Puercos En El Paraíso

Puercos En El Paraíso
Roger Maxson






Puercos en el Paraíso

Un cuento de hadas de lo más absurdo



Roger Maxson

8-4-2021






Traducido por Enrique Laurentin


Derechos de autor

Título: “Puercos en el Paraíso”

Sub título: Un cuento de hadas de lo más absurdo

Autor: Roger Maxson

Primera edición

Año de publicación: 2021

ISBNs EPUB: 9788835433798 PRINT: 9788835433804

Nombre de la Editorial: PublishDrive

Artista de portada, Adam Hay Studios

Cláusulas

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Ficción

Esta novela es totalmente una obra de ficción. Los nombres, personajes e incidentes descritos en ella son obra de la imaginación del autor. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, sucesos o localidades es mera coincidencia.



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Roger Maxson hace valer el derecho moral a ser identificado como autor de esta obra.



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Los siguientes son extractos bajo uso justo, "Nobody Loves Me but My Mother" de B. B. King; "If I had a Hammer" de Pete Seeger; "Danke Schoen" letra inglesa de Milt Gabler; "I'm Henry the VIII, I Am" de P.P. Weston. Canciones gospel de dominio público o sin derechos de autor, "I've Got That Joy, Joy, Joy Down in my Heart", "I'll Fly Away" y "Bringing in the Sheaf". Por último, pinceladas de "Imagine" de John Lennon.



En cuanto al permiso para utilizar la letra de "We Shall Overcome" de Pete Seeger, et al., se han hecho todos los esfuerzos razonables para contactar con los titulares de los derechos de autor. No obstante, si alguien cree que se han infringido sus derechos de autor, puede ponerse en contacto con el autor/editor para remediar esta cuestión. Considero que la canción anterior es un regalo.


Para Chloe


¿Qué hay de malo en incitar a una intensa aversión a una religión si las actividades o enseñanzas de esa religión son tan escandalosas, irracionales o abusivas de los derechos humanos que merecen una intensa aversión?

Rowan Atkinson


Prefacio



Después de pasar nueve años escribiendo Puercos en el Paraíso, tras cuatro años de investigación, trepidación y miedo al fracaso, decidí auto publicar porque no quería retrasar más la gratificación instantánea y el éxito de la noche a la mañana. Otra razón para auto publicar fue que quería publicar mi libro, el que yo escribí.

Puercos en el Paraíso, una historia de hadas de lo más absurda, es una sátira política, literaria y divertida también, digo yo. Si la novela parece un poco larga, hay una razón para ello. Es un ejercicio de libertad de expresión, y de libertad religiosa, una crítica a la religión en la política, concretamente al evangelismo estadounidense. La idea de la novela empezó a tomar forma en 2007. Influido por “Rebelión en la granja” de George Orwell, encontré mi misión, o ella me encontró a mí.

Ser religioso es una condición que elige por el individuo que nace en uno antes de que el niño tenga una posibilidad de opción o elección. No ridiculizo a las personas religiosas, per se. Sin embargo, hago a los líderes religiosos lo mismo que ellos hacen a los demás, y me divierto haciéndolo.

La etiqueta religiosa de alguien es elegida según algunas características del individuo. A menudo, la etiqueta religiosa depende del lugar de nacimiento. Si alguien nace en la India, es razonable suponer que esa persona será hindú. Del mismo modo, si alguien nace en Pakistán, usted tendrá otro gentilicio.

En el Occidente infiel, hay un abanico de opciones religiosas. En los Estados Unidos, existen las corrientes protestantes, las congregaciones bautistas del norte o del sur, los presbiterianos, los luteranos, los metodistas y los episcopales. Hay una prima cercana, la iglesia católica, y no olvidemos a los mormones de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días de Jesús. La competencia es buena, y cada corriente o persuasión odia a la otra. Hoy en día, una cuestión acuciante recorre la arquidiócesis de la Iglesia católica estadounidense. Los obispos se preguntan si el presidente católico estadounidense debería comulgar como consecuencia directa sobre su posición sobre el aborto. Como si a alguien le importara lo que piensan estos pedófilos. Se han convertido en algo obsoleto, desgastado, irrelevante, al estilo de todas las religiones actuales.

Hoy, gracias a Dios, nacen más "nones" que monjas o renacidos. Más "nones" en más hogares no religiosos significa esperanza, una promesa de cosas buenas por venir. A medida que un mayor número de estos jóvenes "nones" asciendan en el escalafón y lleguen a puestos de poder político, salvarán al mundo de su curso de autodestrucción por las armas, la codicia, el cambio climático, una promesa y una oración de una vida mejor allá arriba. Hasta ese momento, sin embargo, tenemos lo que tenemos y debemos hacer lo que podamos para alejar el mal que hacen los religiosos o, mejor dicho, los ridículos. Espero haber aportado mi granito de arena, aunque sólo sea en una pequeña porción. ¿Qué es un cuento de hadas? Animales que hablan. ¿Qué es lo absurdo? Los animales parlantes llevaron a la religión.



Roger Maxson


Libro Uno


1

En la autopista 61



En una granja israelí localizada en la frontera con Egipto, una vaca Jersey dio a luz a lo que parecía ser un ternero rojo de proporciones bíblicas. Los musulmanes del pueblo que daba a la granja israelí gritaron y señalaron con gran consternación. Varios hombres se agarraban la cabeza mientras otros se retorcían las manos y gemían y se escurrían de un lado a otro. Se llamó a la oración de la tarde.

Mientras tanto, en el lado israelí, se hizo un silencio sobre la tierra, se dió un respiro colectivo, seguido de la afluencia de gente que acudía a la granja situada justo al sur de Kerem Shalom para presenciar lo que posiblemente podría ser el milagro que seguramente daría paso al Mesías y con él al fin del mundo. Tanto judíos como cristianos se reunieron alrededor de la valla de la propiedad en sus respectivos lugares, dependiendo de quiénes fueran. E independientemente de quiénes fueran, cristianos o judíos, todos estaban fuera de sí por la emoción.

Un judío ortodoxo saltó de alegría. "¡Estamos salvados! El mundo se acaba", cantó un poco de manera impúdica. Se revisó a sí mismo y a su sombrero.

Stanley, el semental belga negro, salió trotando del establo. Se preguntaba a qué se debía tanto revuelo. Vio a toda la gente reunida en la valla de la propiedad, hombres y mujeres, incluso niños esta vez. "¿Qué es todo esto?", dijo. "Si creen que voy a montar otro espectáculo, se equivocan".

"No están aquí por ti, Stanley", dijo Praline, la líder de la raza Luzein. Ella y Molly intentaban pastar mientras sus corderos se amamantaban de ellas, ambas madres primerizas con Molly, la Border Leicester, la orgullosa madre de gemelos.

"Qué más da", dijo y salió trotando a pastar bajo los olivos.

En medio del pasto, bajo el sol y Dios y el cielo, la Jersey amamantaba a su ternera recién nacida. No se trataba de una ternera cualquiera, sino de una verdadera ternera roja que mamaba de las tetas de una simple Jersey. "Es un milagro", gritó alguien. "Que alguien llame a un rabino".

"Por favor, alguien, cualquiera, llame al rabino Ratzinger para que verifique este milagro de nacimiento".

Con toda la atención puesta en la recién nacida de Blaise, se volvió hacia Mel. "Mel, ¿qué es todo esto? ¿Por qué está toda esta gente aquí y se presta tanta atención a Lizzy? No me siento cómoda con esto, Mel. Mel, ¿qué significa todo esto?"

Mel, la mula que fungía como cura, aseguró a Blaise, la vaca Jersey, que no había nada de qué preocuparse. Su ternera recién nacida era muy especial. Un regalo de Dios, que siempre será tratada como la realeza. "Mientras tu ternerita viva, seguirá siendo especial y será tratada como tal por los pueblos judíos y cristianos de todo el mundo, y todos los pueblos del mundo llegarán un día a conocer y experimentar su presencia".

Los medios de comunicación de todo el mundo llegaron en masa para documentar el acontecimiento, instalando equipos de cámara para lo que iba a ser, una vez verificado por un rabino o un comité del mismo, el anuncio oficial y la declaración de la autenticidad del ternero. Fox News de Estados Unidos estaba en el lugar listo para informar en directo.

Julius, el loro residente, junto con los dos cuervos, Ezequiel y Dave, observaban el desarrollo de los acontecimientos desde la sombra del gran olivo situado en el centro del prado. Molly y Praline pastaban cerca de los bancales, con sus corderos recién nacidos permaneciendo a su lado.

"Imagino que Molly está especialmente hambrienta ahora que mantiene a tres", le dijo Billy St. Cyr, una cabra de Angora, a Billy Kidd, una magra cabra Boer de color marrón y fuego.

"Sí, supongo que sí", respondió Billy Kidd como si le importara mientras roía la hierba amarilla de los arbustos.

"Julius", dijo Dave, "¿qué está pasando aquí? ¿Qué es todo esto?"

"Permítanme explicarles cómo se desarrollan los acontecimientos ante nuestros ojos. Me temo que no se lo van a creer, pero ahí va. Es un cuento de hadas de lo más absurdo. La buena noticia es que tenemos tres años antes de tener que hacer las maletas por el Armagedón. La mala noticia es que no tendremos dónde ir porque el Armagedón trae consigo el fin del mundo tal y como lo conocemos. Ese es el plan de todos modos".

"Lo siento", dijo Ezequiel. "¿Qué dijo?"

"Algo sobre un cuento de hadas", le dijo Dave.

"Me gustan los cuentos de hadas".

"Dudo mucho que este te guste", dijo Dave.

"Antes de llegar al feliz fin de la vida tal y como la conocemos", continuó Julius, "tendremos que esperar a ver si es digna de un sacrificio ritual deportivo de derramamiento de sangre. Mientras tanto, sin embargo, nadie debe hacer de esa bestia una carga. Sin embargo, si yo fuera tú, no le diría a Blaise lo de cortarle el cuello a la pobre".

Blaise llevó a su ternera al santuario del granero, lejos de la multitud de curiosos.

Cuando el rabino Ratzinger y los miembros de su congregación llegaron, esta vez estaban preparados, armados con paraguas. Muchos pensaron que se trataba de una medida de precaución para protegerse del sol. Sin embargo, Julius y los cuervos lo sabían muy bien. Un miembro de la congregación sostuvo un paraguas sobre el rabino cuando entraron en el aparcamiento del granero. El rabino Ratzinger asintió, reconociendo a Bruce, y se detuvo. Dijo: "Ha hecho usted un gran sacrificio por la humanidad y se le ha dado una oportunidad para hacerlo bien. Gracias, Sr. Bull". Un miembro de su grupo susurró al oído del rabino. "Oh, sí, por supuesto. Gracias, Sr. Steer. Usted hizo algo muy bueno antes de hacer algo muy malo. El Señor obra de maneras misteriosas".

Los cuervos tenían a Julius. Para todos los demás, estaba el rabino Ratzinger.

Así el rabino expresó, "Asegúrate de darle a esta ternera la vida de Riley. No la pongas bajo el yugo o ya no será digna. Pule sus uñas. Dale un lecho de plumón para que descanse su hermosa e inmaculada cabeza y un campo de tréboles. Hay que protegerla y cuidarla. Examinaré a la cría ahora, y dentro de tres años, volveré a examinarla. Si en ese momento, ha permanecido sin ser molestada e impoluta, ella será realmente digna de los rituales de purificación necesarios para allanar el camino para el Mesías. No debe haber tres pelos blancos, negros o marrones en el cuerpo o la cola de esta vaquilla. Recuerde, ella tiene que permanecer como una ternera roja pura para que los rituales de purificación funcionen, para que seamos considerados dignos de subir una vez más las escaleras del Monte Santo y entrar en el templo del Santo de los Santos. Esto es, por supuesto, una vez que destruyamos la mezquita y reconstruyamos el templo sagrado.

"En tres años, encontraremos al niño puro de corazón. Ya lo tenemos, viviendo en una burbuja bajo el cristal, un niño puro de corazón, impoluto. Allí permanecerá virgen. No sólo eso, sino que el niño no desperdiciará su semilla en la tierra. Porque cuando el muchacho tenga la edad de mancharse, se le colocará un par de guantes diseñados para que el muchacho puro de corazón permanezca así. En cualquier momento que el muchacho intente profanarse, recibirá una descarga de electricidad como señal de Di-s, como si fuera un rayo. Sin embargo, no hay que temer, ya que nuestra descarga eléctrica es mucho menos severa que el rayo de Di-s. Una vez que el muchacho haya completado la misión que Di-s le ha encomendado de degollar al ternero rojo, le haremos un gran Bar Mitzvah".

Desde las ramas del olivo, Julius y los cuervos deseaban que el rabino y compañía estuvieran sin esos paraguas.

El rabino entró en el granero, y toda la multitud contuvo colectivamente la respiración. Cuando reapareció, el rabino dijo que era digna de la vigilia de tres años, y las multitudes suspiraron, y luego vitorearon y aplaudieron. Algunos se desmayaron, mientras otros lloraban de alegría.

Cuando se preparaba para abandonar el cebadero y, por tanto, la granja, el rabino Ratzinger se acercó al antiguo toro Simbrah. El rabino volvió a decir para que todos lo escucharan: "Ha hecho un gran sacrificio, y ha sufrido mucho por el pueblo de Israel, y por todos los pueblos de la humanidad. Ahora, dentro de tres años, e impoluto, este becerro rojo será sacrificado por la mano del muchacho puro de corazón cuando le corte el cuello y nos haga dignos de reconstruir el tercer templo que dará paso al Mesías y destruirá toda la tierra para que volvamos a vivir como antes, como en un cuento de hadas de felices para siempre". Mientras la multitud rugía, algunos se desmayaron debido a toda la excitación y el calor.

"Eso sí que tiene sentido lógico para mí", dijo Julius. "Yo mismo no podría haberlo dicho mejor".

Mel entró en el establo y encontró a Blaise con su recién nacida. "Es imperativo que entiendas que mientras tu vaquilla viva, no se le hará ningún daño".

"A ella", dijo Blaise. "Ella no es un 'eso'".

"Por supuesto, no quise faltar al respeto, querida", dijo Mel. "Ella no es un 'eso', como tú dices. Sin embargo, es la ternera roja y, por tanto, la nueva ella-eso del mundo civilizado".


2

Una carretera le atraviesa



Los dos cuervos volaron desde el desván del granero de dos pisos de bloques de hormigón y se posaron en las ramas del gran olivo situado en el centro del pasto. El pasto formaba parte de un moshav de 48 hectáreas en Israel que limitaba con Egipto y el desierto del Sinaí. A pocos kilómetros al sur de Kerem Shalom, no estaba lejos del paso fronterizo de Rafal entre la Franja de Gaza y Egipto. El moshav de 48 hectáreas, o granja de 118 acres, se erigía como un oasis en el árido desierto, con olivos y algarrobos, limoneros, pastos de color verde pardo y cultivos utilizados como forraje para el ganado. En los pastizales, los puercos salpicaban el paisaje, pastando en la hierba marrón y verde, y descansaban en las orillas de arcilla húmeda de un estanque alimentado por un sistema de filtros acuáticos subterráneos que suministraba agua a éste y otros moshavim de los alrededores.

Ezequiel y Dave estaban encaramados, ocultos entre las ramas del gran olivo. Ezequiel dijo: "En un día como hoy se puede ver eternamente".

"Piedra arenisca, hasta donde alcanza la vista", dijo Dave y erizó sus brillantes plumas negras.

"Oh, mira, un escorpión. ¿Quieres uno?" Dijo Ezequiel.

"No, gracias, ya he comido. Además, dudo que al escorpión le importe mucho ser mi comida de la tarde".

"Tienes tanta empatía por las formas menores de las criaturas entre nosotros".

"Puedo permitirme la empatía cuando estoy lleno", dijo Dave. "Cuando estoy vacío, no tanto".

"Siempre eres generoso con los animales de la granja".

"Sí, bueno, empatía con las criaturas menores entre nosotros".

Mientras los animales domésticos de la granja, dos razas de ovejas, cabras, una vaca Jersey y una yegua alazana pastaban en los pastos, otros, en su mayoría puercos, se refugiaban del sol del mediodía, lejos de los rebaños, manadas y manadas enloquecidas, descansando en las orillas del estanque en relativa paz. Una carretera corría de norte a sur, dividiendo el moshav por la mitad, y en este lado de la carretera, a los musulmanes de la cercana aldea egipcia no les gustaba el espectáculo de los sucios puercos tomando el sol.

Mel, la mula sacerdotal, serpenteaba a lo largo de la línea de la valla, con cuidado de no perder de vista a dos judíos ortodoxos que atravesaban el moshav por el camino de arena, como hacían a menudo en sus paseos diarios. El camino iba en paralelo entre el pasto principal de un lado y la explotación lechera del otro.

"Judío, puerco, ¿qué diferencia hay?"

"Bueno, mientras mantengan el kosher".

"Recuerda mi palabra, un día esos puercos serán nuestra ruina".

"Tonterías", respondió el que se llamaba Levy.

"De todos los lugares de la tierra para criar puercos, Perelman eligió este lugar con Egipto al oeste y la Franja de Gaza al norte. Este lugar es un polvorín", dijo Ed, el amigo de Levy.

"El dinero que Perelman gana con las exportaciones a Chipre y Grecia, por no hablar del Palacio del Puerco Tirado de Harvey en Tel Aviv, hace que el moshav sea rentable".

"Los musulmanes no están contentos con que los puercos se revuelquen en el lodo", dijo Ed. "Dicen que los puercos son una afrenta a Alá".

"Pensé que éramos una afrenta a Alá".

"Somos una abominación".

"Shalom, pastores de puercos", llamó alguien. Los dos judíos se detuvieron en el camino, al igual que la mula, que pastaban justo dentro de la valla. Un egipcio se acercó. Llevaba un pañuelo sencillo en la cabeza y ropas blancas de algodón. "Esos puercos", señaló, "esos asquerosos puercos van a ser vuestra ruina. Son una afrenta a Alá; un insulto a Mahoma; en definitiva, ofenden nuestra sensibilidad".

"Sí, estamos de acuerdo. Son un problema".

"¿Problema?", dijo el egipcio. "Sólo hay que ver lo que son los problemas". A lo largo de las orillas de barro del estanque, un Gran Blanco, o jabalí de Yorkshire, vertía agua fangosa sobre las cabezas de otros puercos que se revolcaban en el barro. "¿Qué es eso?"

"Eso es algo que no hemos visto nosotros".

"No son puercos ni animales de granja, estos animales. Son espíritus malignos, djinns, del desierto. Ellos traerán la destrucción de este lugar alrededor de ustedes. Son una abominación. Maten a las bestias. Quemen su hedor de la tierra o Alá lo hará. Porque es la voluntad de Alá, la que prevalecerá".

"Sí, bueno, me temo que no podemos ayudarte", dijo Levy. "Verá, este no es nuestro moshav".

"Somos meros transeúntes", dijo Ed.

"¡Allahu Akhbar!" El egipcio se dio la vuelta y se dirigió hacia la ladera soleada que separaba los dos países. Sólo una valla separaba la granja israelí de 48 hectáreas del escarpado desierto del Sinaí, azotado por el viento. Una vez que el egipcio llegó a la cresta de la colina, desapareció en su pueblo.

"Condenados", dijo Ed. "Tiene razón. Todos estamos condenados. De todos los lugares de la tierra para criar puercos, este porquero, este moshavnik Perelman, eligió este lugar".

"Mira", dijo Levy. "¿Qué se cree que es, Juan el Bautista?"

"Eso es un problema, me temo", dijo Ed. "Es una abominación".

Afuera, bajo el sol de la tarde, delante de Dios y de todos, el Gran Blanco se puso de pie, y desde el estanque dejó caer una porción de barro húmedo sobre la cabeza de una gallina de plumas amarillas: "¡Bog! Bog!", gritó la gallina, enterrada como estaba con barro hasta el pico. Para los animales de la granja, el Gran Blanco era conocido como Howard el Bautista, un perfecto, y casi que en todos los sentidos. Mientras los dos hombres continuaban más allá del límite de la granja, la mula se volvió hacia el olivo que se alzaba en medio del pasto principal. Las ovejas Border Leicester y Luzein pastaban entre los algarrobos y olivos más pequeños mientras las cabras roían la hierba de matorral que crecía a lo largo de las laderas superiores en terrazas que ayudaban a conservar el agua.

En el centro del pasto pastaban Blaise, la Jersey, y Beatrice, la yegua alazana. "Dios mío, Beatrice", dijo Blaise. "Desde luego, Stanley se ha fijado en ti".

"Es un fanfarrón", dijo Beatrice. "No hay que verle más".

En el terreno vallado detrás del granero blanco de bloques de cemento, el semental belga negro resoplaba y relinchaba y se pavoneaba en toda su gloria y fanfarronería. Era un caballo grande con hombros anchos que medía 17 manos o, como preferían los sacerdotes de las iglesias locales, 17 pulgadas.

"¿Supones que sabe que la puerta ha sido abierta?" dijo Blaise.

"No importa. Basta con mirar a todos esos humanos. ¿Quién dijo que los hombres eran piadosos?"

Desde la cresta de la colina de arenisca marrón, los hombres y niños musulmanes observaban con expectación cómo las mujeres de la aldea ahuyentaban a las jóvenes. Mientras que, en el lado israelí, los judíos y los cristianos, y entre ellos los monjes de los monasterios cercanos, adoraban un desfile. Stanley no decepcionó. Se encabritó sobre sus musculosas patas traseras y pateó el aire, mostrando su destreza y su enorme miembro, empapado como estaba, sembrando su semilla en el suelo bajo él para todos los que lo vieran, y eran muchos. La multitud lo aclamó mientras Stanley resoplaba y se pavoneaba por el establo. "Si Manly Stanley quiere desfilar y hacer el ridículo, lo hará sin mí".

"Manly Stanley", se rió Blaise. "¿De verdad, de todas las cosas?"

"Sí, querida, ya ves", sonrió Beatrice, "cuando Stanley está conmigo, suele estar a dos velas".

Blaise y Beatrice siguieron pastando, y mientras lo hacían, se distanciaron. Stanley, fuera de la puerta, encontró su camino hacia el oído de Beatrice. Relinchó y lloriqueó; relinchó y protestó, pero no importaba lo que hiciera o lo bonito que pidiera, nada parecía funcionar. Para consternación de los espectadores, la yegua alazana rechazó los avances del semental belga negro. Sin que ellos lo supieran, era por su presencia que no permitía que el belga la cubriera, y así entretenerlos. Por mucho que Stanley se pavoneara, hiciera cabriolas, se balanceara o balanceara su miembro, Beatrice no cedía a sus deseos ni a sus bravatas. Varios hombres seguían apoyados en la valla, observando y esperando.

"Empiezo a pensar que te gusta esto, el tormento", dijo Beatrice.

"Si tuviera un par de manos, no te necesitaría", resopló.

"Ojalá las tuviera, entonces me dejaría en paz. Míralos, muy contentos de que los dejen a su aire. Tal vez, si lo pides amablemente, uno te preste dos de los suyas, o dos de ellos, y lo conviertas en una fiesta". Beatrice volvió a pastar junto a Blaise en el prado.

El granero principal blanco de dos pisos de bloques de hormigón, con el cebadero, y el toldo que se extendía en la parte trasera, y dos pastos constituían la mayor parte de la mitad de la granja que limitaba con Egipto y el desierto del Sinaí. Al otro lado de la carretera se encontraban la casa principal y las dependencias de los huéspedes, ambas revestidas de estuco, las dependencias de los trabajadores, la explotación lechera y el granero más pequeño. Un camino de arena para tractores salía de la carretera y discurría por detrás del establo entre un limonar y un pequeño prado donde pastaban 12 ““holsteins”” israelíes.

Mientras Blaise y Beatrice seguían pastando en el prado principal junto a las dos razas de ovejas, la Border Leicester y la Luzein, un pequeño número de cabras Angora y Boer pastaban a lo largo de los bancales. En otro pasto, separado por una valla y una puerta de madera, pastaba un singular y musculoso toro Simbrah de pelaje rojizo, una combinación del cebú o brahmán por su tolerancia al calor y su resistencia a los insectos y el dócil Simmental. Stanley, todo negro excepto por una delgada mancha blanca en forma de diamante que le recorría la nariz, estaba de vuelta en el lote del establo y seguía haciendo cabriolas, presumiendo.

La población de puercos no era sólo un problema geopolítico, sino también numérico. Porque proliferaban y producían un gran número de crías, a menudo desbordando los límites y los recursos naturales del moshav, donde la cría de animales era un arte practicado. Entre la población general, también vivía el loro guacamayo azul y dorado, bastante grande y muy ruidoso, que era distante y vivía en lo alto de las vigas con Ezequiel y Dave, los dos cuervos con sus lustrosas y relucientes plumas negras. Completaban la población de la granja, además de la vieja mula negra y gris, dos rottweilers de la casa de campo que pasaban la mayor parte del tiempo atendiendo a la mula, y las bandadas y manadas de gallinas, patos y gansos.

Blaise salió al estanque. Howard el Bautista estaba ahora descansando entre los otros puercos, cuando se encontraba en el momento más caluroso del día. Se puso de pie cuando vio a Blaise acercarse. "Blaise, tú que estás libre de pecado, ¿has venido a bautizarte?"

"No, tonto. Pero hace un calor horrible, ¿no estás de acuerdo?"

"Estoy de acuerdo en que te unas a mí y te conviertas en una sacerdotisa de los verdaderos creyentes de Dios, aquellos que conocen la verdad de que cada uno de nosotros tiene el poder de saber que Dios vive dentro de todos nosotros; por lo tanto, todo es bueno y puro de corazón. La nuestra es una batalla entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Conmigo, eres una sacerdotisa, una Perfecta, una igual. Blaise, los demás ya te aman, te escuchan y te siguen. Este es tu lugar en el sol".

"Oh, Howard, eres muy amable, pero no tengo seguidores".

"Los tendrás. Ven, este es tu momento de brillar. Aquí, la hembra es aceptada como un igual y comparte el servicio de nuestros compañeros animales, grandes y pequeños, hembras y machos por igual. Todos son buenos e iguales en la verdadera fe". Howard vertió agua turbia sobre Blaise, y ésta corrió por su cuello. "No discriminamos, ni necesitamos edificios construidos de ladrillo y mortero para adorar, ni buscamos un mediador para hablar con Dios".

"Howard, he salido a beber agua". Blaise bajó la cabeza y, en una zona despejada del estanque, bebió mientras el barro de su cuello resbalaba y enturbiaba el agua limpia.

"Recuerda mi palabra, Blaise, su santuario se derrumbará alrededor de ti y de todos los animales que lo sigan a un abismo oscuro".

"Es un granero, Howard. Tengo un puesto en el granero, al igual que Beatrice. Es donde tus divagaciones nos hacen dormir a Beatrice y a mí".

"Blaise", llamó Howard tras ella. "Alguien viene, Blaise. Un puerco, un secuaz, para causar la destrucción de la mula".

"Te bautizó", dijo Beatrice cuando Blaise volvió al pasto. "Lo vi verter agua sobre ti".

"Barro principalmente, si quieres saberlo. A los puercos les encanta. Debo decir que es bastante relajante en un día tan caluroso en el que la sombra, en el mejor de los casos, es efímera". Se dirigieron al olivo donde los demás, sobre todo los animales más grandes, estaban a su sombra. Se detuvieron al ver que la mula se acercaba, sin querer que los oyera.

"Tengo que decir que lo que dice Howard sobre la verdad y la luz y tener el conocimiento de Dios en nuestros corazones suena más atractivo que el alarmismo de él", dijo Blaise.

"No sé de qué habla esa vieja mula la mitad del tiempo. Es todo un adormecimiento de la mente".

El pollo amarillo, goteando de barro y agua, pasó corriendo. "¡Nos persiguen! Más vale que pongan sus casas en orden. El fin está sobre nosotros".

"Está tan lleno de amenaza y presagio, perdición y desesperación".

"Beatrice, ¿está tu casa en orden?"

"No tengo ninguna", se rió ella.

"Ese es el público de Mel, una presa fácil", dijo Blaise, señalando con la cabeza al pollo que se retiraba.

"Oh, ¿qué sabe él? Es una mula vieja y gastada. No le encuentro sentido a nada de esto".

"Julius, en cambio, es un buen pájaro y un querido amigo. Es inofensivo".

"Descuidado es más bien, si me lo preguntas". Blaise le dio un codazo a Beatrice con la nariz mientras la mula se acercaba para unirse a las demás a la sombra del gran olivo. Más allá de los animales, en el lado egipcio de la frontera, el musulmán que había advertido a los dos judíos del problema de la población de puercos, era ahora perseguido por sus vecinos a través del pueblo. Los hombres lanzaban piedras y los niños disparaban rocas con hondas hasta que cayó y desapareció, para no volver a ser visto ni oído.

"¿Has visto eso?" Dijo Dave.

"¿Ver qué?" Dijo Ezequiel. "No puedo ver nada por las hojas del árbol".

Julius salió volando y se posó en las ramas del árbol por encima de los otros animales que estaban a la sombra. Grande, de treinta y cuatro pulgadas, con una larga cola, sus plumas de color azul brillante se mezclaban muy bien con las hojas del olivo. Tenía el pico negro, la barbilla azul oscuro y la frente verde. Metió las plumas doradas de la parte inferior de sus alas dentro de las azules exteriores y no se quedó quieto. En cambio, se movía continuamente de un lado a otro de las ramas. "Qué grupo tan variopinto es éste".

"¡Santo guacamayo! Es Julius".

"Hola Blaise, ¿cómo estás?"

"Estoy bien, gracias. ¿Dónde has estado, pájaro tonto?"

"He estado aquí todo el tiempo, vaca tonta."

"No, no lo has hecho."

"Bueno, si quieres saberlo, he estado defendiendo tu honor y no ha sido fácil. Tuve que luchar para salir de Kerem Shalom, y luego volar hasta aquí. Chica, mis alas están cansadas".

"No me creo ni una palabra", se rió.

"Blaise, me has herido. ¿Qué no te crees, la lucha o la huida?"

"Bueno, obviamente volaste".

"¿Me has echado de menos?"

"¿Qué travesuras has hecho ahora?"

"Pensé en salir y unirme a la intelectualidad de los animales superiores - ¡oh, Mel, vieja mula! No te había visto".

Blaise y Beatrice se miraron y se contuvieron de querer reírse.

"Blaise", dijo Julius, "hermoso día para un rebaño, ¿no crees?" A Julius le encantaba el público.

La gallina cubierta de barro hasta el pico y las plumas corrió hacia ellos. "Nos persiguen", gritó mientras corría entre ellos bajo el olivo. "¡El fin está cerca! ¡El fin está cerca! Poned vuestras casas en orden".

"¿Dónde he oído eso antes?" dijo Julius.

"Ahí tienes, Julius. Podría soportar un buen rebaño".

"Una buena rebatiña sería más bien. Estoy buscando un pájaro de otra pluma, aunque he oído que le gusta cacarear y es bastante buena en ello".

"Oh, Julius, eres incorregible".

"Además, ¿qué pensarían mis padres? Bueno, no mucho, son loros, pero ¿qué dirían? Mi padre era un idiota balbuceante que repetía cualquier cosa que le dijeran. No lo recuerdo muy bien. Voló del gallinero antes de que yo tuviera alas para continuar. Recuerdo, sin embargo, el día que se fue, dejando un rastro de mierda de pájaro mientras volaba".

"¿Cuánto ha pasado esta vez, Julius, tres días?"

"¿Por qué, Blaise, lo recuerdas, pero ¿quién lleva la cuenta? Quiero decir, ¿en serio? ¿Quién puede o recuerda desde hace tanto tiempo?"

"No parece mucho tiempo en absoluto", dijo Mel. "Parece que fue ayer".

"¿Mel? Mel, ¿eres tú? Todo el mundo, en caso de que te lo hayas perdido. Mel hizo una gracia". Julius se movió en las ramas por encima de Blaise. "Sí, querida, he estado fuera tres días, no muy lejos en realidad, y divirtiéndome todo lo que se puede mientras se está tan cerca de casa. Me encontré con una bandada de palomas mensajeras. Son una bandada muy luchadora, esas chicas, y mantienen un nido limpio. Oh, claro, no son tan cariñosas como las tórtolas, pero puedes salirte con la tuya y siguen volviendo".

"Eso no suena muy a loro de tu parte, Julius".

"¿Qué puede hacer un loro? Quiero decir, ¿cuántas especies de Ara ararauna ves en el monte?"

"En cualquier caso, se supone que se emparejan de por vida, ¿no?"

"Sí, bueno, si recuerdas, mi primer amor fue un gris africano".

"Sí, ¿recuerdo que era de otra pluma?" dijo Blaise.

"Mi Ara ararauna favorita, y no me importaba un ápice lo que pensaran papá y mamá".

"Como debe ser", dijo Blaise.

"¿Qué fue de ella?" dijo Beatrice. "¿No lo recuerdo?"

"La robaron, me la quitaron y la enviaron al oscuro continente americano. Era una belleza tan llamativa, con sus cálidas plumas grises y sus ojos oscuros y atrayentes. Esa chica era un verdadero chasquido, y sabía silbar", silbó Julius.

"Lamento su pérdida", dijo Beatrice.

"Yo también lo siento, pero somos animales, ¿no?, algunos mascotas, otros ganado. Va con el territorio".

Blaise dijo: "Entonces, ¿qué te trae a esta hora, Julius?"

"Soy un loro, Blaise. No soy una lechuza. Tengo amigos que ver y lugares a los que ir".

"Sí, bueno, después de estar fuera tres días, me imaginaba que estarías en las vigas descansando, o pintando algo. No fuera con este calor".

"Resulta que hoy salgo a ver un gris africano del barrio". Julius se dejó caer en una rama más baja, sus plumas azules se mezclaban con las hojas verdes. "Así que la visita de hoy será algo sentimental para mí, y quién sabe, posiblemente el comienzo de una relación a largo plazo. Sin embargo, no quiero hacerme ilusiones, no todavía. Puede que ya se haya apareado con otro, lo que me serviría para mis juergas nocturnas. Sólo digo".

"Tu presencia se echará mucho de menos", dijo Mel. Su ironía no se perdió.

"Vaya, gracias, Mel, pero no hay que preocuparse. Pienso volver al viejo granero a tiempo para la fiesta, así que reserva un baile para mí".

"¿Hay baile?" Ezequiel preguntó a Dave.

"Blaise, a veces pienso que somos un viejo matrimonio".

"¿Porque pensamos igual?"

"Porque no rebañamos".

"Yo soy una vaca".

"Y él es una mula", dijo Julius, "y el único verdadero no rebaño entre nosotros. Es bastante grosero por nuestra parte hablar de rebaño delante de su Santidad, teniendo en cuenta que él no puede".

"Pájaro judío".

"Ahí va de nuevo tratando de confundir el tema. No puede argumentar los hechos, así que ataca al mensajero. En este caso, y en la mayoría de los casos, debo añadir, soy yo. No me culpes de tu situación. Yo no le presenté tu madre a tu padre, “Donkey Kong”. Oh, fue amor a primera vista cuando ella conoció a ese tipo. Ella era una verdadera Mollie, su madre".

"¿Qué?" Molly, la Leicester de la Frontera, levantó la vista.

"Tú no, querida", aseguró Blaise a Molly.

"Cuando mueras, no serás una mártir para nadie", dijo Mel.

"Cuando muera, pienso estar muerta. No dirigiendo el coro".

"Ateo, judío-pájaro".

"Mel, Mel, Mel, una mula con cualquier otro nombre, digamos burro, sigue siendo una mula". Mel se dio la vuelta y rompió el viento mientras se alejaba hacia la línea de la valla a lo largo de la frontera egipcia.

"Tú también te pareces a tu madre, sobre todo por detrás... ¡las dos lleváis el mismo perfume! Como una mula vieja y testaruda, siempre tiene que tener el último viento. Lo que daría por un cigarro de cinco centavos. Vete, culo de caballo, o medio culo de caballo. La otra mitad, no sé cómo se llamaría ese trasero, pero es lindo. Hablando de su vieja grupa negra, tengo un negro Proyecto de ley. Uso la mía para transmitir conocimiento y no miedo o gas natural. Utilizo mi precioso pico negro para hacer el bien en el mundo, como escalar, romper cáscaras de nuez y sus nueces, mientras que su grupa..."

"Ciertamente lo hace", dijo Beatrice, sin gracia. "Habla, pero no tan incesantemente como tú".

"Sí, saca su negra grupa, pero no puede hacer las dos cosas a la vez, caminar y hablar. Es donde fuimos a la escuela". Julius dio una vuelta sobre una rama más pequeña, haciéndola oscilar con su peso, su pico cortando la corteza. "Menos mal que no tenía ese cigarro, después de todo. Encendido contra su corriente de aire, habría provocado una pequeña explosión y los vecinos se habrían mareado, y luego los cánticos, los cánticos".

Justo en ese momento se llamó a las oraciones de la tarde.

"Oh, ¿acabará alguna vez? No tenemos ninguna posibilidad".

Mel se paseó por la línea de la valla perimetral que bordeaba el desierto del Sinaí.

"Julius, parece que nunca tienes mucha reverencia por los ancianos, los líderes, nuestros padres", dijo Beatrice.

"¿Está escrito en alguna parte que debemos hacerlo? Puede que sea un animal, un loro, pero en serio, algunos de nuestros mayores nos llevarían a los precipicios o al matadero por nuestra santa reverencia hacia ellos."

"¿Es cierto lo que has dicho sobre su filiación paternal?"

"¿Qué diferencia hay?" dijo Julius. "Su madre era un caballo; su padre, un asno, y juntos tuvieron un bichito encantador que creció tomándose demasiado en serio a sí mismo, y ahora es una vieja mula, pero por detrás, un verdadero culo de caballo. Ahora que lo pienso, para ser una mula que no rebaña, sí que intenta rebañar a todo el que puede".

Mel se detuvo en la esquina posterior de la valla perimetral cuando un hombre con túnicas marrones polvorientas salió de una grieta en las rocas del desierto. Parecía hambriento, desgastado por la intemperie, y sinuoso.

"¡Oh, mirad todos! Es Tony, el monje ermitaño del desierto del Sinaí". Mel se paró en la valla mientras el monje se acercaba a él. "Son un buen par, idiotas afines". El monje alcanzó la valla y le dio a Mel una zanahoria y se frotó la nariz. "Ah, qué dulce", dijo Julius, "como dos guisantes en una vaina". Julius agitó las ramas de olivo, inspirado. Su cara se sonrojó por la emoción. "Blaise, esos dos me recuerdan a un par de ánades reales".

"¿Por qué, Julius, porque son ánades reales?"



* * *

La historia de Mel según Julius

"Antes de este moshav, acá era bastante árido y sin riego. Un día, un árabe beduino atravesó el desierto en camello, conduciendo una pequeña caravana con un caballo, un burro y un asno como animales de carga, Mel, su madre y su padre. Aunque Mel era bastante joven y pequeño, llevaba una cantidad considerable de mercancías. El árabe vendió las mercancías a los egipcios y, cuando se agotaron y ya no necesitaba animales de carga, vendió a la madre y al padre de Mel a sus compañeros árabes. Curiosamente, nadie quería a la joven y fuerte mula. Era fuerte, demasiado fuerte, como resultó. Así, un djinn salió del desierto. Como era un pequeño espíritu djinn maligno, un niño-mula poseído por el demonio, nadie estaba dispuesto a pagar el precio que el beduino quería por la musculosa mula negra. El beduino no vio otra opción. Quitó la mochila y, cuando estaba a punto de disparar, salió del desierto San Antonio, "¡Alto!".

"Cuando el monje se ofreció a llevar la endemoniada mula malvada para un exorcismo, el beduino bajó el arma. Creo que San Antonio, el monje ermitaño del desierto del Sinaí, quería hablar con alguien. El beduino donó la mula, montó en el camello y se adentró en el desierto, sin ser visto desde entonces. El monje ermitaño cogió al pequeño bajo su polvorienta túnica y lo llevó al desierto, donde a partir de ese día nunca más se les vio ni se supo de ellos. Vale, esa parte me la he inventado. Se llevó a Mel para criarlo, protegerlo y enseñarlo, ¡y vaya si lo hizo! Cuando los judíos se asentaron y empezaron a hacer moshavim en la zona, este moshav se puso en marcha. Un día, la valla y los postes aparecieron desde un extremo de la granja hasta el otro, y desde la frontera hasta la carretera. Al día siguiente, cuando la valla se levantó de poste a poste, abarcando estos pastos, Mel se colocó en medio de todo, donde ha estado desde entonces, en medio de todo".

"De verdad", dijo Beatrice. "¿Es algo de esto cierto?"

"Todo lo que sé es lo que oigo. Pues repítelo. Soy como mi padre en ese sentido. Somos loros y grandes chismosos que nunca podemos guardar secretos. Por supuesto, es verdad. Ves al monje ermitaño de la leyenda, y a su protegido, el papa mula de la leyenda también, ¿no?"

"¿Dónde estabas tú? ¿Estabas aquí también en ese momento?"

"Oh, por favor, no se trata de mí, pero ya que lo preguntas. No era más que un pollito en ese momento, todavía en mi jaula, balanceándome en mi percha, cantando, aprendiendo arte, filosofía, feliz como una alondra, viviendo allí arriba en la casa grande, cuando de repente. Lo dejaré para otro momento. Baste decir que tenía algo que ver con mi canto. Yo también sé cantar. Tengo talento y creatividad. Soy de izquierdas. Jesús, menos mal que eran judíos no ortodoxos comunistas o estaría cantando una melodía diferente. Aquí está una de mis favoritas,

'Nadie me quiere, pero mi madre, y ella también podría estar bromeando...

(Narrado)

Lo que quiero saber ahora es qué vamos a hacer'.

"A diferencia del Maravilloso Mel el Magnífico, yo no puedo responder a eso. El futuro no se vislumbra en pequeñas revelaciones repartidas en profecías personales". Un pequeño grupo de musulmanes, en su mayoría chicos, de la aldea cercana, juntaron piedras. "¡Pero esperen! ¿Me atrevo a decir que creo que sé lo que viene ahora?" Empezaron a perseguir al monje cuando éste se dio la vuelta y desapareció entre las paredes del desierto del Sinaí. "¿No son encantadores los mamíferos?", dijo Julius. "Algún día pienso tener uno como mascota".

Mel se alejó de la frontera para pastar entre las ovejas y los carneros en la base de las laderas en terrazas.

"Alguien tiene que mantener a raya a esa mula. Lo que intenta hacer con los animales es muy peligroso, aprovechando su ignorancia y sus miedos. Una vez que se arraigue será casi imposible deshacer y revertir el daño causado".

"En serio, Julius", dijo Beatrice, "¿qué importa?".

"En nombre de Jesús o de alguna otra tontería, La Santa Sede se encargará de matarnos".

"¿Quién es ese?", preguntó uno de los animales más jóvenes, un niño.

"No es nada", dijo Blaise.

"¿Quién es Jesús?", preguntó un corderito.

"No importa", dijo Blaise. "En serio, no es nada".


3

La Llegada del Rabino



Antes de la llegada del ternero rojo, Mel, el sacerdote de las mulas, reveló la profecía de lo que vendría, es decir, un salvador. Un salvador para salvar a los animales de este mundo de esclavitud humana.

"Mel sigue hablando de un mesías que nos salvará de nuestra miseria", dijo Blaise. Ella y Beatrice caminaron a través del pasto por la pendiente hacia la sombra del gran olivo. "Nos elevará de nuestro sufrimiento".

"No sé tú, Blaise. A mí tampoco me va tan mal", dijo Beatrice, "teniendo en cuenta nuestras condiciones actuales". Tanto ella como Blaise estaban cargadas de embarazos.

"Bueno, eso espero", dijo Blaise, "Como he dicho, nadie se mete contigo, ni con una silla de montar, ni con Stanley".

"Sí, pues obviamente esta vez lo hizo".

"Sí, esta vez", rió Blaise, "pero sólo porque tú lo querías".

"¡Y ahora mírame! Sin embargo, fue agradable, como estoy segura de que lo fue para ti y Bruce".

"Por favor, Beatrice, prefiero no insistir sobre el pobre y maravilloso Bruce. Es muy triste lo que pasó, lo siento".

Bruce, una cáscara de su antiguo ser, estaba de pie cerca del tanque de agua en el corral de alimentación detrás del granero.

"Sí, por supuesto. Pero aparte de eso, pareces estar bien".

"Sí, bueno, te tengo como amiga, ¿no?", dijo Blaise.

"Sí, ¿quién dijo que sólo los pájaros de una pluma se juntan?"

"El fin está cerca", gritó la gallina amarilla mientras se escabullía entre ellas. "Más vale que tengan sus casas en orden, porque el fin está cerca".

"Es bueno que no seamos pájaros entonces, ¿no crees?"

"Creo que Julius está empezando a contagiarse de ti".

"Hay cosas peores, supongo".

"Blaise, estás todo el rato con chocolate con leche, y además cremoso".

"Los peones me alivian el peso extra y la presión de la leche tan dulcemente. No sólo eso, sino que es casi un masaje la forma en que se siente. Me hace cosquillas la forma tan suave en que me ordeñan".

"No sabría decirte", dijo Beatrice. "Imagino que es una molestia que no me importaría tener, pero como caballo, como yegua, no molestan".

Las dos amigas se detuvieron cerca de la sombra que ofrecía el olivo. En medio del pasto se encontraba un gran animal desconocido en la ladera cercana a la valla trasera. Cuando sus ojos se enfocaron, ajustándose a la distancia y a la brillante luz del sol, vieron un jabalí de aspecto extraño y posiblemente asilvestrado. Aunque era un Berkshire y típicamente negro, con un anillo blanco alrededor del cuello, este jabalí era delgado, de unos 250 kilos, con una piel rojiza y blanqueada por el sol. También tenía un par de colmillos blancos que sobresalían de su espumosa papada.

Julius voló y se posó en las ramas del olivo. "Estamos salvados", gritó y se movió entre las ramas. "¡Mirad todos, estamos salvados, os digo! Estamos salvados. Ese cerdo tiene un plan y está escrito en piedra".

Mel salió trotando del granero para saludar al jabalí.

"¿Esa mula está trotando? Rápido, que alguien traiga una cámara para que podamos ser testigos de la historia o de una teoría de la conspiración".

Mel se encontró con el jabalí en medio del pasto, no muy lejos de donde él había estado una vez que la valla fue levantada a su alrededor. En el lado egipcio, el monje ermitaño del desierto del Sinaí, San Antonio, miraba por encima de su hombro mientras desaparecía entre la tela de los muros del desierto, sin ser detectado por sus vecinos musulmanes.

"Blaise, creo que esos colmillos son un desperdicio".

"No sabría decirte, Julius. Nunca he estado allí".

"¿Qué eres, sabio?"

"Bueno, yo creo que sí", dijo Blaise.

"¿No te casarás conmigo, Blaise, o vivirás conmigo en el pecado? Lo que trato de decir es que me gustaría un poco de leche con chocolate, por favor".

"Enseguida, señor", dijo Blaise.

"¿Qué te parece si nos cargamos a este antro y nos vamos volando juntos?"

"Julius, estás pasando por alto el hecho de que soy una vaca y una muy embarazada".

"¿Perdón? No, no lo he hecho. La suerte ha querido que tengamos nuestro propio trabajador milagroso que acaba de caer en nuestro patio trasero. Sería negligente si no se lo llevamos a él. Quiero decir, si no puede parir un ternero y hacer que a una vaca le crezcan alas y vuele, ¿qué clase de hacedor de milagros es? Blaise, si tú no vuelas, yo tampoco. Pero si lo haces, te encontraré en el otro lado de la luna. ¿Qué te parece eso, una luna de miel sobre la luna?"

"Tengo miedo, Julius. Tengo miedo a las alturas".

"¡Dios mío, yo también! Blaise, tenemos tanto en común. ¿Te gustan las manzanas?"

"Sí, me gustan las manzanas y prefiero tener los pies en el suelo. Sin embargo, si alguna vez te cansas de volar, te cargaré".

"Oh, tú, niña traviesa", dijo mientras presenciaban un milagro en marcha. "Bueno, seré el tío de un mono. Mira eso". En medio del pasto, Mel se hincó sobre una rodilla y el jabalí se subió a su espalda. Mel se enderezó para iniciar el viaje por la pendiente hacia el estanque. "Esa bestia ha soportado la carga de ese jabalí. Creo que lo que estamos presenciando aquí es un milagro de proporciones bíblicas. Oiga, espere un momento. Esa mula se ha puesto detrás del carro. ¿Qué diferencia hay? Ya conocemos esa vieja, repetida y gastada historia de todos modos. Bueno, al menos ahora podemos ir al grano y en 12 horas dar por terminado el día".

Mel se dirigió al estanque. Se inclinó y el jabalí se deslizó.

"Bueno, Julius", dijo Blaise, "dijiste que Mel era fuerte para su edad y tamaño".

"Sí, lo dije, pero ahora para ser una mula de su edad y tamaño, es simplemente testarudo".

Howard salió de su chiquero y se metió en el estanque para refrescarse al sol de la tarde. Mel dejó a los dos jabalíes y se dirigió al pasto para pastar mientras permanecía al alcance del oído.

"Mira", dijo alguien, "¡está caminando sobre el agua!".

El jabalí de Berkshire se metió en la parte poco profunda.

"Oh, por favor", dijo Julius. "Nunca oiremos el final de esto".

"¿Supongo que también crees que es un milagro?" dijo Beatrice.

Julius negó con la cabeza. "Es un milagro que puedas pensar y hablar", dijo y miró a Blaise. "Bueno, hablar de todos modos".

Molly, la Leicester de la Frontera, mientras amamantaba a sus corderos gemelos, dijo: "¿Quizá devuelva a Bruce su antigua gloria?".

"Puede que haga trucos y se saque un conejo del culo porque no tiene sombrero, y que haga caminar a los cojos, hablar a Beatriz y ver a los ciegos, pero devolver a Bruce a su antiguo esplendor, me temo que eso ocurrirá cuando los cerdos vuelen".

"Según el jabalí del granero, José, los cerdos vuelan", habló Beatrice.

"Bueno, dah", dijo Julius. "Todo el mundo lo sabe. Joseph, que resulta ser el padre de nuestro recién llegado salvador Boris, tiene razón. Todo lo que tienes que hacer es morir. Y luego ir al cielo. Y, luego, para ganarse las alas, lo único que hay que hacer es silbar una melodía alegre y arrastrarse".

"Bueno, entonces, tal vez pueda ayudar", habló de nuevo Beatrice.

"Es un milagro", dijo Julius y batió las alas.

"Vamos a preguntarle", añadió Beatrice. "No puede hacer daño".

"Sí, claro, seguro que lo hará por la gloria de su padre que está en el cielo".

"¿Pensé que José era su padre?"

"Es adoptado".

El Gran Blanco se acercó al intruso, con su hocico a una pulgada del hocico del Berkshire, casi tocándose a veces.

"Primo", dijo Howard el Bautista.

"No me beses", respondió el jabalí.

"Me pregunto si es completamente salvaje o sólo la mitad". reflexionó Beatrice.

"Me temo que la mitad que piensa", dijo Julius.

"Así que eres tú quien ha vuelto", dijo Howard, "el séptimo cerdito del séptimo litro de Sal la Cerda, Boris, el enano del litro".

"Soy quien dicen que soy".

Howard bautizó al cerdo, vertiendo agua turbia sobre la cabeza y los hombros de Boris, el Jabalí de Berkshire.

"Protesto".

"Creo que protestas demasiado".

"Estoy libre de pecado".

"Sigues siendo un cerdo. Además, si piensas dejarte llevar de los colmillos por la mula, necesitarás toda la ayuda posible. Él es una mala noticia, pero dejaré que descubras por ti mismo lo estrecho que es el camino. Pero presta atención a mi advertencia, no es hermano ni amigo del cerdo ni de ningún animal".

"Olvidas, amigo, que soy Aquel que fue enviado por mi Padre para salvar a todos los animales de granja domesticados del pecado y de una vida en cautiverio".

"¿A dónde piensas llevar a tus pecadores, mesías?"

"A la libertad, al paraíso que se encuentra entre las montañas del Sinaí y lejos de este lugar, la corrupción de la civilización".

"Oh, por supuesto, el jardín", dijo Howard incrédulo. "Quédate aquí conmigo bajo las estrellas. No sigas a la mula ni al monje ermitaño, porque son ellos los que te llevarán por el camino de la destrucción."

"Es por ellos que estoy aquí", dijo Boris, "para librarnos del mal".

"¿Quién te librará del mal?"

Cuando Mel se acercó al estanque, Boris se colocó a su lado. "Eres bueno y puro", dijo Mel, "más allá del pecado. Harás bien tu trabajo". Mel miró al Bautista. Luego se apartó para unirse a los demás.

"Y la voluntad de tu padre", resopló Howard.

* * *

Los demás animales, incluido Mel a estas alturas, se situaron bajo las ramas del gran olivo, al abrigo del sol, y observaron asombrados cómo los dos jabalíes se embestían, se empujaban, se daban cabezazos, se empujaban mutuamente, hasta que finalmente los recién bautizados se hartaron, se retiraron del estanque y se alejaron.

Esa noche, por razones que sólo conoce el moshavnik Perelman, separó a la jersey de las demás y la colocó en el establo con el jabalí recién llegado. Sin embargo, entre los jornaleros corría el rumor de que Perelman quería que los dos, la Jersey y el jabalí de Berkshire, se apareasen a pesar de que ella era una vaca ya fresca con un ternero, y él un cerdo, algo así como que quería que la piel rojiza se le pegase a ella.

"Oh, no me gusta que me llamen cerdo. Quiero decir, soy lo que soy, y me gusta lo que soy. Soy Boris el jabalí, el gran jabalí, salvador de todos los animales, grandes y pequeños. O al menos lo seré. Por ahora, sin embargo, me conformaré con el Gran Jabalí del Oeste. Sin embargo, es el nombre del cerdo, y en lo que respecta a los cerdos, somos aborrecidos por muchos de la especie humana. La culpa de esto la tienen los humanos, por supuesto, y un hombre en particular por todo este asunto de los nombres. Oh, cómo me gustaría que nuestra especie en la tierra tuviera otro nombre, como búfalo. Siempre me ha gustado el nombre de búfalo o bisonte. Me imagino que la vida para nosotros sería muy diferente si fuéramos búfalos. O gacela. ¿No te parece un nombre precioso, gacela? Cerdos gacela, delgados, musculosos y fuertes, por supuesto, y capaces de salir al mundo con orgullo, sin miedo a levantar la cabeza".

"Entonces Mahoma ya no sería amigo del cerdo".

"Sí, habría compensaciones. No debería quejarme, en realidad. Llámenos como quiera, seguiríamos siendo cerdos a los ojos de muchos y odiados sin importar cómo nos llamen. Podría haber sido peor, supongo. Podrían haberle llamado cucarachas".

"¿Por qué se peleaban tú y Howard?" Dijo Blaise. "No mucho después de que te bautizara, los dos os peleabais, discutiendo".

"Él dijo que era perfecto, y el cerdo más grande, pero yo, siendo quien soy, me defendí, porque soy el jabalí más grande".

Si no se hubiera quedado dormida, Blaise habría estado de acuerdo.


4

Cuando caen los fetos del trasero de las vacas



Mel caminó a lo largo de la valla, manteniéndose al alcance del oído de Levy y su amigo Ed, los dos judíos ortodoxos de antes. Levy escuchaba un iPod con auriculares inalámbricos mientras atravesaban el moshav.

"¡Vienen los americanos!" dijo Ed.

"¡Estamos salvados!" Levy respondió con el iPod y los auriculares en la oreja.

"Parece que Perelman podría estarlo".

"¿Qué significa eso?" Levy se quitó el iPod.

"Está buscando vender el moshav".

"¿Vender el moshav? No puede hacer eso".

"El ganado, quiero decir", dijo Ed. "Está buscando vender el ganado, los cerdos, las cabras, las gallinas de todos modos".

"¿Los americanos vienen a Israel a comprar cerdos?"

"Están en el mercado, sí, pero su verdadero interés es el ternero rojo. Así que, ya que están aquí, por una cosa, también podrían estar aquí por la otra".

"Ya veo. Los evangélicos de nuevo en su camino para salvarnos de nosotros mismos".

"Son buena gente de campo", dijo Ed.

"Por supuesto", dijo Levy, "fundamentalistas cristianos. ¿Por qué si no estarían interesados en el ternero rojo?"

"¿Buena comida?" Dijo Ed.

"¿Perelman está vendiendo la Jersey y su ternero?"

"Creo que sí. Les interesa su resultado para nosotros y para ellos".

Levy volvió a colocarse los auriculares en los oídos. Esa gente, o como se dice, 'esa gente'".

Mel se detuvo al final del límite de la propiedad, donde las dos vallas llegaban a un punto en las esquinas de los postes. Los dos judíos continuaron su camino más allá de la granja, siguiendo el camino hacia el norte.

Esa noche Mel compartió con el resto una visión que había tenido de un sueño y era una profecía. "Veo hombres que llegan a la granja. Nos ofrecerán la salvación y el paraíso en la tierra, pero lo que quieren es esclavizarnos de nuevo al yugo y cosas peores. Por lo tanto, debemos seguir a nuestro recién llegado salvador, Boris el Jabalí. Él ofrece un curso de acción diferente, un nuevo futuro, y una dirección para nosotros. Debemos escuchar a Boris porque significará la diferencia entre nuestra supervivencia o nuestra desaparición. Escuchad atentamente, oraremos sobre esto, pero seguiremos al gran jabalí, que es nuestro Señor y Salvador".

"Muy bien, Julius", dijo Dave desde el olivo al día siguiente. "¿De qué se trata todo esto?"

"¿Recuerdas a nuestro héroe, ¿Bruce, y las 12 “holstein” israelíes? Pues mira", dijo Julius y señaló una amplia ala azul y dorada. En el prado, las “holstein” estaban soltando terneros, un ternero tras otro. "Bruce los conocía a todos", explicó Julius. "Como los fetos caen de los traseros de las vacas, el duodécimo imán, según nuestros vecinos de la península arábiga o de la franja de Gaza, al norte, aparecerá o reaparecerá según el miembro de la familia que sigan. No sólo eso, sino que también veremos el regreso del propio Gran J. Pocos se dan cuenta de lo cerca que estuvieron. Así es, Jesús acompañará a su amigo el 12º Imán, el Mahdi, cuando salga de un pozo. Sabremos la diferencia entre ambos porque, aunque los dos tendrán narices prominentes, Jesús será el tipo de pelo rubio, ojos azules y bronceado (los cristianos americanos han aterrizado, guiño, guiño)." Las “holstein” israelíes estaban a la vista de los regocijados musulmanes en la frontera egipcia, y de los americanos, parados en la carretera de la granja israelí. "Cuando los fetos caen de los traseros de las vacas", continuó Julius su cauteloso cuento, "en esta historia de hadas como en la del ternero rojo, se producirá el fin de la tierra". El problema, sin embargo, para los musulmanes, es que estos fetos respiran y dan patadas".

Los evangélicos estadounidenses, al menos dos de ellos, habían llegado al lugar a tiempo de presenciar el espectáculo de los fetos que caían del trasero de las vacas, y luego el regocijo y los cánticos emitidos por los extranjeros en una colina. El más joven de los dos era delgado y estaba en forma a sus 27 años y tenía el cabello rubio y los ojos azules. El otro ministro tenía 50 años, con el cabello castaño de fórmula griega, seco y enjuto, y ojos grises y secos. De 1,70 metros y fornido, nunca había pasado hambre. Ambos llevaban camisas blancas de manga larga, abiertas por el cuello, pantalones oscuros y zapatos negros. Los israelíes que escoltaban a los dos ministros explicaron que se suponía que era una señal de la llegada, o del regreso, del duodécimo imán, el Mahdi, según el bando al que pertenecieran. Sin embargo, estos fetos estaban vivos, y los estadounidenses fueron testigos del repentino fin del regocijo para ser sustituido por cánticos monótonos antes de que los extranjeros de la colina desaparecieran en su pueblo.

"Oh, bueno, mejor suerte la próxima vez, siempre digo", dijo Julius. "La buena noticia es que vivimos otro día- ¡Fuiu!"

"No entiendo", dijo Ezequiel. "Los fetos están cayendo. ¿Por qué este presagio no es una buena señal?"

"Oh, sí es un presagio, y una muy buena señal para los que estamos vivos. Se supone que los fetos que caen del trasero de las vacas están muertos cuando caen al suelo. Cuando 12 de ellos lo hacen, por cierto, 12 de ellos caen muertos; así, viene el Señor, de la mano del Mahdi para patear el trasero de los infieles como los superhéroes sobrenaturales que son. Desgraciadamente, para nuestros fieles musulmanes, esos fetos se dan de bruces contra el suelo. Bien hecho, Bruce. Puros para todos".

Antes de que los cabizbajos musulmanes se dieran la vuelta, presenciaron cómo los infieles cristianos, como si estuvieran en el camino de Damasco, experimentaban convulsiones, rodando por el suelo de la risa. Los musulmanes maldijeron el suelo sobre el que convulsionaban los infieles.

Una vez terminada la diversión, y cuando los estadounidenses recuperaron la compostura, vieron a dos judíos ortodoxos que se dirigían hacia ellos fuera de la granja para lo que sería un breve primer encuentro entre amigos con intereses comunes.

"Shalom Rabinos, venimos en son de paz".

"No somos rabinos", dijo Levy, con el iPod y los auriculares.

"Soy el reverendo Hershel Beam", dijo el ministro mayor. "Este es mi joven protegido y ministro de la juventud de nuestra megaiglesia en Estados Unidos, el reverendo Randy Lynn. Somos cristianos".

"Hola, soy Randy. ¿Qué estás escuchando, 'The Yahweh Hill Song'? Es sobre Jesús, ¿sabes?"

Ed, el amigo de Levy, miró a su amigo Levy.

Levy se sacó los auriculares. "Chopin", dijo. "Polonesa op. 53 en la bemol mayor, heroica". Una obra que compuso en la cima de su capacidad creativa, y durante su relación amorosa con la novelista francesa George Sand".

"Me alegro de haberte conocido", dijo Ed. Levy y él asintieron, se quitaron el sombrero y se despidieron. Volvieron a la carretera y continuaron su camino.

"¿Dijo George Sand?", preguntó un confundido ministro de la juventud. "¿Chopin era gay?"

"No, no", se rió el reverendo Beam. "No empieces a morderte la mano, Randy. George Sand era una mujer".

"Uf, eso espero", dijo el reverendo Randy Lynn. "Aunque es un nombre curioso para una mujer. Pero espere, ¿pensé que había dicho que George Sand era una novelista?"

"Randy, ella era una novelista francesa".

"Oh, claro, una de esas personas. Déjame ver si lo he entendido bien. ¿Está escuchando a Chopin, un pianista polaco que estaba enamorado de una novelista francesa, una mujer llamada George?"

"Hasta ahora, todo bien", dijo el reverendo Hershel Beam. Bienvenido a Israel".

Habría pensado en 'El violinista en el tejado' tal vez, algo más cercano a casa".

"Sí, se podría pensar", estuvo de acuerdo el reverendo Beam.


5

Reglas para vivir según los catorce pilares de la sabiduría



Con la llegada de la maquinaria agrícola moderna y sin estar ya esclavizados al yugo y obligados a tirar del arado o de la trilladora, los animales del valle, en esta franja de tierra empujada contra la frontera egipcia, vivieron tranquilamente durante todo el tiempo que se puede recordar, incluso cómodamente como podría hacerlo cualquier animal, teniendo en cuenta sus circunstancias. Hicieron lo que la mayoría de los animales domesticados habían hecho siempre, que era esperar. Un día, mientras esperaban, porque seguían siendo el alimento de los humanos, y temerosos de lo desconocido y de la oscuridad, y de los relámpagos que brillaban misteriosamente en un cielo que, por lo demás, era oscuro, cuando los truenos estallaban y hacían temblar el suelo sobre el que estaban congelados por el miedo, los animales empezaron a hacerse preguntas. "¿De dónde venimos?" "¿Adónde vamos cuando morimos?" "¿De qué se trata todo esto?" A lo que uno u otro animal, siempre de inteligencia superior, intentaba explicar los orígenes de la vida, de cómo habían llegado a estar donde estaban ahora y a dónde iban. Era una historia que se desarrollaba con reglas que debían cumplirse si un animal quería ser recompensado con una vida después de la muerte en un campo de tréboles, un jardín por así decirlo. Así que, a lo largo de los años, varios ancianos, normalmente los cerdos, se encargaron de responder a estas preguntas y empezaron a contar historias y a crear reglas que transmitieron a los animales que vinieron después, creando leyes que todos debían seguir.

Una de estas colecciones de sabiduría animal transmitida a través de las generaciones fue Reglas para vivir, los Trece Pilares de la Sabiduría. Mel entró en el granero, que era el santuario, con los dos Rottweiler, Spotter y Trooper de la granja. Mel anunció: "Os traigo buenas noticias. Jugad, retozad y holgazanead en las orillas del estanque, el mismo estanque del que bebemos. Especialmente los cerdos entre nosotros, porque esta es su tierra, y Mahoma es nuestro amigo".

"Puede que sea vuestro amigo, pero no es nuestro amigo", dijo Billy St. Cyr, la cabra de Angora.

"Si los cerdos no fuesen tenidos en tan alta estima, tal vez el Profeta y sus seguidores nos prestarían menos atención al resto", dijo Billy Kidd, la delgada cabra boer marrón y fuego.

"Este es el plan del Señor, y nuestro Mesías, Boris, que está descansando, ha salido de las montañas del Sinaí para liberarnos de nuestro actual estado de existencia".

"¿Pero no es grande el hombre porque está hecho a imagen y semejanza de Dios?"

"La belleza está en el ojo del que mira; por lo tanto, el hombre es bello, hecho a imagen de Dios. Por lo tanto, el hombre es piadoso".

"Entonces, ¿por qué hemos de ser liberados de nuestro estado actual?"

"Estamos retenidos por aquellos que no tienen el favor de Dios ni están hechos a su imagen".

Julius gritó desde las vigas: "Siento discrepar y encuentro que la premisa de tu argumento es errónea. ¿Qué es la imagen de Dios? ¿Qué prueba empírica tenemos de que Dios no está hecho a imagen y semejanza del hombre? Ningún hombre o bestia entre nosotros reconocería al escurridizo Dios del cielo y de la tierra si estuviera a su lado o en una rueda de reconocimiento."

"La tierra es plana y punto", cantó una manada de gansos.

"Oye", dijo Julius, "¿quién ha dejado entrar a esos perros aquí?". Spotter y Trooper gruñeron enseñando los dientes. Julius los miró con sus ojos negros. "¿Y esa mula cochambrosa?"

"Somos animales. Todos los días somos tentados por Satanás para abandonar nuestra relación con el hombre, y por lo tanto, con Dios. No nos corresponde cuestionar el camino del Señor. Al hacerlo, debes ser un portavoz de la desesperación, poseído por el mal entregado en nombre de Satanás", así habló Mel.

"Eso es conveniente", replicó Julius.

"Eres el mal personificado", dijo Mel.

"Lo sé", dijo Julius, modestamente. "Me lo dicen mucho".

"No eres uno de nosotros", dijo Mel en beneficio de los demás animales reunidos para la oración de la tarde. "Eres una mascota de la casa liberada de una guarida de pecado, soltada sobre los inocentes para atormentarlos y burlarse de ellos hasta la desesperación, pero no escuchan ni siguen".

"Oh, caramba, no tenía ni idea de que tuviera tanta influencia sobre vosotros".

"No puedes obligarnos, porque estamos revestidos de justicia, protegidos de los males de Satanás, y de ti, así que ayúdanos, Dios".

"No puedo llevarme todo el mérito. Quiero decir, ¿dónde estaría yo sin ti, tú con tu miedo y tu aversión, y yo, yo con mi alegre disposición?"

"No nos corromperás ni nos engañarás", dijo Mel. "No somos ovejas, después de todo. No te ofendas".

"No nos ofende", balaron tres ovejas al unísono.

"Bueno, ¿no estáis llorando? No dejéis que os detenga".

Mel dijo a los reunidos que los cerdos entre ellos eran vistos como sagrados por sus vecinos musulmanes, y que recordaran, y repitió, que Mahoma era su amigo. En la pared del fondo, y a lo largo de toda la pared, había garabatos en tiza sobre tablones de madera que decían "Reglas para vivir", los Trece Pilares de la Sabiduría. Mel dirigió el recital de los Trece Pilares de la Sabiduría, como hacía cada noche, mientras los demás animales lo seguían.

"1: El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, el hombre es santo, piadoso.”

"No se puede discutir este hecho", afirmó Mel.

Todos los animales presentes parecían estar de acuerdo.

Stanley dijo como todas las noches: "Los humanos sólo tienen 10, ¿pero nosotros tenemos 13? No puedo recordar tantos. Ni siquiera puedo contar hasta ese número".

Mel, como cada noche, ignoró al caballo.

Julius dijo: "Desgraciadamente, esta mula no se asustó y dejó caer una o tres tabletas al bajar de la montaña. Ni siquiera cuando un arbusto ardiente pronunció su nombre, ¡qué descaro!".

Mel también ignoró al loro y reanudó.

2: “Nos humillaremos ante el hombre".

Stanley resopló y dio un pisotón. Levantó la cola para arrojar un montón de estiércol. Algunos se horrorizaron, pero como había ocurrido en su caseta, y no en el santuario, no era un pecado. Al día siguiente, los jornaleros tailandeses y chinos, al ser sábado, limpiaban los establos de todos modos y ponían el estiércol en la pila de abono detrás del establo. Independientemente del día que fuera, la mayoría de los jornaleros extranjeros cuidaban de los moshavim y de los animales de granja de los alrededores, como hacían con los animales de este moshav.

3: “El granero es tierra sagrada, un santuario, donde ningún animal orina o defeca; donde todo es sagrado;”

4: “El hombre es nuestro creador y nuestra salvación. El hombre es bueno".

"Creo que sabemos quién escribió su material", dijo Julius, sacando un pincel de su pico mientras sostenía otro en su garra izquierda.

5: “No comeremos donde defecamos;”

6: “No defecaremos donde recemos;”

7: “No comeremos nuestras heces ni nuestras crías".

Una gallina cacareó a sus hermanas: "Estas reglas son imposibles".

8: “Servimos al hombre con gusto para nuestra supervivencia".

"Sí, lo hacemos", graznaron tres patos.

"Él regatea nuestros precios", dijo un cerdo, "¿y qué?"

"A mí me parece una mierda", dijo otro cerdo, y los cerdos jóvenes se rieron.

9: “Porque sin el hombre, estamos perdidos". Mel miró fijamente al alborotador. Mel lo conocía a él y a su familia, una panda de cerdos.

Mel continuó,

10: “Gracias a Dios por el hombre; agradecemos al hombre por el animal, grande y pequeño, más alto y más bajo de nosotros;”

11: “Ningún animal comerá la carne de otro animal, grande o pequeño, superior o inferior entre nosotros".

"Ningún cerdo puede vivir sólo de bazofia", dijo una cerda.

Mel miró a la cerda. No quiso detener el recital. Era una cerda.

"El hombre preciado come la carne animal," dijo otro cerdo, un porker, y no con mucho tiempo en este lugar, pero listo para un boleto de ida a Chipre.

Mel detuvo el recital. "Usted es un profeta, mi amigo". Recordó a la congregación que el grano se añadía para complementar la bazofia nutritiva ya enriquecida con vitaminas con la que el moshavnik Perelman alimentaba a los cerdos y que contenía suficientes proteínas para satisfacer las necesidades de los animales. "Están bien alimentados, mucho mejor que cualquier otro cerdo de la región".

"Somos los únicos cerdos de la región".

"Por lo tanto, sois unos privilegiados, y Mahoma es vuestro amigo".

"Qué vida tan maravillosa llevamos", dijo la cerda.

"Cierto", dijo el cerdo, "como en el paraíso".

"¿Y nosotros?" se quejaron Trooper y Spotter.

"¿No os cuidan y os alimentan generosamente?"

"Sí, padre", dijeron y se inclinaron.

"Para todo hay una estación. Para cada perro un hueso. Así que girad, girad y haced piruetas por vuestro hueso".

Los perros se volvieron, giraron e hicieron piruetas por un hueso.

"No me cuestionen ni mis motivaciones". Mel no dio a los perros un hueso. En su lugar, Mel reanudó el recital con,

12: “No permitiremos que nos cubran de barro.”

La gallina de plumas amarillas cacareó y se escondió detrás de las otras gallinas entre las ovejas.

13: “Honraremos a nuestros santos y mártires".

Mel terminó el recital; sin embargo, continuó con su sermón.

"Cuando estamos fuera, se nos impone", sermoneó, "cubrir nuestros desechos, para no llevar excrementos a nuestra casa de culto. Se nos deja nutrir la tierra que cultiva el grano, y la hierba que a su vez nos nutre a nosotros".

Los animales estuvieron de acuerdo, sí, sí, por supuesto, eso tenía sentido.

"Marcaremos nuestras pequeñas y cortas vidas en esta tierra, y respetaremos y honraremos a aquellos que nos guían a través de la oscuridad de este mundo, y del reino animal en general, más allá de nuestra granja, para que entremos en el reino de Dios para ser pastoreados por Él".

"Sí, sí", cantaron alegremente los animales.

Mel continuó su sermón: "Y los que se revuelcan en el barro morirán en él".

La gallina levantó la cabeza: "Barro". Se escondió en la cálida lana de las ovejas. A los cerdos jóvenes no pareció importarles.

"Cualquier animal que se vea cubierto de barro será considerado un hereje".

"Es tan mulato", dijo Julius, "qué alboroto".

"No te dejes ver con el cerdo hereje de la gran herejía ni permitas que la bestia te eche barro y agua sobre la cabeza o tú también serás un hereje. Os traigo la buena noticia de que todos somos elegidos como hijos de Dios en compañía de los humanos que nos protegen y alimentan. Entonces aliméntate de nosotros, porque este es el camino del Señor, el camino de la vida, nuestra vida, tal como está escrito y se ha transmitido a través de los tiempos. En una visión, vi cómo nos conducían desde nuestra condición actual hacia la libertad".

"Sí, es la parte en la que se alimentan de nosotros la que asusta a todos los animales de la granja para que acudan al gran Mel, el Mulo", dijo Julius. "Funciona siempre".

"Arderás en el infierno".

"Así, dice la mula".

"Anarquista ateo", dijo Mel.

"Anarquista malvado", dijo Julius y se dirigió a los animales de abajo en el santuario del granero. "Usad vuestros cerebros. Pensad por vosotros mismos. Sí, somos animales, pero por favor, seguro que podemos pensar por nosotros mismos, y forjar un camino en la vida."

"Ustedes no están entre nosotros".

"Escucha", dijo Julius, "la mula predica el miedo, el odio y la superstición".

"¿Qué significa, aborrecimiento?" Dijo uno de los animales.

"No eres uno de nosotros".

"Sí, sois animales domesticados, pero eso no significa que tengáis que ser un rebaño".

Mel dijo: "¿No hay nada sagrado?"

"Sí, nada", afirmó Julius. "No hay nada sagrado".

Aquí llegó el Ratoncito Lengua, correteando por una de las vigas sobre el santuario del granero con el cerdo capitalista, Ratoncito en estrecha persecución. Ratoncito Lengua era un comunista que creía que todo debía distribuirse equitativamente siempre que todo pasara primero por él. Tenía una voz aguda y chillona, y nadie podía entender nada de lo que decía. Al cerdo capitalista, Ratonero, no podía importarle menos la filosofía política del Ratoncito Lengua sobre la economía. Sólo quería comerse al pequeño bastardo.

"Lárgate, pequeña rata", dijo Julius mientras él y los cuervos se posaban en otra viga.

"No soy una rata", gritó el Ratoncito Lengua. "Soy un ratón".

"¿Qué ha dicho?" dijo Dave.

"Chillido, chillido, algo así", dijo Ezequiel. "No sé rata".

"No soy una rata", chilló Lengua de Ratón al pasar por delante de ellos.

"Bueno", dijo Ezequiel, asintiendo hacia el ratón, "¿antes de que el gato se lleve al lengua?".

"Oh, no, gracias", dijo Dave. "No podría comer otra cosa".

El Ratón Lengua era también un ateo que, cuando no era perseguido por las vigas por el cerdo capitalista, en ocasiones defecaba sobre las vigas y se complacía haciendo rodar sus pequeños excrementos por el borde, dejándolos caer donde podía en el suelo consagrado de abajo, donde nadie se enteraba, excepto las gallinas que no se lo decían a nadie. Estaban felices de limpiar en la casa. Por lo que Mel sabía, estaban siguiendo las reglas número 5: "No comeremos donde defecamos"; y número 6: "No defecaremos donde rezamos".

Cuando Mel llamó a todos a la oración, las gallinas y los patos se colocaron en posición y las ovejas se colocaron detrás de ellos. Los cerdos se dispersaron por el santuario y cayeron postrados sobre la paja, quedándose muchos de ellos dormidos donde estaban.

"Bueno, al menos esos cerditos no son una piara", dijo Julius.

Blaise y Beatrice observaron en silencio desde la seguridad de sus establos, al igual que Stanley, masticando su bolo alimenticio. Las ovejas apretaron sus hocicos entre sí, y de lado a lado, de adelante a atrás, se abrieron en abanico detrás de las gallinas y los patos del santuario. Mientras Mel dirigía a la congregación en la oración, los Luzein y los Border Leicester doblaron sus patas delanteras y se arrodillaron, pero sus patas traseras permanecieron erguidas mientras rezaban a Dios para que los librara del mal.

"¿Saben lo que estoy pensando?" Julius dijo a Ezequiel y Dave.

"¿Hora de dormir?" Dijo Ezequiel.

"Pastel de pastor", dijo Julius mientras las colitas blancas de las ovejas se movían felices. "No sé por qué. Hacía mucho tiempo que no comía pastel de pastor. ¿Has comido alguna vez pastel de pastor?"

"Hemos comido pastel de carne", dijo Dave.

"Sí", dijo Ezequiel, "y budín de ciruelas".

"Mm, el maíz, el puré de patatas, eran mis favoritos, puré de patatas que puedes chupar a través de una pajita. A veces se añadían guisantes y zanahorias, y esas cebollitas perladas. Sin embargo, nunca me gustó el cordero o la vaca molida. Tengo amigos".

"Que el Señor esté contigo", concluyó Mel.

"Y contigo", respondieron los animales domésticos.

Todos los corderitos y los cerditos, los patitos y los pollitos, se reunieron a los pies de Mel. Querían escuchar la historia de cómo habían llegado al lugar del mundo en el que se encontraban. "En el principio, el hombre estaba erguido en el Jardín del Edén. Se despertó y se encontró en un montón de estiércol y salió a saludar el día. Se llamaba Adán. A medida que pasaba el tiempo, se aburría cada vez más, se sentía solo en el paraíso. Pidió a Dios que le enviara un amigo, un compañero, alguien con quien pudiera jugar. Así, Dios, siendo el generoso y benévolo Padre amoroso de todas las criaturas, grandes y pequeñas, cortó de la caja de costillas de Adán, una mujer cuyo nombre era Eva. Una vez sobre sus pies, se aplicó barro y estiércol a la herida abierta de Adán para detener la hemorragia. Como Adán era mayor, el primogénito, y pesaba más, gobernaba todo el Edén. Adán era un hombre bueno, un hombre sabio, el padre de todos nosotros, que un día, al ser preguntado por Dios, nombró a cada uno de nosotros mientras nos pinchaban y desfilaban".

"¡Vaya, eso es increíble! ¿La cebra?"

"Sí, la cebra".

"¿Y el escarabajo también?"

"Bueno, el escarabajo es un insecto, pero sí".

"¿Y la comadreja?"

"Debes referirte al loro", dijo Mel, pero nadie se rió.

"¿Y el dingo australiano?", resopló uno de los cerdos más jóvenes.

Mel sabía que se trataba de una intención maliciosa. Se acordaría de este cerdo.

"¿Y la oveja?", dijo un Border Leicester.

"¿Y también le puso nombre a la oveja?", dijo su amiga de Suiza, una Luzein, y algo de raza rara.

"Sí", dijo Mel con lo que era lo más parecido a una sonrisa que podía hacer, teniendo en cuenta que era una mula. "Y Adam también le puso nombre a la oveja". Mel sabía que esto era bueno, con toda la buena intención, ya que se trataba de ovejas.

Eran de diferentes razas, sin embargo, las dos razas dominantes en el moshav eran la Luzein y la Border Leicester. La Border Leicester tenía una cabeza lisa y sin pelo, de color rosado, con orejas erectas y una larga nariz romana, con una lana larga, rizada y lustrosa que era un producto muy codiciado, utilizado sobre todo para hilar a mano y otras artesanías. Aunque las Border Leicester eran una raza de lana larga y pesada, el rebaño se adaptaba bien al entorno árido y al paisaje escarpado de los alrededores. Aunque de tamaño similar, las Luzein, llamadas así por la pequeña ciudad donde se originó la raza en Suiza, sus orejas, aunque puntiagudas, colgaban a ambos lados de la larga cabeza. Las Luzein se erguían sobre sus patas y eran muy vivaces. También tenían rasgos finos, con una cabeza larga y sin vellón y un vientre sin vellón. Las Luzein eran muy apreciadas por su fuerte instinto maternal, una importante cualidad para cuidar y proteger a sus crías.

Mel continuó la historia de la caída en desgracia del hombre cuando fue tentado por la hechicera Eva, que le dio de comer la manzana del Árbol del Conocimiento, que no podían conocer. Pero Dios sabía, conociendo que era una mujer, que no aceptaría un no por respuesta. Así, ella guio a Adán, y comieron las deliciosas manzanas del árbol del Conocimiento. Dios les llamó y les hizo responder por sus indiscreciones prohibiéndoles la entrada al jardín para siempre.

"En ese momento se les obligó a esconder su vergüenza en pieles de animales y ya no pudieron vivir únicamente de los frutos y las plantas. Ahora estaban hechos para matar o ser matados y alimentarse de la carne de los animales".

"Oh, qué terrible", gritaron los animales y escondieron la cabeza.

"Esta es la sabiduría de Dios, porque él es sabio", dijo Mel. "Esto ha hecho que los animales de todo tipo florezcan y vivan entre la humanidad sobre la faz de la tierra. Donde están los humanos, estamos nosotros. Nuestra relación con el hombre y el hecho de que el hombre nos alimente y se alimente de nosotros es lo que hace que el mundo gire. Es el plan de Dios y estamos en sus manos".

"¿Por qué?", preguntó un mequetrefe, un cerdito.

"¡La tierra es plana y ya está!", gesticuló la gansa.

"Era para ver si se podía confiar en el hombre y alejarlo de la tentación, pero fracasó. Así, el hombre y la mujer fueron expulsados del paraíso y se les hizo sangrar y sentir dolor y hambre, y desde ese día hasta este, desde entonces a cazar y comer carne de animales."

Los animales más jóvenes corrieron y se escondieron mientras las gallinas volaban hacia las vigas.

"Oh, pero agradecemos al hombre su caída en desgracia porque nos ha permitido florecer y multiplicarnos y ser cuidados y mantenidos a salvo y alimentados por el hombre hecho a imagen de Dios". Así termina la palabra de Dios. Salid ahora y multiplicaos porque es vuestro deber servir a Dios y al hombre".

"Si no suena como el loro de alguien, no sé quién lo hace". dijo Julio a los cuervos, pero éstos no respondieron. Estaban dormidos.

Cuando terminó el servicio, tanto Blaise como Beatrice estaban dormidas de pie, con Beatrice roncando ligeramente. En un corral cercano, Molly y su amiga Praline, ambas líderes de sus respectivos rebaños, y no propensas a tal fervor religioso, también estaban dormidas, acurrucadas cálidamente juntas en su parte del establo, donde, una vez que la euforia desapareciera para permitirles dormir, las otras ovejas acabarían encontrando su camino. Praline sentía curiosidad por la mayoría de las cosas que la rodeaban. En ciertos momentos como éste, cuando estaba presente, a menudo tenía preguntas, pero siempre pensaba lo contrario y no preguntaba. Si Adam nombraba a las ovejas, ¿no nombraba también a todas las razas de las que ella conocía al menos cuatro, incluidas las cabras Boer y Angora de la granja? La pregunta era sencilla y ella suponía que la respuesta era igual de sencilla. ¿Adán nombraba todas las razas de animales? Algún día supo que sabría la respuesta. Algún día supo que haría la pregunta.

Joseph, el anciano jabalí del establo, de 12 años y 900 libras, estaba postrado en una esquina del santuario con un pequeño grupo de cerditos. "Y 100 cerditos vuelan y se posan en la cabeza de un alfiler".

"¿Qué?", dijo uno de los cerditos, "¿100 bolas de mierda? ¿Dijo que se podían enrollar 100 bolas de mierda? ¿De qué estás hablando, viejo jabalí loco?"

"Ángeles, mi querido muchacho, ángeles", respiró el mayor. "Pequeños ángeles-cerditos vuelan alrededor de la cabeza de un alfiler mientras cientos, incluso miles, se posan en la cabeza del alfiler. Esto es el cielo".

"No, esto es una locura", dijo otro joven cerdo. "Eres un viejo jabalí loco". Él y sus amigos se rieron y se alejaron. Las orejas de Mel se agitaron. No le gustó el tono que los cerdos jóvenes habían adoptado con José, el mayor.

Al día siguiente había Catorce Pilares de la Sabiduría, con lo siguiente garabateado con tiza en la parte inferior de los tablones de madera,

"14: Honra a tus mayores, porque han luchado mucho para sobrevivir al plato de comida hasta la vejez".


6

El Duelo de Banjos



Boris era una especie de novedad, una curiosidad, y dondequiera que Boris fuera los otros animales se aseguraban de seguirlo. Un día lo siguieron hasta el corral de engorde, detrás del granero, donde se encontraba Bruce, apoyado en un poste de la valla, cerca del depósito de agua.

Howard el Bautista estaba a la sombra de la higuera junto al estanque y advertía a los animales que estuvieran atentos a la posibilidad de merodeadores en la noche.

"Ignoren al blasfemo", dijo Mel desde el santuario del granero. "Es el hereje de la gran herejía. Síguelo y seguramente lo seguirás directo al infierno".

La gallina amarilla salió corriendo del granero agitando sus plumas amarillas. Corrió hacia el corral gritando: "¡El fin está cerca! ¡El fin está cerca! Más vale que tengan sus casas en orden. Buenos días, rabino", cantó junto a Boris en la pila de abono al otro lado de la valla. Pronto la seguiría un éxodo masivo del granero.

Era sábado y no se veía a ningún judío, ni siquiera al moshavnik Perelman. Juan e Isabella Perelman no siempre observaban el Shabat, sino que solían viajar o, al menos, no salían a trabajar en la granja. Los jornaleros solían aprovechar la paz y la tranquilidad del sábado, pero sabían que, independientemente de la ocasión, cuando había que trabajar, les correspondía hacerlo. Hoy no fue una excepción. Revoltosos como siempre, una docena de cerdos de diez meses estaban separados, recluidos en un corral con una rampa de carga junto al granero. Más ansiosos y nerviosos que de costumbre, teniendo en cuenta que era el sábado, los cerdos se agitaban bajo la valla, chillando todo el tiempo que algo estaba terriblemente mal, que algo horrible estaba a punto de suceder, pero no sabían qué ni cuándo. Tampoco se veía a los jornaleros y esto también asustó a los cerdos acorralados, y a todos los animales de la granja. Asustados, acudieron a Boris, el jabalí de Berkshire, y al Mesías.

Cuando Boris vio que las multitudes venían corriendo hacia él, se sentó junto a la pila de abono y supo de dónde vendría su próxima comida. Se reunieron a su alrededor en un semicírculo. Separado como estaba de las masas por una valla de tierra, las masas no pudieron besar sus patas de cerdo. En su lugar, gritaron: "¡Oh, querido Señor! ¿Qué significa todo esto, rabino? Enséñanoslo".

Mientras los demás se reunían, los cerditos, y había muchos, con tres camadas recientes que se unían a la población general de cerdos, porque los cerdos cada tres meses, tres semanas y tres días producían nuevas crías, se postraron a los pies del gran jabalí. A continuación, cayeron los cabritos, las cabras de Angora y Boer. Muchos de los corderitos recién nacidos estaban con sus madres mientras pastaban por las laderas a la sombra de los olivos o en el granero, donde la mayoría de las aves pasaban las tardes lejos de los cerdos y otros animales de la granja. Excepto Stanley. Estaba en el granero comiendo grano del comedero de su caseta.

Boris abrió la boca para enseñar, y esto fue lo que el sabio instruyó: "Benditos sean los animales de la granja, altos y bajos, grandes y pequeños, porque son pobres, y los pobres serán recompensados en el cielo". Sally, la Cerda, apareció de entre la multitud de animales con su ancho de lechones nuevos bajo la pezuña de su más reciente camada para hablar con su hijo, Boris, el enano de su séptima camada.

"Tú, hijo mío, has hecho bien en sobrevivir y prosperar. Te lo agradezco. Al principio, no quería que te llevaran, tan lejos y en esa dirección".

"Soy el hijo de Aquel que no ves ni conoces, pero que yo conozco. No es más que una cerda", dijo a los animales reunidos. "Yo soy el hijo del cielo. Vete, cerda, y no camines más".

Ezequiel y Dave se posaron en las ramas de la higuera que daba sombra a Howard cerca del estanque. "Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados, porque en el paraíso, que está en el cielo, no se corta jamás la carne de ningún animal para alimentar a las criaturas celestiales".

Los animales se alegraron y todos estaban contentos.

No así los musulmanes, que se encaramaron en la cresta de la aldea con vistas a la granja israelí y a los animales de abajo. "Porque este es el regalo de Dios a los que sufren por la justicia", dijo Boris. "Recuerda que nadie come en el cielo; por tanto, nadie defeca".

"Rabino, ¿debemos esperar al cielo para ser recompensados?"

"No nos corresponde cuestionar el camino del Señor", reprochó otro.

"Y hasta que los pobres entren en el reino de los cielos, primero heredarán la tierra".

"¿Ni ellos, decís, rabino, fornican? Quiero decir, ¿procrear en el cielo?"

"No hay pecado de la carne en el cielo. En el reino de los cielos, vivimos en paz, el cordero junto al león, la cabra junto al lobo."

"¿Qué?", dijo Billy St. Cyr, la cabra de Angora, a la que había que esquilar pronto, sobre todo ahora, en pleno verano.

"Y el pájaro anidará con el caimán".

Los animales corrieron hacia Howard el Bautista.

"Bueno, ahí lo tienen", dijo Dave. "Supongo que estamos bendecidos porque mencionó animales de la naturaleza".

"¿Quieres acostarte junto al cocodrilo?"

"No, gracias. Tampoco quiero abrazar a una serpiente", dijo Dave.

"No, gracias, Boris", dijo Ezequiel. "Tampoco quiero acostarme con el jabalí, no sea que ronque".

"Se rumorea que lo hace, según Blaise".

Howard dijo: "Esto no es nada. Nada más que el mal, propiedad de Satanás y operado por él, y nuestras vidas en este plano maligno deben terminar lo más rápido posible, para que podamos entrar en el mundo de Dios. El mundo de Dios es el verdadero mundo y el dominio de nuestro Dios Creador. Todo lo demás pertenece a Satanás, incluido el granero en el que muchos de vosotros adoráis".

Boris dijo: "Tan cierto como que camináis sobre cuatro patas, yo soy el camino. En la casa de mi padre hay muchas pocilgas. Por mí entraréis en el cielo, porque yo soy el camino, la luz, la verdad".

El Bautista dijo: "Una verdad".

Boris dijo: "La verdad".

El Bautista dijo: "Semántica".

Boris dijo: "La única verdad que necesitarás. Así como los ríos sangran en la primavera, yo soy la calma en la tormenta, el faro para iluminar tu camino a través de la oscuridad de este mundo."

"Te refieres al tocino, ¿no?", dijo una cerda y sonrió.

Boris la ignoró.

En el estanque, Howard el Bautista vertió agua sobre el hocico de una cerda. Dijo a los presentes: "Sois animales. Sois inocentes. No necesitáis un granero para adorar. Lleváis la verdadera religión dentro de vosotros. No está en este mundo ni en este lugar ni entre las paredes del granero. La única estructura digna de albergar el conocimiento de la verdadera religión eres tú mismo, porque se encuentra dentro de ti. La verdad es tu contrapeso contra estas otras tonterías y los males de este mundo que nos esclavizan para la matanza y la alimentación del amo de los esclavos. La verdadera religión está en tu corazón. Te prepara para entrar a través de mí, tu Prefecto, en el reino del cielo que fue hecho por nuestro único y verdadero Dios para nosotros, el bien." Howard el Perfecto de la única y verdadera religión recitó entonces el Padre Nuestro. Cuando dijo: "Gracias, Señor, por nuestro pan de cada día", los cerdos, omnívoros todos ellos, se lanzaron y comenzaron una estampida de vuelta a Boris, su único y verdadero Mesías, según Mel, su líder espiritual en la tierra o en esta granja, y lejos de Howard el hereje, según Mel. Mel, de pie en las sombras del toldo del granero, se alegró.

"El puro de corazón se menea en el barro", dijo Mel a sus dos secuaces, los Rottweilers Spotter y Trooper. Observaban desde el suelo del granero cómo Howard seguía bautizando a los lechones, las cabras y algunas aves en el barro y el agua del estanque. "Cerdos testarudos", dijo Mel. "Son unos ilusos. Creen que están haciendo la voluntad de Dios. Elige, dos idiotas hablando de un buen juego. Tontos los dos, pero uno habla mi juego mientras que el otro no tiene importancia. Podemos soportar el uso de un cerdo mascota".

El cerdo mascota de Mel continuó su enseñanza: "Bienaventurados el cordero manso y el cabrito, la hija y el hijo de la oveja y la cabra, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de verdad y de justicia, porque ellos serán colmados de justicia y de verdad. Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia y serán abundantes en el cielo. Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios al entrar en el reino del paraíso, que está en el cielo.

"Bienaventurados los que son pastoreados por el hombre justo, el cristiano, porque son genuinamente los verdaderos hijos de Dios, y serán llamados como tales, y sus pastores piadosos. Bienaventurados los que son perseguidos, señalados para la matanza por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Por causa de la justicia, dejaos ingerir, digerir y descansar bien, porque la vida eterna en el cielo se os da por el tracto digestivo del hombre justo, el cristiano. Porque, así como el buen pastor deja esta tierra al morir y entra en la vida eterna en el cielo, vosotros también entraréis en el cielo a través del intestino del cristiano justo."

Corrieron hacia Howard.

"Cuidado con los demás", llamó Boris tras ellos. "Los judíos, los musulmanes, los falsos profetas, porque no podéis entrar en el paraíso por las entrañas del infiel".

"Dios mío, ¿me estás tomando el pelo?", dijo Dave, en lo alto de las vigas.

"No", exclamó Ezequiel. "¡Te está cagando!"

Howard advirtió a los animales reunidos en el estanque que la festividad musulmana del Ramadán estaba a punto de llegar y que si querían sobrevivir a las Altas Fiestas judías, debían prestar atención y prepararse para una posible incursión procedente del desierto en un futuro próximo. "Mira cómo salivan sobre nuestros niños y corderitos". Los egipcios se encaramaron a lo largo del borde de la aldea que daba al moshav israelí, mientras observaban a los animales de granja pastar en los campos de abajo. Howard continuó su sermón, predicando que debían dejar de procrear. Era un pecado contra la naturaleza. A medida que la población animal disminuyera, razonó, los seres humanos ya no los procurarían o procesarían para obtener carne, y por lo tanto los dejarían en paz mientras se desvanecían de la tierra, que de todos modos fue creada por Satanás.

Los animales corrieron hacia el santuario para buscar el perdón y la tranquilidad de Mel.

"Ignoren al hereje. Es el hereje de la gran herejía", les aseguró. "No hagáis caso de todo lo que salga de sus fauces. Seguid a Boris, vuestro verdadero Mesías".

"Benditos sean los cristianos, porque gracias a su bondad nosotros también entraremos en el cielo", continuó Boris su sermón junto a la pila de abono.

Las ovejas se acomodaron en torno a las pezuñas hendidas de cuatro dedos de Boris en busca de consuelo.

"Bienaventurados los mansos porque heredarán la tierra".

"El visón... qué... no quiero que ningún visón apestoso herede la tierra".

"No, no, amigo, visón no, manso", dijo un jabalí de 6 años y 250 libras. "Los mansos entre nosotros heredarán la tierra".

"Amigo, no hay visones entre nosotros".

El pandemónium se desató en la pocilga cuando un camión de caja cerrada de 26 pies apareció y retrocedió contra la rampa de carga. En el lateral del camión, de color naranja y con letras negras, se podía leer: "Palacio del Puerco Tirado de Harvey de Tel Aviv, música de Blues en vivo los viernes y domingos por la noche". En medio de todos los chillidos de protesta y el caos, dos hombres empujaron los cerdos por la rampa de carga hasta el camión y, en poco tiempo, cargaron la docena de cerdos y se fueron, para no volver a ser vistos. En cuanto a los dos hombres, volverían.

Boris se puso en pie y predicó a los fieles: "Amigos míos, esos cerdos fueron convertidos en eunucos en beneficio del hombre, y siendo como son cerdos, podéis estar seguros de que están destinados al placer gastronómico del hombre cristiano. Pónganse en el tajo y también tendrán asegurado un lugar en la mesa de Dios".

Los fieles chillaron por Howard.

Howard predicó sobre las fuerzas del bien y del mal, el dualismo entre Dios y Satanás, un juego reñido en el mejor de los casos, los males de la carne y de la sangre, la trampa del cuerpo y de la tierra, de la luz y de las tinieblas, los pecados de los humanos en general. "Dejen de procrear", aconsejó. "Los humanos dejarán de comer carne animal cuando nuestra población se reduzca a la nada".

Se dirigieron a Boris, quien les dijo: "Dichosos vosotros cuando la gente os reproche, os persiga y diga todo tipo de mal contra vosotros falsamente, por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el cielo. Porque así persiguieron a los profetas porcinos que vinieron y fueron antes que vosotros".

Julius salió volando y se posó en el hombro derecho de Bruce. "¿Quién va ganando?"

"Empatados, dos a cero, la parte inferior de la quinta, con dos outs y una cabra en segunda", dijo Bruce y sacudió la cabeza.

"Mmm, la parte inferior de la quinta", dijo Julius. Se acercó al poste de la valla temiendo que su peso se convirtiera en una carga demasiado pesada para Bruce y lo agotara. "Me temo que este partido está demasiado lento como para que me quede hasta el final. ¿Y si se pusiera a hacer finales extra? Oh, Dios mío, ¡podría no terminar nunca!"

Bruce cerró los ojos contra las moscas.

* * *

"¡Pato!" graznó un pato en el granero cuando un obrero chino apareció de la nada. El caos se desató cuando gallinas, patos y gansos corrieron en todas direcciones para esconderse en todos los rincones del granero. El obrero se agachó y agarró a un ganso por el cuello y desapareció tan rápido como había llegado.

Dos patos se aventuraron a salir y se encontraron en medio del santuario. Miraron a su alrededor, inspeccionando la zona mientras las gallinas, otros patos y los gansos restantes salían de su escondite.

"Dios mío", dijo el pato que había avisado a todos. "Eso estuvo cerca". Miró a su amiga.

Su amiga le dijo: "No lo digas. No lo digas".

"Su ganso está cocinado".

"La próxima vez puede que no tengamos tanta suerte. La próxima vez puede que se les antoje pato pekinés".

"¡Bueno, gracias a Boris que ninguno de nosotros es de allí!"

"Benditos sean los cristianos, porque con su maravillosa sabiduría nos alimentan", continuó Boris desde la pila de abono.

"Si llamas a la bazofia que nos dan, comida, eres más cerdo de lo que pensaba".

"Benditos sean los cristianos que nos comen".

"¿Nos comen? ¿Y los bendices por eso?"

"No se entra en el cielo por las entrañas de un musulmán", explicó Boris. "Sin embargo, debido a nuestra asociación con Jesús, entramos en el Reino de Dios a través del tracto digestivo del cristiano. Y bendito sea el Dios judío, Yahvé, porque también concedió asilo a los cerdos porque al judío no le gustaba el sonido de los chillidos de los cerdos. Le recuerda a los gritos de los bebés. Los rabinos, para siempre, concedieron que los cerdos eran sucios, y estúpidos, y nos dejaron en paz para retozar, y rebañar, y multiplicarnos".

"Sí, bueno, no estoy tan seguro de eso", dijo un jabalí joven, y afortunado de ser un jabalí. "Ha cambiado de opinión porque ahora algunos judíos ponen tocino en sus platos".

"No son kosher ni devotos como sus vecinos musulmanes. Independientemente de lo que dijo Mahoma, o de lo que dijo que no escucharon, los musulmanes juraron no comer cerdo."

* * *

"Así que, ¿cuándo vas a salir de este antro?" dijo Julius.

Bruce dijo: "Cuando suba la marea".

"No sabía que supieras nadar".

"Me llevarás a un lugar seguro. Cualquier cosa sería mejor que esta mierda".

"No estoy seguro, pero podría depender de hacia dónde sople el viento. No mires ahora, pero se rumorea que el bloque de celdas número 9 está haciendo una escapada esta noche. Tienen un túnel excavado, pero no soporto decirles que sale por debajo de la Franja de Gaza y no del centro comercial Kerem Shalom". Julius se tapó el pico con un ala mientras giraba la cabeza para fingir una risa.

"¿La mula va por delante?"

"¿Estás bromeando? Está poniendo sus esperanzas en la espalda del Bore de Berkshire, igual que el Jabalí tiene la cola puesta en el burro".

"Háblanos, oh Señor, de Jesús y del Demonio Cerdo".

"Oh, sí, por favor, Señor", gritaron los cerditos. "Cuéntanos la historia de cómo los demonios fueron arrojados a los cerdos". Y Boris no defraudó. Contó la historia de cómo Jesús echó los demonios en una piara de cerdos, pero con un resultado diferente, que fue alegre y beneficioso, sobre todo para los cerditos de la granja.

"Cuando Jesús llegó al campo, fue recibido por dos personas poseídas por demonios. Le salieron al encuentro en el camino, saliendo de los sepulcros, y con tanta furia que no permitían que nadie pasara por allí, ni siquiera Jesús. 'Mirad', le gritaron. 'Qué sabéis, es Jesús. ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?' Jesús respondió: 'No, en absoluto. Sólo pasaba por aquí de camino a Galilea, amigos, seguid adelante'. Pero los demonios le suplicaron: 'Si nos echas, querido Señor, permítenos ir a esa piara de cerdos que está allí alimentándose, ya que están muy lejos de nosotros'. Y el Señor dijo a los demonios: 'Id'. Salieron y se metieron en la piara de cerdos, y he aquí que toda la piara se precipitó por los acantilados al mar y murió contra las rocas."

"¡Oh, qué horror!", gritaron los cerditos.

Boris les aseguró diciendo: "Familia mía, manada mía, no dejéis que vuestros corazones se turben. Este no es el final de la historia. El Señor del Hombre, nuestro Dios, echó a los demonios en la piara de cerdos, pero éstos no se precipitaron al mar para morir. Por el contrario, se precipitaron al mar para retozar en la arena, el sol y el oleaje. No murieron contra las rocas, sino que retozaron en el rocío del mar, porque los demonios no eran más que almas que entraron en los cerdos, y eran juguetones, llenos de alegría y risas".

Las almas reunidas lanzaron vítores.

"Y los que los alimentaron huyeron, y se fueron a la ciudad, y contaron todo, incluso lo que pasó con los que estaban poseídos por los demonios. Y los cerdos fueron abandonados a su suerte. Así, pues, y así, hoy somos abundantes".

Los cerdos del corral y sus lechones chillaron de alegría.

"Oh, cuéntanos, rabino, cuéntanos el resto de la historia del porquero demoníaco".

"Más tarde, después de echar los demonios al porquero, Jesús, para demostrar que era un buen tipo, bajó al mar entre ellos, y mientras caminaba sobre el agua, bendijo a los cerdos porque eran humildes, y los absolvió de sus pecados. Cuando el profeta Mahoma apareció en la cresta, fue testigo de cómo la piara de cerdos jugaba en la arena y en la mierda, se revolcaba en las olas, hacía orines de arena y pasteles de barro, chillaba y chillaba de risa. Dijo a los suyos: "A partir de hoy, desde la cola movediza hasta el hocico, esto es lo que hay que dejar de hacer". Pero su voz fue ahogada por el bullicio del mar y no se entendió del todo. Por lo tanto, lo que se hizo su voluntad, fue desconocido. Al no estar seguros de qué era y qué no era kosher hablar, los musulmanes, devotos como son, y al no saber del todo, desde la cola movediza hasta el hocico, lo que había que dejar fuera, juraron todo lo que había en medio. Por eso ahora se sientan en la colina como lo hacen, salivando sobre nuestros hermanos y hermanas, las ovejas y las cabras entre nosotros, y sus jóvenes corderos y cabritos, porque pronto llegará el Ramadán. Aunque a Jesús se le conoce como amigo del cordero, está muy visto que era más amigo del cerdo. Por lo tanto, es por el amor de Jesús mostrado al cerdo que el Profeta Muhammad es nuestro amigo. A excepción de esas pobres almas a lo largo del Támesis o del Rin o del Danubio o a lo largo de las orillas del poderoso Mississippi o de las orillas del lago Pontchartrain, los cerdos están agradecidos a Jesús y a Mahoma."

"No es nuestro amigo", dijo Billy Kidd, la cabra boer.

"Sí, Mahoma es amigo del cerdo, aunque no lo demuestre, al igual que Jesús es amigo del cordero, y como el buen pastor que ninguno quiere, lo demuestra. Esto, como sabemos, no es tan afortunado para nuestros hermanos y hermanas, las ovejas y las cabras. Tener a Jesús como amigo no evita los males de cortar la carne de los huesos".

"En otras palabras", dijo Howard desde el estanque, "Jesús no protege al cordero de los hombres que comen carne, y en cuanto a los cerdos, cualquier cosa desde la cola hasta la nariz es juego limpio. Los hombres incluso utilizan la piel de cordero para cubrir el jarrete, para poder fornicar y no procrear".

Las ovejas estaban desgarradas y confundidas. Corrieron de un sermón a otro, de Howard a Boris, y de nuevo hasta que Mel afirmó que el hereje predicaba la exclusión. La inclusión era sólo para los cerdos, como en "Mahoma es nuestro amigo". Las ovejas acudieron a Boris, su salvador.

"Bienaventurados los desdichados. Bienaventurados los pobres, porque entrarán en el reino animal del cielo", predicaba Boris. "Aunque el camino es estrecho hacia el valle del trébol, al otro lado del paraíso, creed en esto, creed también en mí, y confesad a vuestro confesor, el santo prelado Mel, y recibiréis la salvación y viviréis para siempre en el reino animal de Dios, donde ningún animal se alimenta de otro. Y acuérdate de Yahvé, porque también él es nuestro amigo. Al oír los chillidos de los cerdos, chilló y los declaró vulgares e impuros. A continuación, las tribus de Israel salieron de Egipto por el Mar Rojo. Sí, es de Egipto de dónde venimos, y es de Egipto, nuestro paraíso en la tierra, a donde regresaremos".

Boris dijo: "Yo ilumino el camino al paraíso en la tierra, y sólo a través de mí al cielo más allá. Sígueme y recibirás, porque es a través de mí que seguramente entrarás en las puertas del paraíso, y aunque el camino es ancho, el sendero es estrecho, y a través de estas estrecheces están las montañas del desierto, y el valle de la vida en la tierra. Es nuestro lugar de descanso en nuestro viaje hacia el reino animal del cielo". Este día en que Boris sermoneó a todos los animales sería conocido un día como el sermón de la pila de abono, donde Boris pronunció las Beatitudes.

Boris añadió que, poco después de que su amigo y benefactor, Mahoma, concediera a los cerdos un respiro para vivir en Egipto, se elevó a lomos de su corcel favorito hacia el paraíso.

"Es curioso", dijo Julius a Bruce en el tanque de agua. "Todos estos años, y yo pensaba que era un unicornio. El gran profeta Mahoma fue el único tipo de toda la humanidad que pudo domar a ese unicornio rebelde y astuto. Y cuando el último unicornio se elevó a los cielos, también lo hizo Mahoma, cabalgando hacia las nubes sobre su cuerno. Te muestra lo que sé. Lo que sé de estas historias reales es quién es el mayor profeta, ¿Jesús o Mahoma? Jesús, por supuesto. No sólo es Jesús el regalo de Dios para el hombre, ¡pero Jesús! Incluso después de estar clavado en la cruz todo el día, Jesús ascendió por su propia voluntad. Mientras que Mahoma, ya sea a lomos de su corcel favorito o en el cuerno de ese unicornio revoltoso, tuvo que hacer autostop. Esa es toda la prueba que necesito para demostrar que Jesús es genial.

"Bruce, cuando muera, espero tener un ala y una oración, para que yo también pueda hacer mi camino hacia las nubes de arriba. Pero si no, tomaré un ascensor. ¿Qué dices tú, mi viejo amigo?"

"Volaré", dijo Bruce.

"Oh, de verdad", dijo Julius, agitando sus enormes alas. "¿No sabía que tenías alas?"

"Me crecerá un par".

Julius, que rara vez se quedaba sin palabras, no dijo nada.

Cuando el sol de la tarde brilló en los blancos colmillos de Boris, asustó a los rebaños, que acudieron a Howard, aunque a estas alturas ya sabían que era el hereje de la gran herejía.

"Alto", dijo Mel desde el granero. "¿De qué tienen miedo? El sol de Dios se posa en los colmillos del Jabalí, ¿y no sabes que esto es algo glorioso? Volved al redil al que pertenecéis, y se os promete la vida eterna". Algunos se volvieron, pero otros no. Los animales que se volvieron hacia Boris no fueron suficientes para complacer a Mel.

Howard dijo: "No hay fornicación que lleve a procrear. Si te dedicas a esas actividades pecaminosas, fornicas protegido. Sin embargo, sigue siendo un pecado contra la naturaleza, una maldición de los lomos de Satanás".

Mel salió del granero al sol.

Howard dijo: "A medida que nuestros números se desvanecen de la tierra, el hombre perderá el interés en nosotros como fuente de alimento, y eventualmente nos dejará tranquilos como él, también, se desvanece de la tierra."

"Sí, como si eso fuese a suceder", resopló un cerdo.

Los animales domésticos de la granja se dieron la vuelta y corrieron hacia Boris.

"¿Has oído alguna de las mierdas que salen de la boca de ese cerdo?" dijo Bruce.

"¿Te refieres a Howard? Me gusta Howard", dijo Julius. "Tiene buenas intenciones. Si tienen que seguir a alguien, al menos no los va a llevar por un precipicio".

"¿Te gusta algo?" Dijo Mel mientras se acercaba al tanque de agua. "No creí que te gustara nada".

"Me gustan muchas cosas", dijo Julius, "pero el culo de una mula en mi cara no es una de ellas".

Mel bebió un largo trago. Cuando terminó, sacudió la cabeza, escupiendo agua sobre los hombros y el trasero mientras se alejaba trotando hacia el establo.

"Bueno, eso fue bastante beligerante, ¿no crees?"

"Intento no hacerlo", dijo Bruce.

"Qué beligerante", dijo Julius. "Es muy beligerante".

"Tiene a Dios de su lado".

"He oído que son mejores amigos, como nosotros".

"Estos cerdos están locos", resopló Bruce. "Argumentan diferentes caras de la misma moneda".

"Supongo que tienes razón", dijo Julius. "Me temo que nada va a cambiar mucho con estos tontos, y los tontos que seguirán hasta el fin del mundo".

"¿Quién te ha cortado las alas?"

"Voy a tener que dar una lección a estos animales de granja".

"¿Y qué sería eso que no has hecho ya?"

"Les enseñaré una canción".

"Oh, una canción. Eso les enseñará".

"Una canción que aprendí de Pete Seeger cuando vivía en la casa grande con los bastardos judíos comunistas. Quizá les sirva algún día".

"¿A quién?" Dijo Bruce. "¿Los bastardos judíos comunistas?"

"Demasiado tarde para ellos", dijo Julius. "Ahora son ortodoxos. No, me refiero a los animales de granja. Solía cantar mucho cuando tenía una casa y una habitación con vistas. Un día vi esa vista y quise mi espacio, el aire fresco, la libertad. Salí volando por la ventana de la oportunidad y aterricé en el limonar. Le di un mordisco a un limón y eso fue suficiente libertad para mí. Me volví hacia casa sólo para descubrir que la ventana se había cerrado cuando me golpeé contra el cristal".

"Ouch".

"Fue inteligente. Me deslicé hasta el suelo y casi me comieron vivo mientras un Rottweiler atacaba por aquí, y su gemelo malvado por allá, y el gato Ratonero se abalanzaba por otro flanco. Salí volando justo cuando chocaron y quedé con un enorme montón de pelo y algunas de mis plumas bajo la ventana. Desde entonces no he tocado el suelo, golpeando la corteza. Supongo que mi canto puede haber acabado conmigo. Echo de menos la casa grande y la familia". Julius se detuvo un momento, reflexionando sobre los recuerdos lejanos. "No he vuelto a cantar 'Noventa y nueve botellas de cerveza en la pared'".

Bruce se apartó de la valla y defecó, depositando un gran montón de estiércol.

"Ah, mira, Bruce, has hecho nuevos amigos", dijo Julius mientras las moscas revoloteaban sobre la vaina fresca y caliente de la vaca.

"Nunca se tienen demasiados amigos", dijo Bruce y se apoyó en el poste de la valla.

"Hablando de amigos, parece que tienes un par que vienen a verte. Bueno, me tengo que ir. Hasta la próxima". Julius salió volando mientras Blaise y su cría roja salían del establo. "A ver si puedes animarlo, ¿quieres? Lo he intentado".

Blaise apretó a la joven ternera entre ella y Bruce, frotándose contra él mientras pasaban. "¡Tag, eres tú! Lizzy quería pasar a saludar". Una delgada raya marrón se formó a lo largo de la parte inferior del vientre de la ternera roja, pero pasó desapercibida mientras una multitud de personas salía de los autobuses turísticos y de los campistas, que pululaban por la granja y se reunían a lo largo de la línea de la valla para vislumbrar a la ternera roja que un día cercano provocaría la destrucción de la tierra. Lizzy se rió mientras ella y su madre trotaban hacia el pasto. Los medios de comunicación aparecieron desde furgonetas ocultas tras las antenas parabólicas para presenciar el avance de la ternera roja como si fuera a impartir sabiduría a las masas. Las masas vitorearon y lloraron de alegría al ver su salvación, pero nada más vislumbrar la promesa del fin, su madre la apartó. Bajo la angustia de las luces y las cámaras, Blaise y Lizzy desaparecieron en el santuario del granero.

Bruce sacudió la cabeza. Le pareció oír que alguien le llamaba por su nombre. Volvió a oírlo y salió a lo largo de la valla que corría paralela a la carretera, pasando por delante del granero. Al otro lado de la carretera, un grupo de cuatro “holstein” israelíes quería que viera su magia. Entre ellos desfilaban 12 terneros “holstein”. "Mira, Bruce", dijo la joven “holstein” que, antes de Bruce, nunca había experimentado la alegría de la compañía de un toro. "Son todos tuyos. Queríamos que vieras lo hermosos que son y lo mucho que se parecen a ti". Uno tras otro, saltaron y mugieron de entre las madres “holstein”, y pasaron a lo largo de la valla para que Bruce pudiera ver a cada uno de ellos.

"¿No son adorables, Bruce?", mugió la “holstein” más vieja y amiga íntima de Bruce. Las otras “holstein” se acercaron a la valla, cada una de ellas asintiendo con su aprobación y cariño hacia Bruce. Cuando se despidieron, Bruce se quedó en el pasto a pastar.

Los otros animales estaban confundidos, arrancando y parando, corriendo de un lado a otro como lo habían hecho durante todo el día entre el Bautista en el estanque y el Mesías en la pila de abono dentro del lote de la valla dividida. Finalmente, Mel exasperado, llamó desde el granero que el hereje se paseaba por el barro. Una manada de gansos miraba desconcertada mientras Boris se adentraba en el estanque.

"¡El Gran Blanco, asquerosos tontos!"

"Sí, lo somos", rió un pato mientras se deslizaba en el agua, seguido por sus patos y gansos hermanos. Nadaron hasta el centro del estanque entre los cerdos bajo el sol de la tarde.

Bruce hacía tiempo que no salía a la dehesa. También tenía apetito, pero comía a un ritmo lento y metódico, con cuidado de no ponerse enfermo o anudado por comer demasiada hierba demasiado rápido y no poder digerirla. Había pasado mucho tiempo y no quería eso. Hubo un tiempo en que las cosas eran diferentes cuando Bruce era diferente.


7

Temporada de Apareamiento



Bruce observó a Blaise mientras subía la pendiente. Le gustaba su forma de caminar, el movimiento de sus caderas hacia delante y hacia atrás, el movimiento de su cola hacia un lado y hacia otro. Amaba a Blaise, pero también sabía que, al otro lado de la carretera y a dos pastos de distancia, el moshavnik Perelman escondía a las “holstein” israelíes en un prado detrás del establo y el limonar. La vio cambiar y caminar. La observó caminar y cambiar, con su cola moviéndose hacia él mientras pastoreaba en el siguiente prado. Ella y Beatrice estaban cerca de los bancales, donde pastaban las ovejas y las cabras. Bajo el sol de las primeras horas de la mañana, Bruce observó a Blaise mientras se movía por el pasto marrón y verde, agitando la cola mientras se pavoneaba hacia el estanque.

Bruce era una combinación de Simmental, paciente, cebú o brahmán, y tolerante al calor. Y aunque era tolerante, también era caliente e impaciente. Sin embargo, destacaba por su tranquilidad y su carácter razonable. Tenía unos cuernos pequeños y gruesos que se dirigían hacia el interior de las sienes y una cara roja y con manchas blancas. A pesar de su temperamento dócil, su gran tamaño escrotal lo convertía en un premio en el moshav para la cría, y en un gran espécimen de toro Simbrah de pelaje rojizo y gruesa musculatura.

Blaise, aunque algo temperamental por otra parte, una Jersey de la Isla (en contraposición al Jersey americano) y 800 libras, era un objeto de refinamiento y belleza, y su afecto. Tenía un patrón de color chocolate suave e ininterrumpido en su cuerpo, pero era una mousse de chocolate más oscura en las caderas, sobre la cabeza, las orejas y los hombros. También tenía una ubre bien adherida con pequeños pezones, y Bruce sabía que en cuestión de meses Blaise estaría fresca, con la ubre y los pezones cargados de leche gracias a su encanto, paciencia y agallas.

Stanley salió trotando del establo con la cola al aire y el olor de Beatrice en sus fosas nasales. Desfiló a lo largo de la valla junto a Bruce, que lo ignoró, de pie junto al depósito de agua del otro lado.

"¿Cómo que ahora, vaca de bolas azules?" relinchó.

"Vete a la mierda".

Stanley procedía de una larga estirpe de caballos de tiro belgas que en su día llevaron a los caballeros a la batalla y luego trabajaron en la tierra encadenados al arado. Antes eran desgarbados y robustos, con los hombros cuadrados para tirar del peso y llevar la carga, pero ahora, gracias a los años de cría, se habían vuelto suaves, más redondeados en los hombros, más atléticos y vistosos. Y Stanley era atlético y vistoso, un semental belga negro con sólo una delgada mancha de diamante blanco que bajaba por su larga nariz.

"Ahora, ahora, vaca-toro, puede que tengas un par colgante más bajo que yo, pero cuando se trata del resto, nada como esto". Stanley se encabritó sobre sus musculosas patas traseras y saltó. Cuando su enorme miembro rebotó, la multitud enloqueció. Una vez más, los espectadores se habían reunido alrededor de las cuatro esquinas del pasto, los hombres en su respectivo lugar basado en la fe religiosa, las creencias y las fronteras, todos ellos allí para ver al semental negro montar a la yegua baya, ninguno de ellos consciente de que la yegua baya podría tener algo que decir al respecto.

"Yo tendría cuidado -" Julius alertó mientras volaba, con sus plumas inferiores amarillas al sol, y aterrizó en el poste de la puerta. "No puedo volar y hablar al mismo tiempo - si yo fuera tú".

Stanley resopló: "Hasta sus cuernos son pequeños".

"¿Notas algo diferente hoy, Stanley?" Julius se acercó al poste de la valla hasta la puerta abierta. "Yo en tu lugar no querría sacudirle la caspa. No hay nada que lo aleje de Blaise, Beatrice, o de ti, en todo caso". Julius se posó sobre los cuartos traseros de Bruce. Agitando sus alas azules, plegó sus plumas inferiores doradas detrás de él en un largo plumaje de cola. "Si Bruce quiere, Bruce recibe. Si quiere, vendrá y te quitará a Beatrice. Si él quiere, vendrá allí y te tomará a ti".

"Puede intentarlo", resopló Stanley, "pero de todos modos yo sería demasiado rápido para él. Fin de la historia".

Bruce ignoró a Stanley en su mayoría, observándolo por el lado derecho de su cabeza. "Será mejor que te muevas, perrito", dijo.

"Stanley, tú y Bruce tenéis ahora pleno acceso y vuestra elección de cohabitantes. Eso significa que nada os aleja de Beatrice, excepto Beatrice".

"Lo sé."

"Vete, caballito, antes de que te desgastes."

"Oh, podría agotarte". Stanley se fue trotando con un resoplido. "¿Desgastar, ¿eh? Agotarte, querrás decir", dijo Stanley desde una distancia segura. Vio a Beatrice cerca del estanque. Estaba en el mismo pasto que él. Corrió junto a ella.

"¿Por qué no dejas a la pobre bestia en paz?", dijo Beatrice.

"¿Qué? Ah, eso, una tontería. Somos amigos, sólo una pequeña rivalidad masculina".

Julius se estiró, batiendo sus alas azules y doradas sobre los cuartos traseros de Bruce. "Este tiene que ser el mejor asado de cuadril que he visto. Yo tendría cuidado con dónde agitas esa cosa. Los vecinos podrían codiciarlo".

Stanley y Beatrice pastaban en el mismo campo. Beatrice pastoreaba. Stanley desfiló, mostrando su destreza ante el rugido de la multitud. "Mira, Beatrice, el moshavnik ha abierto la puerta para que podamos estar juntos. Así que vamos a estar juntos. Es algo natural. Es algo que debemos hacer. Escucha, cariño, mira lo que me has hecho. No puedo caminar ni pensar bien con este pie de palo. Me duele cuando hago esto". Se encabritó sobre sus enormes patas traseras en medio de un salvaje aplauso.

"Tú, caballo tonto", dijo y se alejó.

"Cariño, por favor, no lo entiendes. Tenemos un público, unos fans a los que no podemos defraudar. Están aquí por mí, por ti, por nosotros".

Beatrice, exasperada, se detuvo. "¿Me harías un favor?"

"¿Qué será? Cualquier cosa por ti, cariño".

"¿Podrías, por favor, dejar de hablar?"

"Alguien podría tener una cámara para este tipo de cosas, ya sabes. Sabes, podrías ser famosa, una estrella. Vamos, Beatrice, no seas tímida, por favor. Por favor, Beatrice, espera".

Beatrice se detuvo.

"¿Qué? ¿Qué he dicho?"

"Estoy segura de que quien tiene la cámara te conseguiría con gusto una chica también. Tengo entendido que, en ciertas comunidades, probablemente éste incluida, a algunas personas les gusta ese tipo de cosas."

"Bueno, sí, si tiene la costumbre".

Beatrice se dio la vuelta y se alejó. "Sin embargo, esta gente no está aquí para eso. Están aquí por mí, por ti, por nosotros, quiero decir". Entró en el siguiente pasto para pastar junto a Blaise.

Blaise dijo: "¿Cómo estás?"

"Estoy bien. Gracias por preguntar".

Julius se posó en las ramas del gran olivo donde estaban los cuervos Ezequiel y Dave. A lo largo de la ladera, un rebaño de animales menores y más jóvenes pastaban en la segunda pendiente del paisaje en terrazas. Blaise y Beatrice pastaban cerca, mientras los patos y gansos nadaban y se bañaban en el estanque cercano a la parcela del granero y los cerdos holgazaneaban a lo largo de sus fangosas orillas bajo el sol de media mañana. Julius se movió por el olivo a lo largo de una de las ramas colgantes más bajas.

"Interrumpo este programa para traerles el siguiente anuncio".

"Espera", gritó un lechón. "¿Qué es esta vez, la tierra es redonda?". Se echó a reír y se revolcó en la tierra.

Una manada de gansos cacareó como siempre: "La tierra es plana y ya está". Y con eso, las gallinas conocedoras se dieron la vuelta y se alejaron, con la cabeza erguida sobre sus esbeltos cuellos.

"Siempre rompo los huevos".

"Lo sé", dijo una oveja joven, un cordero. "¡La tierra es redonda y tiene más de 6000 años!" Los corderos se unieron a los cerdos entre risas.

"Para ser un cordero tan pequeño ese lobo tiene dientes".

Sin Molly y Praline para mantener a las jóvenes ovejas en el curso correcto de la investigación, esto era lo que había, ovejas influenciadas por cerdos.

"¡El sol es el centro del universo y la gran y redonda tierra gira alrededor del sol! ¿Es eso?", graznó un pato.

"Bueno, ya que lo pones así, sí".

A Dave se le erizaron las plumas. Sacudió la cabeza. Se volvió hacia Ezequiel y le dijo: "Dales algo con lo que pensar y esto es lo que consigues".

"Ignora a estos animales, Julius", dijo Blaise. "¿Cuál es el anuncio que quieres hacer?"

"Pete Seeger es mi héroe. De donde vengo, era el héroe de todos hasta que se volvieron ortodoxos y emigraron a Brooklyn".

"¿Y supongo que quieres un martillo?"

"Y, sí, supongo que me gustaría".

"Eres un pájaro", dijo Beatrice, "un loro. ¿Qué puedes hacer con un martillo?"

"Tengo garras y no me da miedo usarlas. Uso pinceles, ¿no?".

"¿Cómo va a saber alguien lo que haces con ellos? Nadie ha visto nada de lo que haces".

"Soy tímido, un trabajo en progreso".

"Julius, ¿qué harías si tuvieras un martillo, un martillo pequeño si lo deseas?"

"Blaise, si tuviera un martillo, martillaría por la mañana. Martillaría por la tarde, por toda esta tierra. Martillaría la advertencia. Martillaría el peligro. Martillaría el amor entre mis hermanos y mis hermanas, por toda esta tierra". Si sólo tuviera un martillo..."

"Bueno, ¿podría alguien conseguirle un martillo a este guacamayo ocupado?"

"Somos animales. ¿Cómo podemos conseguirle un martillo?"

"¿Dónde están esos cuervos cuando los necesitas?" dijo Julius. "Oh, ahí están. No importa, no necesito un martillo". Julius dejó la rama del árbol y se posó en el hombro izquierdo de Blaise, cerca de su oreja. "Aunque no lo demuestre, al menos no como Stanley, Bruce tiene un gran deseo. Se encariña contigo. Ya verás", dijo Julius y le guiñó un ojo. Blaise fue incapaz de verle guiñar el ojo. No le hizo falta. Lo supo por la inflexión de su voz.

"¿Qué eres, Julius, su agente, supongo?"

"Es un amigo. Además, todo el mundo necesita amor. Todo el mundo necesita un amigo".

"Sí, bueno, Julius, soy bastante consciente de las proclividades de Bruce, muchas gracias".

"Proclividades", dijo Julius a los cuervos del olivo. "Ella es de Inglaterra, ya sabes. Incluso tiene una isla con su nombre. Se llama Blaise".

"Sí, bueno, también hay una Guernesey en algún lugar con una isla que lleva su nombre, así que no te lo pienses mucho. Y no es Blaise, pájaro tonto".

"Modesto también, ¿no crees?"

"Menos mal que Bruce no es un fanfarrón como Manly Stanley", dijo Beatrice.

"Sí, se parece más a mí en ese aspecto", dijo Julius. "Somos más reservados y menos ostentosos".

"Más como tú, menos vistoso, ¿no dices?".

"Eso no quiere decir que no tengamos algo que cacarear, sólo que preferimos no hacerlo".

Beatrice le dio un codazo a Blaise y se rieron.

Julius batió sus grandes alas y salió volando para reunirse con Bruce, que estaba pastando en medio del pastizal detrás del granero. Aterrizó en el lomo de la gran bestia y se dirigió a su hombro derecho.

"Cuidado con esas garras, y sea lo que sea lo que tengas que decir, habla en voz baja si vas a estar ahí todo el día, soltando pestes".

"Sí, tampoco querríamos que los espías de la mula escucharan nada de lo que pudiéramos decir".

"Es un imbécil".

"Sí, estoy de acuerdo, y todo el mundo tiene uno. Yo tengo uno. Tú tienes uno. La gente también los tiene, todo el mundo, gilipollas. Lo que ellos", dijo Julius, "los hechos a imagen y semejanza de Dios, prefieren llamar alma".

"Lo llames como lo llames, sigue siendo un gilipollas y está lleno de mierda".

"Voy a tener que subir el tono con la mula. Tengo que hacer de esa vieja mula una mula".

"¿Por qué molestarse?"

"Si sólo un animal me escucha y ve a través de esta tontería, bueno, entonces, sentiré que he hecho algo bueno".

"Son animales, animales de granja domesticados. Necesitan creer en algo y seguir a alguien".

"Bueno, entonces, ¿por qué no tú?" dijo Julius.

"Me gusta Howard", dijo Bruce. "Es una alternativa mejor que la mula, pero el cerebro pierde ante la carne de pecado y mierda".

"A mí también me gusta, pero al igual que su mulato rival, es célibe. No hay rebaño para ese jabalí, lo que lo hace bastante aburrido, y así como la vieja mula no puede, ese jabalí no quiere. Todo por una buena causa, claro, nada -dijo Julius.

Bruce se inclinó para pastar y Julius casi se cae.

"Cuidado, ojalá me advirtieras la próxima vez que hagas eso, el descaro". Julius subió a lo largo del trasero de Bruce, no fuera a ser que perdiera el equilibrio y tuviera que salir volando, pero Julius no iba a ninguna parte.

"Por lo que he visto, estás perdiendo la batalla por los gilipollas".

"Son jóvenes. Son impresionables", dijo Julius, "pero si no soy yo, ¿quién?".

Bruce se dio la vuelta, levantó la cola y defecó, un gran montículo caliente de mierda se formó detrás de él mientras se alejaba.

"Un centavo por tus pensamientos", dijo Julius. "Oye, amigo, eso es una mierda profunda, hombre. Pero, en serio, tu sincronización es impecable. ¡Qué economía de palabras! ¡Qué claridad! Sin duda has dado la razón a Edward De Veré, que escribió: 'La brevedad es el alma del ingenio'".

Bruce estaba masticando su bolo alimenticio, "¿Quién?"

"Edward De Veré, el 17º conde de Oxford".

"Lo que sea".

"Y por el tamaño de ese montículo, Gran Ingenio". Julius recorrió la columna vertebral de Bruce hasta sus hombros. "¿Sabes por qué Dios le dio pulgares al hombre? Para que pudiera recoger nuestra mierda".

"No creo que creas en Dios".

"No creo que la broma hubiera funcionado tan bien".

"¿Qué broma?"

* * *

Aquella noche, mientras la mayoría de la gente estaba metida en sus camas durmiendo, la yegua baya, en cambio, se acurrucó contra el semental belga negro en el establo, recorriendo su nariz a lo largo de su gran cuello. Stanley relinchó, sacudió las crines y dio un pisotón. Beatrice se puso delante de Stanley y se apretó contra él, empujando su suave y redondeado pecho de barril. Sin público, el varonil Stanley resopló, se encabritó sobre sus musculosas patas traseras y cubrió a Beatrice a la luz de la luna.


8

Un Hoy maravilloso



Stanley y Beatrice pastaban juntos mientras el sol salía a su alrededor. Bruce y Blaise pastaban cerca. Los cuatro animales demostraron un apetito voraz para consternación de los que se habían reunido para ver el espectáculo en vivo de la temporada de apareamiento. Descorazonados, tanto los musulmanes como los judíos y los cristianos se fueron por caminos distintos, en diferentes direcciones hacia sus casas y lugares.

"Bueno, hola, Beatrice, ¿cómo estás?"

"Hola, Blaise de Jersey, estoy bien, gracias. Aunque es muy amable de tu parte preguntar". Beatrice sonrió, "Y, ¿cómo estás?"

"Estoy bien, gracias. Estoy maravillosamente bien".

"Sí, el sol te ha dado un color tan bonito".

"Gracias por notarlo", dijo Blaise, y sonrió a su amiga. "¿No es un día gloriosamente hermoso?"

"Sí, lo es", dijo Beatrice. "No podría estar más de acuerdo contigo, hoy es maravilloso".

Mientras se alejaban juntos, Blaise dijo: "Querida Beatrice, nadie te molesta, ¿verdad?". Se rieron alegremente.

"Ni siquiera una silla de montar".

"Ni siquiera Manly Stanley".

"Bueno, a menos que yo lo quiera. Hay una diferencia", dijo Beatrice y las dos amigas se rieron. Sabían que había grano en el granero, así que se dirigieron a él.

"Hola", dijo Stanley cuando vio a Bruce.

Bruce asintió con la cabeza. Los dos grandes machos del moshav, el brillante semental belga negro y el toro Simbrah de pelaje rojizo, seguían pastando juntos en el prado principal bajo el sol de la mañana, entre las ovejas y las cabras.


9

La BBC

o

¿Por qué Cruzó el Toro la Carretera?



Bruce se encontró de nuevo en su pequeño pasto del mundo. El corral de engorde detrás del granero. Sacudió su gran cabeza y sus enormes hombros. Sabía dónde estaban las “holstein” israelíes. Bruce levantó la cabeza cuando una ligera brisa sopló desde la dirección de las “holstein”. Las locales, un rebaño de 12, y Bruce amaba la BBC, grandes y hermosas vacas. Mientras contemplaba las “holstein”, un par de ellas se había aventurado hasta la valla que cruzaba la carretera. Pastoreaban un poco a lo largo de la valla, pero se habían acercado a la carretera sobre todo para molestar y burlarse de Bruce.

De pie dentro de la valla, una de las vaquillas gritó: "Oh, mú, Brucee, ¿estás ahí? ¿Cuándo vas a volver a vernos, grandullón? Dios mío, ¿cuánto tiempo ha pasado, años al menos si no más?"

"Puede que esto sea cierto para ti, pero si los sueños se hacen realidad, esta será mi primera vez", dijo la vaquilla más joven. "Quiero decir, viva y caliente de todos modos. Estoy un poco nerviosa. La primera vez fue por inseminación artificial y eso no fue divertido".

"Oh, mi, mi, mi, Bruce no decepciona. Querida, te espera un placer, y no te preocupes. Bruce es suave y divertido al mismo tiempo también".

"Pero hay un granero de nosotros. ¿Puede arreglárselas con todas nosotras en una noche?"

"Oh, sí, querida. Es la única especie masculina que puede fecundarnos a todas en el transcurso de una noche, y además satisfacer. Se tomará su tiempo, ya verás".

"Gracias a Dios. Cualquier cosa tiene que ser mejor que un instrumento frío y estéril".

"Sólo necesitamos un toro, querida, y sólo hay un Bruce, y es nuestro".

Las dos vaquillas compartieron una carcajada y se frotaron los hombros mientras se alejaban por el interior del camino hacia el prado, pasando por el limonar. Las “holstein” israelíes eran más grandes que Blaise. Eran de una estatura parecida a la de Bruce, casi todos de 300 kilos. Una mezcla de blanco y negro, siendo el negro el color dominante; cada una de las 12 vacas tenía una ubre grande, llena y de poca altura y grandes pezones, y todas ellas eran blancas. Aunque su diseño era similar, cada vaca tenía su propia y única personalidad. Bruce las quería a todas y las conocería íntimamente una tras otra antes de que terminara la noche. Percibió su aroma en el aire nocturno y le fue agradable.

Caminó a lo largo de la valla hasta la puerta que daba al camino que separaba los dos pastos principales. Respiró profundamente y resopló por las fosas nasales. Tenía cuatro tablones de madera. Bruce levantó una pezuña y pateó el segundo peldaño de la parte inferior de la puerta. Luego pateó y rompió por la mitad el tercer tablón. Usó su enorme cabeza y empujó el peldaño superior para llegar al otro lado. Como no quería precipitarse ni hacerse daño, pasó el cuarto peldaño con una pezuña, con cuidado de no rasparse el escroto contra la barandilla inferior. Una vez superado el último peldaño, cruzó el camino hacia el pasto opuesto. Una puerta más se interponía entre él y la felicidad terrenal. Al llegar a la valla, miró por encima de la alambrada (que estaba colocada tanto para mantener a los musulmanes fuera como para mantener a las vaquillas dentro), pero no pudo ver a las vacas lecheras debido a la hilera de limoneros. Sabía que estaban allí. Las “holstein” estaban ocultas a la vista por la hilera de limoneros a lo largo de la línea de la valla en el prado en la parte trasera de lo que era la explotación lechera de la granja. Podía oírlos y olerlos en el prado. Bruce pateó el peldaño inferior y levantó una pezuña y rompió por la mitad el del medio. A continuación, utilizó sus cuernos para empujar la barandilla superior. Entró en el prado y miró hacia arriba y hacia abajo de la línea de la valla. Para su gusto, no vio a nadie. Avanzó por el camino del campo, pasando por el limonar, hacia el prado, siguiendo el rastro de 12 grandes y hermosas vacas en espera.

Cuando Bruce se acercó a las vaquillas, estaba oscuro bajo un cielo claro con la misma luna que la noche anterior. Se sobresaltaron y se dispersaron, pero ninguna se alejó demasiado para no perderse algo importante.

"Aquí estoy, chicas. Aquí estoy", dijo.

"Oigan, miren chicas. ¡Es Brucee! Os dije que vendría".

"¡Oh, mi Bruce!", mugió un “holstein” maduro, feliz de verlo.

"Shalom tú, diablo travieso", dijo otro “holstein” israelí, obviamente un viejo amigo.

"Ven aquí tú, viejo amigo", dijo otro mientras se deslizaba contra él.

"Shush", dijo él. "Ahora tranquilas, chicas. No queremos que nos descubran, al menos no todavía. Acabo de llegar".

"Cierto, cielos no, no querríamos eso", mugieron alegremente, frotando sus hocicos y cuerpos contra él a la luz de la luna.

"Además, esto no va de acuerdo con el plan. Se desataría el infierno si despertamos a los vecinos".


10

Maldiciones



En el moshav de Perelman, fue el caos y el caos. El toro se había metido de alguna manera en el pasto con los “holstein” y toda la cría y planificación de animales de Juan Perelman había sido abatida en una noche con cada disparo del toro. Bruce estaba famélico.

"Harah", dijo el moshavnik Juan Perelman.

"Mierda", tradujo uno de los jornaleros chinos.

"Benzona", dijo Perelman. Era su moshav.

"Hijo de puta".

"Beitsim", dijo Perelman.

"Bolas".

"Mamzer".

"Maldito bastardo", dijo el obrero chino.

"Disculpe", dijo su compatriota, y un caballero. "No ha dicho maldito".

"Soy un taoísta. ¿Qué me importa?" Su compatriota, y caballero, también era budista, al igual que el obrero tailandés. Aunque eran budistas, no había un terreno amistoso compartido entre los dos hombres porque el Buda de uno era más grande que el Buda del otro.

Juan Perelman dijo: "Apuesto a que los egipcios tuvieron algo que ver con esto".

"¿Qué vas a hacer?" dijo Isabella Perelman mientras se acercaba a unirse a su marido en la valla.

"Estoy pensando".

"Deshazte de ellos", dijo ella. "Otros moshavim tienen sus problemas, como nosotros con la tierra y el agua. Véndelos, a todos". Era atractiva, con ojos oscuros y pelo largo y oscuro.

"¿No sé?"

"Envíenlos entonces, o regálenlos si es necesario, pero convirtamos por fin la tierra de esta granja en cultivos y árboles frutales, higueras, dátiles, olivos, y campos de grano, trigo y heno. Alimentemos a la gente con algo. No comen cerdo".

Los jornaleros chinos y tailandeses intercambiaron miradas. Un momento, pensaron, nosotros también somos personas.

"Ese no es el problema aquí, Isabella. Es la operación láctea la que está en cuestión".

"Bueno, ¿cómo sabes que las embarazó de todos modos? Quiero decir, en serio 12 “holstein” y la Jersey sólo un día antes".

"Míralo. Está famélico. Me imagino que ha perdido cien libras en dos días". Bruce cubrió mucho terreno, royendo la hierba bajo la pezuña donde iba. "Mira cómo le cuelgan las pelotas. Las tiene todas y hay que hacer algo al respecto".

"Aun así, Juan, ¿no queremos que las vacas produzcan leche?"

"¡Sólo podemos atender a cuatro vacas frescas a la vez, tal vez a cinco, pero no a doce-trece! No tenemos recursos para atender a todas ellas, y a los cerdos, y a todos los demás animales."

"¿Por qué no podemos vender o trasladar las vacas a otros moshavim?"

"No quiero hacerlo. Además, ellos ya tienen problemas y no pueden añadir los nuestros a los suyos. El agua es un problema para todos, al igual que la tierra".

La venganza era suya, o eso dijo Juan Perelman, el moshavnik, cuyo moshav acababa de arruinar el toro.

"Quiero que este toro reciba una lección", dijo.

"¿Entonces qué, abortar los terneros?"

"No, llama al rabino Ratzinger".

"Un rabino", dijo, "¿por qué un rabino?"

"Esto es lo que somos. Le enseñaré a meterse conmigo. De todos modos, maldice a este toro. Necesitamos un rabino en un momento como este".

"Sí, supongo que sí. No soportaré esto".

Los jornaleros chinos y tailandeses acorralaron al toro y lo condujeron de vuelta al corral detrás del granero y lejos de los otros animales. Esperaron la llegada del rabino.

Juan Perelman dijo: "Este toro sufrirá la ira de Dios y algo más". Isabella se dirigió a la granja. Juan llamó tras ella: "Pagará por lo que ha hecho".

"Lo que sea", dijo ella, haciéndole una seña con la mano.

"Esto es una abominación".

El rabino Ratzinger llegó con su séquito, miembros masculinos de su congregación. Le siguieron al pie de la letra, moviéndose todos al unísono desde el coche hasta el campo y el terreno detrás del granero. El rabino llevaba una barba gris y vestía un sombrero negro, un abrigo negro, una camisa blanca y unas bermudas. Era un día caluroso bajo el sol, un regalo de Dios. Los pantalones cortos eran modestos, y las piernas del rabino muy blancas y delgadas, también un regalo de D-os. Los miembros de la congregación llevaban fedoras con ropa oscura, pantalones y abrigos con camisas blancas. Sus barbas y rizos eran de varias longitudes y tonos de negro a marrón a gris. Llevaban zapatos negros sin lustrar y calcetines blancos.



El rabino dijo: "Sufrirá de aquí a la eternidad por lo que ha hecho sin nuestro permiso o bendición. Esto es una abominación contra Di-s y no quedará impune. Esta es una lección que deben aprender los animales de este moshav y los de todos los moshavim". Continuó entonces pronunciando su maldición de maldiciones para condenar a este toro de este moshav para toda la eternidad.

Así, dice el rabino Ratzinger: "Con mucho ruido y con el juicio de los ángeles y de los santos del cielo, nosotros, los del monte del templo, condenamos solemnemente hasta aquí, y excomulgamos, cortamos, maldecimos, mutilamos, derrotamos, intimidamos y anatematizamos al toro Simbrah del moshav de Perelman y con el consentimiento de los ancianos y de toda la santa congregación, en presencia de los libros sagrados. Que se sepa que no es de este moshav ni de ningún moshavim sino un proscrito por sus pecados contra el moshavnik Perelman por los 613 preceptos que están escritos en él con el anatema con el que Josué maldijo a Jericó, con la maldición que Eliseo puso sobre los niños y con todas las maldiciones que están escritas en la ley. Maldecimos al toro; maldecimos a tu descendencia, a tu progenie". El rabino Ratzinger fue interrumpido cuando uno de los asistentes de su congregación le susurró al oído.

"Sí, por supuesto". El rabino se aclaró la garganta y reanudó su letanía. "Dejaremos que la descendencia prospere, crezca y dé leche y carne para alimentar a las multitudes, hasta que llegue ese día en que su descendencia ya no exista, pues hace tiempo que se ha consumido y ha perecido de esta tierra. Con esta única excepción, maldito sea de día y maldito sea de noche. Maldito sea al dormir y maldito sea al caminar, maldito sea al recorrer los campos y maldito sea al entrar en los potreros para alimentarse y beber. El toro no volverá a engendrar su mala semilla sobre la tierra".

Bruce estornudó y sacudió su gran cabeza.

"El Señor no lo perdonará, la ira y la furia del Señor se encenderán desde ahora contra este animal, y hará recaer sobre él todas las maldiciones que están escritas en el libro de la ley. El Señor destruirá su nombre bajo el sol, su presencia, su semilla, y lo cortará y lo apartará para su perdición de todos los animales que pastan en este moshav, y de todos los moshavim de Israel, con todas las maldiciones del firmamento que están escritas en el libro de la ley."

Cuando el rabino terminó su maldición de proporciones bíblicas, alguien dijo: "Mire, rabino, ¿qué hay que hacer al respecto?"

Cerca del estanque, el jabalí de Yorkshire vertía gotas de barro y agua sobre las cabezas y los hombros de los corderos y los cabritos.

"Nada", dijo el rabino Ratzinger. "Eso tiene poca importancia".

Algo golpeó al rabino, salpicando la solapa de su levita. Julius, seguido por los cuervos, voló y bombardeó al rabino Ratzinger y a su séquito con mierda de pájaro. Julius había recibido un golpe directo, salpicando heces amarillentas en la solapa de la bata del rabino. Ezequiel le dio a uno en el ala de su sombrero mientras Dave dejaba volar una mancha blanquecina en la barba oscura de otro hombre. Otras aves de corral, tanto si volaban como los gansos o se paseaban como los patos o simplemente cacareaban, acudían a defender a Bruce, atacando desde el aire y la tierra, mordiendo, chasqueando, manchando de heces los sombreros, las batas y las botas. Dependiendo de la dirección en que atacaran las aves de granja, volaban y corrían, y defecaban sobre el rabino y su solemne congregación.

Alguien abrió un paraguas sobre el rabino, un regalo de Dios, mientras se dispersaban, corriendo para cubrirse en la dirección de la que habían venido.

Sin embargo, era demasiado tarde para Bruce, ya que la maldición estaba en marcha. Había sido maldecido a una vida de muerte.

Isabella Perelman se acercó a la valla del corral donde estaba Juan Perelman. "Juan, ¿crees sinceramente que algo de esto servirá de algo?" Llevaba el cabello negro recogido. Llevaba una chaqueta y unos pantalones de montar a juego, con botas negras. Llevaba un casco negro bajo el brazo. El jornalero tailandés llevaba al semental belga por las riendas con una silla de montar inglesa atada a él. Stanley no recordaba la última vez que alguien lo había sometido a tanta angustia con el peso de una montura, y en esa montura, un jinete. ¿Había sido ella? Si había sido alguien mejor, mejor ella que cualquier otro.

Para asegurarse de que la maldición del rabino había cuajado y permanecería intacta desde ahora hasta siempre, los jornaleros colocaron un saco de arpillera sobre la gran cabeza del toro. El toro gimió, empujó contra ellos y se movió hacia los lados, pero los obreros lo sujetaron con fuerza mientras le retorcían el cuello por los cuernos. Bruce gimió cuando lo tiraron al suelo y sus patas delanteras se doblaron bajo él. Los jornaleros lo hicieron rodar por el suelo hasta colocarlo de lado.

"Juan, ¿es esto necesario? Juan, esto no es necesario".

"Es necesario para que la maldición funcione", dijo. "No habrá dudas al respecto".

Isabella acarició la frente del caballo, pasando la palma de la mano por su diamante blanco, y susurró: "Tranquilo, tranquilo, Tevya, no te preocupes. Está bien, muchacho. Tómatelo con calma. Todo va a salir bien". Colocó el dedo de su bota izquierda en el estribo y se levantó y montó en el caballo, acomodándose en la silla inglesa. Sujetó con fuerza las riendas mientras Stanley, también conocido como Tevya, relinchaba y retrocedía un par de pasos, adaptándose al peso del jinete.

"Esto es cruel, Juan. Esto es inhumano". Pero sus protestas llegaron demasiado tarde y cayeron en saco roto. Juan Perelman era un pragmático.

"Ya no necesitamos un toro, de todos modos", dijo. "Utilizamos la inseminación artificial. Era sólo para el espectáculo".

Tiró de las riendas del semental belga y lo alejó del cebadero. Salieron al trote por el camino que dividía la granja. Era un caballo alborotado y testarudo, pero ella mantuvo el control y sujetó las riendas con fuerza. Le acarició el cuello a lo largo de la crin. Al ir en paralelo a la frontera egipcia, los niños del pueblo intentaron golpearla con piedras disparadas con hondas.

"Tranquilo, Tevya. Nadie va a hacerte daño".

Stanley vio que los proyectiles volaban hacia él y se asustó. Isabella Perelman se mantuvo firme y le guió para que siguiera de frente a las rocas voladoras y a los trozos de barro duro disparados por las hondas, y más de uno alcanzó a Stanley. Aunque él intentó huir, ella le acarició el cuello. Siguió el camino hasta el extremo sur del moshav y lo alejó de la frontera y del alcance de los musulmanes de la colina. Siguieron al galope alejándose del moshav y adentrándose en la campiña israelí.

Detrás del establo, en el corral de engorde, uno de los trabajadores chinos, el taoísta, sacó un bisturí de su estuche y, de un solo golpe, cortó el escroto del toro. Al separar las capas del escroto, los testículos se deslizaron por el suelo. Los separó de los vasos sanguíneos y colocó las gónadas cortadas en hielo en una nevera para guardarlas. Se aplicó un bálsamo en el escroto del toro para detener la hemorragia y ayudar a curar la herida. El peón cogió una aguja grande con hilo y cerró lo que quedaba del escroto del toro. Una vez que todo estaba hecho y guardado, el jornalero tailandés retiró la bolsa de arpillera de la cabeza de Bruce. Éste se puso en pie y tropezó al intentar levantarse. Se puso en pie de forma inestable sobre cuatro patas, con la cabeza balanceándose de un lado a otro. Se detuvo y retrocedió unos pasos, alejándose de sus torturadores.

Un vecino de los moshavim, un colega moshavnik, dijo: "Esto no es bueno, Juan. Las castraciones se hacen en pocos días, no más de un mes o dos después del nacimiento, no así. Esto es cruel. Esto es un castigo cruel e inusual".

"Ha causado mucha consternación".

"¿Cómo crees que se siente?"

"No importa", dijo Perelman. "Es demasiado tarde para salvar algo. Además, un viejo toro de siete años, su carne ya está arruinada por sus pelotas, al igual que mi moshav".

"Entonces no tiene sentido".

"Lo hecho, hecho está", dijo Perelman.

* * *

Más tarde esa noche, Stanley salió del granero lleno de inquietud sin saber qué decir o si debía decir algo. Bruce permanecía inmóvil junto al tanque de agua.

"No tienes ni idea", dijo Bruce al ver a Stanley.

"Espero no tenerla nunca".

"Es el primer paso para convertirse en carne picada".

"No lo sé".

"No quieres".

"No quiero... nunca quiero saberlo. Me da miedo".

"Te convertirán en comida para perros una vez que hayan terminado contigo cuando seas viejo y ya no sirvas".

"Lo siento por ti, amigo mío". Stanley retrocedió tres pasos y se dio la vuelta para correr tan rápido y tan lejos en un pasto de una granja de 48 hectáreas como cualquier animal podría hacerlo.


11

La Promesa del Fin Llega a su Fin



Dos meses después de que Blaise pariera al ternero rojo, Beatrice yacía en medio del pasto luchando, pataleando en un intento por parir ella misma mientras un autobús turístico Mercedes plateado se detenía frente a la valla. Un sacerdote católico, al frente de un grupo de chicos y chicas adolescentes, se bajó del autobús. Estaban allí para presenciar el milagro del ternero rojo que pronto alteraría el curso de la historia de la humanidad de una vez por todas. Por casualidad, también llegaron a tiempo para presenciar el milagro del nacimiento de la yegua baya que rodaba por el suelo en el prado.

En el establo, Boris atendió a la gallina amarilla. Le prometió la vida eterna y la convenció para que rezara con él. Ella lo hizo con gusto. "Confía en mí", dijo, con sus colmillos blanqueados por el sol. "Yo soy el camino, la verdad y la luz".

"¡Bog, Bog!" Se dispersó hasta las vigas cuando el jornalero tailandés entró corriendo en el granero con un delantal de cuero, llevando una manta y un cubo de agua que salpicaba. La gallina pensó que había estado cerca mientras bajaba de las vigas.

"Por mí, entrarás en la vida eterna en el reino animal, que está en el cielo. Yo soy la puerta: por mí, si alguna gallina entra, se salvará".

Cacareó felizmente.

"Yo soy el Pastor que no te faltará".

En medio del pasto, Beatrice continuaba con la lucha para parir. Los reverendos Hershel Beam y Randy Lynn habían regresado a la granja a tiempo para presenciar el proceso de parto. Observaron desde la carretera cómo el jornalero tailandés, con el brazo metido hasta el codo en el canal de parto, desprendía el cordón umbilical del cuello del potro aún no nacido.

"No sé tú, Randy, pero a mí me está entrando hambre", dijo el reverendo Beam. "¿Te gusta la comida china?"

"¿Me gusta la comida china? Sí, por supuesto. Salí con una chica en Tulsa una vez, y solíamos ir a un buffet chino todo el tiempo, pero no iba a funcionar. Ella era metodista y lo tenía todo mal. Nunca volví a ese restaurante chino, sin embargo, después de que rompimos. Llámenme sentimental, pero todavía la extraño a ella y al dim sum".

El reverendo Beam se rió: "Sí, bueno, reza para que encontremos un buffet cerca".

"Mira", gritó uno de los adolescentes. En el pasto, la yegua estaba de lado mientras el jornalero tailandés sacaba las patas delanteras y la cabeza del potro de su canal de parto.

"No, niños", gritó el sacerdote, "¡aléjense!". Sus esfuerzos por proteger a los niños de los horrores del parto fueron en vano. No iban a ninguna parte cuando la placenta estalló y salpicó el delantal del obrero, que resbaló y cayó mientras el potro se desplomaba en el suelo a su lado. Los adolescentes, normalmente un grupo frío e indiferente, aplaudieron y vitorearon la visión del potro recién nacido. Al principio se puso en pie de forma incómoda, pero una vez que encontró el equilibrio, resopló y pateó la tierra del campo y se acercó a su madre para amamantarla. Había sido un calvario para todos los implicados. Stanley salió del establo, resopló y galopó directamente hacia el potro. No le gustaba su progenie. No le gustaba que el potro mamara de las tetas de Beatrice como lo hacía él. Stanley no era cariñoso ni paternal con el potro. El potro competía por el afecto y la atención de las otras yeguas, aunque no hubiera otras yeguas en el moshav. En cuestión de semanas, sin embargo, su actitud hacia el potro cambiaría una vez que los trabajadores convirtieran al joven potro en un castrado.

"Mira", gritó uno de los niños. El ternero rojo apareció junto a su madre desde el establo mientras los vítores surgían de todas partes. Estos niños al cuidado de la iglesia estaban impresionados.

Blaise y Lizzy salieron a ver cómo estaba Beatrice y a conocer a la recién llegada. El joven y robusto potro de Beatrice estaba haciendo cabriolas a pleno sol del día. También, a pleno sol del día, la vida continuaba para Molly, la Border Leicester, y sus corderos gemelos mientras jugaban en el pasto junto a Praline, la Luzein, y su joven cordero. Mientras Praline pastoreaba, o lo intentaba, su corderito Boo la perseguía, queriendo amamantarse de ella.

"Oh", dijo una joven, "los corderos son tan bonitos".

"Sí, lo son", dijo el padre, "pero son ovejas, ni divinas ni un regalo de Dios".

"Yo creía que todos los animales eran un regalo de Dios", dijo otra.

"Pues sí, lo son", convino el sacerdote, "pero a diferencia del ternero rojo, no son divinos". Llevaba una sotana negra con un cordón blanco alrededor de la cintura y atado con un nudo en la parte delantera. El reverendo padre continuó: "Nadie vio a los dos aparearse. Por lo tanto, se cree que el ternero rojo puede haber sido concebido por el milagro de la Inmaculada Concepción".

Los adolescentes desconfiaban del consumo conspicuo o de cualquier cosa que les dijera cualquier adulto. Eran escépticos y cuestionaban la autoridad, a sus padres, y especialmente a los sacerdotes que prometían una gloriosa vida después de la muerte junto a Jesús en el cielo. Estos niños, como los de cualquier lugar, querían vivir la vida ahora.

"De todos modos, ese es el consenso", añadió el sacerdote. "Después de todo, el becerro rojo es un regalo de Dios".

"Padre", preguntó un niño, "¿qué diferencia hay entre el apareamiento y la Inmaculada Concepción?".

Los niños mayores se rieron. El padre sonrió y le dijo al niño: "Te lo enseñaré más tarde".

"Hola, Beatrice, ¿cómo estás?" dijo Blaise.

"No lo sé, Blaise. Si no fuera por el granjero, no creo que hubiera sobrevivido..." Beatrice lamió su potro.

"Pero lo hizo, Beatrice, y es un muchacho hermoso".

"Sí, pero sin la fanfarria que recibió con Lizzy".

"Oh, por favor, Beatrice, de verdad. ¿Crees que quiero algo de esto?"

Además del sacerdote y su docena de cargos, las multitudes habían salido de los remolques y los autobuses y las tiendas de campaña para presenciar una vez más al ternero rojo.

"Vienen en tropel a ver a Lizzy, pero nadie parece estar interesado en Stefon". Beatrice condujo a su potro recién nacido al estanque para lavarse las postrimerías y recibir la bendición de Howard. Lizzy los siguió hasta el estanque, y Blaise siguió a Lizzy. Cuando Howard vio a la cría roja, se alegró de verla y quiso bautizar a la joven vaquilla.

"¿Y la mía?" Beatrice estampó sus pezuñas y salpicó de agua la arcilla tostada por el sol que rodeaba el estanque.

"Sí, por supuesto", dijo Howard. Vertió agua sobre la cabeza y el cuerpo del joven potro, lavando la sangre seca y las secuelas que lo cubrían. Cuando Howard terminó, miró hacia Blaise y su cría.

Blaise dijo: "Adelante, bautiza si es necesario".

Y Lizzy entró en el estanque, chapoteando junto al potro recién bautizado. Howard vertió barro y agua sobre la cabeza del ternero y el rojo alrededor de sus orejas y cabeza y nariz se desprendió en el agua y apareció un marrón oscuro alrededor de las orejas y los ojos. Vadeó hasta el centro del estanque hasta el cuello, y cuando Lizzy salió por el otro lado, el pelaje rojo se había desprendido en el agua, revelando el sub-tono marrón chocolate a lo largo de su cuerpo como el de su madre, con sólo un ligero toque de rojo de su padre el antiguo toro Simbrah, Bruce.

"Mirad", gritaron los niños, y vieron otro ejemplo de por qué no debían creer lo que les decía ningún adulto. La ternera roja de la leyenda o del cumplimiento de los deseos había desaparecido y, en su lugar, había una ternera de aspecto bastante agradable, de tono marrón normal, mayoritariamente chocolate oscuro, medio jersey.

"Es marrón", se deleitó Beatrice con placer.

"Sí, lo es", suspiró Blaise. "¿No es hermosa?"

Los gritos surgieron de las multitudes mientras la gente se arrodillaba para llorar, gemir y rezar.

En el lado musulmán de la frontera se escucharon vítores y a lo lejos se oyeron disparos de fusil, seguidos de llamadas a la oración.

La querida vaquilla roja de Blaise se había metido en el estanque, había sido bautizada y había salido del otro lado de un color marrón tan bonito como ella. Blaise no podía estar más contenta mientras toda la fanfarria empezaba a decaer y la gente se alejaba en oleadas de nubes de polvo hacia puntos desconocidos, y donde a ella no podía importarle menos.

Los ministros norteamericanos también fueron testigos de cómo la promesa del fin llegaba a su fin. El reverendo Beam dijo: "Hijo, esta es toda la prueba que necesitas para saber que los judíos están malditos".

"¿Qué hacemos ahora, Hershel? ¿Llevarlo al Pastor Tim?"

"Es una tontería en primer lugar. Jesús regresará antes de que estos judíos consigan su becerro rojo de todos modos. Además, sólo queremos que ocurra para que vean de una vez por todas que el único y verdadero Mesías es Jesús, y será demasiado tarde para ellos."

"¿Debemos rezar por ello?"

"Deberíamos alegrarnos. Los judíos están malditos. Es tan simple como eso y Dios ha hablado y el mundo ha escuchado. El Señor está sobre nosotros y se hará su voluntad. Sí, llévaselo al pastor Tim Hayward, caballero granjero, y reza sobre él".

Boris estaba bajo el granero, escondido en las sombras de los pilotes. Mel, junto con los Rottweilers Spotter y Trooper, se acercó al jabalí por detrás y lo asustó.

"Hay que hacer algo con el Gran Blanco".

Boris se atragantó y tosió. Una pluma amarilla salió disparada de sus fauces. Mel y Boris observaron cómo la pluma giraba en el aire y flotaba hacia el suelo. Boris eructó: "Como mesías, no se puede esperar de mí que viva sólo del pan de cada día".

"No pasarás hambre haciendo el trabajo del Señor".

"Es un trabajo interminable y agotador". Escupió.

"Gracias por tu aguda observación al erradicar a las brujas entrometidas de nuestro entorno. Nos has hecho un buen servicio al librarnos de una molestia".

"En realidad no era nada", dijo Boris, "más que nada hueso y plumas".

"No te preocupes por ella", dijo Mel. "Otra razón para eliminar al Bautista de Yorkshire como el hereje que es. ¿Por qué la ternera roja se ha vuelto marrón después de que él la haya bautizado? Amplia prueba de que es un hereje, y como tal debe ser tratado".

"Predica la abstinencia, ¿por qué no podemos dejar que se desvanezca?"

"Hay que hacer de él un ejemplo, una advertencia de lo que le ocurrirá a cualquiera si va en contra de las enseñanzas de nuestro Señor y Padre del Cielo. Mientras siga en pie, respirando, predicando contra ti y tu reino desde la sombra de la higuera, no tendrás a los animales bajo tu control ni serás reconocido como su único y verdadero salvador y mesías. Tiene que ser tratado o nunca atraerás a todos los animales a tu ministerio, o al redil de nuestra única y verdadera iglesia."

"Predicamos en extremos opuestos del mismo pasto."

"Traiga sus sermones al granero, nuestra iglesia."

"Pensé que el granero era su dominio."

"Hasta donde puedas ver y más allá", dijo Mel mientras salía del granero, "todo es mi dominio y tú estás aquí fuera de mi gracia". Se puso delante del jabalí Boris, el salvador de los animales.

"Iré con el monje."

"Tú, cerdo tonto", dijo Mel. "Ve con el monje. Él vivirá en lo alto del cerdo y tú entrarás en el cielo a través de su trasero".

Los dos perros gruñeron.

"Descansen, tendrán su día en el sol". Mel se volvió hacia el jabalí: "Ve a atender a tu rebaño".

"Lo haré después de mi siesta".

El sacerdote, indignado, se llevó a los niños. "Vamos", dijo, "volved al autobús. Los judíos están malditos. Joder, todos estamos malditos. Nos vamos todos al infierno en una cesta. Oh, querido Señor, ¿cuándo terminará esto?" El cura y los niños subieron al autobús, y todos los peregrinos se marcharon, descorazonados, tristes por tener que esperar un poco más el regreso de Jesús y el fin de la tierra.

Cuando los jornaleros chinos y tailandeses vieron la novillada recién parida, fueron a buscar al moshavnik.

"El hijo de puta", maldijo Juan Perelman, sin querer que Dios le oyera o, en todo caso, sin querer que Dios le entendiera.

El jornalero chino, que también era un caballero, preguntó a su compatriota y taoísta qué había dicho Perelman.

"No soy filipino", respondió. "No sé español."


12

Maldiciones Revisadas



Cuando el rabino Ratzinger regresó, junto con los miembros de su congregación, estaba preparado. Su congregación abrió paraguas ante la posibilidad de que cayeran objetos o proyectiles. Sin embargo, no tuvieron que preocuparse, ya que ninguna de las aves estaba cerca para impactar. Sabían que lo hecho, hecho está.

Sin saberlo, el rabino y su compañía atravesaron cautelosamente, bajo paraguas bien sujetos, el campo minado de vacas del establo y se acercaron al que fuera el gran toro del abrevadero. El rabino pretendía revertir la maldición que había lanzado sobre el toro, ahora novillo, diez meses y tres días antes. Deseaba perdonar formalmente al toro, ahora novillo, de sus pecados, y devolverle su antigua gloria con la ayuda de D-os, y un milagro. "Lamentamos, querido señor, el error cometido contra usted. Por favor, acepte nuestras humildes disculpas, y entréguese de nuevo a la vaca de Jersey", dijo seriamente el rabino Ratzinger. "Reenviamos la maldición lanzada contra usted, y sólo le deseamos el bien, y que vuelva a su antigua grandeza. Ya no sufrirás una eternidad como resultado de nuestra insolencia e intolerancia. Por lo tanto, ya no se considera una abominación contra D-os, ni un hecho castigado, pues todo está perdonado. Volverás a ocupar el lugar que te corresponde, e irás donde te plazca, y con tu orgullo masculino intacto harás lo que te plazca con quien te plazca, por favor. Por lo tanto, salgan una vez más reconocidos en este, el moshav de Perelman, y todos los moshavim de su presencia, y sean fructíferos y den regalos de descendencia, y ofrezcan esa progenie como una ofrenda al pueblo judío, y al mundo. Roguemos por el retorno seguro de los testículos perdidos a su lugar legítimo y pidamos a D-os el perdón de aquellos lo suficientemente miopes como para no haber conocido las consecuencias de sus acciones y maldades anteriores contra esta gran criatura. Oh, querido Señor, por favor, a este toro le pedimos que deshaga nuestros agravios, y lo perdone, a este gran y poderoso Toro Simbrah que está, ahora como entonces, sin pecado. Que el Señor devuelva su nombre bajo el sol, haga que su presencia sea conocida de nuevo, que su semilla sea fértil, que repare los cortes más crueles, y que lo repare a él, y a su perdición entre su gente, sus congéneres, particularmente sus vacas compañeras. Que lo amen desde este momento hasta la eternidad, así como revertimos todas las maldiciones del firmamento que están escritas en el libro de la ley y le perdonamos sus transgresiones".

Los fieles creían que, puesto que el toro se había apareado una vez con la jersey, y como resultado de sus labores había dado a luz un ternero rojo, podían volver a hacerlo, siempre y cuando se le devolviera su antigua gloria con las gónadas intactas. Por desgracia, ya era demasiado tarde para eso. Bruce se encontraba entre el tanque de agua y la puerta que una vez había atravesado, y la valla contra la que ahora se apoyaba.

Bruce bostezó.

Los dos ministros americanos se divirtieron. Se quedaron en la valla cerca de la carretera y, desde la distancia, observaron cómo se celebraba el servicio de oración de la maldición inversa en el terreno del granero. La vieja mula negra y gris pasó por dentro de la valla y pastó a lo largo de la misma. Desde el pajar, Julius, mientras agarraba un pincel en la garra izquierda, vio las expresiones que recorrían los rostros de los tres jornaleros, de las que tomó nota, y que recordaría para otra ocasión, pero para lo que aún no sabía.

Los obreros, avergonzados, con las cabezas inclinadas, se echaron miradas de reojo unos a otros, advirtiendo la mirada del rabino y la de cada uno, porque sabían a dónde habían ido a parar esas gónadas, y por mucho que el rabino rezara con insistencia, o que la congregación masculina se meciera y se lamentara, ningún milagro iba a devolver esas gónadas a su legítimo dueño. No iban a crecer de nuevo, ni volver, ni ser devueltas, pues los tres jornaleros se habían dado un festín con el rico manjar sólo unas semanas antes. No dos compartidos entre tres, sino un plato de muchos. Por su trabajo, los jornaleros habían acumulado un impresionante surtido de testículos de oveja, cerdo y vaca. Una vez recogidos, pelados, rebozados en huevo y harina, con sal y pimienta para darles sabor, se freían hasta que se doraban. Luego, como aperitivo, como ostras de las Montañas Rocosas, o como preferían los obreros, puntas de ternera oscilantes, junto con una salsa de cóctel para mojar, servidas antes del plato principal de ganso asado. "Tengo uno para ti, Hershel", dijo el ministro de la juventud.

"¿Qué es eso, Randy?"

"Un chiste, pero a los católicos no les interesa mucho. Se trata de su amada Virgen".

"Vamos a tenerlo", se rió el reverendo Beam.

"Cuando el Arcángel Gabrielle visitó a la joven virgen con la proposición de quedar impregnada por el Espíritu Santo, ella preguntó: '¿Dolerá?'. A lo que el Ángel respondió: 'Sí, pero sólo un poco'. 'Está bien', respondió María, la pequeña zorra".

En algunas culturas, entre ciertos pueblos del mundo, en particular los que vivían a lo largo del valle del río Ohio y de los Apalaches, en el sureste de los Estados Unidos, se creía que ingerir sesos de vaca o nueces de cerdo le haría a uno inteligente. También se creía entre los pueblos de los Apalaches y a lo largo del valle del río Ohio que eran los elegidos de Dios, y que el cielo era sólo suyo.

* * *

Huevos revueltos en América

En la región del valle del río Ohio y a lo largo de los Apalaches, un rico manjar de sesos de ternera era muy apreciado y a menudo se servía con huevos revueltos. Y también se comían a menudo espinazos, sesos y gónadas de vacuno, junto con nueces de cerdo y oveja, completando los diez primeros platos que se creía que hacían inteligente a una persona, pero con precaución, para no comer demasiado. En esta parte del país, independientemente del órgano que se sirviera, ya fueran pelotas de vaca o sesos, los platos solían llamarse colectivamente "sesos de vaca". Por lo tanto, un plato de huevos revueltos servidos con sesos de vaca era un eufemismo utilizado para proteger a sus crías contra las vulgaridades de los frutos secos y las bolas que se servían en sus platos.

Al igual que mucha gente en toda la faz de la tierra, los tres jornaleros consideraban que un plato de nueces de ternera o de cerdo o de oveja maltratadas era un plato digno para alejar los efectos nocivos de la impotencia. Se creía que consumir las gónadas de un mamífero macho repararía las gónadas del que las comía. Los tres obreros comieron mucho. Se dieron un festín de puntas de vacuno oscilantes, creyendo que cuanto más consumieran, mejor sería el afrodisíaco. Por lo tanto, como dicta la realidad, el rabino Ratzinger y su congregación, por mucho que rezaran a D-os, ningún milagro iba a revertir la maldición y devolver esas gónadas.

Los ministros americanos, a diferencia del asiático o del nómada, sabían que un día entrarían en el reino de los cielos para pasar una vida arrastrándose a los pies imaginarios de Jesús. A diferencia de otros, judíos, musulmanes o chinos, los ministros sabían que no sólo tenían a Dios de su lado, sino que, en virtud de su parecido con el Señor, eran sus preciosos elegidos. Estaban contentos, esperando el regreso triunfal de su Señor y Salvador, Jesucristo.

"¿Cómo pudo esta gente pensar que se les permitiría entrar en el cielo?"

"¿Quiénes?", dijo Randy, "los judíos".

"Cualquiera de ellos", dijo el reverendo Hershel Beam. "Quiero decir, ¿dónde dice en la biblia cualquiera de estas personas, el cielo?"

"No sé, ¿el Antiguo Testamento?"

"Bueno, no lo dice. Toma mi palabra".

"Bueno, entonces, gracias a Dios."

"No, Randy, gracias a Dios".

El jornalero tailandés, al igual que su homólogo estadounidense, no necesitaba educación, pensó mientras cogía una pala de la estantería y comenzaba a palear la mierda de las ovejas de los establos. Sin embargo, a diferencia de sus homólogos estadounidenses, los jornaleros disponían de la mayoría de sus facultades y sentidos y no se hacían ilusiones de una vida después de la muerte en otro reino. Ni siquiera eran blancos, así que ¿cómo podrían pensar que se les permitiría entrar en el cielo reservado para la gente buena y cristiana? Cualquier buen cristiano fundamentalista lo sabía, porque la Biblia se lo decía.

En las afueras de la aldea, los hombres musulmanes estaban sentados en la colina con vistas a la granja de abajo, con las ovejas y sus corderitos, junto con las cabras, pastando en los campos, los campos de cabras y ovejas y corderitos, y sabían de dónde vendría su próximo festín. Era el final del Ramadán y la víspera de la alegre celebración de tres días de ruptura del ayuno llamada Eid al-Fitr, lo que significaba problemas para los animales del moshav, ya que los musulmanes estaban de humor caritativo y también hambrientos. Era el atardecer. Varios hombres encendieron cerillas en las puntas de los cigarrillos.


13

Merodeadores de Medianoche



Era una noche sin luna y una brisa fresca soplaba sobre la granja desde el desierto del Sinaí. Ezequiel y Dave se posaron en el gran olivo situado en el centro del pasto principal.

"Sí que está oscuro", dijo Ezequiel.

"Sí, bueno, al menos no hay tormenta", respondió Dave. Se oyó un crujido en la oscuridad, seguido de un rayo sobre la valla. "¿Has visto eso?"

"¿Qué crees que soy, una lechuza?" dijo Ezequiel. "No puedo ver nada. Está oscuro".

"¿Oíste eso?"

"¿Qué?"

Mel corrió al granero y le dijo a Boris: "Si quieres que los animales de la granja te sigan como su salvador, esta es tu oportunidad. Ve a salvar a tu rebaño".

Una bandada de gansos cacareó cuando Boris se topó con ellos en la oscuridad y se dispersaron. Rápidamente se reagruparon y salieron caminando entre los ruidos del pasto. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, distinguieron imágenes, rayas de corta duración, seguidas de sonidos y voces que no entendían.

Los animales de la granja, grandes y pequeños, patos, gansos ya mencionados, gallinas, cabras y ovejas atacaban protegiendo a los suyos, mientras los cerdos, los pichones, los jabalíes y las cerdas chillaban y luchaban contra los merodeadores de la noche. Del lado egipcio llegaban ruidos, el sonido de las vallas que cedían bajo el peso de los hombres que trepaban y caían en los pastos. Otros cayeron en suelo egipcio con el botín del ataque antes de que nadie pudiera detenerlos. Otros más fueron perseguidos a lo largo de la línea de la valla y se les impidió hacer más daño del que ya habían causado.

Boris, con desenfreno, se adentró en los campos y se abrió paso a través de docenas de imágenes de túnicas en la oscuridad. Se encabritó sobre sus patas traseras y pateó, embistió y corneó a los asaltantes del moshav. Alguien gritó y chapoteó en el estanque, seguido de balidos. Otro gritó en árabe y fue seguido por carcajadas. Otros se lanzaron por el pasto, perseguidos por una manada de gansos salvajes. Los patos graznaban, las gallinas cacareaban y los cerdos chillaban en la oscuridad. Y por los gritos que se oían en la oscuridad, Boris debió clavar sus colmillos a varios hombres cuando la marea cambió. Los animales hicieron retroceder a los cuatreros, persiguiéndolos desde el moshav, por encima de la valla perimetral, y cruzando la frontera con Egipto. Las gallinas cacareaban, los cerdos chillaban, y ya no por el dolor sino por el orgullo. Los animales habían frustrado la redada. Las aves se sentían orgullosas de haber frustrado el ataque, y la victoria era suya.

Y desde el seguro santuario del establo, Mel declaró a Boris el salvador, pues ¿no acababa de salvarlos a todos, grandes y pequeños, sin importar la especie, de los merodeadores y evitar que se llevaran más de entre sus rebaños? Los animales de la granja estuvieron de acuerdo y lo aceptaron como un evangelio. "Habría habido pérdidas incalculables y un dolor insondable si no hubiera sido por la atención y el poder divino de Boris, nuestro Señor y Salvador", proclamó Mel.

Después de que Boris fuese proclamado Señor y Salvador, se hizo una evaluación del número de pérdidas de Joseph, el anciano jabalí de 12 años y 900 libras. Con 12 años y 900 libras nunca salió del establo. En la incursión se habían perdido siete de los suyos, dos ovejas, dos cabras, incluida Billy St Cyr, la cabra de Angora, y tres corderos, uno de los cuales era Boo, el único cordero de Praline.

Molly consoló a Praline. Se acurrucaron en el granero con la nariz pegada a la barandilla de un establo. Al otro lado de la barandilla, Mel le dijo a Praline que creyera y aceptara a Boris como su salvador, y que un día volvería a reunirse con su querido y pequeño Boo.

"¿De verdad?" Dijo ella, esperanzada.

"Praline", dijo Molly.

"A Dios pongo por testigo", le aseguró Mel.

* * *

"Es el costo de hacer negocios", dijo Juan Perelman al día siguiente. "Es el precio que pagamos por tener una granja al borde de la civilización". Estaba de pie contra la valla del camino con los tres trabajadores de la granja mientras evaluaban los daños causados durante la noche anterior. "¿Cuántos hemos perdido?"

"Seis, creo", dijo el tailandés".

"Bueno, está bien. Podría haber sido mucho peor. ¿Qué hemos perdido?"

"Según el último recuento, dos ovejas, dos cabras y dos corderos. Una de las cabras, me temo, era el carnero de Angora".

"Bueno, joder, al menos tenemos una esquila este año y el mohair para demostrarlo".

"Había estado enferma últimamente por parásitos intestinales".

"Bien", dijo Perelman. "Espero que les queme el culo".

Los hombres se rieron.

"Olvidé que era Eid al-Fitr. Los confundo y, bueno, debería haberlo sabido. Es lo que viene después del Ramadán, sea cuando sea. Cambia cada año. El año que viene espero que alguno se acuerde, así estaremos preparados para lo que viene".

"Aquí vienen los problemas", dijo el caballero chino.

"Oh, ¿lo conoces?", preguntó el taoísta, retóricamente.

"No lo he visto en mi vida", respondió su compatriota.

Un egipcio se jugó la vida cuando cruzó la frontera hacia suelo israelí y se acercó a Perelman y a los obreros. Llevaba una colorida túnica azul y púrpura que ondeaba al viento y un tocado. Su identidad estaba oculta por un pañuelo, y el egipcio habló bajo condición de anonimato. "Estos judíos tienen en su poder un monstruo, un djinn rojo". Agitó las manos y señaló la parte del moshav que hacía frontera con Egipto. "Fue en esta tierra, en este lugar, donde estos judíos soltaron un espíritu maligno contra mis hermanos, que daña, insulta, ofende a todos los musulmanes y es una abominación para Alá". Mel caminó a lo largo de la valla de aquel malvado moshav para ser testigo de la conversación, y para compartirla con los demás si era necesario más tarde. Los obreros miraron a Juan Perelman, que no dijo nada. Mientras el egipcio continuaba, Perelman siguió escuchando.

"Alabado sea Alá en toda su gloriosa sabiduría porque ningún hermano musulmán se contaminó con los asquerosos cerdos infieles. Sólo recogemos donaciones para los pobres para que ellos también puedan tener una comida festiva y participar en la celebración de Sadaqah al-Fitr, la caridad de la ruptura del ayuno."

"Yo soy de estos judíos. No nos corresponde donar animales para vestir su mesa o para alimentar a los pobres".

"Este lugar ha sido profanado y convertido en profano", dijo el pastor. "Los judíos tienen una pila de abono llena de mierda de cerdo que esparcirán sobre esta tierra como fertilizante, pero traerá muerte y destrucción y nada bueno saldrá de ello. Esta tierra bajo nuestros pies ya no es digna de que mi camello orine en ella". Se volvió hacia la frontera y levantó las manos, echándose las mangas de la túnica púrpura y azul por encima de los hombros.

"Ahora ya sabemos lo que hace falta para alejarlos de nuestra tierra, mierda de cerdo, mucha, mucha mierda de cerdo".

Apenas el buen pastor y ciudadano preocupado cruzó de regreso a Egipto, fue descubierto por sus vecinos, los fieles. Los seguidores del Dios todo misericordioso y justo recogieron piedras y lo apedrearon hasta la muerte antes de que llegara a su pueblo, lo que demostró que, independientemente de las condiciones de anonimato, el Dios omnisciente y omnipotente, lo sabe todo.

"Un día pueden ser nuestra ruina", dijo Perelman, "pero hoy somos la suya".

"Me temo que el número correcto de pérdidas es siete", dijo el obrero tailandés. "Hemos perdido el cordero de Luzein".

"El Luzein", dijo Perelman, "mierda, eso es una pena".

De pie fuera de la valla, Perelman y los jornaleros observaron cómo Praline, perseguía a los corderos gemelos de Border Leicester, corriendo entre ellos, queriendo que uno de ellos se amamantara de ella.


14

Dentro del Rango, pero Fuera de la Razón



A pesar de lo que había dicho el judío, y de la muerte del beduino, los musulmanes aún no estaban satisfechos, no se había derramado suficiente sangre. La justicia no era suya. La injusticia de todo ello seguía ardiendo. El peaje de todo ello seguía sin respuesta. No hubo llamadas para las oraciones de la tarde, ya que la calma se cernía sobre la aldea y un manto sobre la granja. Mel, que pastoreaba en el prado, levantó la cabeza. Sus orejas se agitaron y sintió algo a la deriva. Algo iba a romper el silencio y reverberar, derramándose sobre la granja, pero aún no sabía qué. Sin embargo, olió algo que se estaba gestando en el aire, y sopló sobre el moshav desde la aldea egipcia.

No dispuesto a dejar nada al azar y perder una oportunidad, Mel fue al granero para encontrar al Mesías, resoplando grano en un comedero. Mientras muchos aceptaban a Boris como su salvador, otros seguían siendo escépticos, y con el loro judío aún posado sobre ellos en las vigas, y el Gran Blanco aun bautizando bajo el sol en el estanque, Mel estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para asegurar su legítima posición entre los animales, todos ellos.

Mel percibió el silencio y sintió los rumores que venían del pueblo. En el granero, animó a Boris a salir y desfilar por la granja entre su multitud de fieles seguidores.

"En un día como éste, es imperativo que tú, como Mesías, y tú que deseas seguir siéndolo, quieras continuar tu reinado como Mesías saliendo a la calle entre los fieles y desfilando como un príncipe, pues ellos necesitan la pompa. Date prisa, te están esperando". Mel sabía que los musulmanes seguramente disfrutarían del espectáculo al igual que Boris seguramente disfrutaría del desfile.

Encaramado en una colina, los juerguistas lamieron sus heridas. Todavía ofendidos, aún no vengados por el ataque contra ellos, ya que habían tratado de recoger carne para los pobres, y su mesa, que alteraba el orden natural de las cosas. Era lo poco caritativo, pues tenían razón en alimentar a los pobres. Era lo más caritativo que debían ser. Por lo tanto, ahora les tocaba devolver la hazaña y responder a la llamada, reparar el peaje, puesto sobre ellos como pueblo, como dictaba la ley, y como se haría la voluntad de Alá. Los musulmanes sabían que el ataque contra ellos había sido dirigido por el gran Satán, el djinn rojo del desierto. La venganza sería suya.

Boris vadeó a sus súbditos mientras se bañaban al sol junto al estanque, y pastoreaban en el prado, y a lo largo de las laderas que llevaban a los olivos más pequeños, donde pastaban sobre todo las cabras. Mel vio el lanzacohetes de hombro sacado de una caja de cartón ondulado con la etiqueta "made in China". Dos hombres se disputaban el honor, hasta que otro hombre, un macho alfa del mundo musulmán, un clérigo, a las afueras de la aldea musulmana, les arrebató el lanzacohetes. Lo colocó contra su hombro, ajustó la mira, apuntó y disparó. La percusión espantó y dispersó a los animales por todos los rincones de la granja, mientras las aves volaban entre los árboles y los cerdos correteaban. El cohete de precisión del clérigo impactó directamente en Bruce, haciéndolo volar en pedazos mientras la carne, la sangre y los huesos caían del cielo como el granizo sobre el pasto. Una gran parte de la carcasa aterrizó en un montón, y un trozo sólido de la caja torácica del buey cayó cerca del camino, no muy lejos de donde Bruce había estado parado sólo un momento antes.

Los cerdos pensaron que era un regalo de Dios. Una vez que el cadáver y el polvo se asentaron, se revolvieron por el pasto para lamer los trozos de hueso y carne que habían salpicado la hierba de rojo. Boris, rápido en sus cascos, recogió él mismo algunos huesos y carne mientras continuaba su ministerio. Los jornaleros salieron para ahuyentar a los demás. Se quedaron para evitar que los buitres pulularan por la granja hasta que Perelman les dijo que dejaran en paz a los buitres. Perelman dijo a los jornaleros que los buitres leonados necesitaban toda la ayuda posible para mantener su especie. "Necesitan toda la ayuda posible", dijo Perelman, "y nosotros también". Los fieles ciegos de Mahoma nos han hecho un servicio".

En su infinita sabiduría, corearon desde la cima de la colina, Alá es misericordioso y justo, por no permitir la profanación de los verdaderos creyentes de ser tocados inapropiadamente en la noche por las manos de los sucios porqueros infieles de Satanás. Y por sus reacciones de alegría al asesinato de Bruce, era evidente para Mel que Bruce había sido su objetivo todo el tiempo. "Idiotas", dijo Mel y se retiró al santuario del granero. Blaise y Beatrice estaban en sus establos protegiendo a los suyos mientras que las ovejas y las cabras estaban plegadas en oración en un rincón del santuario. Molly, en su establo, amamantaba a sus corderos gemelos. Mel se unió a Praline acurrucada en oración, escondida en su establo.

"¿Dónde está Julius?" susurró Beatrice. "Nunca está donde se le necesita".

"En serio, Beatrice, ¿qué podría haber hecho Julius?"

"Siempre está volando a alguna parte".

"Es libre de ir a donde quiera", dijo Blaise. "Es un pájaro, después de todo. No es uno de nosotros. No es ganado".

"No, no lo es".

Para dar consuelo a todos los presentes, Mel dirigió el servicio de la iglesia y dirigió a los animales de la granja reunidos en el recital de "Reglas para vivir, los catorce pilares de la sabiduría", como lo hacía cada noche, "1: El hombre está hecho a imagen de Dios; por lo tanto, el hombre es santo, piadoso". Los animales recitaron después de él, con la voz de Praline por encima de todas las demás.

Perelman dijo a los obreros: "Su carne ya estaba arruinada, y de todos modos era inútil para nosotros. Consumía recursos valiosos". Los cerdos chillaban de placer y corrían desbocados por la dehesa mientras se peleaban por los restos de carne y sangre en la hierba y la tierra, comiendo lo que encontraban de hueso y bocados de carne. Perelman dijo: "Los cerdos son omnívoros. No podemos esperar que vivan con la bazofia y el grano que les damos de comer". Mientras los demás se habían puesto a cubierto y se habían dispersado por el moshav, los cerdos permanecieron vigilantes y hambrientos, y devoraron todo lo que pudieron esparcir por el pasto. "Independientemente del valor nutricional y de las vitaminas, no les importa. Es un alimento reconfortante".

Trooper y Spotter, los dos Rottweiler, se pelearon por el cráneo y se comieron lo que quedaba de los sesos del novillo.

"Juan", dijo Isabella, "no quiero que esos asquerosos perros entren en la casa esta noche, quizá nunca más". Se volvió hacia la casa sin obtener respuesta.

"¿Qué?", gimieron, y corrieron hacia el granero y hacia Mel.

Juan Perelman les dijo a los tres jornaleros que iba a ampliar la explotación lechera a ambos lados de la carretera. "Vamos a deshacernos de estos animales, a venderlos a los americanos".

"¿Incluso el ternero rojo?" Preguntó el tailandés.

"¿Qué diferencia hay? El ternero rojo ya no es rojo. Quieren la vaca y el ternero. Que se los queden, los cerdos también y las ovejas. Tenemos todo lo que podemos manejar ahora con doce “holstein” y sus terneros. Además, deshacernos de los cerdos nos permitirá tener algo de paz por aquí. Sé qué hará que Isabella esté más tranquila".

Después del recital, Mel consoló a los perros.

"Ella no dijo nada sobre ellos", se quejó Spotter. "¿Por qué tienen un trato especial?"

"Ya está, ya está, no pasa nada. Deben recordar que los cerdos son especiales, una raza aparte, superior a las formas animales menores como los perros", dijo Mel, tranquilizando a Spotter y Trooper. "Los cerdos son más importantes que nosotros. Se procuran para el consumo humano, mientras que nosotros no".

"¡También son chatarra para nosotros!"

"Ya, ya, chicos, recordad que la población de cerdos está protegida, se mira con más favoritismo que el resto de nosotros, formas inferiores de animales y ganado".




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Puercos En El Paraíso Roger Maxson
Puercos En El Paraíso

Roger Maxson

Тип: электронная книга

Жанр: Юмор и сатира

Язык: на испанском языке

Издательство: TEKTIME S.R.L.S. UNIPERSONALE

Дата публикации: 16.04.2024

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О книге: Puercos En El Paraíso, электронная книга автора Roger Maxson на испанском языке, в жанре юмор и сатира

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