Te Odio Porque No Quiero Amarte
Victory Storm
Zane Thunder es rico, encantador, soltero, deseado por muchas, y es dueño de la Compañía Thunder, una de las agencias de publicidad más famosas y respetadas de Chicago. En la vida, siempre tuvo que luchar pero, al final, consiguió todo lo que quería. Todo excepto Audrey. La única mujer que ha amado y que lo traicionó, destruyendo su felicidad. Audrey Larson lo perdió todo. Su vida feliz se acabó tras divorciarse del único hombre al que ha amado, Zane. Cuando se separaron, comenzó su descenso a los infiernos, pero justo cuando parece que lo había perdido todo, Zane reaparece en su vida. Han pasado cuatro años desde la última vez que se vieron. ¿Esos años la harán olvidar y comenzar una etapa, o su encuentro sólo reavivará viejos rencores y el latente deseo de venganza? Zane Thunder es rico, encantador, soltero, deseado por muchas, y es dueño de la Compañia Thunder, una de las agencias de publicidad más famosas y respetadas de Chicago. En la vida, siempre tuvo que luchar pero, al final, consiguió todo lo que quería. Todo excepto Audrey. La única mujer que ha amado y que lo traicionó, destruyendo su felicidad. Audrey Larson lo perdió todo. Su vida feliz se acabó tras divorciarse del único hombre al que ha amado, Zane. Cuando se separaron, comenzó su descenso a los infiernos, pero justo cuando parece que lo había perdido todo, Zane reaparece en su vida. Han pasado cuatro años desde la última vez que se vieron. ¿Esos años la harán olvidar y comenzar una etapa, o su encuentro sólo reavivará viejos rencores y el latente deseo de venganza?
Victory Storm
Te odio porque no quiero amarte
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Te odio porque no quiero amarte
Victory Storm
Texto copyright © 2020 Victory Storm
Correo electrónico de la autora: victorystorm83@gmail.com
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Traductor (Inglés a español): Mariela Cordero
Editorial: Tektime
Este es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan ficticios.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte del libro puede ser reproducida o difundida por ningún medio, fotocopias, microfilm u otro, sin el permiso del autor.
Portada: diseño gráfico Victory Storm | Enlace: https://stock.adobe.com
Te odio porque no quiero amarte
Zane Thunder es rico, encantador, soltero, deseado por muchas, y es dueño de la Compañia Thunder, una de las agencias de publicidad más famosas y respetadas de Chicago. En la vida, siempre tuvo que luchar pero, al final, consiguió todo lo que quería. Todo excepto Audrey. La única mujer que ha amado y que lo traicionó, destruyendo su felicidad. Audrey Larson lo perdió todo. Su vida feliz se acabó tras divorciarse del único hombre al que ha amado, Zane.
Cuando se separaron, comenzó su descenso a los infiernos, pero justo cuando parece que lo había perdido todo, Zane reaparece en su vida.
Han pasado cuatro años desde la última vez que se vieron.
¿Esos años la harán olvidar y comenzar una etapa, o su encuentro sólo reavivará viejos rencores y el latente deseo de venganza?
1
Audrey
"Buen trabajo, Srta. Larson", murmuró Peter Anderson, viéndome correr a la cocina para tomar otro pedido para llevar a la mesa.
"Gracias", susurré emocionada por el cumplido, antes de salir al elegante comedor del prestigioso restaurante, llevando varios platos en las manos.
"No puedo creerlo. Anderson acaba de felicitarte. ¡Ahora puedes considerarte contratada! ¡Felicidades, Audrey!", exclamó mi colega Sharon en voz baja, mientras yo intentaba evitar tropezarme con ella, mientras me dirigía a las mesas que me habían asignado.
Ese día el Prestige estaba lleno.
Todas las mesas estaban ocupadas, excepto una.
El mostrador del bar estaba lleno y había mucha gente moviéndose aquí y allá.
El riesgo de tropezar con alguien era extremadamente alto.
Un riesgo que no podía permitirme en absoluto.
Era mi tercer día de trabajo como camarera del Prestige y era mi último día de prueba antes de decidir si me contratarían permanentemente o me despedirían tras concluir que no era adecuada para el trabajo en el restaurante.
En realidad, nunca quise ser camarera
.Me gradué en Marketing con una especialidad en Administración y Relaciones Públicas.
Además, había estudiado publicidad.
Ese siempre había sido mi mundo.
Había trabajado para agencias de publicidad toda mi vida, hasta mi divorcio y mi traslado a Gatesville para estar cerca de mi padre, que terminó en una silla de ruedas después de un terrible derrame cerebral que lo paralizó del cuello para abajo.
Ahora estaba de vuelta en Chicago, que consideraba mi ciudad, el lugar donde todos mis sueños siempre se habían hecho realidad.
Sin embargo, pronto descubrí que, debido a mi ausencia de cuatro años, muchas puertas se me cerraron.
Después de vivir años en Gatesville cuidando a mi padre, Chicago había cambiado.
Ahora la exigencia, la experiencia y la competitividad habían alcanzado niveles que hacían casi imposible mi reintegración en lo que siempre había sido mi trabajo.
Al parecer, a nadie le importaba si yo había planeado y organizado prestigiosas campañas publicitarias. Lo único que todos notaban era ese intervalo de cuatro años durante el cual me mantuve alejada del mundo laboral.
Y ahora, aquí estaba yo, trabajando como camarera en un lujoso restaurante, rodeada de edificios que alojaban las oficinas de algunas de las más reconocidas agencias de publicidad y de informática de la ciudad.
Había buscado trabajo desesperadamente después de la muerte de mi padre, agobiada por sus gastos médicos aún por pagar.
Todos mis ahorros y la herencia de mi padre habían desaparecido.
Lo único que me quedaba por hacer era volver a trabajar en Chicago, la única ciudad que conocía y que podía ofrecerme más oportunidades de trabajo que una pequeña ciudad como Gatesville.
Debido a mis problemas financieros, no había podido esperar para encontrar el trabajo perfecto, así que tuve que buscar en otras áreas y al final decidí tomar un trabajo que me permitiera entrar en contacto con el mundo de la alta sociedad, de una manera solapada.
Ser camarera en el Prestige significaba esto para mí.
No eran sólo los hermosos uniformes los que me hacían sentir a gusto, también me entusiasmaba la posibilidad de conocer a los nuevos líderes del mundo de la publicidad.
Ahora lo único que tenía que hacer era pasar el período de prueba de tres días y conseguir ese trabajo, para poder pagar el alquiler de la casa, tenía tres meses de atraso, y necesitaba comenzar a asentar las bases de mi futuro.
Ese día supe que había tomado la decisión correcta.
Mientras servía bebidas y platos sofisticados y sabrosos, escuché conversaciones sumamente interesantes: una tal Savannah, molesta por el trabajo publicitario que había solicitado para su línea de cosméticos, una directora creativa que había renunciado dejando a la Compañía Marshall en una situación difícil, ya que no sabían ahora cómo satisfacer las solicitudes de nuevos clientes, un tal Farlight que discutía con una mujer su deseo de renovar el logotipo de su marca de licor...
En resumen, delante de mí, tenía infinitas posibilidades de conseguir un cliente adecuado y de conseguir un trabajo de relaciones públicas en una empresa de publicidad, ya que tenía toda la experiencia necesaria para lograrlo.
Sabía muy bien que había quienes pagarían generosamente por mis conocimientos.
Me sentí en el séptimo cielo. A pesar de la gran carga de trabajo que tenía atendiendo esa numerosa y exigente clientela, siempre atareada, no había disminuido mi ritmo ni deseado un descanso.
"Lleva esto a la mesa siete", ordenó de repente Anderson, entregándome una bandeja llena de aperitivos.
Esa era la última de las mesas libres.
Miré el reloj.
Unas pocas horas más y mi día de trabajo habría terminado.
Zigzagueando entre una mesa y otra, entre un cliente y un colega, llegué a las mesas que me habían asignado, pero justo cuando giré rápidamente a la derecha para evitar el perro de un cliente que había perdido el control, me encontré súbitamente frente a una figura de negro.
Antes de que pudiera girar o enfocar mi mirada en lo que estaba sucediendo, sentí que la bandeja se estrellaba abruptamente contra ese obstáculo, tirando al suelo todas las copas de cristal, que se rompieron en mil pedazos.
"¡Oh, Dios mío!", susurré desesperadamente, mirando la alfombra llena de cristales rotos, mientras mi mirada ascendía hacia la silueta que tenía frente a mí. "Yo... Lo siento... No te vi... El perro me distrajo y...", continué balbuceando en estado de shock, mirando la camisa blanca del hombre, ahora completamente empapada y manchada por varios tragos.
Seguí balbuceando disculpas, hasta que finalmente tuve el coraje de mirar hacia arriba y encontrarme con la mirada furiosa del hombre.
De repente, mi corazón comenzó a latir con fuerza.
Tan pronto como mis ojos se encontraron con los suyos, no pude recuperar el aliento y no logré recobrar la compostura durante varios segundos.
"Zane", pronuncié, aguantando la respiración, mientras cada parte de mi cuerpo que había sido tocada y besada por él en el pasado parecía despertarse.
"Audrey", respondió de manera seca, evidentemente molesto.
"¿Qué estás haciendo aquí?", Me las arreglé para preguntar, sin poder pensar en otra cosa que no fuera esa desafortunada coincidencia, que sólo podía llevar a dos cosas: arriesgarme a perder mi trabajo y traer de vuelta los recuerdos de nuestra vida de casados que había intentado borrar de mi memoria durante cuatro años.
"Sr. Thunder, me siento muy apenado", dijo inmediatamente el propietario del lugar, seguido de otros dos trabajadores que habían venido a limpiar el desastre y a retirar los añicos de cristal del suelo antes de que pudiera dañar a nadie.
"Anderson, pensé que eras más cuidadoso en la elección de tus empleados", protestó Zane severamente, mientras limpiaba su chaqueta y camisa con una servilleta.
Esa frase me golpeó como un puñetazo en el estómago.
Y recordé ese tono duro e inquebrantable que él solía usar en el pasado.
Miré perpleja a mi ex-marido y lo que vi me hizo sentir como si estuviera al borde de un abismo.
No dejaba de mirarme mientras hablaba con mi jefe.
Lo que pude percibir en su mirada no era una simple irritación, sino también una satisfacción disfrazada, casi sonreía al escuchar las palabras de Anderson cuando intentaba arreglar el daño.
"Me disculpo por lo que pasó. Si puedo hacer algo...", fue lo único que pude decir. Tratando de no pensar cuánto me estaba costando disculparme con quien había destruido nuestro matrimonio.
"Señorita Larson, sólo hay una cosa que puede hacer: tome sus cosas y váyase de aquí. Inmediatamente", respondió Anderson furioso, sin siquiera mirarme.
¡Oh no! ¡Acababa de perder mi trabajo!
Conmocionado e incapaz de reaccionar, eché un último vistazo a Zane.
No sonreía, pero había una chispa de triunfo en sus ojos.
"Lo hiciste a propósito, ¿no?" Me di cuenta en algún momento. "Necesito este trabajo", añadí, a pesar de su silencio.
"¿Cómo te atreves? Sal de aquí. ¿Me escuchaste, o tengo que llamar a la policía?", dijo mi ex-jefe, interponiéndose entre Zane y yo.
"Me voy", dije y acepté mi derrota sintiéndome fatal.
Habían pasado cuatro años desde el divorcio, desde el día en que Zane había conseguido ganar y quitarme todo, todo lo que tenía.
Después de todo ese tiempo, tenía la esperanza de que mi suerte hubiese cambiado pero…
Zane había ganado de nuevo.
Hizo que me despidieran.
Estaba segura: ese enfrentamiento había sido intencional.
Rápidamente, fui a la parte de atrás, me quité el uniforme y vacié mi casillero.
Ni siquiera me di cuenta de que había empezado a llorar.
Mi llanto era de frustración, ira, miedo, decepción y amargura... Eran lágrimas de derrota.
Ver a Zane me había turbado mucho. Incluso demasiado. Mucho más de lo que podía haber imaginado.
No lo había visto durante años, y cuando decidí volver a Chicago, sabía que su agencia de publicidad estaba situada al norte de la ciudad, así que me propuse no ir nunca allí.
De hecho, había buscado una casa en el sur y un trabajo en el suroeste.
Tenía la esperanza de no encontrarme con él nunca, aunque siempre me había repetido que después de tanto tiempo ya no sentía nada por él, excepto una fría y sincera indiferencia.
Me sequé las lágrimas.
Audrey, ya no es tu marido y ya no puede hacerte daño.
Corriendo, tomé mis cosas y me escapé del restaurante, sin despedirme de nadie.
"Audrey". Escuché la voz ronca de Zane detrás de mí. Oír mi nombre en su voz era veneno puro para mi corazón.
Me di la vuelta y lo vi.
Él también había salido del Prestige .
"¿No te basta con hacer que me despidan? ¿Qué más quieres, Zane? ¿No te bastaba con haberme quitado todo hace cuatro años?", le grité con furia, tratando de contener mis lágrimas.
"¿Te he quitado todo?", gruñó él, acercándose tanto a mí que pude sentir su aliento en mi piel y su olor tan peculiar.
No pude responder, estaba demasiado aturdida por su cercanía y por las sensaciones que el aroma de su piel despertaba en mí.
¿Por qué no podía olvidar su perfume?
¿Cómo es posible que, después de tantos años, su olor me haya cautivado como antes?
Zane ya no te pertenece. Recuérdalo.
Asentí débilmente.
Audrey, tu iniciaste esto, destruiste nuestro matrimonio y huiste de mí. ¿Realmente pensaste que podías hacerme todo eso sin pagar por ello?", dijo él en forma amenazante, mientras apretaba su mandíbula se contrajo, y entornaba los ojos.
"¿No te has vengado ya lo suficiente?".
"¿Venganza? No, cariño, solo tomé lo que era mío".
“ ¿Tuyo o nuestro? Me gustaría recordarte que fundamos la Compañía Thunder juntos y luego me echaste".
"¡Te fuiste!".
"Lo sé y por eso acepté dejarte todo y no pedir la mitad de la agencia. Sólo recuperé el dinero que me pertenecía antes de casarme", le recordé con rabia.
Sí, lo dejé porque desde que habíamos fundado nuestra agencia de publicidad comencé a sentirme asfixiada en un matrimonio sin amor y sin compromiso. Lo que se suponía que era un sueño hecho realidad se había convertido en una obsesión por lograr el éxito por parte de Zane y un total abandono de nuestra relación amorosa.
"Te llevaste lo que te merecías. Agradece que no te quite eso también. En realidad, no te mereces nada".
No sabía lo que me había pasado. Sólo vi que mi mano se movía por sí sola y le daba una bofetada en la cara.
Nunca había sido una persona violenta, pero mis nervios estaban destrozados.
En tan solo un año había perdido a mi padre, la casa de la familia, finalmente había dejado Gatesville para ir a Chicago, no podía encontrar un empleo acorde a mi experiencia laboral y estaba llena de deudas.
Y ahora, Zane y mi despido.
"Por favor, perdóname... No quería...", susurré sintiéndome culpable. Nunca había llegado tan lejos, ni siquiera durante las terribles peleas de nuestro último año de casados. "Vaya... Este es el resultado del odio que has albergado durante los últimos cuatro años", murmuró Zane enfadado, frotando su mejilla roja. "¿No fue suficiente para mí perder un cliente importante con el que tenía que firmar un contrato? No, ahora incluso me abofeteas delante de todos, en medio de la calle. "Miré a mi alrededor y noté que algunos transeúntes nos miraban con horror. Me disculpo: "Murmuré, mis mejillas ardían de vergüenza. ¿Qué había hecho? ¿Cómo podía haber golpeado al hombre que había amado durante siete años y por el cual había terminado todas mis relaciones durante cuatro largos años? "No sé qué hacer con tus disculpas", respondió secamente Zane, girando hacia la calle y deteniendo el primer taxi disponible. Ni siquiera pude despedirme de él o decir algo más. Zane se había ido.
2
Audrey
"¿Estás loca?”, exclamó Gwen cuando le conté lo que me había pasado el día anterior.
Después del divorcio, todos los amigos de Zane se alejaron de mí.
Ninguno quiso mantenerse en contacto conmigo y mi partida a Gatesville, destruyó cualquier intento de reconciliación.
La única persona con la que pude reencontrarme cuando llegué a Chicago fue con Gwen, ella era la dueña de la cafetería donde Zane y yo siempre íbamos a tomar café antes de ir a trabajar.
Ese lugar traía a mi mente maravillosos recuerdos de mi historia de amor con mi ex.
En ese momento estábamos tan enamorados y llenos de sueños e ilusiones. No teníamos mucho, ni siquiera dinero para unas vacaciones o una cena especial.
"Yo sé... ...que me equivoqué. ¿Crees que podría denunciarme?".
"No creo llegue tan lejos, pero si piensa en los últimos meses de tu matrimonio y que lo dejaste por Rick... Bueno, podría pasar por mi mente si yo estuviera en su lugar".
"¡Nunca engañé a Zane! Rick era sólo un amigo que siempre estaba disponible, dispuesto a escucharme y a consolarme cuando me sentía mal por pelear con Zane".
"Rick era una basura lista para llevar a la esposa de su jefe a la cama mediante el engaño y la adulación", me corrigió con severidad.
"Ahora lo sé", dije en voz baja. Por desgracia, lo había descubierto demasiado tarde y no había escuchado a mis amigos y a Gwen cuando me dijeron que me cuidara de Rick, cuyo objetivo era quedarse con la agencia de Zane. Él sabía muy bien que yo era su punto débil y que usándome podía hacerlo perder la cabeza y perjudicarlo en su trabajo.
"Pero no tu esposo, Audrey, no creo que Zane haya creído nunca en tu inocencia".
"No lo dudo. Por mucho que traté de contarle la verdad, Zane nunca quiso escucharme... pero ya no importa. Ya todo quedó en el pasado, ¿no es así?".
"Depende. ¿Estamos hablando de un hombre herido y vengativo, o de un hombre que continuó con su vida?”.
"No lo sé. Han pasado cuatro años, y no sé nada de él".
"Me dijiste que tenías la impresión de que ocasionó tu despido a propósito ¿o me equivoco?".
"¡Estoy segura! Juro que estaba siendo muy cuidadosa, y de repente se paró frente a mí... No fue una simple coincidencia, créeme".
“ Te creo, Audrey. Esto me basta para deducir que no eres la única que no lo ha superado".
"¡Ya lo superé, Gwen!".
"¿Estás segura?".
"Completamente segura".
"Entonces, ¿por qué lo abofeteaste?".
"Yo... yo... no lo sé... Me sentía fatal... Mi vida ha sido un infierno desde...".
"Desde que dejaste a Zane", dijo ella terminando la frase por mí.
"No sé qué hacer. Zane es vengativo, lo sé. Él realmente podría hacerme algo terrible... Tal vez solicite una orden de restricción contra mí".
"Sólo tienes que acercarte a él y averiguarlo".
"¿Qué sugieres?".
"Preguntarle, disculparte y pagarle la tintorería”, sugirió mi amiga.
"Apenas tengo dinero para pagar este café y este panecillo", confesé, comiendo el último bocado del pastel de Gwen.
"Esto va por cuenta de la casa", exclamó comprensivamente, mientras preparaba una bandeja llena de magdalenas de arándanos. "Y estas son para tu esposo. Eran sus favoritas cuando solía venir aquí.
"Ex-esposo", la corregí. "De todos modos, gracias", susurré, conmovida por su gesto y por el recuerdo de la sonrisa de Zane cada vez que comía esas magdalenas.
Sentí otra punzada en mi corazón.
¿Cómo podré volver a ver a Zane sin dejarme llevar por los recuerdos?
3
Audrey
Había dejado a Zane y a la Compañía Thunder and Larson cuatro años antes. En ese momento, el negocio que habíamos establecido por nuestra cuenta, era poco más que un basurero al norte de Chicago, a pesar de que las habilidades y la ambición arrebatadora de Zane habían logrado crear un pequeño espacio en el entorno publicitario en apenas dos años.
Dos años en los que cada éxito de la empresa representaba un nuevo ladrillo que pronto crearía un muro infranqueable entre nosotros.
Aunque no comenzó con el pie derecho, Zane había alcanzado el éxito y ahora ver su estudio en el piso treinta de uno de los más bellos rascacielos del sur de Chicago hizo que mi corazón latiera con fuerza.
Por supuesto, ahora mi apellido ya no aparecía en el cartel, pero sentía que una parte de mí había permanecido allí, atrapada entre las palabras Thunder y Compañía.
Yo también había hecho muchos sacrificios para hacer realidad ese sueño.
Siempre había creído en él y sabía que Zane, en ese momento mi esposo, era uno de los anunciantes más brillantes de Chicago.
Fui yo quien impulsó a Zane para que empezáramos de cero y creáramos una empresa, sin saber que el precio a pagar sería nuestro amor.
Si pudiera viajar al pasado, ¿volvería a tomar esa decisión?
¿Seguiría animando a Zane hacia la independencia y la ambición?
Sí, porque se lo merecía. Valía más que lo que podía demostrar en la Compañía Kreinberg, donde trabajábamos en un equipo y algunos miembros siempre fueron demasiado perezosos o distraídos para permitirnos dar ese salto cualitativo y establecernos en ese entorno de tiburones.
¿Pero, y nuestro matrimonio?
¿Quizás eso no debería haber ocurrido?
No lo sabía, y tampoco quería responder a esa pregunta, porque cada vez que pensaba en ello, sentía que mi herida sangraba y mi corazón volvía a romperse con la misma violencia de cuatro años antes.
Borrando esos pensamientos de mi mente, me dirigí al rascacielos donde estaba ubicada la Compañía Thunder, como había leído en Internet.
Llegué al piso correcto sin dificultad, pero cuando intenté hablar directamente con Zane Thunder, una secretaria irritada y agotada me echó del lugar sin dilación.
"El Sr. Thunder no ve a nadie sin una cita", dijo ella.
"Por favor, es importante. Soy Audrey Larson".
"¿Y? Para mí, podrías ser el propio Presidente de los Estados Unidos, pero no te dejaré entrar en su oficina sin una cita".
¿Zane te habrá hablado alguna vez de mí ?, me pregunté en mi interior.
De repente miré a mi alrededor.
Había muchos empleados caminando de un lado a otro.
Inmediatamente me di cuenta de que no conocía a nadie.
Aparentemente, no había ninguno de los primeros empleados contratados cuando yo todavía era parte de la compañía.
Nadie me conocía.
Zane no le dijo a nadie que había estaba casado conmigo.
Me sentí como un insecto molesto e inoportuno.
Gwen estaba equivocada. Zane realmente había pasado la página.
Contra todos mis deseos, sentí que las lágrimas se asomaban a mis ojos.
Me sentí humillada.
Ya no era nada.
Era como si no quedara nada de mí.
Había caminado hasta ese rascacielos, con mi caja llena de magdalenas y con la esperanza de que algo de mí o mío quedara en esa compañía o... en Zane.
Algo a lo que pudiera aferrarme para empezar de nuevo después de dejar Zane y a Chicago.
En lugar de eso, descubrí que ya no había nada para mí.
Ningún vínculo. Ningún punto de apoyo. Ninguna oportunidad para empezar.
De repente, se abrió la puerta de la oficina custodiada por la secretaria malhumorada y vi salir a Zane, acompañado de una mujer muy elegante y hermosa.
"Zane, sabes cómo hacer feliz a una mujer", exclamó ella contenta.
"Trisha, sé cómo hacerte feliz", respondió él con una sonrisa seductora y esa voz ronca que en el pasado siempre conseguía hacer que me temblaran las piernas.
"Qué adulador", dijo ella entre risas, pero él ya no sonreía.
Me estaba mirando.
Cuando le devolví la mirada, todo rastro de su sonrisa y su encanto se había esfumado.
"Sarah, lleva a la dama al ascensor", le ordenó Zane a su secretaria, visiblemente irritado. "Trisha, lo siento, pero tengo una emergencia. Hablaré contigo más tarde".
Al parecer la emergencia era yo... Gracias por el enésimo golpe a mi autoestima.
"¡Fuera! No eres bienvenida aquí", protestó Zane tan pronto como estuvimos solos. "¿Has venido a crear problemas aquí también y a arruinar lo que he construido en estos años?".
"No, en absoluto. ¿Cómo puedes pensar eso de mí?".
Primero me acusas de hacer que te despidan, luego me das una bofetada y ahora estás aquí. Discúlpame, pero no puedo ser optimista. ¿Quizás preferías una bienvenida con los brazos abiertos? Bueno, ¡olvídalo! Tu nombre ya no aparece en la placa de la entrada y ya no puedes venir aquí. ¿He sido claro?".
Apenas había oído una palabra de lo que acababa de decirme. El odio y la ira que vi en sus fríos ojos me paralizaron.
No entendía cómo podía odiarme tanto.
Tenía un negocio próspero y exitoso.
Se había mantenido joven y guapo, tal como yo lo recordaba.
Seguramente, ya tenía otra pareja, tal vez esa misma mujer, Trisha.
En ese instante no pude evitar mirar sus manos en busca de un anillo.
No, no se ha vuelto a casar.
Él lo tenía todo. Yo no tenía nada.
¿Qué más podría querer?
"Sólo quería disculparme por lo de ayer y darte estas magdalenas que hizo Gwen. Son de arándanos, tus favoritas. Son un pequeño gesto para disculparme por lo que pasó. Me disculpo. No quise abofetearte. Fue un gesto impulsivo y estúpido, dictado por el nerviosismo causado por un momento difícil y...”.
"No me importa", dijo él cortándome en seco.
"Zane, lo siento mucho".
"Como te dije ayer, no sé qué hacer con tus disculpas. Ahora, por favor vete y no vuelvas nunca más. Tengo que trabajar".
"¿Qué hay de las magdalenas?".
"No quiero nada de ti. Sólo quiero que te vayas".
Zane parecía muy decidido.
"Ok, lo siento. Me iré de inmediato. Adiós", balbuceé con un nudo en la garganta que amenazaba con asfixiarme.
Zane ni siquiera me respondió.
Me puse en marcha y me dirigí a los ascensores, bajo su mirada vigilante.
Nunca me había sentido tan humillada y desgarrada desde el día de mi divorcio.
Aparentemente, cuatro años no fueron suficientes para olvidar. Ni para mí, ni para él.
Sólo cuando las puertas del ascensor se cerraron, una lágrima de tristeza resbaló por mi rostro.
Me sentí sola, en medio de un océano.
Abracé mis brazos en busca de calor pero me encontré temblando confundida y desesperada.
Sólo sentí un gran vacío dentro de mí.
No era así como esperaba sentirme después de cuatro años.
Muchas veces había imaginado encontrarme a Zane, pero en todas mis fantasías, siempre permanecí ecuánime y serena, satisfecha con mi vida y comprometida con mi nueva carrera.
En cambio, estaba sin un centavo, sin trabajo, sin un nuevo amor... y pronto sin casa, si no pagaba inmediatamente el alquiler.
¡Audrey, no te rindas! ¡Todavía hay muchas cosas que puedes hacer!
Me limpié el rostro y, cuando las puertas del ascensor se volvieron a abrir, corrí hacia la salida.
Caminé durante mucho tiempo, hasta que llegué al parque Sherman , donde me senté en un banco frente a un estanque lleno de patos.
Exhausta y hambrienta, abrí la caja de magdalenas de Gwen.
El aroma de los arándanos y el glaseado penetraron en mis fosas nasales y trajeron a mi mente aquellas mañanas de los domingos tumbada en la cama junto a Zane, después de hacer el amor toda la noche.
Recordé que me encantaba salir de casa temprano, en secreto, para ir a la cafetería de Gwen a una cuadra de nuestra casa. Me abastecía de café, magdalenas de arándanos para Zane y chispas de chocolate para mí. Luego me iba a casa, preparaba una bandeja y volvía al dormitorio. Zane siempre se despertaba por el olor de los dulces y el café, su droga preferida.
Siempre desayunábamos uno en los brazos del otro, haciendo planes para el futuro, luego volvíamos a hacer el amor sin preocuparnos por la hora.
Sólo una vez Zane se me adelantó y se despertó antes que yo para ir a buscar magdalenas y prepararme un desayuno sorpresa.
Esa vez encontré un anillo de compromiso dentro de uno de mis dulces.
"¿Qué es esto?", le pregunté, fingiendo indiferencia, mientras mi corazón saltaba dentro mi pecho.
"Oh, nada importante", dijo él con indiferencia. "Es sólo una forma de recordarte que pronto serás mi esposa".
"¿Y esta sería tu propuesta de matrimonio?", dije divertida. "Esperaba algo más romántico y atrevido de un director creativo".
"Pensé en ello, pero luego coartaste mi entusiasmo cuando me dijiste que odiabas las declaraciones de amor en público".
"Cierto".
"También me dijiste que no soportas oír la frase habitual". ¿Quieres casarte conmigo? "Como en las películas románticas".
"Lo encuentro desprovisto de originalidad y demasiado clásico".
"Lo sé".
"Por lo tanto... ¿Significa esto que ni siquiera me lo preguntarás?”.
"¿Qué?".
"Si quiero casarme contigo".
"No es necesario".
"¿No estás pensando demasiado en ti mismo?", le dije con ironía.
"No. Simplemente estoy evitando que me rechacen, ya que sin duda, no hay respuesta".
"Nunca haría eso. Sabes que te amo demasiado".
"Gracias a Dios... ¡Lo logré! Si me hubieras rechazado, habría muerto. La idea de vivir sin ti es algo que espero que nunca suceda. No sé qué haría sin ti. Te amo, Audrey, eres mi vida".
"Tú también lo eres todo para mí", respondí, besándolo con pasión y sellando nuestro amor con ese anillo.
Ese recuerdo hizo que estallara en llanto.
No pude comer ni siquiera una de los seis magdalenas que pronto se empaparon de lágrimas.
Me senté en ese banco durante no sé cuánto tiempo.
Sólo quería deshacerme de todo el dolor que sentía dentro de mí.
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