Lluvia De Sangre
Amy Blankenship
La esencia de la sangre es un misterio que tiene muchos significados. La sangre es la portadora de la vida, pero si se derrama, puede destruirla en un abrir y cerrar de ojos. Las leyendas cuentan que la sangre también es el vínculo de unión entre almas gemelas, incluso si una de esas almas está destrozada. Los estados de ánimo y la moral de los paranormales de Los Ángeles se ponen a prueba, cuando la inocencia independientemente de su origen se ve amenazada. A todos ellos se les recuerda que no todos los demonios son malvados, a veces incluso los demonios necesitan ser salvados de cosas que realmente se arrastran durante la noche. Durante las manifestaciones llenas de muerte, renacimiento y aceptación de lo inevitable, se forja una nueva arma cuando cae una Lluvia de Sangre. La esencia de la sangre es un misterio que tiene muchos significados. La sangre es la portadora de la vida… pero si se derramada, la puede destruir en un abrir y cerrar de ojos. Las leyendas cuentan que la sangre también es el vínculo de unión entre almas gemelas… incluso si una de ellas está destrozada. El temperamento y las costumbres paranormales de Los Ángeles se ponen a prueba, cuando la inocencia independientemente de su origen es puesto a prueba. Se les recuerda que no todos los demonios son malvados… incluso a veces, los demonios necesitan ser salvados de cosas que realmente se arrastran durante la noche. Durante las revelaciones repletas de muerte, renacimiento y aceptación de lo inevitable, se forja una nueva arma mientras cae una Lluvia de Sangre.
Amy Blankenship
Lluvia De Sangre
LLUVIA DE SANGRE
Serie ‘Vinculo De Sangre, Libro 13
Amy Blankenship, RK Melton
Translated by Luis Rodrigalvarez
Copyright © 2017 Amy Blankenship
Edición inglesa publicada por Amy Blankenship
Segunda edición publicada por TekTime
Todos los derechos reservados
Capítulo 1
Ren se materializó en la sala principal de La Cerveza de la Bruja, justo en el mismo lugar del que había desaparecido y miró con rabia la cabeza de Lacey. Ella estaba sentada en el suelo, dándole la espalda mientras sostenía y acunaba a Vincent como si fuera un maldito bebé, y encima su cabeza la apretaba contra sus pechos. Irritado, endureció los músculos de alrededor de los ojos.
Lacey levantó la cabeza y frunció el ceño cuando las luces negras de la habitación empezaron a parpadear, temiendo que la tormenta fuera a dejarles sin electricidad, como lo había hecho en el «Museo de los Malditos». Se estremeció y se apretó contra Vincent cuando un trueno ensordecedor resonó en el aire, un segundo después del brillante relámpago.
Vincent no pudo contener una sonrisa de satisfacción cuando el rayo proyectó fugazmente una sombra humana en el suelo junto a ellos. Simplemente por fastidiar, apretó su mejilla aún más contra el suave pecho de Lacey antes de murmurar: —Creo que tu novio ha vuelto mi amor.
Lacey sintió como se le erizaba el vello de detrás del cuello. Todos sus nuevos sentidos paranormales le decían que Ren estaba tan cerca de ella que, si se inclinaba ligeramente hacia atrás, podría tocarle sus piernas. No pudiendo echarle la culpa más que a su mórbida curiosidad, inclinó la cabeza hacia atrás para mirar hacia arriba. Como ella esperaba, allí estaba Ren inclinado sobre ella mirando a los dos fijamente.
Definitivamente no era la misma dulce mirada con la que se había se había marchado hace tan solo unos minutos y Lacey se preguntaba en silencio qué habría pasado para que su humor cambiara de regresó al museo. Antes de que pudiera preguntarle cuál era el problema, sintió que el suelo bajo ella estaba vibrando y miró a su alrededor cuando de repente todo empezó a temblar, tenía que ser sin duda un terremoto.
Ren apretó los dientes cuando escuchó que los cristales y los objetos frágiles que había en la habitación empezaron a temblar en los estantes. No estaba de humor para que la tienda fuera destruida una vez más, se levantó cuan alto era y, con un gruñido profundo, se concentró en estabilizar la tienda hasta que el terremoto pasara.
Vincent se sentó cuando el interior de la tienda dejó repentinamente de tambalearse, aunque la farola que estaba justo enfrente de la ventana de delante continuó balanceándose de un lado para otro, proyectando sombras en movimiento dentro de la habitación.
–¿Qué demonios es eso? —preguntó Vincent en voz baja cuando una nube de polvo y suciedad pasó por delante de la ventana ocultando la vista a la calle.
Ren no tenía que adivinarlo, ya lo sabía lo que era. Podía sentir a los demonios huyendo de la destrucción. Una vez que la onda expansiva había pasado, le respondió: —Creo que ahora la ciudad tiene un museo menos controlado por los demonios, el edificio ya no sigue en pie. Dirigió su mirada hacia Vincent, que se encaminaba hacia la ventana alejándose de Lacey, él sí que era muy inteligente.
Vincent se apoyó en el alféizar de la ventana, sintiéndose todavía débil, mientras veía como la nube del espeso polvo envolvía el edificio con una ondulada humareda. Su cara se estremeció cuando empezó a ver cuerpos moviéndose entre el polvo y se dio cuenta que en realidad eran demonios huyendo, y que lo usaban como un escabroso camuflaje.
No pudo evitar echarse hacia atrás cuando un demonio sin piel apareció justo delante de la ventana enfrente de él. Podía ver los restos de la piel hecha jirones que colgaba de los músculos empapados en sangre. Volvió su cabeza para mirarlo de frente y este abrió la boca de par en par en un grito grotescamente silencioso justo antes de desaparecer dentro de la nube de polvo.
–Me puedes repetir que este sitio está protegido contra los demonios —dijo Vincent con un tono de exigencia, teniendo la sensación de que había más demonios en la calle que en el museo.
Lacey se echó rápidamente hacia atrás cuando también vio la imagen demoníaca en la ventana, y terminó recostándose contra las piernas de Ren. De momento no le importaba y agradeció la reconfortante firmeza de sus piernas.
–No pueden entrar sin una invitación —repitió en un hilo tembloroso, y luego gritó espantada cuando una mano ensangrentada salió del polvo como si fuera una película de terror y se apretó contra el cristal, dejando un largo camino de color carmesí a su paso.
–Maldita sea —susurró Vincent mientras se daba la vuelta lentamente y se apoyaba contra la pared deslizándose justo debajo del alféizar de la ventana.
Hubiera preferido tener que lidiar en cualquier momento contra los poderosos, al menos no eran tan terriblemente siniestros. Este tipo de imágenes eran las que siempre le revolvían el estómago a Vincent. No tenía que volver a mirar para saber que aún seguían ahí fuera, lo sabía simplemente viendo la expresión de miedo que tenía Lacey en su cara que seguía mirando hacia la ventana que tenía enfrente.
–Cierra los ojos, mi amor. No necesitas que esto se quede grabado en tu memoria y regrese para atormentarte. Deberán de marcharse cuando el polvo se pose —dijo con voz tranquilizadora.
Ren apretó con fuerza la mandíbula mientras continuaba mirando al hombre que estaba al otro lado de la habitación.
–Hay muchos recuerdos que ella podría olvidar —dijo con voz grave, sin darse cuenta de que sus ojos brillaban como dos linternas detrás de las gafas de sol. Trató de controlar su rabia, pero con tanta maldad cruzándose en su camino necesitaba hacer un gran esfuerzo para controlarse. Los altos niveles de poder que entraban y salían en su entorno intentaban hacerle perder el domino de sí mismo y estaban dejándolo perturbado.
Vincent le dirigió una mirada cansada, pero cuando notó como brillaban los ojos del otro hombre, sintió que la rabia le invadía. Esos ojos eran un sangriento recordatorio del Caído, el cual lo había condenado a esta existencia.
–Sí, y algunos recuerdos nunca debían haber sido compartidos —respondió con socarronería—. Pero la verdad es que ella no los compartió contigo por voluntad propia, ¿verdad que no? ¿Qué es lo que te hace pensar que eres mejor que yo?
Viendo que otras sombras más oscuras pasaban delante de la ventana, Lacey decidió seguir el consejo de Vincent y cerró sus ojos. En el momento en que estuvo rodeada por la oscuridad, sus otros sentidos se pusieron en marcha. Podía sentir a los demonios cuando pasaban cerca de la tienda, y cuanto más tiempo se concentraba en ellos, más intensas eran las sensaciones.
Podía sentir tantas emociones a su alrededor, ira y miedo principalmente, pero incluso eso parecía retorcido con maliciosas intenciones. Sentía como si estuviera tocando mentalmente cosas que estaban fuera de su alcance y no mentiría, pero era tan aterrador como adictivo.
Una tentadora sensación le llamó la atención y se concentró en ella, sólo necesitó inspirar fuertemente cuando de repente se sintió muy excitada y embriagada por una pasión que no correspondía a la escena que se estaba desarrollando en el exterior. Parpadeó cuando sintió que se lanzaba a un orgasmo de la hostia y tembló visiblemente.
Al oírla jadear, Ren se agachó y le agarró por la muñeca para levantarla. —¿Dónde te duele? —preguntó, olvidándose por completo del hombre al que acababa de lanzar una mirada asesina.
Las mejillas de Lacey se sonrojaron sin saber cómo responder a esa pregunta con segundas intenciones. Al sentir el duro cuerpo de Ren contra su espalda y su cálido aliento acariciando su oído, abrió los ojos de par en par. Joder, eso sí que la ponía a cien.
Apretó los muslos y se concentró en la única persona que tenía en frente, Vincent. Para su horror, él parecía saber exactamente qué le pasaba. Ella se quería morir cuando le recorrió su cuerpo con la mirada acabando en el vértice de sus muslos, y no pudo evitar ponerse nerviosa. Por supuesto que él lo sabía, habían sido amantes muchas veces.
Vincent arqueó una ceja cuando sus miradas se cruzaron. Él conocía esa miradita sensual, la verdad es que él era el culpable, pero en realidad estaba tan fuera de contexto que realmente le preocupaba. Y olvidándose de todos los horrores que había afuera, se levantó cuan alto era, pues no quería que ella estuviera en los brazos de un demonio cuando estaba bajo la influencia de la lujuria.
Cuando Ren se dio cuenta de la manera en que Vincent miraba a Lacey, se aprovechó de como la estaba sujetando para hacerla girar y ponerla frente a él en vez de hacia el otro hombre. Miró fijamente sus brillantes ojos y sus febriles mejillas, y gruñó cuando notó el fuerte olor de su excitación. No eran los demonios los que habían acelerado el latido de su corazón.
La imagen con la cara de Vincent contra sus pechos cuando se teletransportó de vuelta a la tienda volvió a la mente de Ren volviendo a gruñir y mirándola fijamente en tono de advertencia.
–Creo que deberías soltarla amigo —exigió Vincent. No le gustaba la forma en que Ren la miraba, ni el gruñido de animal que hizo. Empezó a acercase, pero vaciló cuando escuchó la voz casi sin aliento de Lacey.
–Hace un momento, justo cuando cerré los ojos, no podía ver a los demonios, pero podía sentirlos cuando pasaban. Casi podía saborear su maldad y sus malignas auras. Y sin saber cómo, me alejé de allí y es cuando vi a que se dedican Gypsy y Nick, justo aquí debajo de nosotros, en el refugio antibombas.
Ren luchó por abrirse paso a través de la roja neblina del mal que implacablemente arañaba su cerebro y poco a poco comprendió lo que había despertado la pasión en ella, pero el hecho de que hubiera llamado silenciosamente a Vincent en vez de a él, no lo iba a permitir, jamás lo permitiría. Lentamente dejó de mirar su cabeza para dirigir su mirada directamente al hombre que estaba a punto de matar.
De repente Ren apretó tan fuerte con sus dedos que le hizo daño en la muñeca, Lacey se soltó y se separó de él. Se frotó la muñeca que le había apretada y puso cara de dolor. —Tu ira me está haciendo daño, así que contrólala, y esta habilidad no deseada es completamente culpa tuya, no culpa mía.
Cuando vio el destello plateado tras las gafas de sol que él llevaba, dio de nuevo un paso atrás y sintió como la abrazaban por detrás. Recuperándose aún de las convulsiones tras la excitación y de haber alcanzado el clímax tan rápidamente, se inclinó hacia atrás dejándose abrazar por Vincent.
Vincent la rodeó de forma protectora con sus brazos y miró fijamente a Ren. —¿Qué la estás haciendo?
–Vincent, no —dijo Lacey cuando otra nueva onda de energía maligna aún más fuerte expulsó las deliciosas vibraciones que estaba recibiendo desde el refugio antibombas de abajo. Ella frunció el ceño cuando se dio cuenta de que si estaba sintiendo estas auras tan fuertemente perturbadoras, era muy probable que Ren estuviera recibiendo una maligna sobredosis de estas.
–No cometas el error de pensar que le tengo miedo, cariño —dijo Vincent con calma, poniendo énfasis en cada palabra.
Ren se fijó en la posición de uno de los brazos de Vincent que estaba justo a la altura de los pechos de Lacey, mientras el otro estaba tan solo un centímetro más abajo. Ese abrazo le parecía demasiado seductor y posesivo para su gusto y ella tenía razón sobre Nick y Gypsy, podía sentirlos haciendo el amor junto a una gran cantidad de maldad que aún no había podido sacar fuera del alcance de su súcubo. Y también era cierto que los celos y la rabia no eran una buena combinación.
–Oye Vincent, tengo una curiosidad. ¿Cuánto tiempo se tarda en revivir después de que te rompen el cuello?
En la comisura de los labios de Ren apareció el comienzo de una malvada sonrisa. —No importa, sé cómo encontrar la respuesta.
Lacey abrió la boca al mismo tiempo que levantaba sus brazos para detener a Ren, pero para su sorpresa el cuerpo de Vincent literalmente se desvaneció en el aire y ella se tambaleó hacia atrás. Después lo único que sintió fue el frío vidrio de la ventana contra su espalda. Sus ojos se abrieron de par en par preguntándose qué le había hecho Ren a Vincent para hacerlo desaparecer sin ni siquiera tocarlo.
Ren casi no se dio cuenta de que había sido Storm quien le acababa de robar su objetivo y dirigió su atención de nuevo hacia Lacey. Estiró hacia adelante sus manos agarrándola por los hombros y atrapándola contra el vidrio que vibraba. Mientras miraba a su prisionera, podía ver las oscuras formas de los demonios que había al otro lado de ella pasando tan cerca, que si pudiera pasar su mano a través del cristal los agarraría.
Lacey giró lentamente la cabeza para mirarle una de las manos y vio que estaba al mismo nivel que la huella ensangrentada había quedado al otro lado del vidrio. En la ventana apareció una fisura muy fina justo donde él estaba apoyándose y comenzó a moverse zigzagueando hacia ella. El miedo se apoderó de ella cuando una de las sombras chocó contra la ventana sonando un golpe. Ella tragó saliva sabiendo que las sombras no hacen ningún ruido ni deberían hacer vibrar el vidrio de esa manera.
Para evitar que lo único que había entre ella y los demonios se pudiera romper, Lacey dirigió una asustada mirada hacia Ren. Necesitaba calmarlo antes de que fuera demasiado tarde e hizo lo primero que se le ocurrió.
Agarrándole el hombro con su mano, Lacey se levantó y puso sus labios contra los de él, mientras que deslizaba la otra mano en la entrepierna. Rápidamente encontró pruebas de que no sólo estaba fuera de sí, sino que obviamente también estaba muy excitado. Rodeó con su mano el enorme bulto y lo apretó, mientras le besaba con ansiedad el labio inferior.
Ren cerró los ojos y gruñó, mientras su mundo trataba de reducirse a la necesidad de estar tan dentro de Lacey que ella nunca más querría estar en los brazos de otro hombre.
Cuando Ren gruñó siniestramente, Lacey empezó a apartarse de él con todas las intenciones de salir corriendo, pero él la rodeó con el brazo rápidamente y la levantó hacia él. Ella pestañeó cuando el movió su muslo haciendo que ella abriera las piernas encontrándose de repente a horcajadas, haciendo que el vestido se subiera hasta sus caderas.
La excitación que había tenido volvió como una tormenta, pero esta vez la arrolladora sensación no provenía de la pareja de abajo. Venía de este peligroso hombre que la tenía ahora entre sus zarpas.
Ren la agarró del pelo y tiro levemente hacia arriba haciendo que su cabeza subiera y así poder tomar el control para besarla.
*****
Vincent gruñó de frustración cuando vio que había cambiado de escenario y que sus brazos habían perdido repentinamente a la mujer que estaba protegiendo un segundo antes. Buscando a Lacey, se giró completamente y apretó los dientes cuando se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente, parecía una especie de oficina enorme.
–¡Joder! —despotricó, completamente confundido.
–Bienvenido al EIP (N. del T.: EIP, Equipo de Investigaciones Paranormales) —dijo Storm sentado detrás del escritorio. Él había estado esperando que ocurriera esto y se esforzó para no sonreír.
–¿EIP? —preguntó Vincent, dándose la vuelta para localizar de donde provenía la voz—. He oído hablar de vosotros, pero nunca pensé que tendría la oportunidad de conocer a ninguno.
–Pues vas a poder conocer a unos cuantos de nosotros, y Ren ha sido el primero —le dijo Storm.
Vincent se puso rígido cuando mencionó a Ren. —No es de extrañar que este gran imbécil esté tan seguro de sí mismo. Tiene a todo un ejército para protegerle.
Storm dejó de sonreír. —Ren no necesita de un ejército, pero esa no es la razón por la que te he traído aquí.
–Entonces, ¿cuál es la razón? —preguntó Vincent, poniéndose impaciente. Necesitaba regresar junto a Lacey y asegurarse de que ella estaba a salvo.
–Si has terminado de fingir el ser un esclavo de los demonios, quiero que te unas al EIP —dijo Storm, yendo al fondo de la cuestión—. Tus habilidades te hacen que seas perfecto para unirte al EIP y así podremos tratar tu leve adicción.
Vincent miró fijamente al otro hombre. —¿De qué adicción estás hablando amigo?
–A esa que estás enganchado, la de buscar una manera para que te maten —respondió Storm sin pestañear—. Te aseguro que, si te enfrentas a los demonios junto a nosotros, hay muchas posibilidades de que se pueda solucionar.
–Todo eso suena muy bien, pero creo que no voy a aceptar la oferta. La única razón por la que estoy en esta maldita ciudad es por Lacey, y dejarla a solas con ese demonio de ojos plateados no está dentro de mis planes —dijo Vincent empezando a ponerse nervioso.
–En el fondo, Ren es humano, lo que significa que sangra tanto como tú —le corrigió Storm—. Los dos tenéis mucho en común ya que ambos tenéis poderes excepcionales. Mientras tú, tienes la capacidad de revivir de cualquier lesión incluyendo la muerte, Ren tiene la capacidad de desviar los poderes de cualquier tipo de criatura sobrenatural que esté dentro de su rango de alcance. La hostilidad que tienes hacia Ren no tiene fundamento, él no es de la raza del Caído —explicó.
La mirada de Vincent se ensombreció —¿Qué sabes tú del Caído?
–Sé lo suficiente —dijo Storm enigmáticamente.
Así que, su secuestrador es un gran entusiasta de la melancolía y la amargura, fantástico. En su opinión, eso es justo lo que lo convertía en un maldito idiota.
–Si Ren puede desviar los poderes de los que le rodean, ahora tiene mucho trabajo, pues la pequeña tienda de magia en la que están está ahora mismo rodeada de demonios —dijo Vincent—. Él no parecía estar muy equilibrado cuando me sacó de allí, pues creo que tenía todas las intenciones de calcular el tiempo que me tomaría revivir tras romperme el cuello.
– Revivir te hubiera llevado veinticinco minutos y trece segundos —dijo Storm sonriendo al ver como Vincent se quedaba perplejo. Encogiéndose de hombros siguió diciendo: —Tenía que pasar para que así yo supiera el momento adecuado para poder aparecer. Por lo visto sabes bien qué teclas pulsar para que Ren se cabree. En cuanto a Lacey, ella está perfectamente a salvo en su presencia.
–Perdona, pero no puedo creerte amigo —dijo Vincent casi gruñendo sin querer perder más tiempo con estas tonterías. Había conocido una buena cantidad de entidades poderosas y por lo que él sabía ninguna de ellas era capaz de volver atrás en el tiempo.
–Depende completamente de ti lo que decidas creer —dijo Storm encogiéndose de hombros y sabiendo lo que se avecinaba—. Si aceptas unirte al EIP, tendrás la oportunidad de verlo con tus propios ojos.
Vincent negó con la cabeza: —No me creo nada. No puedes devolverme al lugar de donde me secuestraste.
Storm tenía la mirada perdida y no prestó atención a su rápido rechazo. —Sólo porque te hayas escondido entre los demonios no cambia tu verdadera naturaleza. Una vez fuiste un Caballero de uno de los reinos más poderosos de la historia y has salvado muchas vidas. Protegiste a los débiles de sus opresores y, cuando llegó el momento de tu verdadera muerte, seguiste luchando contra un demonio al que sabías que no podías vencer, y todo porque pensabas que estabas protegiendo a un niño indefenso.
–¿Cómo coño sabes eso? —murmuró Vincent, mientras el vivo recuerdo volvía a su memoria.
–Quizás lo entenderías mejor si me presentara —dijo Storm, justo antes de desaparecer.
Vincent se estremeció cuando Storm apareció de repente a su lado agarrándole del brazo y apareciendo nuevamente en un diferente escenario. Para confundirlo aún más, los dos estaban de vuelta en el museo, escondidos en una sombría habitación. Miró alrededor de la sala principal viendo que los demonios aún se estaban preparando para la subasta que obviamente no había ocurrido todavía.
Instintivamente se ocultó aún más profundamente dentro de la oscuridad cuando David entró en la sala seguido por los mismos demonios que lo habían torturado, incluso podía ver su sangre aún fresca en sus manos.
De repente el museo desapareció y lo que les rodeaba era la oficina de nuevo. —Me llamo Storm y soy un Caminante del tiempo. Para hacer una completa investigación de los antecedentes de alguien, simplemente busco la verdad por mí mismo.
Los labios de Vincent se fruncieron, se sentía atrapado entre la necesidad de saber más y la necesidad de comprobar cómo estaba Lacey. Un Caminante del tiempo, EIP, esta ciudad se ha vuelto muchísimo más interesante.
–Te das cuenta de que aún te empeñas en proteger a alguien más débil que tú, simplemente es tu forma de ser. Hagamos un trato —se ofreció Storm, sin arrepentirse por no seguir su propia regla sobre los tratos, ya que ninguno de los dos era un demonio—. Iré a recuperar a Lacey ahora mismo si aceptas unirte a nosotros. Después de todo, ella ya es miembro del EIP y ella debe estar aquí con nosotros.
Vincent ni siquiera se molestó en pensarlo dos veces. Sinceramente, en estos momentos, ¿qué podría perder?
Capítulo 2
Ren puso las manos en la espalda de Lacey empujándola hacia él, y haciendo que su calor subiera deliciosamente por los muslos. Empujó su erección contra la mano con la que ella le acariciaba y la besó profundamente mientras emitía un ronco gruñido, sacudiéndose con un erótico ritmo que ella de buena gana correspondía. La mayoría de los demonios se habían marchado, permitiéndole reducir lentamente la sobrecarga de energía paranormal, pero él no estaba dispuesto a dejarla conocer ese pequeño secreto todavía, debido a que estaba atrapado en un nuevo subidón.
Lacey se calmó cuando se dio cuenta de que ya no sentía la espeluznante sensación en su columna vertebral que habían provocado los demonios al otro lado de la ventana. Simplemente el pensar en los demonios le provocó una fuerte reacción, recordándole el hecho de que hace unos momentos, Vincent había desaparecido misteriosamente mientras la abrazaba. La escena volvió a su mente e hizo que se estremeciera.
En el momento en que dejó de cabalgar sobre su muslo y le beso con abandono, Ren la soltó de sus labios y se echó hacia atrás lo suficiente como para mirarla a los ojos. Viendo la mirada de sorpresa que tenía en su cara, bajó su pierna, y dejó deslizar su cuerpo hacia abajo hasta que ella se quedó parada temblando, y tuvo que sujetarla por los hombros para obligarla a no perder el equilibrio.
–Sólo intentaba calmarte —dijo Lacey sin aliento. Ella deseó en silencio recibir su propio calmante ahora que sus muslos volvían a encenderse en llamas. Intentó cambiar sus pensamientos, y miró furtivamente alrededor de Ren, justo donde Vincent había estado si no hubiera desaparecido. —¿A dónde fue Vincent?
Ren se pasó una mano por el flequillo cuando comprendió que sólo lo había besado para distraerlo. Suspiró, tratando de no pensar en que Nick y Gypsy, que aún estaban debajo de ellos, se estaban revolcando como conejos. Sus labios se fruncieron pensando que era el poder de los miembros del EIP del que aún se alimentaba, ya que los demonios parecían haber desaparecido.
–Storm se lo llevó —le dijo Ren, como si no le importara.
No hizo nada por separarse, lo que aprovechó ella para separarse de entre él y la ventana. Él se quedó mirando la huella ensangrentada de la mano en la ventana y luego se giró para mirarla de nuevo.
–¿Se lo llevó a dónde? —susurró Lacey, que ahora le daba la espalda. Ella sintió un escalofrío casi imperceptible cuando él se acercó por detrás.
Ren hundió sus labios en su oreja mientras susurraba con voz ronca: —Creo que Hades es precioso en esta época del año. Tal vez Storm lo teletransportó hasta allí para pasar unas agradables y largas vacaciones.
–Probablemente lo llevó al castillo —corrigió Lacey, en un tono un poco alto mientras se giraba para mirarlo de frente y evitar que volviera a hacerlo. Mierda, lo que había hecho casi hizo que se le doblaran las rodillas. —Podría habernos teletransportado a nosotros también —murmuró, sintiendo que sus mejillas ardían mientras se preguntaba si Storm habría visto como atacó sexualmente a Ren y decidió no interferir.
–¿A qué viene tanta prisa? —preguntó Ren, que aún no quería que ella volviera con su amante muerto. Él ocultó sin éxito una sonrisa sabiendo que podía convertir ese pensamiento en realidad tantas veces como quisiera considerando que el imbécil sería tan tonto como para revivir una y otra vez.
Lacey miró hacia el suelo, y casualmente volvió a ver a Gypsy y Nick una vez más. Sintió que sus mejillas se volvían a incendiar. —Aquí sólo hay una cama y creo que está ocupada. Además, quiero asegurarme de que Vincent está a salvo.
–Vincent está bien —dijo Storm, y teletransportó a los dos a la misma oficina del castillo antes de que pudiera terminar la frase. Él se volvió a teletransportar rápidamente detrás del escritorio para no estar tan próximo de la ira de Ren por haber sido interrumpido. No era culpa suya que Vincent se hubiera quedado dentro de la zona de peligro sin mostrar ningún miedo.
–Veinticinco minutos y trece segundos —dijo Vincent, mirando fijamente a Ren.
–¿Qué? —preguntó Ren, sintiendo como se enfurecía ahora que volvía a ver al mismo idiota.
–Ese es el tiempo que me lleva revivir después de romperme el cuello —dijo Vincent sonriendo—. Lamento haber acabado con tu curiosidad.
–Ren no estaba actuando como él mismo —dijo Lacey, interponiéndose entre ellos, pero el hecho de que le diera la espalda a Ren hizo obvio a quién estaba buscando.
Vincent vio como Ren esbozaba una maliciosa sonrisa, lástima que Lacey no pudiera verla. Eso le gustaba, sabía cómo manipular cuando tenía la oportunidad. —Supongo que Ren no actúa como si mismo bastante a menudo, sabiendo que es un súcubo mientras pasa el rato en una ciudad infestada de jodidos demonios. Yo no me fiaría de él en absoluto.
–Bueno, qué pena, ya que esta noche ha ayudado a salvar nuestras vidas —insistió Lacey.
–No necesito a nadie para que salve mi vida, ¿o has olvidado mi pequeña discapacidad? —tronó Vincent, acercándose para poder observarla. Se quedo mirando como sus labios se entreabrían para inspirar con fuerza e inmediatamente se arrepintió porque sabía exactamente cómo herirla profundamente.
Su semblante se suavizó cuando ella extendió la mano como si fuera a rozarle la mejilla, pero el sonoro golpe resonó por toda la habitación e hizo que pusiera mala cara de nuevo. Bien, tal vez se lo merecía, aunque no podía entender por qué.
–Eso es por matarte delante de mí, idiota insensible —dijo Lacey ásperamente, y después añadió en voz más alta—, y sólo porque tú no lo recuerdes no significa que yo te perdone.
–Tomo nota —respondió Vincent con sarcasmo cuando Lacey se giró sobre sus talones y se dirigió hacia el escritorio donde estaba sentado Storm.
Lacey puso las manos encima de la mesa e inclinándose susurró a Storm. —Lo siento, se suponía que no dijera nada sobre eso, ¿verdad?
Storm trató de mirarla a los ojos, pero aun así podía verle a través del escote casi todo su pecho cuando se inclinó hacia adelante con el seductor vestidito que él había elegido para ella. A veces se superaba a sí mismo.
–Alguien tenía que contárselo tarde o temprano —respondió, y se teletransportó junto a ella, pero ahora frente a los otros dos hombres. Se frotó la barbilla para ocultar una sonrisa cuando Lacey giró lentamente la cabeza para mirarlo sin levantarse desde su seductora posición. —Ren, ¿qué tal si completamos la base de datos de la tarea de esta noche?
Ren estaba de repente detrás del escritorio, cosa que sorprendió a Lacey e hizo que ella levantara la mirada para descubrir que no la estaba mirando a la cara. Ella, confusa, bajó la mirada y luego se dio cuenta de lo que él estaba mirando era a sus pechos. Evitando ruborizarse, le dedicó una sonrisa maliciosa antes de levantarse lentamente y darle la espalda.
Storm arqueó una ceja a modo de sorpresa cuando Ren se giró para mirarle de manera acusadora. Ese pequeño regalo para sus ojos no era culpa suya, al menos había sido muy placentero. Volvió su atención hacia Vincent, que seguía de pie pensativamente acariciándose la barbilla y mirando a Lacey.
–No quiero hablar de ello —le informó Lacey, terminando el interrogatorio incluso antes de que pudiera empezar.
Vincent levantó sus manos en señal de rendición —De acuerdo.
–¿Aceptaste unirte al EIP? —preguntó, suavizando su voz. Tratando de no prestar atención al hecho de que sus mejillas se habían enrojecido debido a su mal genio.
–Creo que sí, mi amor —respondió Vincent, sabiendo ahora que Storm le había pillado en eso. Obviamente en absoluto había estado en peligro y si fuera así, el Caminante del Tiempo lo habría sabido enseguida.
–Escucha, ya te dije que ella estaba bien —se defendió Storm encogiéndose de hombros cuando Vincent lo miró con preocupación.
–¿Cuál es la trampa? —preguntó Vincent, menos molesto por haber sido engañado para hacer un trato que lo uniera a un legendario Caminante del Tiempo y a la escurridiza organización EIP.
–Debes tener un socio —respondió Lacey rápidamente, recordando el razonamiento detrás de la regla.
–¿Te estás ofreciendo? —dijo Vincent sonriendo con satisfacción, haciendo que cada minuto que pasaba le gustara más el trato.
–No —respondió Ren—. Ella es mía.
Lacey pestañeó ante el tono posesivo de la voz de Ren, pero no lo desmintió. Miró hacia Storm con curiosidad. —¿Alguna vez ha habido un trío?
No se dio cuenta de lo erróneo de la pregunta hasta que notó que la ceja derecha de Vincent se alzaba y a la vez oyó un gruñido ronco que provenía desde atrás.
–Oh cielos, dejarlo estar ya, par de pervertidos. No me malinterpretéis, y vosotros lo sabéis muy bien—insistió Lacey, cruzando los brazos sobre su pecho. Pestañeó de nuevo intentando parar todo tipo de vulgares pensamientos que de repente intentaban convertirse en imágenes y llenar su pequeña y obscena cabeza.
Storm se frotó la cabeza tratando de no reírse. Alguien tenía que rescatarla, y parecía que iba a tener que ser él. —A veces los equipos del EIP salen juntos en grupos, pero incluso entonces, tienes a esa persona especial a la que cuidas, y viceversa. Resulta que conozco al compañero provisional perfecto para Vincent, ya que resulta que el compañero de esa persona está desaparecido en acción en este momento.
–Bueno, no parece que esta persona haya vigilado muy bien a su último compañero, pero ahora sí —señaló Vincent, sintiéndose un poco sarcástico y sin importarle lo que pensaran de él. Frunció el ceño a Lacey preguntándose cuándo se había encariñado con ella. El hecho de que se hubiera puesto rojo cuando Ren había anunciado audazmente «ella es mía» no era una buena señal.
–Es difícil mantener los ojos en un metamorfo que ha cambiado a modo invisible. Estoy seguro de que Trevor está por aquí en alguna parte, pero en qué forma, ni siquiera yo lo sé —se defendió Storm.
–Un metamorfo, ¿de verdad? —preguntó Vincent, sintiendo que estaba de repente en una tienda de dulces paranormales con todo tipo de sabores exóticos. Entendía que los verdaderos metamorfos no eran fábulas, pero los demonios del anillo de ladrones habían estado buscando uno desde siempre y nunca habían tenido éxito en localizar tal enigma.
–¿Lo vas a poner con Chad? —preguntó Ren, aunque realmente no estaba en contra de esa idea, si eso lo alejaba de Lacey.
–Piénsalo, ambos parecen tener la misma aflicción —señaló Storm, sabiendo que Ren atraparía el significado oculto.
–¿Quieres decir que tiene una obsesión por la muerte? —dijo Vincent que puso mala cara ya que era la aflicción que a Storm le acusaba de tener. Ignoró la intensa mirada de Lacey. Odiaba cuando hablaba de morir como si no fuera gran cosa. —Si ibas a ponerme con un demonio, ¿por qué no me dejaste con los demonios a los que ya estoy acostumbrado?
–Chad es cien por ciento humano, pero Storm tiene razón. Fue asesinado recientemente, apuñalado en el corazón. Ren hizo una pausa, viendo la mirada de advertencia de Storm y en secreto se metió en los pensamientos de Storm para descubrir solamente que no debía decir una sola palabra sobre el Caído, ni sobre Kriss, ni sobre Dean. Tuvo que concentrarse para mantener una cara seria mientras ataba los cabos.
Volviendo toda su atención hacia Vincent, Ren continuó. —Chad está otra vez en marcha y sigue siendo tan humano como tú. Hasta ahora, Chad sólo ha muerto una vez y eso fue en contra de su voluntad, así que no lo llamaría una obsesión.
–La próxima vez que muera puede que siga muerto, o no —dijo Storm—. De cualquier manera, no puedo contar el final.
–Sí, claro —dijo Vincent, viendo que su sarcasmo no había funcionado.
–No está mintiendo —insistió Lacey, acercándose a Storm—. Si le dice a alguien lo que va a pasar en el futuro o incluso lo insinúa, empieza a sangrar por heridas que ni siquiera podemos ver.
Se volvió para mirar a Storm y le tocó tiernamente la parte superior del brazo. —Yo lo he visto —dijo con tristeza—. Rompiste la regla y sangraste por mí. Esas cosas horribles me atravesaron durante toda la noche. Estaría muerta ahora mismo si no hubieras avisado a Ren de lo que se avecinaba.
Storm trató de evitar que le brillaran sus ojos por su amor a Lacey cuando ella le tocó suavemente, pero la amaba tanto que fue difícil. —El que estés aquí ahora hizo que valiera la pena cada gota que sangré —dijo honestamente, antes de levantar su mirada para fijarla en Ren—. Además, las consecuencias de tu muerte son una putada y eso es fácil de adivinar ya que no ocurrió.
–Pero obviamente sucedió y lo borraste.
Lacey sonrió adorablemente hacia él y se apretó contra él abrazándole con muchas ganas. —Ren y tú elegisteis salvarme —rectificó antes de retroceder para mirar a Vincent—. Si Storm te quiere junto a Chad, probablemente tiene una muy buena razón para ello.
Vincent se serenó, entendiéndolo de repente. Estos dos poderosos hombres podían proteger a Lacey mucho mejor que él, ya lo habían demostrado. ¿Quién era él para quitarle esa seguridad?
Suspirando dramáticamente, pestañeó hacia ella. —Bien, me has convencido. Ambos podemos ser fans del Caminante del Tiempo. Dejó a propósito el nombre de Ren en la lista de fans porque no le convencía del todo que el grandote fuera su novio, sólo un maldito buen guardaespaldas.
Ren ignoró el hecho de que podía oír los pensamientos de Vincent, alto y claro. Para mí, ya había ganado la batalla por el mero hecho de que Lacey no había rogado ser la compañera de Vincent.
–¿Así que, estás de acuerdo en formar equipo con Chad? —preguntó Lacey sonriendo feliz. No podía seguir enfadada con Vincent incluso si la pagaran, no cuando lo adoraba tanto. Se estremeció cuando la enorme pantalla del monitor de la pared de la derecha de repente estalló en pedazos y saltaron chispas por todas partes.
Ren se frotó el caballete de la nariz y miró el monitor roto por un tiempo y luego usó sus poderes para arreglar rápidamente el daño que acababa de hacer.
Vincent lanzó una suspicaz mirada hacia Ren antes de devolverle la sonrisa a Lacey. —Seguro, yo lo único que sé, es que a Chad le arañó el gato de un demonio y ahora tiene nueve vidas, bueno, ocho vidas —corrigió encogiéndose de hombros—. Supongo que le puedo enseñar.
Se acercó a Lacey y le paso el brazo sobre los hombros sin ningún temor y luego se giró hacia Storm. —Entonces, ¿qué es lo que hace Chad exactamente para el EIP?
–Chad es un policía de alto rango, aunque es el único policía humano que queda en la ciudad. Como muchas de las llamadas al 911 están siendo, por decirlo de alguna manera, un poco extrañas, hemos tenido que llenar la ciudad de policías paranormales, además de infiltrarnos entre los trabajadores de los servicios de rescate, hospitales y bomberos —respondió Storm.
–Es comprensible —asintió Vincent, haciendo en silencio los cálculos de cuántos paranormales se necesitarían para hacer un truco como ese en toda la ciudad—. Después de la estampida que presencié esta noche a las afueras de La Cerveza de la Bruja, es un milagro que los humanos no caigan como moscas.
Storm se estaba quedando exhausto de entrar y salir de la habitación rápidamente para que nadie notara lo que estaba haciendo. Afortunadamente, Ren estaba demasiado ocupado para notar su cansancio, pues se concentraba en que Vincent tocaba de nuevo a Lacey.
Storm continuó con el mismo tema: —Es gracias a los esfuerzos combinados del EIP que las víctimas humanas se han mantenido al mínimo, pero incluso así, los depósitos de la ciudad están desbordadas. Los demonios están tratando de mantenerse fuera de nuestro radar, pero no me malinterpretes, es un trabajo muy peligroso pero perfecto para ti.
–Sí, lo peor que puede pasar es que te maten dolorosamente, continuamente —dijo Ren, haciendo que sonara como algo divertido. ¿Quién iba a saber que podía llegar a ser tan mezquino?
–Oh, creo que se me ha puesto la carne de gallina, inténtalo de nuevo con algo más duro —respondió Vincent a la puya con un tono aburrido.
Storm interrumpió la guerra verbal antes de que se convirtiera en la primera muerte dolorosa de Vincent como miembro oficial del EIP. —Con tu experiencia en diferentes tipos de demonios y sus debilidades, serías de gran ayuda. Y no te preocupes, tendrás un arsenal de armas y no hablo de las habituales de la policía, tenemos el tipo de armas que le arruinan el día a un demonio.
Lacey miró a Ren cuando Storm mencionó las armas. La verdad era, que ella estaba mirando a la mejor arma, pero después de lo que pasó en La Cerveza de la Bruja, comprendió que él también era la jodida bomba inestable que podía acabar con todos si perdía el control. Recordando cómo le había devuelto el control, se sonrojó y miró hacia otro lado.
–Pero no olvides —recordó Storm a Vincent—, tu trabajo número uno es mantener a Chad a salvo hasta que Trevor salga de su escondite. Si te descuidas y te saca un demonio, eso dejaría a Chad sin apoyo hasta que revivas de nuevo.
–Hablando de armas —dijo Vincent mientras le sonreía a Storm—. Una vez que el trabajo de niñera esté hecho, sugiero que tú y yo unamos fuerzas y vayamos a recuperar algunos objetos muy singulares que conozco, cosas que los demonios han escondido.
–¿De verdad crees que vas a formar equipo con Storm? —preguntó Ren, levantando una ceja, sintiendo ganas de nuevo de destrozar a tiras a Vincent.
Lacey se incomodó otra vez al escuchar los celos en su voz. El hombre parecía tener una vena posesiva muy grande y obviamente no quería compartir nada con Storm.
–Tacaño —le acusó.
Ren se encogió de hombros y dijo: —Me sorprende lo mucho que se cree este novato.
Lacey puso ojos de asombro. —Oh, venga no le hagas casos, ¿cuántos años tienes, cinco? —Se alejó de Vincent y se acercó a Ren, estudiando su cara para poder ver cualquier señal de que su estado de ánimo mejoraría y probaría que su teoría era correcta.
–Soy mucho más viejo que tú —se burló Ren, con una amplia sonrisa ahora que Vincent se había quedado solo.
–Hiciste que el calentador de agua se rompiera mientras estaba en la ducha —respondió Lacey juguetonamente, ahora que tenía la prueba de que en su cercanía ella se sentía mucho mejor—. Así que mentalmente, eres mucho más joven que yo.
–¿Quieres que vayamos a conocer a Chad? —preguntó Storm, tratando de distraerlo para que no se metiera en problemas. Lacey estaba aprendiendo rápidamente como calmar el lado oscuro de Ren, pero Vincent era mucho más lento en captarlo.
–¿Es seguro dejarlos solos? —susurró Vincent, y luego levantó la voz para que le prestaran atención—. Por cierto, estoy casi seguro de que soy mayor que vosotros y los dos estáis castigados, aunque podría dejar que Lacey se lleve unos azotes, si quiere jugar limpio. Le sonrió tímidamente cuando se giró y después le miró directamente a los ojos.
Storm rápidamente se acercó y teletransportó a Vincent fuera de peligro, cuidándose mucho de recordar bien la expresión del rostro de Ren. Tal vez haría un viaje especial de vuelta con una cámara mientras estaba allí.
Ren parpadeó al no poder evitar mirar el extraño destello de luz que apareció delante suya. Y en lugar de agarrar al idiota que quería, terminó dando manotazos y mirando como un pedazo de papel revoloteaba delante de él. Lo atrapó en el aire con un gruñido frustrado.
–¿Qué es esto? —preguntó Lacey, complacida por el hecho de que Storm había desaparecido una vez más con Vincent. Al menos confiaba en que Storm lo mantendría sano y salvo.
–Parece que tu excompañero va a estar fuera de tu alcance por el resto del día —dijo Ren poniendo una cara triste, cuando la nota se desvaneció de repente y fue reemplazada por una imagen de su cara enrabietada—. Ja… Ja. Últimamente Storm estaba de muy buen humor. Sonrió con maldad cuando la imagen se convirtió en polvo deslizándose entre sus dedos.
Ren giró la cabeza para mirar a Lacey y notó que sus ojos brillaban de buen humor. Ella seguía mirando su mano donde acababa de estar la foto.
–Te gustó eso, ¿verdad? —preguntó él arqueando una ceja. Se le estaba haciendo difícil continuar enfadado. Ella asintió con firmeza, de una manera tan tierna que no podía seguir enfadado con ella.
Capítulo 3
—Necesito quitarme esta ropa —dijo Lacey, mirando el vestido de fiesta que aún llevaba puesto. El vestido era muy bonito cuando se lo había puesto al principio de la velada, pero después de la espantosa noche que había tenido, estaba sucio y rasgado en varios sitios, por donde habían atravesado esos demonios.
Una onda expansiva de intensa necesidad sexual la golpeó con fuerza y Lacey se volvió a mirar con sorpresa la cara de Ren que tenía una expresión muy seria. ¿Eso había salido de ella, o de él? —Ella no había pensado en sexo cuando mencionó que quería quitarse la ropa, pero maldición, ahora eso sí estaba en su cabeza.
–Y obviamente otra ducha fría —añadió, poniendo la palma de su mano contra los músculos tensos de su estómago. Nunca había sido tímida a la hora de hablar de sexo y no iba a empezar a hacerlo ahora. —¿Estoy extrayendo esta necesidad sexual de ti?
Ren prácticamente dejó de respirar cuando se imaginó sacándole el vestido y dejándolo resbalar por el suelo, y luego levantando su cuerpo desnudo sobre el escritorio que había detrás de ella. No pudo más que pestañear por la directa y evidente pregunta. La respuesta fue un rotundo SÍ. Ella sabía exactamente lo que Nick y Gypsy habían estado haciendo en el refugio antiaéreo, pero nunca se le ocurrió que ella también sería capaz de aprovecharse de sus emociones o deseos.
Esperemos que ella sólo haya recibido una fracción de esa habilidad o no duraría mucho en este castillo. Se recordó a si mismo el preguntarle más tarde a Guy si podía crear algún tipo de hechizo o encanto para ella, y que pudiera atenuar esa habilidad, pero por ahora, al menos podía decirle la verdad.
–Este castillo está lleno de paranormales con emociones intensas —le dijo, tratando de controlar las suyas. El sentir que ella estaba necesitada ahora mismo no ayudaba y estaba causando un efecto de búmeran entre ellos.
–Los paranormales tienen emociones igual que los humanos. La diferencia es que, sienten cada emoción mucho más fuerte de lo que un humano normal jamás lo sentiría, y tú te estás aprovechando de ese exceso.
Empezó a sentirse como un depredador acechando a su presa. Ren sintió que una sonrisa de satisfacción intentaba aflorar en sus labios cuando ella retrocedió hacia el escritorio justo como él había imaginado donde la iba a levantar.
–Su ira podría causar que un humano normal empezara una matanza, y su amor podríamos llamarlo una obsesión peligrosa. De repente se inclinó hacia adelante, poniendo sus dos manos contra el escritorio y atrapándola justo delante de él. Luego acercó sus labios a su oreja. —Y su lujuria carnal es tan caliente que quema.
Lacey cerró sus ojos cuando sintió que su aliento le calentaba su cuello. Sí, tenía razón en lo de quemarse porque ella ya estaba en llamas. Sus labios se separaron y su respiración se aceleró. —Sus cuerpos también deben ser hipersensibles al tacto porque tu aliento en mi cuello se siente demasiado bueno para ser normal.
Como única respuesta, solo emitió un gruñido en su oreja, pero el sonido fue tan seductor que Lacey pudo escuchar cuál era su respuesta. Estaba tan cerca de ella, pero no la tocaba en ningún sitio. Era como si la tuviera bajo su completo control mientras ella nadaba en un remolino de pasión, esperando que al más mínimo roce la arrastrara hacia dentro. Ella realmente quería experimentar con este pequeño y delicioso nuevo efecto secundario, y ahora mismo, si es que él estaba dispuesto.
Borrando mentalmente la seducción que había ocurrido hace menos de una hora en La Cerveza de la Bruja, pues había sucedido bajo coacción, Lacey pensó en la última vez que se habían tocado. Había ocurrido aquí mismo en esta oficina. Ella creía que estaría muerta al amanecer y quería pasar sus últimas horas perdiéndose con él en un placer sensual. Ren había sido el que tuvo que parar porque había estado escuchando sus pensamientos.
Bueno, ella ya no estaba amenazada de muerte gracias a él, así que no podía echárselo en cara. Si ella se salía con la suya, él le echaría en cara otra cosa muy pronto y en el estado de ánimo en el que estaba, esperaba que fuera algo grande y palpitante.
–Ya que tú eres el que me dio el poder de encenderme por dentro de esta manera, ¿quieres ser el que me ayude a apagar este fuego, o necesito encontrar a otro que esté dispuesto a ser mi bombero? —preguntó recordando el dolor que le provocó su último rechazo.
Ren apretó su mano contra el escritorio cuando la onda caliente que había estado sintiendo se transformó rápidamente en ira tan caliente como un infierno. ¿Realmente acababa de amenazarle con ir a buscar a otro para saciar su deseo? La imagen de ella y Vincent haciendo el amor en un pasado no tan lejano le abrasaba en su cabeza.
También debería haberle advertido sobre los profundos celos, pero era algo dudoso, ya que él parecía ser el único que sentía esa emoción en particular.
–Te enseñaré no sólo a usar los poderes que se han despertado dentro de ti, sino también a controlar los que pondrán a otros en peligro —susurró falsamente, antes de tomarla en sus brazos.
Lacey pestañeó cuando Ren se le acercó y notó que la oficina se desvanecía en la distancia. En unos segundos se encontró en la misma habitación en la que se había despertado, la de él. Su mirada se desvió hacia la cama esperando que finalmente iba a conseguir lo que secretamente anhelaba desde que lo había conocido. En vez de eso, él la agarró del brazo y la llevó más allá de la cama, confundiéndola.
Al ser empujada dentro del baño cercano, no pudo reprimir un grito de sorpresa cuando de repente se encontró debajo de la ducha cayéndole una cascada de agua helada sobre su cabeza. Temblando, extendió la mano y cerró el agua al darse cuenta de que aún estaba completamente vestida. Ahora notaba como su piel sensible respondía ante una nueva situación. Era mucho más frío de lo que jamás pensó que podía sentir.
–¿Para qué coño hiciste eso? —preguntó Lacey mirando a Ren con mirada asesina.
–Lección número uno —gruñó Ren, inclinándose hacia ella para subrayarlo—, no dejes que el calor sexual mal enfocado te afecte tanto que te acostarías con cualquiera para conseguir calmarlo.
La mirada de rabia de Lacey no disminuyó mientras sus dientes castañeteaban. —Tienes razón. ¿En qué demonios estaría yo pensando al preguntarte? Te prometo que la próxima vez elegiré a alguien un poco más listo.
Ella esperó a que volviera, pero se encontró con un silencio total que la puso un poco nerviosa, y el hecho de que no pudiera ver sus ojos a través de las estúpidas gafas de sol no ayudaba en nada. Se preguntaba adónde había ido a parar el deseo que Ren había estado sintiendo hace un momento y por qué demonios había sido reemplazado de repente por esa rabia. La emoción era tan fuerte que tenía que luchar para contenerla. Había pasado el último año vigilando sus pensamientos y emociones ante gente peligrosa y ahora era casi una profesional haciéndolo, pero por alguna maldita razón, cuando estaba junto a él no ocurría así.
En vez de golpear a ese grandísimo idiota como estaba deseando, cerró la puerta de la ducha delante de su cara para no tener que verlo más. Se quitó el vestido empapado y lo lanzó por encima de la puerta de la ducha y sonrió cuando escuchó que chocaba contra algo. Esperaba que el vestido mojado con agua fría le hubiera golpeado en la cara. Se merecía eso y mucho más.
Mirando hacia el vidrio esmerilado de la ducha, Lacey pensó en hacer un bailecito triunfante cuando vio la sombra del cuerpo de Ren que se quitaba las gafas de sol para secarlas. Saboreó ese pequeño momento de venganza que calmó su ira por un instante. Lacey abrió el agua caliente y se metió debajo gimiendo de placer al sentir como se calentaba su carne fría.
Ren apretó los dientes, aún furioso por la forma tan fácil en que le había informado que pediría ayuda a otro la próxima vez que se pusiera cachonda. Arrojarla a la ducha fría había sido causado por su mal genio y su mal genio nunca había sido muy listo. Él tendría que arreglar el error antes de que ella intentara cumplir con su amenaza, siendo intentar la palabra clave porque él nunca permitiría que alguien más la tocara de esa manera.
Sus labios se abrieron para advertirle que ella condenaría a sentencia de muerte a cualquiera que intentara seducir, pero apretó los dientes con rabia para evitar que sus palabras salieran de su boca. Ella sólo lo tomaría como un desafío de todos modos y probablemente correría directo a su amante, ya que matar al idiota no la importaría.
Ren pasó una mano por su flequillo para quitárselo de los ojos y comenzó a caminar de un lado para otro mientras sus pensamientos se aceleraban. Era cierto que tendría que poner a prueba los límites de ella en saber cuánto del mundo que le rodeaba estaba cifrando. Lo último que necesitaban era que ella enloqueciera sólo porque el demonio de a su lado estaba de mal humor. Él había estado practicando en esto mucho más tiempo que ella, y él sería el que le enseñaría cómo lidiar con ello.
Su ritmo se moderó al darse cuenta de que ella no era la única que necesitaba aprender a manejar las nuevas cosas. Por el amor de Dios, ni siquiera había salido del baño para que ella pudiera ducharse en paz. ¿Tenía tanto miedo de perderla de vista? De nuevo, la respuesta a esa pregunta era obvia.
Ren volvió lentamente su mirada hacia el vidrio ligeramente esmerilado que los separaba. Su vista era demasiado buena para seguir mirando.
Con un suspiro frustrado, se giró sobre sus talones y salió del baño a grandes pasos. Necesitaba alejarse de la visión de su desnudez para poder pensar con claridad. Se detuvo en medio de su dormitorio cuando vio a Storm, que se apoyaba sin reparo en el poste de la cama con un par de bolsas de las compras a sus pies.
–Voy a contarte esto rápidamente porque en unos minutos, ella saldrá de allí con el culo al aire echándote la culpa. Storm sonrió, sabiendo que su amigo estaba pasando por un momento difícil. Parecía que ninguno de los dos estaba teniendo un buen día, pero el de Ren estaba a punto ser mucho más corto.
–Pues entonces date prisa, antes de que yo mismo teletransporte tu lento trasero fuera de aquí —dijo Ren, devolviendo la sonrisa, que rápidamente se desvaneció cuando se dio cuenta que Storm sabía que Lacey saldría desnuda. Ladeó la cabeza al ver la sangre que se acumulaba en la oreja de Storm cuando el Caminante del Tiempo giró su cabeza.
–Ella va a necesitar esto —dijo Storm, señalando las bolsas antes de desaparecer.
El saber que Storm evitaba la reprimenda que estaba a punto de darle no ayudó en nada al mal humor de Ren. ¿Qué demonios estaba haciendo Storm para que le sangrara la oreja? Se acercó para mirar las bolsas y comprobó que había ropa. Al ver la ropa se acordó de que ella en ese momento no llevaba nada bajo el agua.
Miró lentamente a la puerta que los separaba preguntándose si no debería dejar la ropa justo donde estaba.
El pulso de Lacey seguía acelerado mientras se enjabonaba y frotaba su piel febril con movimientos rápidos y casi dolorosos. Estaba muy enfadada y curiosamente, todavía muy excitada, lo que aún la enfadaba más. Maldición, el dolor al restregarse demasiado fuerte le hacía sentir incluso bien.
Todo esto era culpa de Ren. Estaba segura de que había sido la necesidad sexual de él la que la había llenado en la oficina justo hace un momento. El deseo había sido tan fuerte que ella casi podía saborearlo. Tampoco había duda de que él se había excitado cuando la encerró contra el escritorio, el enorme bulto de sus pantalones no se podía negar.
¿Cómo se atrevía a sermonearle que tuviera que controlarse cuando ella acaba de ver como perdía el control en La Cerveza de la Bruja? Cerró los ojos y se mordió el labio inferior tratando de suprimir un gemido cuando ese recuerdo le trajo una ardiente ráfaga blanca que la golpeó directamente en su abdomen.
Maldito sea. Hubiera deseado que funcionara en ambos sentidos para poder devolverle la frustración sexual que ella estaba experimentando. La esponja enjabonada se detuvo justo debajo de sus pechos, mientras ella se calmaba. Tal vez sí era una vía de doble sentido. Él sacaba las emociones de otros, así que, podría sentir la excitación que tenía en este momento, especialmente si ella la aumentaba adrede. Ninguna mujer de carne y hueso en su sano juicio dejaría pasar la oportunidad de la masturbación si no tenía otras opciones.
Bajó sus hombros mientras se preguntaba por qué intentaba pelear con el hombre que le había salvado la vida hace un par de horas. De acuerdo, era mandón y podía ser un verdadero idiota, pero eso no lo era todo sobre él y ella lo sabía. Lentamente extendió la mano y abrió el agua fría, levantando la cara para recibir en el rostro el agua fría.
Ren abrió los ojos cuando sintió que a ella le bajaba el calentón, y se quedó mirando la mano que agarraba el pomo de la puerta dispuesto a entrar. Sabía muy bien que perdería esa pequeña batalla de deseos con ella si salía desnuda como Storm había dicho. Se dio la vuelta y miró las bolsas de ropa que Storm había traído para ella.
Lacey cerró el agua temblando de frío y miró el vestido mojado que Storm le había dado. De ninguna manera ella se volvería a contonear de nuevo con eso puesto. Ahora mismo solo podían pasar dos cosas si ella salía de ahí en cueros, o se acostaba con alguien o le daba ropa muy amplia.
Ya podía imaginarse su cara y se sonrió, preguntándose por qué ocurría cada vez que decidía ser una buena chica, el destino le daba siempre oportunidades perfectas para ser muy mala.
Al salir de la ducha, miró con disgusto las bolsas de compras en el largo lavabo de mármol. Sólo le llevó un momento el revisar el contenido y llegar a la conclusión de que era exactamente lo que habría comprado si hubiera ido ella misma de compras.
Sus labios se separaron cuando se dio cuenta de quién le había impedido realizar el desnudo delante de Ren. Se puso rápidamente la ropa y pensó que si Storm quería que se vistiera, probablemente había una buena razón para ello. Finalmente se vistió y sintiéndose un poco más en control, miró al espejo y vio la puerta que había detrás de ella, y su mente volvió en el acto al hombre que estaba esperando justo al otro lado.
Realmente debía tener cuidado en seguir actuando así. Además, no era muy divertido ya que él siempre terminaba teniendo razón. La inesperada ducha fría había sido un poco intensa, pero ella no era tonta, había sentido el fuego de su ira en cuanto se había burlado de él. Recordó sus palabras exactas.
– Ya que tú eres el que me dio el poder de prenderme fuego accidentalmente de esta manera, ¿quieres ser el que me ayude a apagar este fuego, o necesito encontrar a otro que esté dispuesto a ser mi bombero?
Lo dijo solo en defensa propia, ya que él la rechazó la primera vez que quiso tener sexo con él. Pero honestamente, ella también lo había dicho medio en broma, esperando que él decidiera ser su bombero. Vincent siempre la había seguido la corriente e incluso bromeaba con ella a menudo, pero entendió que había sido porque eran amigos más que verdaderos amantes, debería tenerlo en cuenta.
Ren le había dado una parte de sí mismo para salvar su vida y ella podía sentir el fuerte vínculo que ahora los unía, más cerca de lo que ella y Vincent habían estado nunca. Ella sólo quería estar con Ren y se daba cuenta de que él también lo quería, la posesividad hacia ella lo había dejado muy claro. Respiró hondo levantándose el pelo para tomar una decisión de si lo quería, y entonces tendría que seducirlo hasta que no pudiera aguantarla más. Se lanzó un beso en el reflejo del espejo, se giró y se fue a la habitación con la cama grande.
Su teoría de que ella necesitaba estar completamente vestida se demostró cuando salió del baño y vio como el dormitorio de Ren desaparecía a su alrededor.
Capítulo 4
Angelica atravesó la puerta de su dormitorio y rápidamente la cerró detrás de ella. Deslizó el pasador de la cerradura y apoyó su frente contra la gruesa madera deseando que estuviera hecha de algo mucho más fuerte, de titanio, por ejemplo.
Soltando un pesado suspiro, se alejó enfadada de la puerta, mirando la cerradura como si fuera su única esperanza. En cierto modo lo era. Esa pequeña cerradura era lo único que se interponía entre ella y el ansia que tenía de ver a Syn ahora que no estaba aquí observándola, acechándola.
Levantando la mano, se frotó en círculos la sien derecha tratando de entender el hecho de que acababa de escapar del hombre, o lo que fuera, sólo para ahora echarlo de menos de tal manera que le dolía el pecho.
–No necesito a nadie —se recordó a sí misma Angelica, pero sus dedos se detuvieron a la mitad. Retiró la mano de su sien sabiendo que sus palabras estaban vacías. Considerando que lo que sentía era un auténtico síndrome de abstinencia, podría etiquetarlo como lo que era, una adicción.
Lentamente se alejó de la puerta y cerró los ojos dejándose caer en sus propios pensamientos. No hacía falta ser muy listo para ver que Syn estaba jugando con su mente y que Dios la ayudara si no empezaba a dudar de sí misma. Era una peligrosa línea la que tenía que cruzar, porque si lo hacía, no habría vuelta atrás.
No deberían ser compañeros, ¿por qué Storm no había previsto que ocurriera esto? Todo lo que Syn había hecho en ese túnel era ponerla en ridículo. No le parecía que necesitara un compañero cuando todo lo que tenía que hacer era poner una maldita valla alrededor de las salidas y el trabajo estaría hecho.
El recuerdo volvió para atormentarla como una intensa pesadilla. Allí abajo en los túneles bajo el museo, había sentido una intensa sensación de claustrofobia, que la invadió cuando el techo del túnel retumbaba y se rompió de repente. Fue una terrible sensación el darse cuenta de que estaba en su propia tumba.
Justo cuando las grandes rocas comenzaron a romperse y a caer a su alrededor, vio como unos cuantos demonios bajaban corriendo por la escalera oculta tratando de escapar a los túneles, y ella estaba justo en el medio. Y hubo una avalancha de escombros detrás de sus talones tragándose a algunos de los demonios que no fueron lo suficientemente rápidos para poder escapar.
Se había quedado paralizado en el sitio, completamente aterrorizada, y de repente unos brazos la rodearon y la escalera se desvaneció en la distancia antes de desaparecer por completo. Angelica tembló de nuevo y se abrazó a sí misma recordando la sensación de como el túnel se derrumbaba a su alrededor, pero fue lo que pasó después lo que fue su verdadera perdición.
Cuando su mundo se estabilizó de nuevo, se encontró con que estaban en el tejado de un edificio en lugar de estar debajo de uno. Aun sintiendo la ligera vibración bajo sus pies, giró la cabeza justo a tiempo para ver como el museo se colapsaba dentro de los túneles en los que había estado hace sólo unos segundos.
Lentamente, miró el cálido pecho contra el que estaba apoyada, notó que sus manos estaban metidas en su camisa, delatando el hecho de que estaba asustada y lo necesitaba. En ese mismo momento, no deseaba nada más que quedarse entre sus fuertes brazos, donde nada pudiera hacerle daño.
Entonces cometió el error de mirar al magnífico hombre al que se aferraba. Las puntas de su oscuro pelo se alzaron movidas por el aire ascendente del edificio al derrumbarse, pero él seguía impasible, o al menos así lo pensaba ella, hasta que su mirada se cruzó con esos ojos de amatista que la miraban fijamente, llenos de calor y poder indómito.
La visión le había hecho recordar la primera vez que había visto su cautivadora imagen, dentro de la cueva esa misma noche en que el símbolo se la había aparecido en la palma de su mano.
Su respiración se aceleró mientras bajaba la mirada hacia sus sensuales labios. Al darse cuenta de que lo deseaba, dio rápidamente un paso hacia atrás en un momento de negación. Syn dejó caer los brazos y ella se separó de su cuerpo, en ese instante sus ojos se volvieron oscuros y melancólicos, una sensación de peligro y ella tuvo que reprimir un escalofrío.
Angelica levantó la palma de su mano cuando le volvió a su memoria que nada había cambiado desde su primer encuentro, el símbolo seguía ahí con un detalle impecable. Llevaba ahí un buen tiempo. Se estremeció cuando se dio cuenta de que nunca había hecho esfuerzo alguno para quitárselo.
Syn le había dicho que se lo había dado para su propia protección y por alguna extraña razón ella le había creído. ¿Cuándo había empezado a confiar tan plenamente en él?
En el pasado hubiera cuestionado cada movimiento, cada motivo de una criatura tan poderosa como Syn. Pero en las últimas semanas, su natural carácter suspicaz había pasado a un segundo plano ante la curiosidad y el calor que Syn le hacía sentir.
Los miembros del EIP normalmente la describían como una persona solitaria que no estaba interesada en hacer amigos. Así es como ella quería que todos la vieran, para que así se mantuvieran a distancia. Desde que Syn apareció en su vida, sus sentimientos estaban a flor de piel. Ella estaba empezando a obsesionarse con él, tanto como él parecía obsesionarse con ella y quería pararlo, ¿o quizás no? El dolor en su pecho parecía extenderse cuando pensaba en ello.
–Bienvenidos a la tierra de la confusión, número de habitantes uno —dijo ella como si fuera una guía turística, y el silencio de la sala hizo patente lo patético que sonó. Pero ella era más fuerte que todo eso.
Angelica miró hacia la marca de su palma preguntándose si era la causa de los extraños sentimientos que tenía por él, de la misma manera que el hechizo de un vampiro. Después de todo, Syn era el progenitor de la raza vampírica, ¿no era así? Necesitaba dejar de no pasar por alto ese pequeño y peligroso hecho. Ya había admitido que no le importaba la guerra contra los demonios, así que, ¿por qué estaba aquí distrayéndola? ¿Por qué sólo la estaba ayudando a ella?
–Todo esto empezó gracias a ti —acusó al símbolo.
Levantó su otra mano y la puso contra el intrincado diseño de su palma, con la intención de tratarla de la misma manera que trataría cualquier otra marca demoníaca que hubiera quitado a sus víctimas en el pasado.
La punta de su dedo índice se puso transparente, buscando el más mínimo indicio de maldad que se atara a él. Una ligera mueca apareció en su cara al no encontrar ninguna intención maliciosa. Concentrándose en el complejo símbolo, se mordió el labio inferior mientras seguía profundamente las líneas, hasta que finalmente pudo superar su poderosa barrera.
Los labios de Angelica se separaron y tomó aire con fuerza ante las sensaciones que repentinamente la inundaron. Sintió un breve mareo seguido de un duro tirón del sello, en ese mismo instante sus poderes se activaron. La acción la sorprendió tanto que entró en pánico y se sacudió para recuperar su poder, sintiendo que la magia del símbolo la fustigaba y lamía su piel antes de desaparecer por donde había venido.
No podía decirlo con seguridad, pero juraría que la maldita marca acababa de saborearla.
Syn apareció silenciosamente detrás de Angelica, sintiendo que había manipulado el enlace que le permitía acceder a su poder para su propia protección. Él había pensado dejarla sola por unas horas, para poder recuperar la calma después de ver que ella lo rechazaba una vez más. Sin embargo, al entrar dentro del sello de su palma, ella lo había convocado sin saberlo para presenciar su inútil intento de romper el vínculo mutuo.
Esto hizo que su ira resurgiera, ¿estaba tan ansiosa de librarse de él para poder dejar de mentirse a sí misma? Después de buscar durante tantos milenios y finalmente encontrarla, no iba a dejar que rompiera ningún vínculo que había conseguido reestablecer con ella, por pequeño que fuera.
–Cobarde —se sermoneó Angelica a sí misma por su reacción, y abrió el puño para intentarlo de nuevo. Inspiró con fuerza cuando el sello comenzó a brillar de nuevo con un poder aún mayor.
–¿Por qué no intentas descargar tu frustración en el que la causó? —preguntó Syn, desde detrás.
Angelica se estremeció ante su proximidad y se giró para fijar su mirada en su hostigador. Era difícil mantener la mirada cuando él estaba mucho más enfadado que ella.
Antes de que se diera cuenta de sus intenciones, la había enganchado alrededor de la cintura con uno de sus brazos y la había acercado contra su duro cuerpo. Ella presionó rápidamente con la palma de su mano contra su pecho para intentar mantener cierta la distancia entre ellos. En serio, si él estaba tratando de volverla loca, solo era cuestión de tiempo.
–Tienes razón. Debería desquitarme contigo —dijo ella con fuerza, y se alejó de él, sorprendida de como se había liberado tan fácilmente, que casi perdió el equilibrio. Apretó los dientes, tratando de ocultar la pequeña decepción que sentía porque él la había soltado tan deprisa.
Cerrando su mano para ocultar la marca de su palma, dijo lo primero que se le vino a la cabeza: —¿Qué demonios me has hecho?
–¿Te doy miedo? —preguntó Syn, apoyándose en su cama y cruzándose de brazos.
A Angelica le sorprendió la pregunta, y frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos también, luego levantó la vista para encontrarse con sus brillantes ojos amatista. Ella podría jurar que brillaban de ira, pero él parecía tan tranquilo y sereno.
–No te tengo miedo —le dijo ella con valentía, y luego dio rápidamente un paso hacia atrás, cuando él se apartó del poste de la cama y se dirigió hacia ella.
–No he hecho nada para hacerte daño —se defendió Syn emitiendo un gruñido reprimido, sabiendo que ya había hecho esto antes. Ella había luchado con él en el pasado hasta el punto de la locura antes de admitir finalmente la derrota y no le interesaba que la misma historia se repitiera. Sintió un estremecimiento mental al recordar cómo había terminado esa historia. —Tú eres la única razón por la que yo estoy aquí.
Angelica negó con la cabeza sin querer tener la responsabilidad de ser la razón de nadie para nada. Ella había levantado muchas barreras a su alrededor, y el único que estuvo a punto de atravesarlas había sido Zachary. O para ser honesto, fue su alter ego Zach quien se abrió camino sin piedad a través de ellas. Sintió un momento de tristeza por ese hecho porque echaba de menos su amistad y sus consejos que nadie pedía.
Los ojos de Syn se entrecerraron al oírla llorar por la cercanía que había tenido con el fénix. Era lamentable que ella hubiera olvidado el hecho de que él, Syn, era un hombre muy posesivo y nunca le había sido fácil el compartirla con otros. Había matado antes para poder tenerla y lo haría de nuevo sin dudarlo.
Tiró de su poder hacia su interior cuando intentó deshacerse de ese recuerdo, y Syn se dio cuenta de que estaba tambaleándose al borde de su límite. ¿Cómo había podido ella ponerle en ese estado de impaciencia tan rápidamente?
–No has venido aquí por mí. Angelica puso mala cara, mostrando claramente que lo que pensaba era obvio.
–Viniste porque tus muchachos están aquí, y debo añadir que parece que tienen la misma edad que tú, más bien como tus hermanos, no tus hijos. Y ahora te quedas para ayudar a Storm a luchar contra los demonios. Su voz vaciló cuando su espalda se paró contra la pared al mismo tiempo que él la sujetaba con las manos en sus costados, atrapándola contra la roca pintada del castillo.
–Mi compañera es el que está ayudando a Storm, no yo —gruñó con fuerza Syn—. ¡Sólo estoy aquí para protegerla para que no se mate otra vez!
–Nunca me han matado —respondió Angelica y luego se estremeció cuando la pared se agrietó bajo sus palmas creando grietas que subían por encima de su cabeza.
–Detente —susurró, con un hilo de voz.
Definitivamente algo estaba mal con él porque en vez de asustarla, estaba rompiéndola el corazón. Ella disminuyó el ritmo de su respiración, queriendo ser cuidadosa, porque sentía que si no lo era, este poderoso hombre que estaba frente a ella se haría añicos y ese sería el comienzo de su gran miedo.
–Voy a abrazarte hasta que me calme —advirtió Syn, y se inclinó sobre ella y la acercó contra él.
Cuando Angelica no opuso resistencia, Syn sintió que parte del dolor abrumador se marchaba de sus hombros tensos. Puede que no ella no recordara su muerte, pero era un recuerdo que él luchaba por tenerlo enterrado en lo más profundo, por su propio bien. Sin soltarla, se puso lentamente de rodillas, y tiró de ella bajándola de contra la pared. Dejó que una mano temblorosa subiera por debajo de su pelo oscuro y sedoso para empujar su mejilla contra su cuello, poniendo los labios contra la sien.
Angelica parpadeó cuando sintió que su cuerpo temblaba contra el de él y sintió su aliento en su oído. Era como si él estuviera luchando contra algo que ella no podía ver. Usando esta idea como la razón para dejar de luchar por el momento, se relajó lentamente contra él y dejó que la abrazara. Estaba aturdida por lo cálida y protegida que se sintió de repente, al ser abrazada por él. Él era tan grande y fuerte, y aun así ella podía sentir su autocontrol mientras la abrazaba.
Armándose de valor para apaciguar su propia curiosidad, intentó mantener una voz suave y tranquila mientras hablaba: —No entiendo lo que hice para llamar tu atención.
–No, no lo entenderías —asintió Syn, y besó suavemente su pelo oscuro y luego apoyó su mejilla contra ella.
Una parte de él no quería recordarle su pasado contaminado, no quería ver el destello de odio en sus ojos por lo que había hecho. No cuando no tenía intención de pedirle perdón. Ellos habían merecido morir, todos ellos.
–No eres de mucha ayuda —añadió Angelica sintiéndose ligeramente agotada por todos los subidones de adrenalina que había experimentado en las últimas horas.
No había mentido, no le tenía miedo, de verdad que no. Había visto como casi se mataba para devolver a la vida una habitación llena de niños asesinados. ¿Cómo podía temerle realmente si era lo único que podía hacer para evitar llegar a él? Ella iba a tener que encontrar una manera de distanciarse de él de manera más permanente.
–Eres cruel conmigo Angelica —susurró Syn después de haber escuchado sus pensamientos más profundos—. Si mantienes tu alma cerrada, verás lo cruel que me has hecho.
Su miedo aumentó con sus palabras y Angelica intentó sin éxito alejarse de él. ¿Quería tomar su alma como lo había hecho con tantos otros humanos? ¿Era esa la verdadera razón por la que la estaba acosándola?
–No tienes ningún derecho sobre mi alma y nunca lo tendrás —insistió mientras el mecanismo de defensa se activaba, haciendo que su lucha se intensificara.
–¿No lo tengo? —gruñó Syn sintiendo que su cordura se desvanecía—. ¿Debo destruir otro mundo sólo para demostrártelo?
Los ojos de Angelica se abrieron de par en par y se quedó quieta. ¿Qué quiso decir con destruir otro mundo? Ella decidió rápidamente no preguntar, porque en serio, quién demonios querría saberlo. Sintió que un miedo no deseado se apoderaba de ella, incluso después de haber enterrado las preguntas más perturbadoras al rincón más lejano de su mente.
Él podía sentir como se aceleraba su respiración, rodeándole el cuello en suaves soplidos y aunque la sensación era tranquilizadora, estaba calentándole la sangre, lo que no era bueno para su autocontrol en ese momento. Este mundo lo había mantenido a distancia por mucho tiempo. Syn apretó su abrazo y curvó su cuerpo alrededor de ella de forma protectora cuando las pequeñas bombillas de la hermosa araña del centro de la habitación estallaron, enviando lluvias de chispas que descendían antes de apagarse.
Angelica intentó a mirar hacia arriba, pero Syn no le permitió levantar la cabeza, así que la mantuvo presionada contra él preguntándose qué hacer. Ahora estaba amaneciendo y la luz provocaba que en la habitación se vieran suaves sombras, alejando la oscuridad.
–¿Estamos peleando? —preguntó ella en un susurro. Porque si lo estuvieran, ella ya sabía que perdería.
–No —gruñó con fuerza y luego miró el espejo ovalado del tocador que saltó en pedazos tras un fuerte ruido.
–Entonces, ¿qué tal si me dices qué está pasando antes de que destroces mi dormitorio, otra vez? —preguntó Angelica sin poder contenerse.
Syn se paralizó cuando ella dijo otra vez. ¿Realmente estaba recordando cosas que no la habían sucedido en esta vida, o en el mundo? ¿Su alma era lo suficientemente fuerte para finalmente sacudir la jaula en la que estaba prisionera de por vida? Enredó sus dedos suavemente entre el oscuro pelo, para poder inclinarse hacia atrás y buscar la verdad en sus ojos.
–¿Otra vez? —su voz sonó embrujada incluso para sus propios oídos.
–¿Qué? —preguntó Angelica confundida. Caramba, él estaba realmente al tanto de todo y le era difícil seguirle. Era realmente agotador.
–Me dijiste que te dijera lo que estaba mal antes de que destrozara tu dormitorio, otra vez —repitió, poniendo énfasis en «otra vez».
–¿Yo dije eso? —susurró Angelica, sintiendo escalofríos en sus brazos. Sus labios se separaron para negarlo, pero había dicho «otra vez» y no podía retractarse ahora, porque de repente sintió que era la verdad.
Syn dejó que la frustración se fuera y una lenta y falsa sonrisa apareció en sus labios. Había destruido su dormitorio en más de una ocasión, y aunque no tenía forma de saber qué recuerdo luchaba por abrirse paso, ya no le importaba. Bueno o malo, él había esperado esto con impaciencia, al igual que la batalla que probablemente tendrían por ello.
Su alma era su interior más íntimo y ya le había perdonado, era el resto de ella lo que tendría que esforzarse para rendirse.
Al verlo sonreír por su confusión, Angelica se alejó de él, agradecida de que le soltara el pelo antes de que pudiera hacerle daño en las cervicales.
–Bueno, te gusta redecorar los dormitorios en tu tiempo libre, de acuerdo. Si no te vas y me dejas descansar, yo sí que te voy a redecorar —dijo ella poniendo mala cara cuando él rápidamente desapareció, dejando el eco de su risa resonando en la habitación al marcharse.
Angelica escuchó la cálida risa hasta que se desvaneció en la distancia. No podía recordar haberle oído reír así, o incluso sonreír de verdad. Entonces, ¿por qué ese sonido hizo que le doliera el pecho como si hubiera recuperado y perdido algo querido para ella?
Agotada, se arrastró hasta la cama y se puso sobre el colchón tratando de ignorar la sensación de que estaba cayendo hacia atrás todo el tiempo. Captó el vago destello de su cálida sonrisa, la misma sonrisa que acababa de decir que nunca había visto antes. La fugaz visión la hizo desear ver más. Cerrando los ojos de cansancio, y ya no pudo más, se abandonó a seguir a aquello que estaba tirando de ella sin descanso.
Syn reapareció en el tejado del castillo. Había notado el breve destello de color amatista brillando en sus oscuros ojos y decidió no distraerla mientras buscaba entre sus pensamientos. Ya había visto cambiar el color de sus iris antes, pero sólo cuando ella usaba sus poderes. Parecía ser la única vez que ella se había permitido a sí misma el sentir de su poderosa alma que tenía encerrado en lo más profundo.
Comprendió por qué inconscientemente había protegido su alma de un mundo donde la muerte ocurría en un abrir y cerrar de ojos. Era un instinto básico pero ese miedo ya no era válido. En el momento en que ella lo llamó desde esa oscura cueva, él le envió su poder en forma de marca en la palma de su mano. Más tarde reforzó ese poder al insuflarle su fuerza vital en ella, aunque ella no era consciente de la importancia de ese intercambio.
Ahora ella tenía habilidades de las que ni siquiera era consciente y él no la había ayudado a descubrirlo por razones puramente egoístas. Ella ya era demasiado independiente para su gusto. Aunque el tiempo ya no era su enemigo y la mayoría de las heridas se curarían instantáneamente, todavía seguía en peligro por los poderosos inmortales que habían declarado la guerra a esta ciudad.
Había una cosa más que podía hacer por ella que la ayudaría a igualar las probabilidades, pero intentaba ser paciente, sabiendo que ella aún no estaba preparada para los efectos secundarios de mezclar su sangre. Ya había cometido ese error antes. No es lo mismo que cuando los hijos compartían su sangre con sus almas gemelas.
Miró a sus pies, desde el tejado escuchaba solo el silencio que venía de la habitación de abajo. Además, si la mordía ahora, ella lo tomaría como prueba de lo que pensaba que era, un monstruo.
Ser amable con ella la estaba poniendo en peligro y no se necesitaría mucho más para tentarle a convertirse en el monstruo que ella necesitaba. Después de todo, él ya había interpretado ese papel antes.
Capítulo 5
Kriss se paró frente a la enorme ventana de su ático con una botella del famoso Heat de Kat en una mano y una gran copa de vino en la otra. Quería emborracharse, pero su molesto y rápido metabolismo no le permitía obtener esa liberación que anhelaba por más de unos instantes cada vez. Sintiéndose frustrado, apretó la copa con la mano, rompiéndola sin querer mientras recordaba la primera vez que vio la cara de Vincent hace mucho tiempo. Seguramente, Vincent no recordaría el encuentro ya que Storm había girado el tiempo, pero Kriss nunca olvidaría esa expresión de odio que Vincent le había lanzado.
Rechazando su odio, pensó con rebeldía en los recuerdos de su infancia, en el tiempo en que Vincent había sentido exactamente lo contrario por él.
No llevaba mucho tiempo en este mundo cuando Dean había salido para detener a una horda de demonios que se dirigían en su dirección. Había esperado, solo, escondiéndose entre las enormes rocas en la base de un acantilado, siguiendo las estrictas órdenes de Dean de permanecer oculto y tranquilo, que este era un lugar seguro.
Y Dean había tenido razón casi todo el tiempo. Durante días, Kriss no había visto ningún animal, y mucho menos a humanos o demonios. Era la primera vez en su vida que se había quedado solo. El silencio que lo rodeaba sólo alimentaba el sentimiento de abandono y miedo mientras esperaba, extrañando el amor que había recibido en su mundo original, extrañando el calor y la seguridad que Dean le había dado allí.
Había sido en medio de la noche cuando Kriss escuchó el sonido de unas piedrecitas que caían desde algún lugar por encima de él. Se había apoyado contra una de las rocas y miró hacia el acantilado donde la luz de la luna creciente apenas llegaba a iluminarlo. Y allí vio unas sombras de varios demonios arrastrándose por el acantilado acercándose hacia él.
Su mirada se quedó fija en cómo sus ojos sangrientos brillaban al mirarlo, y la forma en que sus cuerpos casi humanos se retorcían de manera espeluznante mientras descendían. Agudizó la vista y pudo ver como su carne desnuda parecía estar quemada con profundas cicatrices, como si acabaran de salir de un fuego invisible. Kriss podía incluso oler la putrefacción a carne quemada a medida que se iban acercando.
Estaba tan asustado que retrocedió reptando por la gran roca y se cayó al otro lado, aterrizando con fuerza sobre un grupo de pequeñas y afiladas piedras que salían del suelo como si fueran espadas. Al darse cuenta de que tenía varias puñaladas, luchó por levantarse de las piedras sin dañar aún más su cuerpo herido.
En el momento en que la brisa esparció el olor de la sangre impoluta del Caído, pudo escuchar como las afiladas garras arañaban las rocas más deprisa y su descenso se volvía frenético, e incluso escuchó varios golpes fuertes que indicaban que algunos demonios simplemente habían saltado desde lo alto para alcanzarlo más rápido.
Ya no había más silencio, ahora los gritos perturbadores resonaban entre las rocas, pareciendo que había muchos más de los que realmente venían.
Intentando salir de entre las rocas para escapar, sólo consiguió romper su ropa y desgarrarse la carne en varios lugares más antes de poder ponerse en pie.
Mirando a su alrededor, Kriss se dio cuenta de que era demasiado tarde para correr o esconderse, estaba rodeado de demonios y eran mucho más grandes que un pequeño muchacho como él. Se puso de pie, sin moverse del lugar, mientras unos largos dedos con garras le rodearon por detrás tapándole la cara. Las afiladas uñas le cortaron en el puente de la nariz y las mejillas mientras el demonio lo arrastraba hacia atrás, y luego con brusquedad lo lanzó al aire como si quisiera mostrarlo a los otros demonios.
Nunca había tenido que luchar en su mundo y Dean nunca le había permitido luchar en este. Hubo un fugaz momento en el que se preguntó si el dejar que lo engulleran no sería mejor que quedarse completamente solo en este espantoso lugar. Ese pensamiento se desvaneció rápidamente cuando el dolor penetró repentinamente y le conmocionó, provocando que su instinto de supervivencia se activara con sed de venganza.
Con lágrimas nublándole la vista, Kriss acababa de ganar su primera pelea a muerte. El silencio se adueñó una vez más de la zona y miró hacia su mano justo en el momento de ver como la Espada Caída iluminada desaparecía en su puño ensangrentado.
Sintiendo que tenía algo pesado en la otra mano, se giró lentamente para ver unos ojos demoníacos que lo miraban fijamente. Su mano estaba dentro de la boca de esa cosa, agarrando su mandíbula, pero no había rastro del resto del cuerpo. Sin querer se arañó los nudillos con los dientes puntiagudos de la mandíbula y rápidamente sacó su mano de la boca del demonio y dejó caer la cabeza al suelo.
Kriss no sintió nada mientras se alejaba de él y luego la colgó de una roca justo a través de uno de sus feos ojos. Creyó escuchar a alguien riéndose, pero pensó que debía venir de dentro de él en algún lugar, porque todo lo demás estaba muerto.
Incapaz de soportar el olor rancio o la vista de los cuerpos mutilados, se dio la vuelta y comenzó a caminar entumecido hacia los primeros rayos de luz que acababan de aparecer sobre las distantes colinas.
Kriss no sabía cuánto tiempo había estado caminado, o incluso cuántos días habían pasado, entonces escuchó extrañado el rítmico sonido de unas pisadas delante de él. Se había quedado ahí tambaleándose, tratando de no llorar, y esperando a ver si tendría que luchar de nuevo. Sangre de demonio, podía olerla.
No pasó mucho tiempo antes de que viera a un hombre humano cabalgando un animal hacia él. Partes del cuerpo de ese hombre estaban cubiertas por algún tipo de tejido metálico y Kriss pudo ver la larga espada atada a su espalda, la empuñadura de esta sobresalía bastante para poder acceder a ella con facilidad. Al no ver nada de sangre en el hombre, se dio cuenta de que era él el que estaba cubierto de sangre de demonio, la había llevado encima todo este tiempo.
Ese había sido su primer encuentro con Vincent. Mientras el hombre se acercaba se miraron fijamente y Kriss dio unos pasos hacia atrás cuando se bajó con rapidez del gran animal. Su mirada asustada se fijó en la espada de peligroso aspecto.
«No te fíes de nadie más que de mí.» El recuerdo de la voz de Dean resonó dentro de su cabeza como advertencia y Kriss se dio la vuelta para huir.
–Espera, no corras —gritó Vincent.
El tono de la voz le recordó a Dean, confundiéndole en lo que debía hacer. Estaba tan cansado de tratar de entenderlo todo. Miró hacia atrás para asegurarse de que mientras tanto el hombre no había desenvainado su espada.
Vincent dio un suspiro de alivio cuando el niño se detuvo y le miró con una mezcla de curiosidad e incredulidad. El último par de pueblos por los que había pasado eran un maldito desastre y hasta ahora no había encontrado ningún superviviente. Incluso sucio y cubierto de sangre, el niño parecía sano y muy asustado, lo que le llevó a la conclusión de que era un superviviente de uno de los pueblos.
–¿Dónde están tus padres? —preguntó, dejando que el tono de preocupación hiciera ganarse la confianza del niño.
¿Dónde estaban sus padres? La pregunta había hecho que Kriss se sintiera muy triste. Su padre ni siquiera estaba en esta dimensión y probablemente ya se había olvidado de él, Dean lo había dejado y nunca había regresado. Kriss sintió como el calor de las lágrimas recorrían de nuevo sus mejillas. La única respuesta que pudo dar fue un lento movimiento de su cabeza mientras giraba la cabeza para mirar al hombre.
–¿Estás herido? —preguntó Vincent y se arrodilló delante de Kriss para no intimidarle con la diferencia de altura, no podía tener más de nueve o diez años. Extendió lentamente la mano y tocó la sucia mejilla, frotándose con su pulgar para secar las lágrimas.
Kriss se preguntó en qué debería estar pensando este hombre humano cuando lo vio, estaba cubierto de sangre y llevaba unas ropas que no eran más que jirones. Como casi todas sus heridas ya se habían curado y sabiendo que no había que contarle a un humano lo que realmente había pasado, respondió con la única cosa que sí era verdad.
–Estoy solo —. Entonces empezó a llorar de verdad, fuertes lamentos mezclados con el sonido del hipo, haciendo que Vincent lo tomara en sus brazos, susurrándole que todo estaba bien, Que él lo protegería y cuidaría.
Y Vincent lo había protegido, hasta el punto de sacrificar su propia vida.
El dolor del vidrio cortándole la palma de su mano devolvió a Kriss al presente. Abrió la mano para ver el fragmento de vidrio que sobresalía.
Y eso fue lo que Dean se encontró cuando salió de su ducha. Frunció el ceño al ver a Kriss de pie sacándose un fragmento de vidrio de su palma. Cerró detrás de él la puerta de un portazo e hizo que los otros Caídos se estremecieran y se quedó mirando fijamente el reflejo de la ventana. No estaba de humor para ver a su amante por la mañana como el pasado de su infancia le aplastaba de nuevo. Una vez había sido más que suficiente.
Kriss respiró profundamente tratando de aliviar el dolor de su pecho. —Dean, nunca pensé que lo volvería a ver. Una parte de mí esperaba que ya me hubiera perdonado. Sólo estaba tratando de salvar su vida.
–Kriss, él era un mortal. Hiciste mucho más que simplemente salvarle la vida y tú lo sabes muy bien —dijo Dean sin poner emoción en sus palabras. —Gracias a ti, ahora puede experimentar el dolor de la muerte eternamente y revivir para quejarse. La mente humana no puede soportar mucho. Es por eso por lo que su vida está hecha para no ser muy larga.
–Lo sé —gruñó Kriss. —Nunca has dudado en recordarme ese hecho. Tomé una decisión egoísta, pero estaba sola en un mundo donde los demonios vagaban libres, y no creía que fueras a volver. Estuviste fuera tanto tiempo que temí que los demonios te hubieran matado, No quería perderlo a él también.
Dean suspiró e intentó mantener su temperamento bajo control. —Tú hubieras sabido el momento en que algo me hubiera pasado, así que tu miedo fue en vano.
–Yo era un niño Dean —respondió Kriss. —Todo lo que quería era que alguien me cuidara y que me dejara cuidarlo a cambio.
–Oh, tienes tan buen corazón —se burló Dean, consciente de que el príncipe adolescente se había enamorado del Caballero durante su ausencia. Ese pequeño dato era algo difícil de asimilar mientras veía a Kriss llorar por la pérdida de su amor. Apretó los dientes preguntándose si Kriss se obsesionaría una vez más con su enamoramiento de la infancia.
Kriss lanzó la botella de Heat al otro lado de la habitación y Dean tuvo que echarse ligeramente hacia un lado para que no le diera. —Vete a la mierda, Dean.
Dean se levantó y dijo: —Ahí está mi príncipe malcriado en todo su esplendor.
Sin decir una palabra más, Kriss se lanzó sobre Dean con el puño en alto para aplastarlo contra la cara del otro Caído.
Dean estaba listo para el ataque y agarró el puño cerrado de Kriss con una mano y con la otra la camisa. Con muy poco esfuerzo, Dean se ayudó de la fuerza de la rabia de Kriss y lo hizo girar, lanzándolo contra el suelo. Varios botones saltaron por el suelo dejando la camisa de Kriss abierta.
–¿Quieres probar a hacerlo otra vez? —preguntó Dean con una dura mirada—. Podemos estar así toda la noche.
Kriss se desplomó contra el suelo como si se rindiera y de repente golpeó con su puño la mejilla de Dean, haciendo que la cabeza del Caído se girara.
–Por supuesto que no lo entiendes —gritó Kriss mientras le daba una patada en el estómago a Dean para sacárselo de encima—. A ti nunca te ha importado si estabas solo o no. Ya lo demostraste cuando te escabulliste para suicidarte, ¿cuándo fue, ayer? Si la ambrosía funcionara contra el Caído, te la habría metido por tu garganta egoísta y yo no habría sentido ningún remordimiento al matarte.
Dean aterrizó de pie y se deslizó hacia atrás por la fuerza de la patada. Así que Kriss seguía bien enfadado con él, ¿o le estaba echando eso en cara ahora que su exnovio había vuelto a la ciudad? Los celos rápidamente se le subieron a la cabeza solo de pensarlo.
–Si hubiera sabido que poseías más de una sola gota de la maldición, te la habría quitado después de que condenaras a Vincent a esta tierra para toda la eternidad —le advirtió Kriss mientras se levantaba lentamente del suelo.
Sin dejarse engañar por su fingida calma por segunda vez, Dean estaba listo cuando Kriss lo golpeó, y casi hizo que saltaran a través de la enorme ventana. Rápidamente volteó a Kriss y le empujó la cara contra el grueso vidrio. Le puso un brazo alrededor de la garganta mientras con el otro le rodeaba las costillas por debajo de la camisa abierta, haciendo difícil que Kriss pudiera moverse.
–Sigues siendo nada más que un niño egoísta y lo demostraste cuando le diste la maldición a Chad, ¿hace cuánto? ¿un par de semanas? —dijo con mucha sorna con a la cara de Dean. Una vez más se miraron con furia en el reflejo del cristal justo delante de ellos.
– Yo primero le pregunté a Chad y él estuvo de acuerdo, aunque él no lo recuerde. Si le preguntara de nuevo, su respuesta sería la misma. En verdad salva vidas, pero tú siempre has pensado de la ambrosía como si fuera una maldición, ¿por qué? —Kriss hizo finalmente la pregunta que siempre había querido hacerle a Vincent, no a Dean.
Pestañeó cuando la llave que Dean tenía sobre él pasó de sujetarlo a ser un abrazo desesperado. Dean le había ocultado muchas cosas a Kriss por su inocencia. Cuando el Caído casi había destruido la Tierra él era solo un niño, pero tal vez era hora de compartir ese secreto por si acaso su príncipe escondía más líquido contaminado.
Presionó sus labios contra la oreja del otro Caído y dijo con una voz suave y ronca, sabiendo que estaba a punto de romper el corazón de su amante: —Cuando los Caídos se dieron cuenta de que estaban destruyendo la Tierra con su plaga de demonios, la realeza y la élite celebraron una cumbre para decidir el futuro de la brecha. La mayoría eran codiciosos y señalaron que aún había sólo una hembra por cada cien machos en nuestro mundo, así que la brecha se dejaría abierta por un tiempo más.
Dean sintió que se endurecía su pecho al recordar sus pecados. —Ordenaron a los oficiales de más alto rango de la guardia real que rompieran la regla sagrada y trajeran un grupo de hembras humanas a través de la brecha para que pudieran ser entregadas a los científicos para ser estudiadas.
Kriss apenas respiraba mientras escuchaba la confesión. En el reflejo, pudo ver que los ojos de Dean estaban cerrados por el dolor y entendió que Dean debía estar entre ellos, o incluso el oficial al mando.
–Como los experimentos se hacían en el sótano del castillo, a menudo se me pedía que vigilara las celdas cuando las mujeres embarazadas empezaban a mostrar signos de dolor. Mi deber era matar a cualquier demonio que las humanas cautivas dieran a luz. Masacré a incontables demonios durante sus experimentos hasta que los científicos crearon accidentalmente un elixir de la sangre de los demonios híbridos.
–Su experimento permitió a una de las niñas secuestradas, curarse de cualquier herida, incluso después de ser despedazada en el parto.
Se detuvo, queriendo dejar de hablar, pero se obligó a continuar.
–Ambrosía era el nombre de la chica que había tenido la suerte de sobrevivir a los experimentos. Sólo pude ver cómo gritaba de dolor por la constante tortura en la que estaba de morir y revivir. Sus hijos eran todos demonios, ni una sola vez un Caído. Podía ver cómo su odio se hacía más fuerte cada vez que era asesinada por sus propios hijos, y hacía tiempo que se había vuelto loca por los monstruos que la devoraban cuando salían de su cuerpo.
Dean no pudo evitar que una expresión de dolor cruzara su rostro, ya que el recuerdo de ella se hizo tan claro que incluso podía oír sus gritos. —Nos odiaba por lo que habíamos hecho, y me odiaba a mí porque yo era el que había robado de su familia y de su mundo.
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