiles rastros de sangre caída dentro de los demonios, pero ahora sabía qué sabor tenían.
Los caídos y los Dioses del Sol eran similares en eso: creaban monstruos de su propia elección. La única diferencia era cómo los engendraban.
Morgana alcanzó el brazo que la sujetaba por el cabello y hundió sus garras derechas en la carne que logró encontrar. Se quedó sin aliento cuando de repente se halló flotando sobre el suelo y mirando hacia unos furiosos ojos color amatista. Los zapatos baratos cayeron al piso, y con la otra mano tomó a Michael de la nuca, con la esperanza de seccionarle la espina y liberarse.
Sintiendo que esa mirada de amatista la penetraba, no pudo evitar abandonarse... Ahora colgaba solo del cabello.
—Suéltame —murmuró Morgana repentinamente asustada. Ella era fuerte, de los demonios más fuertes en esta parte de los barrios bajos, pero este vampiro, que había creído una presa fácil, era muchísimo más fuerte que cualquier cosa con la que se hubiera encontrado antes.
—¿Soltarte? —preguntó Michael, como si fuese un concepto extraño—. ¿Tú mataste a todos esos humanos y demonios para comerlos solo basándote en la apariencia y quieres que te deje ir?
—Te daré toda la sangre humana que quieras —dijo Morgana, mitad lloriqueando, mitad siseando—. Seré tu sirviente... Los atraeré y te los entregaré.
—No necesito ayuda para atrapar mi próxima comida —dijo Michael con sarcasmo. Su voz se suavizó abruptamente—: Pero, querida, estoy dispuesto a apostar que los demonios saben mejor que los humanos.
Morgana respiró con dificultad cuando un dolor repentino y atroz estalló en su hombro y, al sentir que el vampiro le estaba extrayendo la vida, emitió un alarido inhumano. Renovó sus esfuerzos por liberarse y le clavó sus garras con fuerza, pero la verdadera oscuridad ya empezaba a nublar los bordes de su visión.
—¿Quién eres? —susurró con el último aliento.
Michael siguió hasta extraerle la última gota de su fuerza vital antes de dejarla caer. Hizo una mueca cuando oyó el golpe seco del cuerpo contra el suelo. Quién hubiera imaginado que podía matar a un demonio vaciándolo... Apostaba que ni siquiera los demonios sabían ese pequeño truco, porque los vampiros desalmados solo buscaban sangre humana. Miró al demonio consumido con disgusto.
—Puedes llamarme Michael.
Aterrizó suavemente y fue hacia la puerta. Usando la manga, se limpió los restos de sangre de los labios; luego, miró la sangre negra... sangre contaminada. Abrió la puerta y salió, acomodándose la chaqueta para que no se vieran los rasgones de la camisa.
Michael giró y desanduvo sus pasos por el mimos camino por el que había venido. Notó que ahora un gran grupo de demonios se había reunido cerca de la entrada del edificio. Debían ser los subalternos de Morgana que querían ver al hombre que había matado a su ama. Estas criaturas no mostraban ningún signo de vida humana, y Michael no les prestó atención mientras pasaba con calma a su lado.
Había hecho lo que se había propuesto, y ninguna de esas criaturas podía llamarle la atención... El bajo nivel de su poder no valía la pena. Cuanto más poder tenía un demonio, más sabor a sangre de caídos ... Estaba seguro de eso.
La euforia que le había dado la sangre de Morgana ahora corría dentro de sus venas en un cálido y borroso latido. Lo calentaba y agudizaba sus sentidos. Recordaba eso de la época en que bebía de Aurora.
Michael quedó helado cuando tuvo plena conciencia de sus pensamientos. El pánico se unió inmediatamente a la euforia, y la idea de Aurora hizo que una masa de miedo se apoderada de su abdomen y que lo recorriera un profundo escalofrío. Recordó la advertencia de Kane en esa azotea, tras haber matado a Samuel. Le había dicho a Aurora los peligros de dejarlo probar su sangre.
Buscando una razón, se aferró al recuerdo de Samuel que se burlaba de Aurora diciéndole que los demonios que andaban sueltos por la ciudad eran lo suficientemente fuertes para matar con facilidad a un caído ... Eran demonios que ya tenían varios cuerpos de caídos en su haber. Estos amos demonios eran un peligro para Aurora... Samuel no había mentido al respecto.
Una lenta sonrisa acarició los labios de Michael. Ahora tenía una razón válida para alimentarse de los demonios que habían soltado en Los Ángeles. No solo estaría protegiendo a Aurora, sino que también podría satisfacer sus ansias con la sangre diluida de un híbrido. Al tomar cantidades tan pequeñas, podía controlar mejor los efectos colaterales, como terremotos y muerte por Syn.
—Ganamos todos —musitó Michael y hundió las manos en los bolsillos mientras disfrutaba su viaje y buscaba a su próxima víctima.
Capítulo 4
Micah suspiró por enésima vez desde que llamó a Alicia. Hasta el momento, Tasuki había ido a ver cómo estaba la mujer lobo seis veces, Titus había echado a tres oficiales más cuando Phillip comenzó a tener problemas para mantenerlos afuera, y el guardia cautivo había empezado a mordisquearse la muñeca en un intento de liberarse de su silla.
Claro, no era exactamente culpa del guardia si estaba desesperado por escapar. Se habían aburrido y habían comenzado a provocarlo a través del intercomunicador diciéndole todo lo que Lucca le haría cuando se enteraran de que era un soplón.
—No era así como quería pasar el día —se quejó Tasuki.
—Entiendo —musitó Micah deseando que Alicia se apurara. Le había dicho que Damon no estaba con ella y eso hacía que tuviera aún más deseos de verla.
Tasuki le dio una mirada a Micah.
—Tengo curiosidad: ¿cuántos pumas y jaguares hay en esta ciudad?
—Unos cuantos cientos, por lo menos —respondió Micah—. Pero no todos se juntan con la manada. Algunos están satisfechos con su pareja y tratan de vivir una vida humana normal. Incluso conozco a varios que tratan de actuar completamente como humanos... a punto tal que su pareja no sabe que es un cambiaformas.
—¿No tienen impulsos o algo así? —preguntó Tasuki encogiendo los hombros.
Micah sonrió.
—Sí, es una de las pocas cosas en las que Hollywood no se equivocó. Al menos una vez cada tantos meses necesitamos salir de la ciudad y correr libres. Los cambiaformas que simulan ser humanos lo único que tienen que hacer es decir que van a escalar durante el fin de semana o algo así. Podemos sobrevivir con comida regular y una vida normal, pero si no seguimos nuestro instinto de cambiar y correr de vez en cuando, tendemos a ponernos un poco irritables... o algo peor.
—Me parece que hace rato que no sales a correr por el lado salvaje. —Tasuki sonrió burlonamente.
El retruque de Micah murió en sus labios cuando la puerta principal se abrió y oyó que entraban dos personas. Fue a la sala de observación y la entreabrió para ver. Parte de su entusiasmo se desvaneció al ver que Damon había decidido acompañarla.
—No te hagas muchas ilusiones de que un Dios del Sol pueda inspirar asombro: estás a punto de conocer a uno —dijo Micah con un toque de sarcasmo—. Yo todavía creo que es otro nombre para imbécil.
Tasuki alzó un ceja.
—¿Es inteligente decirle imbécil a alguien con el título de Dios?
—Si le cabe el sayo —Micah se encogió de hombros.
Damon hizo una mueca preguntándose cuánto tiempo más el policía uniformado que estaba afuera iba a seguir manteniéndose en una pierna. Es lo que se merecía el infeliz por decirle a Alicia que no podía entrar. Viendo a Titus que se acercaba dando zancadas, en silencio se preguntó cómo se vería un hombre lobo alfa caminando con sus manos mientras daba órdenes a su manada. Damon decidió que ya estaba aburrido, y suspiró.
—Alicia, qué bueno que pudiste venir —dijo Titus y saludó a Damon con un leve movimiento de la cabeza. Tuvo que contenerse para no frotarse el mentón recordando la fuerza que Damon había puesto en ese puñetazo de su primer encuentro. Volviendo su atención a Alicia, notó el bolso de cuero negro. —¿Son las cosas que le trajiste?
Alicia asintió y le dio el bolso.
—Sí, incluso puse un cepillo y un poco de maquillaje, por si acaso.
Titus sonrió.
—Estoy seguro de que, en este punto, cualquier cosa será bienvenida. La puse en la única celda con ducha que tenemos. No es una prisionera, pero cuando la rescatamos dio señales de ser salvaje, así que tuvimos que sedarla —dijo omitiendo la parte de que estaba en celo—. Con suerte, encontrar todo esto cuando se despierte la va a calmar. Déjame que le lleve esto y empezamos.
Los músculos de la mandíbula de Damon se tensaron cuando apretó los dientes. Bajó la mirada hacia la cabeza de Alicia preguntándose qué había querido decir Titus con «empezamos».
Alicia se mordió el labio cuando recordó que nunca le dijo a Damon la otra razón por la que había aceptado venir.
—¿Puedo verla? —preguntó, tratando de detener a Titus.
—No veo por qué no. —Titus se encogió de hombros.
Condujo a Alicia y su imponente compañero a través de la puerta que llevaba a las celdas. Cuando llegaron, Titus tomó las llaves y abrió la puerta de la celda. Tras colocar el bolso sobre el suelo, al lado de la cama, volvió a salir con cuidado.
—Es hermosa —susurró Alicia sintiendo pena por ella—. Parece que ha estado en forma de lobo por semanas... Eso es peligroso, ¿no?
—Sí, espero que, cuando despierte, se sienta lo suficientemente a salvo para cambiar —dijo Titus.
—Apenas ha dejado atrás la adolescencia —observó Damon rodeando a Alicia con su brazo al sentir su tristeza.
—Boris calculó que tiene unos veinte —respondió Titus.
—Pobre chica —susurró Alicia con un hilo de voz y de pronto estuvo ansiosa de poner a ese hombre bajo su control. Si era responsable de esto... Sus ojos se cerraron un poco mientras trataba de pensar un castigo adecuado para ese crimen,
Micah calculó perfectamente y salió de la sala de observación justo cuando se estaban acercando. Incluso dejó que sus ojos se abrieran con sorpresa, como si no supiera que ella había llegado hacía varios minutos.
—Ahí está mi escurridiza hermana —dijo en tono juguetón y recibió como recompensa un fuerte abrazo. Para su decepción, se apresuró a soltarlo, pero Micah supuso que Damon se pondría celoso si se abrazaban demasiado.
—¿Cómo estás? —preguntó Micah mientras le quitaba el flequillo rubio de los ojos.
—Me va bien —respondió Alicia y le dirigió una mirada traviesa a Damon con la esperanza de ponerlo de buen humor antes de lanzarle la bomba de por qué había venido—. Perdón por desaparecer, pero mi compañero tiende a hacerme prisionera voluntaria por días.
Damon sonrió ante la elección de palabras de Alicia y luego miró por sobre el hombro de Micah cuando notó que otro hombre había salido de la misma habitación. La extraña aura del hombre lo hizo fruncir el ceño ligeramente. Si bien no podía leer almas como los caídos , por lo general podía ver el aura alrededor de las personas si quería. No tenía que esforzarse para ver el aura de este sujeto... Resplandecía de un azul fluorescente que emanaba de su interior.
—Este es Tasuki, uno de nuestros detectives humanos —lo presentó Micah—. Trevor averiguó accidentalmente que Tasuki sabía sobre la existencia de lo paranormal, así que se tuvo que quedar con nosotros.
¿Humano? Damon sonrió ante su ignorancia. Ese hombre era mucho más que un simple humano.
—Tú debes ser Alicia —dijo Tasuki con una sonrisa arrolladora y luego le extendió su mano a Damon tras haber escuchado a Micah quejarse de su temperamento—. Es un placer conocerlos a ambos.
Damon se quedó mirando fijo la mano por un momento y finalmente la tomó. Este hombre no representaba ninguna amenaza para Alicia, así que lo dejaría pasar.
—Entonces, ¿dónde está el hombre lobo que querías que hechizara —preguntó Alicia—. Supongo que es uno de los hijos de su madre que secuestraron a esa chica, ¿no?
Damon otra vez bajó la mirada hacia su cabeza y la fulminó: —No dijiste nada sobre poner a un hombre lobo bajo tu hechizo.
—Tú no me diste oportunidad —acusó Alicia—. Ah, y me debes algo.
—Yo no acepté la apuesta —dijo Damon con una mueca maliciosa.
—Lo lamento —respondió Alicia con compasión y casi rio cuando vio que los ojos de Damon se cerraban sobre ella. Volvió su atención al asunto que importaba antes de que a Damon se le ocurriera algo para detenerla—. Voy a tener a ese asqueroso cantando como un pájaro si me indican el camino.
Tasuki se hizo a un lado y señaló la sala de observación.
—Tu objetivo está ahí dentro.
Alicia entró a la pequeña habitación, con Damon y Micah justo detrás de ella.
Tasuki sonrió a Titus ante su comportamiento protector antes de seguirlos.
Titus solo hizo un gesto y sacudió la cabeza. Esos dos probablemente nunca cambiarían, pero al menos era entretenido verlos.
Los cinco miraron al hombre lobo que estaba en la sala de interrogación del otro lado del espejo. El maldito idiota aún estaba tratando de escapar de la silla. Sus dos muñecas estaban atadas con correas de titanio y sus tobillos estaban esposados a las patas de la silla. Hasta el momento, había aflojado los tornillos que sujetaban la silla al piso y ahora se estaba meciendo de atrás hacia adelante tratando de tumbarla.
—Cinco dólares a que se cae y se golpea la cabeza —dijo Tasuki de la nada.
Damon sonrió con sarcasmo ante el intento de humor del «humano».
—Diez dólares a que solo se cae y va a tratar de llegar pataleando hasta la puerta —desafió Micah, y los dos se prepararon a mirar.
La sonrisa de Damon se hizo más grande, y decidió... dar una ayudita. Cuando el lobo inclinó la silla otra vez, se cayó y se golpeó la cabeza contra el piso... tan fuerte que se desvaneció.
Tasuki bufó y estiró la mano para que Micah pagara su deuda.
—Sí, sí, tuviste suerte, novato —dijo Micah de buen humor mientras abría la billetera y sacaba un billete de diez.
—Un placer hacer negocios contigo —dijo Tasuki y se guardó el dinero—. ¿Apostamos cuánto tiempo está fuera de juego?
Alicia había estado mirando al hombre lobo con calma. Pensó que, al menos, se iba a sentir un poco nerviosa, pero se sorprendió porque esa emoción nunca llegó. Sintiéndose valiente, respiró hondo sabiendo que a Damon no le iba a gustar lo que estaba por decir.
—Denme unos minutos a solas con él.
—Ni hablar —gruñó Damon para nada divertido.
—¿Cómo esperas que aprenda si siempre estás cerca para ayudarme? —Alicia hizo un mohín.
—Siempre estaré cerca para ayudarte —corrigió Damon.
—Ah, ¿de verdad? —Alicia se llevó las manos a las caderas, sabiendo que sus pestañas no le iban a conseguir lo que quería. Así que intentó con la verdad—: ¿Y si de alguna manera nos separamos y me tengo que enfrentar a algo peligroso... sola?
—No entrarás a esa habitación tú sola —insistió Damon y cruzó los brazos.
—¿Sabes qué? Sería genial que confiaran en que soy capaz de hacer algo por mí misma en lugar de tener un maldito niñero. —Le dio la espalda—. Eres peor que mis hermanos.
Damon entrecerró los ojos a espaldas de Alicia, y Micah la miró con una expresión herida.
—¿No podrías entrar con ella, y dejarla al menos probar por sí misma antes de intentar ayudarla? —preguntó Micah tratando por una vez de hacer las paces con Damon.
A Alicia le gustó la propuesta y miró a Damon por sobre su hombro.
—Realmente necesitamos cualquier pizca de información que podamos lograr de él. Sé con conocimiento de causa que las chicas que rescatamos hoy no son las únicas que necesitan nuestra ayuda. —Ofreció Titus como incentivo—. Este tipo puede llegar a saber dónde hay más escondidas.
Damon suspiró hacia dentro mientras observaba la expresión de Alicia, que se veía afectada. Se estaba volviendo demasiado blando.
—Muy bien, Alicia. Entramos los dos, pero el hombre lobo es todo tuyo.
La cara de Alicia se transformó y le sonrió antes de envolverlo en un suave y agradecido abrazo. Algunos pueden no entender a Damon, pero ella sí lo hacía... Y amaba cada milímetro de él.
Tasuki llevó a la pareja a la sala de interrogación y cerró la puerta tras ellos. Volvió rápidamente con Micah y Titus para observar. Micah tomó una silla y se sentó a horcajadas apoyando los brazos sobre el respaldo. Titus se apuró contar una pared cerca del espejo mientras que Tasuki se puso cómodo del otro lado.
—¿Qué va a hacer exactamente? —preguntó Tasuki mientras observaba a Damon tomar y enderezar la silla del hombre aunque él estaba aún ido.
—¿Viste que en las películas los vampiros hipnotizan a las personas y las hacen hacer cosas que normalmente no harían? —preguntó Micah.
Tasuki se encogió de hombros.
—Sí, pero pensé que si ella es una cambiaformas como tú, eso no aplica. Además, ya abandoné la idea de que las películas puedan ser exactas en algo.
—Generalmente, un cambiaformas no tendría ese tipo de habilidad —concordó Titus y agregó—, pero Alicia es un caso especial. Ser pareja de un Dios del Sol tiene sus ventajas.
Tasuki suspiró pesadamente.
—¿Cuándo van a decirme qué es un Dios del Sol?
—Cuando lo averigüemos —respondió Micah como si eso resolviera el hambre en el mundo.
El hombre lobo abrió sus ojos y de repente se abalanzó hacia adelante en la silla, tratando de alcanzar a Alicia mientras gruñía y rugía.
—Qué suerte la mía... Me mandaron una maldita gatita.
El énfasis en la herencia felina de Alicia hizo que Damon reaccionara y, antes de que pudieran pestañear, estaba de pie a unos centímetros del hombre lobo y con una de sus manos sujetaba su cuello. Para el asombro de todos, Alicia estaba parada entre los dos con una mirada de reprobación dirigida a Damon.
—Lo prometiste —siseó Alicia—. Y, si no me equivoco, lo más difícil sería tratar de poner bajo un hechizo a un muerto.
Soltando su cuello, Damon lo fulminó con sus ojos amatistas, que se oscurecieron.
El hombre lobo tragó cuando su silla empezó a temblar y la mesa luchaba contra los tornillos que la sujetaban al piso. Uno de los tornillos se soltó y sonó como si fuera un disparo en el silencio sepulcral.
—¡Damon! —gritó Alicia.
—Solo me estoy asegurando de que haya entendido —dijo Damon y se fue a recostar contra la pared del otro lado de la mesa.
—Si él no entendió, yo sí lo hice —susurró Tasuki aunque el intercomunicador estaba apagado.
Alicia acercó la otra silla a la mesa y se sentó para mirar fijo al hombre lobo, que ahora estaba mascullando.
—¿Qué diablos quieres? —preguntó el lobo, que había llegado a la conclusión de que iba a morir hablara o no hablara—. ¿Creen que trayendo a una chica bonita me harán hablar? —Se inclinó un poco hacia ella—: No hay nada que puedas hacer para que traicione a Lucca. Tengo una noticia para ti, muñeca. Hay un maldito harén que me espera.
Alicia le dedicó una pequeña sonrisa y se acercó más.
—Estoy segura de eso, pero antes de que te vayas, realmente quieres responder mi pregunta. Estoy buscando a una amiga mía... Desapareció y me preguntaba si la has visto.
—He visto muchas mujeres —dijo con una mueca presumida, sin darse cuenta de que ya estaba obedeciendo—. Pero no he tenido ninguna puma bajo mi amoroso cuidado desde hace un tiempo.
—No es una puma —dijo Alicia e inclinó su cabeza hacia un costado, sintiendo un poco de vértigo cuando la cabeza del lobo imitó su movimiento. No mostró ningún signo exterior de sorpresa cuando de pronto logró una extraña visión de una chica y se dio cuenta de que eran los pensamientos del lobo, no los suyos. Alicia decidió aprovechar algunos fragmentos de recuerdos que encontró dentro del ojo de su mente. —Mi amiga es humana, de cabello rubio rojizo, ojos verdes y en la parte baja de la espalda tiene un tatuaje de dos manos que sostienen una bola de cristal.
El guardia hizo un gesto de desagrado.
—Sí, tuvimos a esa ricura hace un par de semanas. Lucca se la quedó para él. Siempre se lleva las buenas.
Alicia inclinó la cabeza para el otro lado.
—¿Dónde está Lucca? —preguntó con suavidad.
—No sé —contestó el lobo aturdido—. Es inteligente... No le dice todo a todos, ¿sabes? Tiene a muchos de nosotros trabajando para él en diferentes áreas... Nadie sabe dónde están las otras áreas. Así, si nos atrapan, no podemos delatar a los demás.
Alicia abrió los ojos y permitió que sus pupilas se agrandaran, para controlar más aún al hombre lobo. Sus respuestas estaban despertando su ira, pero se mantuvo en calma.
—¿Dónde encuentran a las chicas que secuestran? —inquirió.
—A veces en las discotecas o en la parte mala de la ciudad, donde las que viven en la calle son presa fácil... A nadie les importa si desaparecen.
—Los barrios bajos —musitó Micah—. Tiene sentido.
—¿Por qué? —pregunto Titus.
—Alicia tuvo problemas en esa área hace un tiempo —respondió Micah recordando a los hombres lobo que ella había drenado en un callejón. Alejó ese recuerdo. —No es una zona agradable... Muchas drogas y prostitución. También hay mucha actividad demoníaca.
—¿Y a mi amiga? ¿Dónde la encontraron? —preguntó Alicia. La ropa que la chica tenía en la visión del hombre parecía más a un vestido de fiesta de alguien con dinero.
—Ella y esa mujer lobo estaban bailando en el Night Light hace un mes o más. Parker puso droga en los tragos; ellas ni se dieron cuenta de nada.
Micah se puso de pie tan rápido que derribó la silla.
—La tuvieron en una jaula durante un mes —estalló, furioso porque hubo chicas secuestradas en su bar—. Algo sospechaba. Por eso confronté a Anthony.
Titus le hizo una seña con la mano a Micah y presionó el botón del intercomunicador:
—Alicia, ¿hay alguna forma de que puedas lavarle el cerebro a este sujeto?
—Hay muchas cosas que podría hacerle ahora —respondió sin apartar los ojos del prisionero.
—Podríamos darle bueno uso más adelante —afirmó Titus.
—Entonces, ¿quieres que le lave el cerebro para que sea bueno por el resto de su vida?
Titus arqueó una ceja.
—No es una mala idea... Convéncelo de que es parte de mi manada y que la de Lucca es la manada enemiga. Luego, si no te importa, me gustaría hacer lo mismo con los otros cuatro guardias que encontramos.
—Podrías hacerlo leal a ti y enviarlo de vuelta con Lucca como un espía —sugirió Damon sabiendo que Titus lo oía.
Titus dudó antes de presionar el intercomunicador otra vez.
—¿Podremos confiar completamente en él?
—¿Alicia? —Damon sonrió sabiendo que ella moría de ganas de hacer que este sujeto se arrancara los ojos y se tragara la lengua.
—Sí, pan comido —Alicia sonrió con descaro.
Titus sonrió con satisfacción cuando Alicia agregó algunas reglas propias, como que visitara bares de motociclistas gays en sus noches libres y que nunca más se sintiera atraído por una mujer de ninguna raza.
—¡Ay! —Micah sonreía de oreja a oreja.
—Nunca vi nada parecido a esto —susurró Tasuki.
—Bienvenido a nuestro mundo. Esto no es nada, es algo común y corriente, comparado con alguna de las cosas que suceden por aquí. — Micah bufó.
—Parece que terminó —dijo Titus y se apartó de la pared junto cuando se abría la puerta.
—¿Y qué les pareció? —preguntó Alicia con una sonrisa.
—Perfecta como siempre —alabó Micah.
—Te llevaré al precinto para que puedas trabajar con los otros —le recordó Titus, pero miró a Damon pidiendo aprobación.
Alicia se acercó y le dio otro abrazo a Micah.
—Gracias por dejarme ayudar en esto. Realmente me gusta sentir que se me necesita, así que si atrapas más malos que necesitan un ajuste, llámame. —Rápidamente se soltó de sus brazos y siguió a Titus con entusiasmo.
Micah sonrió al ver su salida, pero su expresión se desvaneció cuando notó que Damon lo miraba fijo. Con un profundo suspiro, sacudió la cabeza y giró los ojos antes de darle la espalda. Micah se apoyó cerca del espejo para mirar bien al hombre lobo y parpadeó cuando una repentina grieta apreció justo frente a su cara.
Tasuki dio un paso atrás y se alejó del puma cuando vio que un matiz dorado aparecía en sus ojos. La visión de ojos dorados aguijoneó su memoria, y la imagen del hombre con ojos dorados al que Kyoko llamaba ángel volvió para atormentarlo. Los sonidos del corredor se apagaron y Tasuki ahuyentó la visión cuando Micah abruptamente le daba un puñetazo al espejo. El cristal se quebró y sobresaltó al hombre lobo que estaba en la sala de interrogación.
—Calma —dijo Tasuki con suavidad.
Micah sacudió la cabeza.
—Mantiene a Alicia alejada de su familia y cree que todo el mundo se la va a quitar.
Tasuki salió y fue hacia la sala de descanso. Su destino: la máquina de café. Tenía el presentimiento de que, con todos los flashes que estaba teniendo, dormir probablemente sería una mala idea. Ya llevaba dos días sin dormir... uno más no le haría daño. No era que fuera a volverse loco o algo así... Para eso, tenías que estar cuerdo.
Después de unos minutos de completo silencio, Tasuki se dirigió a las celdas, pero se detuvo cuando la puerta principal se abrió y Titus ingresó haciendo una mueca.
—Parece que Damon tiene un poco de prisa, así que él está reprogramando a tres de los guardias mientas Alicia trabaja con el otro —anunció.
—Figúrate —gritó Micah con sarcasmo desde dentro de la sala de observación.
Tasuki decidió ignorar el comentario.
—¿Y qué hay del «amante de los bares de motociclistas gays»? —preguntó señalando con la cabeza la sala de interrogaciones donde el hombre lobo aún estaba amarrado a la silla.
—Lo vamos a transportar junto con los otros guardias a la cárcel más grande del otro lado de la ciudad. Lástima que van a superar al conductor y hacer su gran escape por el camino —respondió Titus con una mueca.
Tasuki frunció el ceño.
—¿Y si Lucca sospecha de ellos?
—Si dejáramos escapar solo a uno, tendrías razón... Lucca sospecharía. Por eso, los voy a dejar escapar en grupo, que peleen con la custodia policial. Lucca probablemente les dé un maldito ascenso por engañarnos —respondió Titus mientras, en silencio, le agradecía a Damon por haberle dado la idea—. Ah, ya que estamos: necesito que hagas algo por mí.
—¿Qué? —preguntó Tasuki.
Titus le mostró el rociador vacío.
—Ve a The Witch’s Brew y compra otra botella de esta cosa.
Tasuki miró el pequeño tamaño de la botella.
—¿Quieres que traiga más de una?
—No es mala idea —respondió Titus y se volteó cuando oyó gruñir a Micah. Mejor entro y le doy a Micah algo para hacer antes de que descargue sus frustraciones sobre el pobre sujeto.
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