Anti América
T. K. Falco
Alanna Blake es una joven fugitiva que combina el ingenio con un grupo de hackers extremistas en Anti América. Disponible en ebook, audiobook y versión impresa. Anti América sobresale en el centro del surgimiento más grande grupo de anarquistas de EE UU en 100 años. Cuando el grupo de hackers activistas piratea los más grandes bancos de la nación la industria financiera queda guindando al borde del colapso. La joven fugitiva y hacker Alanna Blake es reclutada contra su voluntad por el gobierno para seguirle la pista a la única conexión con Anti América, su ex novio Javier qiuen se encuentra desaparecido. Ella utiliza todo lo que sabe de su astuta ingeniería social para navegar a través de una conspiración de mentiras y engaños que pone en peligro tanto a las vidas de la personas cercanas a ella como a los secretos de un pasado que desea mantener desterrados para siempre.
T.K. Falco
Anti América
ANTI AMÉRICA
T.K. FALCO
TEKTIME
Copyright © 2018 por T.K. Falco
Traducción © 2019 por Simon Molina
Todos los derechos reservados.
Se prohíbe reproducir, almacenar o transmitir cualquier parte de este libro en manera alguna ni por ningún medio sin previo permiso escrito, excepto en el caso de citas cortas para criticas.
1
INGENIERÍA SOCIAL
Alanna no disfrutaba el engañar a su mejor amigo. Incluso cuando no podía quitarse de encima la sensación de que él le estaba ocultando secretos.
Ella vio a Brayden de reojo desde el asiento del pasajero. Él permanecía con los labios apretados mientras conducía su Kia Soul a través de las calles de la US 1 mojadas por la lluvia. Debajo de sus gruesas rastas que caían sobre sus hombros, su tatuaje de un carácter chino era visible a través de su camiseta verde, Una concesión a la cuarta parte china por el lado de su padre.
Cuando se detuvieron para comer pollo en el Pollo Tropical de Bird Road, ella preguntó por qué nadie había visto ni oído nada de Javier la semana pasada. Los dos habían sido amigos muy unidos desde la infancia. Si alguien sabía la razón detrás de su desaparición, ese era Brayden. Pero éste negó saber algo y luego se pasó el resto de la comida mordiendo bocados de su sándwich de pollo en un silencio solemne.
Él no era ni siquiera la mitad de lo mentirosa que era ella. Cuando ella le insistió para que se detuviera en el apartamento de Javier, él aceptó su excusa por lo que parecía: quería saber si Javier estaba bien. Ella no reveló su motivo real para desviarse hacia el apartamento de Javier. Si Brayden estaba ocultando la verdad, ella también podía hacerlo.
Cuando giraron hacia Brickell Avenue, Alanna resistió la tentación de revisar su iPhone por enésima vez. Después del mensaje de texto de Javier de ayer apenas logró dormir la noche anterior. Brayden se estacionó frente a la torre de gran altura.
Mientras él tomaba su celular desechable para llamar a Javier, ella miraba el frio cristal exterior del edificio. “Mensaje de voz”, dijo con su fuerte acento jamaiquino.
“¿Ahora me crees? Algo no está bien. Estoy segura”.
“Estás exagerando”, dijo con el teléfono pegado al oído. “Me sorprende que durante todo el tiempo que han estado saliendo nunca lo hayas engañado – como lo haces con todo el mundo. Nos habríamos ahorrado el viaje”.
Ella le lanzó una mirad furiosa. Él le echaba más mierda que cualquier otro por las estafas que había cometido. No era que él estuviese libre de culpas. De acuerdo con Javier, él y sus amigos hackers activistas habían intervenido el sitio web del IRS. Él se llamaba a sí mismo un hacker con buenas intenciones (un hacker de sombrero blanco). El término significaba poco para ella. Su mundo era negro o blanco y no había nada en el medio. Ambos eran delincuentes. El que presentara su vida de la mejor manera, no lograría borrar el pasado. Para ninguno de ellos.
Después de dejar un mensaje diciendo que estaban afuera del edificio, pasó su mano derecha sobre el estómago de ella para abrirle la puerta. “Me voy a estacionar en la siguiente calle. No tardes demasiado”.
El traerlo aquí era para que ella no subiera sola al apartamento. “¿No vas a subir conmigo?”
“¿Por qué? Si no responde es porque no está allí o no quiere que lo molesten”.
“Ven conmigo, sólo tomará unos minutos”.
Sus rastras cayeron al inclinar la cabeza. “Tengo que hallar dónde estacionarme, además no veo por qué haces un problema de esto. Lo conoces. Probablemente está en modo de pirateo profundo trabajando por una recompensa por encontrar fallas en un programa de computación”.
Se frotó la nuca, En circunstancias normales Brayden tendría razón sobre la posibilidad de que Javier posiblemente estuviese atascado con su piratería ética, pero no ahora con el misterio que rodeaba su ausencia. Sus amigos de la universidad no habían sabido de él en días. Dijeron que no asistió a clases durante toda la semana. No era el tipo de persona que desaparecería en un momento. Si necesitaba salir de la ciudad por alguna emergencia, se lo habría dicho a alguien.
“¿No estás nada preocupado?”
Uff. Siempre ha tenido la cabeza bien puesta. Si estuviera robando gente descaradamente como tú, entonces me preocuparía”.
“Bien, espera en el auto”.
“No vayas a escabullirte en los apartamentos de las personas mayores para robarles el efectivo y las joyas”.
Alanna salió al calor sofocante aparentando no notar su ocurrencia. Su coche de color naranja continuó hasta la señal de alto. Después de verlo girar a la izquierda en la intersección, se dirigió hacia la puerta giratoria de la entrada. Ella no robaba el dinero de la gente, sólo sus datos personales. Identidad y registros financieros, números de tarjetas de crédito, identificación y contraseña y registros médicos. Esas piezas de información que significaban dólares.
Obtenía los datos de la misma manera en que intentaba pasar al guardia de seguridad que estaba sentado en medio del lobby – ingeniería social. Gente pirateando. Una de las muchas habilidades que su padre le había enseñado. Él no necesitaba usarlas dado que era un hacker de sombrero blanco, así que sólo le enseño lo básico. El resto lo aprendió por si misma cuando sobrevivía como una fugitiva solitaria en Miami
Mientras Alanna caminaba sobre el reluciente piso de mármol, el guardia permanecía encorvado detrás de la recepción. Se acercó lentamente hasta el lado del mostrador redondode la recepción y luego le echó una mirada. Sus ojos estaban pegados a un video de una protesta anarquista enviada a su teléfono inteligente. Ella vio su iPhone una vez más. No había mensajes nuevos.
Después de golpear sus dedos sobre el mostrador por varios segundos, se aclaró la garganta fuertemente. El veinteañero de apariencia nítida la miró embobado desde su silla de cuero de oficina. Se ajustó el cuello de su camisapolo blanca después de darle una rápida mirada. Por fin: una audiencia atenta.
“Quiero alquilar un apartamento tipo estudio. ¿Puedo hablar con alguien de la oficina de alquiler?
“¿Tiene una cita?”
“No, estaba viendo otros apartamentos en esta área y pensé que podía entrar a echar una mirada. ¿Está bien?”
Mientras intentaba una respuesta, ella sacó a relucir una bella sonrisa y luego batió sus pestañas. Él le devolvió la sonrisa, puso una hoja de papel y una pluma sobre el mostrador y le pidió que se registrara. Una vez que escribió “Alanna Blake” y la hora en la línea de arriba, el guardia se levantó de su silla y se dirigió hacia el ascensor.
Después de presionar la llave de seguridad contra un recuadro negro sobre la pared, presionó el botón para subir. Sus ojos se entrecerraron cuando miró hacia ella. Los brazos de ella se pusieron rígidos. ¿La había reconocido? Lo había visto detrás de la recepción en su última visita. Parecía que le había puesto poca atención cuando subía con Javier en la época en que estaban juntos.
Brevemente notó su mirada antes de volverse hacia el ascensor. Lo mejor para ella era que no reaccionara en extremo. Muchos tipos la miraban embobados o hacían comentarios acerca de la forma en que se veía. Había perdido la cuenta de cuantas veces la palabra exótica la describía. Era una forma educada de decir que no podían adivinar su origen étnico. Todas las veces que el tema había salido a flote, nadie había podido adivinar que era irlandesa – malasia a menos que ella lo dijera.
Sus cejas se levantaron mientras se dirigía de regreso a la recepción. “La oficina de alquiler está en el nivel superior, piso 12. Ve a la oficina cerca de la piscina. Ellos pueden responder cualquier pregunta”.
Dentro del ascensor presionó el botón para el piso doce y luego para el tres – el piso de Javier. Su pequeño truco hizo que lo lograra. ¿Nivel de dificultad en su escala de ingeniería social? Un dos. No se requirió mucha habilidad, sólo unas pocas mentiras y una sonrisa coqueta. La sangre de Alanna aún bombeaba con fuerza. En verdad prefería manipular las personas por teléfono o email, en vez de cara a cara.
Después de dirigir una breve mirada a su iPhone, lo guardó en su bolso de cuero negro. Desde la mañana de ayer había estado aferrada a la esperanza que Javier le respondería. Nunca respondió a sus mensajes de voz – ni de texto ni de email y todo debido a la rápida señal de alarma roja de un texto que le había enviado a su iPhone: “Alanna, estoy en problema. Ven a buscarme”.
No hubo más detalles. Su exagerada imaginación intentaba desesperadamente llenar los espacios en blanco. Mantuvo a Brayden al margen porque el texto estaba dirigido sólo a ella. Sin mencionar el hecho que se había quedado callado sobre cualquier cosa relacionada con Javier desde que la ruptura la había dejado sin ánimo de compartir. Cuando las puertas del ascensor se abrieron caminó ágilmente en dirección al apartamento.
El edificio estaba diseñado para ser de vanguardia – no para ser acogedor. Era mucho más agradable que sus aposentos en Olympia Heights pero endiabladamente más espeluznante. Antes de hoy nunca había estado sola en el pasillo. Estaba más consciente de los ecos de sus pasos rebotando desde el opaco piso de cerámica. Su sombra se deslizaba sobre las paredes de color beige. Con las luces del techo quemadas, las paredes parecían acercarse.
Al llegar a la puerta de Javier golpeó el blanco marco de metal con sus nudillos. No hubo respuesta. Tocó dos veces más antes de pegar su oído sobre la puerta. Silencio. Apoyó la frente sobre la fría superficie de la puerta. Durante seis semanas Alanna no había tenido la menor idea de que había hecho para alejar a Javier de su lado. Por qué, después de dos años él había roto su relación y luego cortó cualquier tipo de contacto con ella. No podía irse ahora.
Trató de mover el pomo de la puerta, pero estaba cerrada. Mientras sus dedos permanecían alrededor del frío bronce sus labios formaron una sonrisa de satisfacción. Uno de los grandes beneficios de haber escogido la ingeniería social como forma de vida, era la libertad de moverse a donde quisiera – tanto en línea como en el mundo real. Las puertas permanecían cerradas sólo porque ella lo permitía. Buscó en el bolsillo trasero de sus jeans su ganzúa y una llave de torsión. Era el momento para las respuestas.
Mientras se ponía la capucha gris oscura sobre su cabeza, presionó su torso contra la puerta. Miró hacia el pasillo al tiempo que introducía la ganzúa y la llave de torsión en la cerradura de la puerta. Su trasero estaba a sólo una llamada al 911 para tener una cita con el asiento trasero de una patrulla de la Policía de Miami. Años atrás le hizo una promesa a su padre. Dejar que la arrestaran rompería esa promesa y no tenían ninguna intención de permitir que eso pasara.
Se detuvo para sacudirse los flecos tejidos de rojo de sus ojos. La menor distracción la ponía nerviosa. El golpeteo en su pecho. La sensación de hormigueo desde la cabeza a los pies. Sus pensamientos sobre Javier inundaron su cerebro. Recordó las palabras de su padre: Cierra los ojos. Respira profundo. No prestes atención a lo que te rodea. Levanta las pestañas. Abre la cerradura.
Tenía seis años cuando le dio las herramientas de cerrajería y las instrucciones para usarlas. Tienta en el hueco de la cerradura con la ganzúa hasta que la parte puntiaguda toque el pin que la traba. Empuja la ganzúa hacia arriba hasta que el pin quede destrabado. Haz lo mismo con los pines restantes, luego gira el pomo de la puerta y di las palabras mágicas ábrete sésamo. Deslizó las herramientas en su bolsillo y se apresuró a entrar.
El apartamento estaba a oscuras. Las cortinas estaban cerradas. Alanna se detuvo en la entrada permitiendo que sus ojos se ajustaran a la oscuridad. Se quitó la capucha de la cabeza. El aire acondicionado había estado apagado durante algún tiempo. Tanteó la pared hasta que tocó una pieza plástica. Después de prender la luz se dirigió rápidamente hacia la lámpara parpadeante que estaba al lado del sofá gris.
La cocina y la sala estaban completamente desordenadas. Las gavetas y los gabinetes estaban abiertos. Ropa, papeles y libros estaban regados sobre el piso de madera. Tuvo la sensación que se hundía. Javier nunca dejaría su apartamento en esas condiciones. Apretó sus manos temblorosas cerrándolas en puños. No tenía idea de cuando ocurrió este desastre, Podía haber sido días o quizás minutos.
Sobre el piso de la cocina había un martillo entre las herramientas. Lo levantó del mosaico de linóleo. Sus dedos se cerraron sobre el mango de goma mientras se dirigía silenciosamente hacia la pared, luego se deslizó de regreso a lo largo de su superficie. En la puerta del dormitorio mantuvo la respiración para evitar hiperventilarse. Se detuvo un momento con los ojos cerrados antes de asomar su cabeza con el martillo en alto.
Más de la parafernalia de Javier estaba regada por el piso. Después de exhalar profundamente bajó la guardia y revisó toda el área alrededor de ella. Quienquiera que hubiese allanado el apartamento no tuvo reparos en destrozar cada pulgada del lugar. No quería descubrir de primera mano el daño que ellos pudieran infligir a quien se atravesase en su camino. Su corazón dio un salto. ¡El texto de Javier! La presencia de los intrusos debía haber sido el problema sobre el cual Javier le había advertido.
Encendió todas las luces mientras recorría cada rincón del apartamento. Los closets y el baño habían sido saqueados. El monitor del computador estaba boca abajo sobre la mesa. El computador portátil y el de escritorio habían desaparecido, no había sangre ni cadáveres. La vida le había enseñado a esperar lo peor. Estaba contenta que por una vez sus miedos no se habían hecho realidad. Al menos por el momento. No podría respirar tranquila hasta que supiera, sin ninguna duda, que Javier estaba a salvo y bien.
Javier no había dado ninguna señal de que hubiese problemas cuando hablaron por última vez hacía casi un mes. Estaba menos comunicativo que lo usual pero ella lo atribuyó al rompimiento entre ellos la semana anterior. Cuando le pidió una explicación, no le dio una respuesta directa. Lo volvió a llamar para que le dijera las razones de frente. Sus últimas palabras antes de colgar: “Necesitamos darnos un respiro”.
¿Rompió con ella porque su vida estaba en peligro? Unió sus manos alrededor de su nariz. La situación era locamente surrealista. Ella era la ciber delincuente. Javier era el hacker ético, la persona más decente que conocía. Se suponía que ella era la que tendría problemas, no él
Su iPhone sonó sacándola de su ofuscación. Era sólo un mensaje de texto. Probablemente era Brayden para saber de ella – o quizás era Javier. Sostuvo el martillo en su axila mientras se apresuraba a buscar su iPhone en su .bolso. Cuando puso la pantalla frente a sus ojos, el identificador de llamadas mostraba el celular de Javier.
El mensaje decía: “Necesito decirte mi secreto, Alanna, ven a buscarme”.
El martillo se deslizó hasta su codo mientras temblaba. Pensaba enviarle un texto a Javier preguntándole qué carajo estaba pasando – tan pronto como saliera del edificio. Devolvió el teléfono al bolso. Los intrusos podían volver pero estaba poco dispuesta a salir con las manos vacías. Le daría otra vuelta al apartamento para tratar de encontrar cualquier otra pista que pudiera dar con el paradero de Javier y luego se iría.
Un rápido registro de la sala resultó infructuoso. Hurgando en el desorden del dormitorio apenas pudo evitar pisar el marco de una fotografía. Alanna llevó el marco en forma de óvalo hasta su cara. Era una foto familiar de un larguirucho Javier con una sonrisa vacía parado al lado de sus padres y su hermanita. Pasó las puntas de sus dedos sobre su cara antes de colocar el marco sobre la cómoda blanca al lado de la cama.
Le dio al cuarto otra mirada general sin ninguna suerte. Nada en este desorden proporcionaba alguna ayuda. Cerró las piernas para detener el temblor. Era hora de irse. No es que supiera con certeza que la vida de Javier estaba en riesgo. Compartiría todo con Brayden, quizás entonces finalmente estaría dispuesto a hacer lo mismo con ella. Salió del dormitorio hasta la puerta del apartamento y apagó las luces antes de salir. Alanna se escabulló por el pasillo vacío, El ascensor más cercano estaba a varios pies de distancia cuando su agudo timbre la hizo detenerse. Un calvo, usando un traje oscuro con apariencia de profesional de la lucha libre, salió del ascensor. Al verla, dejó caer la quijada. Mientras la miraba lascivamente, ella resistió las ganas de retroceder.
Se tocó la cabeza mientras intentaba parecer amable y en control. ”Hola”.
Él le hizo señas con su mano derecha. “Detente ahí mismo. No te muevas”.
Sus músculos se pusieron rígidos. Su primer impulso fue obedecer su orden, pero su sentido común pesó más y entonces corrió en la dirección opuesta.
“¡Dije que no te movieras!” Gritó.
Al llegar al signo rojo de la salida, abrió la puerta rápidamente, se aferró a la barandilla y corrió escaleras abajo. Al cerrarse las puertas encima de ella cesaron el sonido de los fuertes pasos y los gritos desde el pasillo. Para cuando la persona que la perseguía entró a las escaleras, ella estaba llegando al último descanso. Al llegar a la planta baja, se lanzó hacia la puerta que tenía en frente.
Una ráfaga de aire húmedo le golpeó la cara cuando corrió hacia el estacionamiento. La entrada para los autos se encontraba en el extremo opuesto. Fue directo hacia la puerta de salida a su derecha, cuando giró el mango de la puerta, esta se movió apenas unas pocas pulgadas, algo la trancaba del otro lado.
Retrocedió algunos pasos para lanzarse fuertemente contra la puerta con sus hombros. Afuera, una rubia con cola de caballo, camisa de vestir blanca y pantalones oscuros trataba de recuperar el equilibrio. La mujer la miró como si ella estuviera tratando de atacarla también. Alanna tenía que actuar rápido antes que el calvo la alcanzara.
Cola de caballo estaba boquiabierta cuando ella estiró su brazo derecho “Ni siquiera lo pienses”. Demasiado tarde.
Alanna se le fue encima, lanzándola a la grama. Mientras corría hacia la vereda de concreto contigua, la mujer gritaba en frustración. Alanna siguió la hilera de palmeras frente a la marina a la izquierda del frente del edificio. En esta sección de Brickell rascacielos y concreto se encontraban frente a la bahía. Había poco tránsito en la calle y no había gente en la acera.
Estaba a campo abierto. El Kia de Brayden estaba a una cuadra de donde ella estaba, giró a la derecha en la esquina corriendo a toda velocidad con una sonrisa en los labios. La adrenalina la golpeaba como una droga. En la intersección su cabeza giró hacia el otro lado de la calle. Una van azul aceleraba por la calle unas pocas cuadra más adelante.
La calle donde Brayden se había estacionado apareció frente a ella. Si corría hacia su carro podían salir de allí en un minuto, pero no podía hacerlo. Suponía que quienes la perseguían eran policías o agentes federales; de ninguna manera lo iba a arrastrar hasta su desastre. Miró hacia adelante y siguió corriendo en la misma dirección.
Cuando Alanna volteó hacia atrás, vio al calvo que corría frente a la Cola de caballo. Necesitaba un lugar donde esconderse. En la calle siguiente, un estacionamiento vacío y un restaurante cerrado estaban a su derecha, y a su izquierda un rascacielos y una calle ciega, más adelante habían más calles. Corrió hacia el estacionamiento esperando poder esconderse detrás del restaurante.
Después de rodear la esquina se detuvo para secarse el sudor de la frente. Al lado estaba una pared blanca de madera demasiada alta para treparla, al otro lado había grandes árboles y un edificio de oficinas de ladrillos marrones. Tiró sus ganzúas en el árbol más cercano a ella, era la evidencia de su irrupción en el apartamento que podía ser usada para incriminarla. Una vez que sus preciosos recuerdos desaparecieron entre las hojas, apretó los dientes y continuó su escape.
Cortó a través del asfalto del estacionamiento. El sonido de las pisadas se acercaba. Estaba a medio camino del restaurante cuando comenzó a perder el aliento, sus pulmones, que le quemaban la forzaron a disminuir el paso. Poco después fue arrastrada por dos poderosos brazos que la tomaron por la cintura. Su cuerpo fue lanzado con fuerza contra el suelo del estacionamiento.
Todo su lado izquierdo latía con dolor. El pavimento le raspaba la mejilla a medida que jadeaba buscando aire. Su atacante se paró ante ella. Sus costillas golpeadas y su pierna y el codo raspados la hacían contraerse de dolor mientras trataba de levantarse, al girar su cabeza hacia arriba el calvo le clavó la rodilla en la espalda, Colapsó bajo la fuerza bruta.
Después de yacer boca abajo y quejándose en voz alta por un corto tiempo, se levantó una vez más. Su peso la empujó hacia abajo hasta que su cuerpo quedó extendido. Gente gritó detrás de ella. Toda su esperanza desapareció cuando vio a la Cola de caballo y dos tipos más corriendo hacia ella. El mundo entero se le vino encima.
“¡Quítenseme de encima, maldición!” Gritó.
Un dolor agudo atravesó la cuenca de su hombro izquierdo cuando su brazo fue forzado detrás de su espalda. Un aro de metal le sujetó la muñeca y luego hizo lo mismo con su brazo izquierdo. Luchó hasta que no pudo soportar las esposas hundiéndose en su piel. La sangre le latía en la cabeza. Cerró los ojos para bloquear la agonía y los gritos de sus captores. Lo siento papá. Te decepcioné – de nuevo.
2
SUPLANTACIÓN DE IDENTIDAD EN LA RED (PHISHING)
La gente te exprimirá si se lo permites. Prométeme que no terminarás indefensa como yo, una víctima.
Su padre sostenía una botella de whisky en la mano cuando ella le dio su palabra a los once años. Borracho o no, decía la verdad. Cuando llegó a Miami por primera vez fue testigo de cuánta razón había tenido su padre. Malvivientes se alineaban buscando fugitivos cómo ella para enviciarlas en drogas fuertes. Explotándolos hasta que ya no les sirviesen. A ella le fue mejor que a la mayoría.
Ahora su suerte se había acabado. Llevaba más de una hora sentada sin hacer nada en una fría sala de interrogatorios. El calvo le había leído sus derechos mientras le aplastaba la espalda. Después de recibir instrucciones de Cola de caballo, él y un tipo de cabello gris la empujaron en el asiento trasero de un auto del FBI y la habían llevado a su oficina del centro de Miami.
Le confiscaron el bolso con dinero en efectivo y su identificación. Su nombre, foto, huellas dactilares y ADN fueron registrados en su base de datos. Estaba en el sistema de identificación del FBI oficialmente. Era lo último que necesitaba y seguro que lo que vendría sería peor. Ella se burló de su reflejo en el espejo en la pared gris mientras golpeaba su pie en el suelo de baldosas negras. Si los federales la espiaban, era una forma de hacerles saber que estaba harta de esperar.
Los agentes que la arrestaron se llamaban a sí mismos FCCU, Unidad Federal de Delitos Cibernéticos (Federal Cyber Crimes Unit, por sus siglas en inglés). Era la primera vez que había oído hablar de ellos. Había tantas unidades, equipos y grupos de trabajo de delitos cibernéticos que les había perdido la pista. Al parecer, era el fin de sus estafas de ingeniería social. Las advertencias de Brayden resultaron ser correctas. Rezó para que sus captores de la FCCU no lo hubieran atrapado a él también.
Pasaron quince minutos antes de que un hombre alto y de mediana edad entrara en la habitación. Bronceado oscuro, pelo negro corto y traje gris. Dejó caer una carpeta de color canela, un bloc de notas amarillo y un bolígrafo sobre la mesa de madera entre ellos. Su mirada se posó en ella cuando se sentó en la silla de metal frente a ella. "Srta. Blake. Mi nombre es Ethan Palmer. Soy un agente especial del Servicio Secreto".
Permaneció inmóvil con los brazos colgando de los lados de la silla. Servicio Secreto y FCCU. Una exageración por una simple entrada ilegal a un apartamento. Se preguntó cuál de sus estafas apareció en su radar o cuánto tiempo habían estado observándola. Cualquiera que fuese la evidencia que tenían, no tenía intención de revelar nada acerca de sus estafas o el allanamiento.
El agente apoyó su mano derecha sobre la carpeta. “Su archivo dice que fue reportada como desaparecida en Carolina del Norte poco después de su decimosexto cumpleaños. Sin registro de ninguna actividad desde entonces. ¿Le gustaría decirnos qué ha estado haciendo en los últimos dos años? "
Ella se quedó mirando a un lado. Cada centímetro de la pared estaba pintado del mismo gris monótono y deprimente. Él tomó su pluma con una sonrisa. “Sus dos padres aparecen como fallecidos. ¿Tiene a alguien con quien quiera que la contactemos? ¿Un amigo o miembro de la familia?
"No".
"Siento escuchar eso. Debe ser duro, una chica de su edad que vive por su cuenta".
Lo último que necesitaba era que este tipo le tuviera lástima. "¿Tiene mucha experiencia con chicas de mi edad?"
"De hecho, mi hija mayor es un par de años más joven que usted".
Cuando sus labios se suavizaron en una sonrisa, ella hizo un esfuerzo consciente para no responderle con ninguna forma de emoción. El silencio momentáneo se rompió cuando Cola de caballo irrumpió con una chaqueta azul oscura sobre su camisa blanca manga larga. Masticaba un chicle mientras pasaba por un lado de la mesa hacia la parte posterior de la habitación.
El tipo hizo un gesto hacia ella mientras mantenía contacto visual con Alanna. "Creo que ya ha conocido a la agente especial de la FCCU, Sheila McBride".
Le lanzó una mirada rápida a la agente, que ella ignoró. "Lamento que hayamos comenzado sin ti".
La mujer se recostó contra la pared enfurruñada con ambas manos en los bolsillos de la chaqueta. Todo en ella delataba a una fanática del control. Alanna podía decirlo por la forma en que esta agente McBride ladraba órdenes en el momento de su arresto. También estaba bien familiarizada con la penetrante mirada que la agente le dirigía de vez en cuando. Toda su vida había crecido alrededor de gente que la tildaba de delincuente. Ella respondió con una amplia sonrisa burlona.
El agente del Servicio Secreto movió su mano para llamar su atención. "Entonces, ¿quiere decirnos qué estaba haciendo en ese edificio de apartamentos? ¿O por qué se escapó de los agentes de la FCCU que se le acercaron?
Ella apretó las yemas de sus dedos, mientras apoyaba sus hombros contra el respaldo de la silla.
“¿Le importaría decirnos cómo llegó allí? Hallamos su auto en su apartamento".
Ella apretó la mandíbula. Si no sabían de Brayden, estaba malditamente segura que no les diría nada. La agente McBride se acercó a la mesa. Definitivamente todavía estaba adolorida por el empujón que recibiera fuera del apartamento de Javier. Había hostilidad entre ambas. Alanna tenía poca simpatía por las personas que la enfrentaban. Especialmente las chicas con actitudes de superioridad. Ella lo atribuía a los años de ira acumulada por vivir con una figura materna disfuncional. Suficiente para durarle toda la vida.
La agente McBride se inclinó amenazadoramente. "¿Adivina qué descubrieron en tu computadora portátil después de una búsqueda ordenada por un tribunal en tu apartamento?"
Los datos de sus ataques por medio del phishing, la mayor fuente de dinero de todas sus estafas. Ella enviaba cadenas de correos electrónicos que parecían venir de Instagram, Facebook o cualquier otra fuente ampliamente aceptada. Algunas personas sin sospechar nada abrían los mensajes y enviaban su información personal a las páginas web falsas que ella había creado.
Ella bajó la barbilla antes de responder. "¿Minecraft?" Refiriéndose al conocido juego de computación.
Los ojos azules de la agente McBride se entrecerraron. "Obtención de información sobre personas. Robo de identidad. Resistir el arresto. Allanamiento. Estás a punto de hacer muy feliz a un afortunado fiscal federal".
El pulso de Alanna se aceleró. La mayoría de los datos en su servidor privado estaban encriptados. Excepto los correos electrónicos que había enviado en la mañana. Podía haber sido más cuidadosa, pero no contaba con una emboscada de los federales al comienzo de la tarde. Si no era un engaño, estaba jodida. Pero no iba a traicionarse a sí misma con ninguna señal de pánico. El juego de la Agente McBride era hurgar en su mente. Alanna había soportado tantas veces que fuesen contra ella que ya no se asustaba.
Ella volteó su atención hacia el Agente Palmer, debía tener unos cuarenta años. Las arrugas comenzaban a aparecer en su rostro. "Quiero un abogado".
“¿Tiene un abogado al que pueda llamar? Si no, tendrá que esperar horas antes de que el tribunal le asigne uno".
Ella frunció el ceño ante su pequeño intento de intimidación. "Esperaré. No obtendrá nada de mí hasta entonces".
El agente Palmer cortó a la Agente McBride antes de que ella pudiera replicar. "Bien, no hable ¿Escuchará primero lo que tenemos que decir?
"Muy bien, dispare".
Abrió la carpeta y luego golpeó una hoja de papel bajo de su rostro. "¿Está familiarizada con este grupo?"
Ella reconoció la captura de pantalla enseguida. En la parte superior había una bandera de anarquistas roja y negra con una estrella en el centro. Debajo había una imagen en blanco y negro del Che Guevara, como las que veía en las camisetas. Javier no estaba muy emocionado al ver ese rostro cuando Brayden alardeó sobre el sitio web pirateado. Su familia había huido de Cuba por lo que no era precisamente un fanático de todo lo que al Che se refería.
Junto a la imagen había una cita: "Ahora es el momento de deshacerse del yugo, forzar la renegociación de las deudas externas opresivas y forzar a los imperialistas a abandonar sus bases de agresión".
Ella giró su cabeza sobre su hombro izquierdo. "Sí, sé de Anti América, están en las noticias todos los días".
No es que estuviese interesada en hacerles un seguimiento, pero había recibido resúmenes y comentarios que no había pedido sobre el tema gracias a Brayden. Por mucho tiempo él había sido un hacker activista y un partidario decidido que apoyaba causas sociales a través de Internet y hacía comentarios anticapitalistas. Cuando empezaba a hablar de cómo "el sistema estaba diseñado para que los ricos explotaran a las masas", nadie podía callarlo.
El agente Palmer tomó la página con la captura de pantalla y la agitó mientras su compañera de equipo caminaba por la esquina del salón. "Esta era la página de ´Nexus Bank después del primer ataque de Anti América el 1 de mayo – el día internacional del trabajador – para conmemorar el período de Red Scare (miedo a un potencial surgimiento comunista) de 1919 hace un siglo, seguido de ataques contra el Dominion y el First Regency. Los tres bancos más grandes del país pirateados en los últimos dos meses".
Los agentes actuaban como si su discurso de alguna manera le importara. "¿Esta es la razón por la que ustedes dos están hablando conmigo?"
El agente Palmer asintió. "La agente McBride y yo somos parte de un grupo de trabajo inter agencias asignado para investigarlos".
"Bien por ustedes."
"¿Cuál es su opinión de Anti América?"
Los oídos de Alanna se llenaron con el sonido de la agente McBride masticando su chicle en la esquina. "No tengo ninguna y no podría importarme menos. ¿Cuál es la de ustedes?"
"No son hackers activistas que luchan por causas como LulzSec o NullCrew. Son anarquistas. Su juego final es poner a este país de rodillas. Y cuantos más seguidores atraigan, más peligrosos se volverán".
Desde que Anti América publicó un manifiesto en línea después del primer ataque, habían estado reuniendo a todos los anarquistas ocultos en el closet por medio de foros, salas de chat y Twitter. Ella no tenía ni idea de cuántos eran. Pero cada vez que encendía la televisión, abundaban las noticias sobre nuevas protestas en las principales ciudades del mundo.
"Bueno, apartando el melodrama, ¿qué tiene esto que ver conmigo?
Se inclinó hacia atrás y luego juntó las manos. "¿Conoce a un hacker llamado Paul Haynes?"
Alanna apoyó el cuello contra el respaldo de la silla. El hecho de que los federales mencionaran el nombre de Paul significaba que estaban conscientes de que era un hacker malintencionado (un hacker de sombrero negro). Era mejor que anduviese con cuidado. Sin saber qué pruebas tenían para vincularla con Paul, no podía ser demasiado obvia y negar cualquier conexión con él.
Inclinó la cabeza. “Puede responder con un simple sí o no. ¿Lo conoce o no?
El silencio solo la haría verse más culpable en sus mentes. Tal vez si respondiera, él finalmente llegaría al punto. "Lo conozco. Pero no muy bien. Hemos hablado un par de veces".
"¿Cuánto tiempo ha pasado desde que le habló por última vez?"
"Unos pocos meses. ¿Por qué? Mejor que ella lo hiciera pasar por un conocido. Ya estaba en suficientes problemas con sus propios delitos sin necesidad de que la asociaran con él.
"Su compañero de cuarto fue encontrado asesinado".
El estómago de Alanna se revolvió mientras se retorcía en su asiento. Los dos agentes estaban estudiando su reacción con interés, tenía que controlar sus emociones. Pero no podía evitar sentir pena por Paul. No importaba lo que pensara de él, no podía soportar la idea de lo desgarradora que debía haber sido esa pérdida.
"Íbamos a traerlo hace un par de semanas para discutir un programa que creó y que se usó en el primer ataque Anti América. Los agentes que fueron enviados a su apartamento en South Beach encontraron el cuerpo de su compañero de cuarto. Había sido atado, golpeado y estrangulado”.
Ella se mordió el labio inferior. "Guau. Nunca conocí a su compañero de cuarto. Pero Paul parecía una buena persona. ¿Creen que lo mató?
"No lo sabemos. Pero obviamente es un sospechoso potencial, dado que desapareció en el momento del asesinato de su compañero de cuarto".
Paul y Terry eran una pareja, no compañeros de cuarto. Pero los federales no lo sabrían por Alanna. Incluso si no se estuviese distanciando de Paul, nadie podía mantener las vidas privadas de las personas en secreto más que ella. Se apretó el estómago debajo de la mesa. Él hablaba de su relación como si hubiese encontrado el amor de su vida. Era escéptica en cuanto aque esa relación hubiese terminado en tortura y asesinato.
El agente Palmer se inclinó hacia delante en su asiento. "¿En qué lugar lo vio por última vez?"
"En Mechlab". Un lugar local para hackers. Un centro de recreación / biblioteca / taller / laboratorio de computación. Paul fue una de las primeras personas que conoció cuando se convirtió en asidua hacía un par de años. Brayden y Javier lo habían conocido por más tiempo.
"¿Tiene alguna información sobre dónde podríamos encontrarlo?"
"Lo siento. No he visto ni oído nada sobre él".
La agente McBride intervino: "¿Qué hay de Javier Acosta? ¿Cuándo fue la última vez que lo viste o escuchaste de él? "
Alanna la miró fijamente, pero estaba cubierta por las sombras en la esquina. “¿Javier? ¿Qué tiene que ver con esto?”
La agente de la FCCU con cara de presumida apareció frente a ella. "Él ha estado desaparecido por algunas semanas, ¿no es así? ¿No es también amigo de Paul Haynes, que desapareció casi al mismo tiempo? "
Oh mierda. Los federales estaban tras Javier. Estaban vigilando su apartamento – no a ella.
La agente McBride inclinó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron a la altura de los de ella. "¿Alanna? Javier Acosta – ¿qué nos puedes decir sobre su desaparición?
"Nunca lastimaría a nadie – ni se uniría a Anti América".
"El software usado por Anti América para atacar la vulnerabilidaddel Nexus Bank fue descubierto por Paul y Javier. ¿Estás diciendo que es una coincidencia? "
El hecho de que los federales investigaran el departamento de Javier significaba que lo consideraban sospechoso de los ataques de Anti América. Mantenerse en silencio ya no era una opción, tenía que garantizar su inocencia o al menos hacer que la culpa no apuntara hacia ella. "Javier es un hacker ético. Las empresas le pagan por arreglar los errores en sus programas. Él no las roba".
La agente McBride se contoneó hasta el borde de la mesa. "Él busca vulnerabilidades de software y piratea las redes corporativas por dinero. Suena muy parecido a los hackers de Anti América".
"Hable con Paul, probablemente fue él. O tal vez lo vendió como un programa por su cuentay Nexus no corrigió la vulnerabilidad a tiempo. Pero Javier nada tuvo que ver con el ataque".
El agente Palmer se metió entre la línea de visión de las dos. "Incluso si eso es cierto, nos gustaría entrevistarlo, pero ha desaparecidoasí que le pedimos que nos ayude con las piezasque faltan. “¿Alguna vez ha expresado su insatisfacción con alguna institución financiera? ¿O apoyado a Anti América?”.
"No. Javier no es un hacker activista. A él no le importa la política y nunca ha cometido un delito en su vida. Sabe la diferencia entre un hacker de sombrero blanco y unhacker de sombrero negro, ¿verdad? "
La bola verde de chicle se movió en la boca dela agente McBride. "Si lo conoces tan bien, entonces ¿por qué entraste a su apartamento de manera ilegal?"
Alanna apartó su mirada del techo. Las luces deslumbrantes en lo alto le hacían ver manchas. "Él y yo salíamos. No contestaba su teléfono. Me detuve en su apartamento, no respondió y me fui."
La agente de la FCCU negó con la cabeza y soltó una risita. “El que mientas nos hace creer que tienes algo que esconder. ¿Quieres contarnos sobre todos los datos cifrados en tu disco duro? ¿Hay algo allí que te conecte con Anti América?
Alanna sofocó una carcajada. "¿De verdad creen que estoy mezclada con esa gente rara? Ustedes deben estar realmente desesperados".
La agente McBride se aferró a la mesa con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos. "Tu pose podría ser más convincente, si ya no tuviéramos evidencia de que robas datos que no te pertenecen".
"Se los diré de plano: nunca me involucraría con Anti América ni con ningún otro grupo de locos de atar. Busquen todo lo que quiera. No encontrarán nada que me conecte con ellos".
"Tal vez tu novio es un miembro de Anti América y tú eres su cómplice".
Alanna saltó de su silla. "¿Estás sorda? No tenemos nada que ver con ellos. Si fueras buena en lo que haces, sabrías que estaba diciendo la verdad".
"Te diré lo que sé". La agente de la FCCU avanzó hacia Alanna, apuntándole con el dedo índice en la cara. "Eres una ladrona y una mentirosa. Si no dejas de hacerte la estúpida, vas a terminar declarada culpable".
"Sé lo que pasa. Anti América te está haciendo ver estúpida. Así que quieres arrestar al primer hacker que encuentres".
La agente McBride apartó los mechones de su tenue cabello hacia un lado. "No te hagas ilusiones. Eres una ladrona de identidad. ¿Crees que nos importa alguien de poca monta como tú?
"Entonces, ¿por qué sigues inventando mierda sobre mí y Anti América?"
“Queremos que nos cuentes sobre Javier Acosta. ¿Qué demonios estabas haciendo dentro de su apartamento? ¿Qué eres – su psicótica ex novia?
Alanna se lanzó de cabeza contra la agente de la FCCU. “¿Qué me llamaste? Estoy harta de ti”.
Llegó a la mitad de la mesa antes de que la agente McBride la agarrara del brazo y la arrojara contra la pared. Cuando con burla la agente colocó su antebrazo contra el esternón de Alanna, su cálido aliento rozó un lado de su mejilla. El agente Palmer se metió entre las dos hasta que la agente se vio obligada a ceder. Alanna regresó a su asiento, mirando a la agente McBride, que estaba furiosa por la intervención de su compañero.
El agente Palmer señaló en dirección a Alanna. “Cálmese. No lo haga peor para usted".
Tenía razón. Asesinato. Ataques bancarios. Los federales habían acusado falsamente a hackers por mucho menos. No importaría que Alanna no pudiese ser conectada con AntiAmérica, Javier o Paul; oque no tuviese los conocimientos de seguridad de la red para ejecutar los ataques. Los federales querían mantener al público contento y obtener promociones – no arrestar a la persona culpable. Esta agente McBride la estaba provocando para que hiciese algo estúpido. Nada bueno pasaría si perdía el control.
El agente Palmer volvió a sentarse, buscó en su bolsillo y luego golpeó una bolsa de plástico con su iPhone sobre la mesa. "Vamos a hablar sobre la razón por la que estamos aquí. Recibió textos de Javier ayer y hoy. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que lo vio por última vez? "
"Hace unas pocas semanas."
"Todo el que lo conoce dice lo mismo. Ha desaparecido de la faz de la tierra. Abandonó todas sus clases. Nadie ha sabido de él".
"¿Por eso estaban vigilando su apartamento?"
Se frotó los labios fruncidos. "No estoy en libertad de compartir esa información. Todo lo que necesita saber es que Javier es una persona de interés".
"No sabe dónde está, por lo que debe estar atacando bancos para AntiAmérica, ¿verdad?"
"Todo lo que queremos es que venga y nos hable, para que podamos eliminarlo como sospechoso. Si él es tan inocente como usted dice, no hay daño ni falta".
Su pierna temblaba bajo la mesa. "Quieren que lo encuentre para traérselo a ustedes”.
"Este es el trato: tenemos pruebas suficientes de su pequeña operación de phishing como para enviarla a la cárcel. Afortunadamente para usted, tenemos que hablar con Javier. Ya que es la única persona con la que ha tenido comunicación, es nuestra única pista. Queremos que se pongas en contacto con él y nos ayude a traerlo para interrogarlo".
"¿Quedo libre si delato a Javier?"
"Estamos ofreciéndoleque todos los cargos se eliminen bajo la condición de que trabaje como informante confidencial hasta que cumpla con las condiciones de su servicio. Comenzará por rastrear la ubicación de Javier y cualquier información relacionada con Anti América".
Una informante. Los federales la poseerían. Pasaría sus días delatando a Javier y a cualquier otro hasta que no la necesitasen más. Tendría que decirle adiós a todo el dinero que entraba por sus estafas. Por mucho que Alanna no pudiera soportar la idea de lo que le ofrecían, la alternativa era mucho peor.
La gente te exprimirá sise lo permites.
Ella se permitió un largo silencio antes de contestar. "Supongamos que los ayudo. ¿Qué pasa si Javier no está en ninguna parte? ¿Sigo libre? "
El agente Palmer negó con la cabeza. "Lo siento. No funciona así. Para obtener nuestra ayuda necesita ayudarnos con nuestra investigación. Ya sea llevándonos hasta él o dándonos información que nos ayude a encontrarlo".
La agente McBride se acercó más hasta que estuvo casi encima de ella. "Espero que digas que no. Por la evidencia que vi, una pequeña ladrona como tú no tiene por qué andar por ahí libre".
Su compañero se levantó de su asiento y se acercó desde el lado opuesto de la mesa. "Si dice que no, estará desperdiciando su vida. Así que tómese un momento y piénselo cuidadosamente antes de responder”.
La sangre de Alanna se aceleró cuando ambos agentes la miraron. Rehusarse a actuar como su confidente significaba poner sus esperanzas en que un juez al azar se apiadara de ella. De lo contrario, la prisión y los antecedentes penales la destruirían. Los sombreros negros tenían que vigilar constantemente sus espaldas contra los delatores exactamente por esta razón. La mayoría de los jóvenes de su edad se retiraban ante el más mínimo indicio de un período tras las rejas. Poco sabían estos dos que tenía una tercera opción en mente.
Miraba sus zapatos de cuero negro para aparentar que pensaba en la decisión. "Muy bien,lo haré."
La cara del agente Palmer se iluminó. "Tomó la decisión correcta. La agente McBride y yo saldremos para hacer los arreglos. Alguien vendrá pronto para interrogarla y darle instrucciones.
Ella le dio una última sonrisa. "No puedo esperar".
Después que el agente Palmer salió de la habitación, la agente McBride se inclinó sobre ella para darle una última advertencia. "Puede que él te haya salvado, pero yo no. Si te conectamos con los piratas informáticos de Anti América, el trato se cancela y vas a prisión. Si encontramos a tu novio sin tu ayuda, irás a la cárcel. El reloj está corriendo".
Alanna se encogió en su silla cuando la puerta se cerró detrás de ella. Con algo de suerte, su cooperación hizo que la atención se desviara de ella. No podía arriesgarse a que la agente McBride o el resto de los federales hurgaran más profundamente en su vida. El uso del phishing no era la única estafa que llevaba a cabo. Si todo se iba al infierno, no debían saber sobre la carta de triunfo que tenía bajo la manga.
3
DROGAS
Jessica Bright. Nacida en Birmingham, Alabama el 3 de febrero del 2001. Licencia de conducir emitida a la edad de dieciséis años. Sin registro delictivo, sin federales observándola. Era más confiable que Alanna Blake, ladrona de identidades. Jessica no tenía idea que su información personal había sido robada de una compañía de registros médicos aquí en el sur de la Florida. Jessica era la identidad de respaldo de Alanna.
En la mano de Alanna estaba una tarjeta plástica con su cara y el nombre de Jessica. Más temprano en la tarde, fue a la sucursal de su banco local para sacar su caleta de emergencia. De un compartimiento secreto en su cepillo para peinarse había sacado la llave de una caja de seguridad del banco. La caja rectangular de metal contenía todo lo que necesitaba para comenzar su nueva vida: la identificación de Jessica, tarjetas bancarias, efectivo, un celular pre-pagado desechable, una computadora portátil de respaldo y una memoria USB.
La caleta originalmente había sido guardada por si acaso las cosas se complicaban con la policía o con alguno de sus clientes del mercado negro. Ahora era una forma de pasar mensajes sin que los federales se enteraran. La FCCU la vigilaba. Habían instalado spyware en su portátil y su iPhone, incluyendo un rastreador GPS, así que no escribiría emails privados, ni visitaría páginas web o hablaría por su iPhone. Sólo se podía comunicar en privado por medio del celular desechable, la portátil de respaldo o cara a cara.
Metió el celular desechable en un bolsillo y la identificación, las tarjetas y el efectivo en su bolso, la portátil la dejó en su bolsa de cuero marrón. Antes de conducir hasta la esquina había cargado su computadora con un software que había comprado para esta reunión secreta. El resto de la caleta lo guardó en la guantera. Salió de su Toyota Corolla negro con las bolsas en la mano.
Dos líneas de carros estaban detenidas ante un semáforo en rojo. Se movió entre ellas para cruzar la calle y luego detalló el escenario que tenía alrededor de ella. Una típica noche de semana en South Beach. El tránsito en la avenida Washington se movía lentamente de manera constante. No había gente frente a los clubes con anuncios de neón ni las tiendas aún. Las pocas personas en las aceras iban pensando en sus propios problemas.
Nadie de la FCCU la seguía según podía ver. La agente McBride le había asegurado que habría gente vigilándola todo el tiempo. Alanna no estaba segura si esa afirmación era cierta o era otro más de sus juegos mentales. Una cosa que la agente McBride hizo obvia era cuan poco confiaba en ella. Era un hecho que le había sido recordado justo en el momento que la dejaron afuera del complejo de apartamentos donde vivía.
La única cosa positiva era que los federales habían dejado su apartamento mucho mejor que como dejaron el de Javier. Una ventaja de trabajar como su informante. Le gustase o no, el hacerlos felices era ahora su trabajo a tiempo completo. Dejó mensajes preguntando por Javier en su celular a sus padres, primos y amigos, para mantener la apariencia que estaba cumpliendo con su parte del trato.
Se dirigió hacia la señal de tránsito y cruzó en la esquina. Su paso disminuyó cuando el anuncio en letras cursivas rosadas y brillantes que decían Serendipity apareció frente a ella. Era temprano en la tarde. No había nadie haciendo cola fuera del club. El fornido portero que estaba parado frente a la entrada se tanteó el cabello de corte militar y se ajustó su saco gris al acercarse ella.
Alanna sacó la licencia de conducir de Jessica de su bolso. El matón se la quitó de las manos y la sostuvo contra la titilante luz de neón sobre la entrada. Sus ojos iban de la foto de la licencia a su cara y de su cara a la foto. Podía verla todo el tiempo que quisiera, nadie podría pensar que era falsa. Ella la había solicitado en la Oficina de Tránsito Vehicular mientras se hacía pasar por la Jessica real. Las cuentas bancarias las había abierto con un número de seguridad social de una niña de cinco años. El número había sido robado de la misma compañía de registros médicos. Las agencias crediticias no verifican los números. Alanna no estaba usando las cuentas para estafar a alguien, por lo que no tenían razón para sospechar. En cuanto a la niña, pasarían años antes de que tuviese la edad suficiente para preocuparse por su historial crediticio.
El portero le devolvió la licencia y le abrió la puerta. Ella vio el reflejo de su cara con expresión estoica en el espejo en la pared de la entrada. La agitación por la emoción de ayer era un recuerdo distante. El resultado era un estado emocional de entumecimiento que la había dejado aislada del resto del mundo. Era el estado mental perfecto para pasarla en un sitio de narguiles (hookah joint).
El salón estaba bañado con una luz púrpura leve. Sofás de terciopelo rojo y mesas negras se alineaban a ambos lados de un pasillo con alfombra roja y un bar al final de éste. El dueño había decorado el local con un opulento estilo europea en lugar de la típica decoración estilo oriente medio, lo que lo hacía muy popular con los turistas extranjeros ricos, al igual que con la mafia rusa.
El salón estaba vacío excepto por dos parejas sentadas con un narguile plateado en una mesa a su izquierda y Natalya en el bar. Mientras menos gente mejor, así había menos posibilidad que la FCCU estuviera acechándola. Metió la licencia de Jessica en su bolso y sacó dos billetes de veinte. Después de meter el bolso en la bolsa de cuero marrón le dio un vistazo a la palma de su mano derecha.
La vista de la sangre seca le causó un ligero temblor, Alanna había estado escarbando en su piel con sus uñas durante la mayor parte de la tarde. Había establecido un plan para manipular a su mejor amiga. En días ateridos como el de hoy era incapaz de sentir un verdadero remordimiento así que se decidió por la versión del daño auto infligido. Mientras caminaba hacia la izquierda del bar, dejó caer sus brazos a los costados del cuerpo.
Natalya la observaba mientras ponía vasos en una bandeja. Ella estaba en sus treinta y cinco pero parecía lo suficientemente joven para verse bien con el vestido negro de bajo escote que usaba. El nuevo peinado con cabellos marrones cortos rizados la hacían parecer más de su edad. Después de verter hielo en un vaso lo llenó con Coca Cola con un dispensador de refrescos. Era la última persona en el mundo que le serviría alcohol. Y no era que Alanna tuviera algún deseo de probar una gota.
Natalya golpeó el vaso en la barra con un ceño fruncido. “Eres una chica bien descuidada. ¿No leíste mi mensaje diciéndote que no vinieras aquí?”
“Es una emergencia, no tengo ningún otro lugar donde ir”.
La cara de Natalya se encendió. “¿Qué tal si Bogdan viene y te ve?”
“Dijiste que nunca viene para acá”.
“El viene en algunas ocasiones. Igual que sus amigos”.
Alanna tomó un trago del vaso y se limpió los labios. “Ellos no saben que estoy aquí. Mientras no me vean, estaré segura”.
“Le mentí en su cara cuando me preguntó por ti. ¿Te das cuenta de la situación en la que me pones?”
Alanna levantó ambas manos. “Lo siento, te lo compensaré. Si quieres espiaré a tu novia de nuevo”.
“Ya no es mi novia”.
“Estás mejor sin ella, eres demasiado buena para ella. Si vuelve a buscarte pelea dímelo y le enviaré a la policía”.
“No necesito tu ayuda para encargarme de ella. No necesitas otra excusa para meterte en problemas”.
Alanna señaló hacia el pasillo a la izquierda del bar que llevaba al salón VIP. “Está bien que lo use, ¿no?
Natalya subió los ojos. “Te puedes quedar hasta las nueve”.
“Gracias. Mi amigo estará aquí en un minuto”
“Ni un minuto más tarde. Mi jefe estará aquí alrededor de las diez. Estaré en problemas si te ve allí. Él es muy estricto”.
“¿Estricto? Estás traficando justo frente a él”.
Natalya puso sus dos manos sobre la barra. “No lo sabe porque soy muy cuidadosa. Deberías intentarlo de vez en cuando. ¿Trajiste el dinero?”
Alanna puso su mano izquierda sobre la barra. Natalya deslizó hacia ella una bolsa de plástico a cambio de los billetes doblados. Puso el efectivo en su bolsillo sin molestarse en contarlo. Las drogas recreacionales eran para los clientes que le hacían pedidos mientras trabajaba en el bar. Alanna ya no era una de las asiduas, pero ambas se cubrían las espaldas.
Alanna la ponía en contacto con proveedores baratos en la Zona Fantasma – el mercado negro donde vendía sus datos de identidad. Natalya la mantenía al tanto de Bogdan y los miembros de su mafia, ocasionalmente le vendía una bolsa de hierba sin sobreprecio y la atormentaba hablándole sobre las irracionales decisiones de su vida. Alanna no tenía la energía para tener una pelea por esta vez.
Puso la bolsa en su bolsillo antes de hablarle a Natalya en el oído. “Si Bogdan en verdad se aparece, avísame para escaparme por atrás”.
“Estaré pendiente de él pero no te tardes mucho. Sería mejor que no estuvieras aquí cuando se llene el local”.
Alanna le guiñó un ojo antes de tomar el vaso de la barra. “Te debo una. Llámame, ahora que estás soltera podemos sentarnos en tu sofá y ver Netflix”.
Natalya sonrió tímidamente. Tenía razón en preocuparse, no sólo porque le había mentido a Bogdan. Era su competencia. Él operaba una inclemente operación de drogas para sus jefes rusos. Era búlgaro, muy fuerte. Un sociópata adicto a las píldoras con un temperamento mil veces peor que el de la mamá de Alanna – sin sus gritos y chillidos. Toda su ira estaba bajo la superficie, en sus ojos y en su casi permanente aspecto amenazador. Era alguien a quien no deseabas tener cerca cuando explotaba.
Bogdan era la razón por la que Alanna usó la identificación de Jessica en la entrada. Podía que no recordara que existiera o podría asesinarla al verla. Era mejor tener precaución. No habría venido a este lugar excepto que tenía que asumir que la FCCU observaba cada movimiento que hacía. Con cualquiera que ella se reuniera en su apartamento o en los suyos levantaría las sospechas de los federales. Serendipity era un lugar público donde podía estar con algo de privacidad.
Las luces fluorescentes en el techo del club le permitieron guiarse hasta el salón VIP que estaba luego de pasar los sanitarios. Un fuerte olor a perfumador de ambiente le llenó la nariz al pasar por la puerta. La habitación estaba alumbrada con el mismo púrpura suave de neón del resto del club. Un sofá circular de cuero rojo con almohadas de tela llenaba la mitad del salón. Sillas de cuero que hacían juego con el mobiliario y dos mesas auxiliares negras que se situaban en ambas paredes. Delgadas cortinas escarlatas colgaban de los bordes del sofá con una mesa negra en el centro.
Después de colocar su bebida y el paquete de Natalya en la mesa del centro, se dejó caer en el sofá. Sacó unas pequeñas cantidades de la bolsa de plástico. La conexión con la hierba era otra razón por la escogió este local para la reunión. La FCCU no reaccionaría muy bien si la vieran comprándosela a un traficante callejero. Sacó el papel de enrollar de su bolso y lo puso sobre la mesa junto a la droga antes de ponerse a trabajar.
Unos minutos después fue interrumpida por un mensaje de texto de Brayden en su desechable. Se quejaba que iba a llegar tarde por el tránsito y preguntó por qué había escogido South Beach para reunirse. Poco sabía del problema que tenía para intentar mantenerlo fuera del alcance de los federales. Ya estaban cazando a la persona que le era más querida. Estaba tan segura como el infierno que no iba a poner a su mejor amigo en su radar.
Después que terminó de enrollar la hierba encendió uno de los porros para calmar sus nervios. Normalmente sólo fumaba en sus días súper ansiosos. Si la automedicación cuando su vida entraba en una espiral fuera de control la hacía una adicta, así sería. No hacía mucho tiempo que se había hecho adicta a drogas mucho peores. Otro rasgo negativo que había heredado de su viejo.
En los últimos años de su vida, cuando estaba ebrio, tenía tendencia a desnudar su alma cuando estaba solo con ella. La mayoría de los días volvía a contar los abusos que sufría por parte de su jefe y sus compañeros de trabajo o el último regaño de su madre. Pero nunca olvidó una confesión que sobresalía sobre todas las que le había hecho: “Tú eres mi hija. Te amo más que cualquier cosa en el mundo entero, pero algunas veces desearía que no hubieses nacido”.
Después de una larga inhalación, se recostó en el sofá con un grito de ayuda dándole vueltas en su cerebro. ¿Cuán diferente sus vidas habrían sido si hubiese entendido su dolor en la forma que lo hacía ahora? Puso su atención en los dos porros que había guardado para Brayden. Con suerte él compartiría el hábito de su padre de confesarse bajo la influencia de las drogas.
Si estuviese dispuesto a compartir el paradero de Javier voluntariamente, ya se lo habría dicho. Su hierba favorita despejaría cualquier duda. No era su primer intento de obtener información de alguien que estuviera drogado. El truco era presionar los botones correctos más que interrogar. Darle la excusa para que revelara lo que sabía.
“Tengo algo que decirte”.
Alanna giró su cabeza hacia donde venía la voz frente al sofá. Brayden estaba frente a ella, traía puesta una camisa roja desteñida y unos shorts caqui. Le sonrió al profundo gesto de disgusto en su cara y luego inclinó su cabeza hacia el centro de la mesa para que se sirviera él mismo. “Siéntate y cálmate primero”.
El hizo un gesto negativo con la cabeza antes de dejarse caer en el otro lado del sofá. Después de tomar un porro, lo señaló con su mano libre. Alanna sacó el encendedor de su bolsillo y se lo lanzó. Después de prender el porro y darse un toque, examinó la lisa pieza rectangular de plata. “Muy bonito”.
“¿Te gusta?”
Asintió antes devolverle el encendedor. Es la única pieza elegante que he visto que tengas.
Lo levantó hacia la luz antes de meterlo en su bolsillo. “El resto de mis cosas de lujo o las he perdido o las he empeñado.
“¿Herencia familiar?”
“Nooo, Pasé una tarjeta de crédito”
Exhaló una bocanada de humo gris. “¿Por qué no me sorprende? Bien, tengo un mensaje de AntiAmérica”.
“¿AntiAmérica?”
“Quieren saber por qué allanaste el apartamento de Javier”
Alanna se enderezó en el asiento. “¿Dónde oyeron eso?”
“Por eso es que los federales te esposaron ayer, ¿no es así?”
“Pero no se lo he dicho a nadie”.
“También quieren saber qué le dijiste a los federales”.
“Espera. ¿Cómo es que has hablado con AntiAmérica?”
Sus hombros se relajaron. “Me enviaron un mensaje a través de Javier”
Finalmente, la verdad. “Así que has estado hablando con él”.
“Quería decírtelo, lo juro, pero me hizo prometer que no le diría nada a nadie”
En circunstancias diferentes le habría gritado. Durante semanas la había oído desahogarse sobre su ruptura. Si le hubiese dicho la verdad antes, no habría entrado al apartamento de Javier y no habría sido detenida por la FCCU. Pero no debía dejarse llevar por que le hubiese escondido la verdad. Tendría que portarse hipócritamente dada la situación.
“¿Te dijo que pasó?”
Miró a las cortinas que colgaban arriba. “No lo dijo. Lo único que sé es que necesita mantener un bajo perfil por un tiempo”
“Dime donde está”
“No lo sé. AntiAmérica le ofreció un lugar para esconderse después que le advirtieron que la gente más cercana a él estaba en peligro”.
“¿Por qué lo están ayudando?”
Después de exhalar se encogió de hombros. “Ni idea. Hablo de ellos todo el tiempo, pero no sabía que él tuviese algo que ver con ellos hasta hace poco”.
“La gente de FCCU piensa que él está conectado a AntiAmérica”.
Su voz sonó como un chillido. “¿Hablaste con la FCCU?”
“Ellos creían que yo también estaba conectada con AntiAmérica”.
“Brayden rio mientras se tapaba la boca con una mano. “¡JA! Tú – ¿y AntiAmérica? ¿Les dijiste que eran unos malditos tontos?” “AntiAmérica es la razón por la que estaban vigilando el apartamento de Javier. Los federales preguntaron acerca de ellos y Javier
Miró el porro entre sus dedos “¿Te pidieron que los ayudaras a encontrarlo?”
“¿Me estás preguntando si soy una soplona?”
“AntiAmérica dice que lo eres”.
“Y tú les crees”.
Levantó sus brazos huesudos en el aire. “Bien, te atraparon allanando el apartamento de Javier. Y ahora andas por ahí caminando como una mujer libre haciéndome preguntas sobre él”.
“No estoy trabajando para ellos. Te traje aquí porque voy a actuar a espaldas de ellos”´
Las piernas de Brayden temblaban mientras medía sus palabras.
No lo había convencido aún. “Quiero hablar con Javier, la gente de la FCCU cree que él y Paul son parte de AntiAmérica”.
“¿Qué los hace pensar eso?”
“AntiAmérica usó un programa en el que los dos trabajaron. Cuando la FCCU fue al apartamento de Paul, encontraron a Terry asesinado”.
Sus ojos se agrandaron. “Dios mío. ¿En serio?”.
“Paul es un sospechoso. Tú sabes en toda la retorcida mierda en la que está metido. El que él y Javier hayan desaparecido al mismo tiempo hace parecer que los dos están trabajando juntos”.
Brayden refunfuñó. “Quizás haya sido bueno que Javier escapara cuando lo hizo”.
“Él no puede esconderse de los federales sabes cuan confiado es. Paul podría estar aprovechándose de él. ¿Has hablado con Paul?”
Negó con la cabeza. “No. ¿Y tú?”
“Paul no responde a mis llamadas. Necesito hablar con Javier para conocer su lado de la historia”.
“Estás perdiendo el tiempo. No quiere hablar, ni contigo ni con nadie”.
“Por favor Brayden”. Su voz se quebró. “Estoy preocupada por él. Me envió un texto diciendo que su vida estaba en peligro”.
“¿Javier te envió un texto?”
“Desde su celular. Dijo que debería buscarlo”.
Se rasco la mandíbula con su dedo índice. ”Javier dejó su celular en su apartamento, tenía miedo que alguien usara el GPS para rastrearlo. Está usando un desechable igual que tú”.
Alanna no había visto el teléfono cuando registró su apartamento. “¿Estás seguro?”
“Lo vi con mis propios ojos y además, no ha contactado a nadie excepto a mí y a su familia. No pudo haber sido él”.
“Ok. Esto da miedo. Brayden, déjame hablar con él. Por favor. Necesita que lo protejamos”.
“Él la miró. “Yo lo estoy protegiendo”.
Ella giró su cuerpo hasta que los dos estuvieron frente a frente. “Escúchame. Yo nunca traicionaría a Javier. Estoy tratando de protegerlo”.
“Protégelo a tu manera. Yo lo haré a la mía”. Hizo una pausa antes de bajar su mirada hasta la mesa laminada negra. “Lo llamaré con una condición: haz lo que AntiAmérica pide. Prométeme que te mantendrás al margen”.
Ella mostró una mueca de enojo. “Estás del lado de ellos”.
“Estoy del lado de Javier. Él cree que ellos lo mantendrán a salvo”.
“No me tienes confianza. Por eso es que me has mantenido lo de Javier en secreto”.
La acusación no le hizo mella en lo más mínimo. “Ambos hemos mantenido nuestros secretos. ¿Lo prometes o no?”
Ella suspiró. “Lo prometo”.
“Se lo haré saber a Javier. Si está de acuerdo en hablar te mandaré un mensaje de texto”.
Ella le tomó su mano derecha. “Dile todo lo que dije acerca de los federales y Paul”.
“Lo haré”. Su mandíbula tembló. “Lamento no haberte dicho sobre Javier. No quería tener secretos contigo, pero me convenció que era lo más seguro para todos”.
“Sólo lo estoy cuidando, lo juro”.
“No tienes que convencerme, yo sé que tu cabeza no está en su lugar cuando se trata de Javier. Así que vas a ayudar a los federales a acabar con AntiAmérica”.
“Diles que no lo haré. Mientras mantengan a Javier a salvo. Si lo perjudican, haré que hasta el último de ellos vaya a prisión”.
“Se los haré saber”.
La mirada de ella se movió hacia el resplandor púrpura de las luces de arriba. “Esta es la última vez que te veré durante algún tiempo. No quiero que los federales sepan de ti”.
“Yo tampoco. Nunca habría venido si hubiese sabido que la Gente te tenía bajo control”.
Brayden sonrió cuando ella le mostró el dedo. Aspiró otro toque y exhaló. Alanna hizo lo mismo. Se quedaron en sus asientos en el sofá sin decir una palabra. Como una vez él le dijera: No existen silencios incómodos cuando tienes una nota, lo cual era una suerte para ella. Estaba claro que su amigo había dejado de confiar en ella y romper la promesa que acababa de hacerle solo empeoraría las cosas entre los dos.
4
SUPLANTACIÓN (SPOOFING)
El sonido del iPhone de Alanna la despertó. Su cuello se endureció al levantar la cabeza del sofá. Qué estúpida. Desmayarse ante el estupor producido por la droga no era parte del plan. Cuando el sonido cesó, le echó una mirada a Brayden que estaba boca abajo en su lado del sofá. Se tropezó en estado de confusión para sacar su teléfono del bolso que estaba sobre el piso. Después de llevárselo a la cara vio que quien llamaba había dejado un mensaje de voz.
Era el agente Palmer. Estaba en contacto con ella para asegurarle que, además del interés de su gente en Javier, su seguridad era prioritaria. Le advirtió que la gente de AntiAmérica eran fanáticos antigubernamentales capaces de recurrir a la violencia para lograr sus fines. Al final del mensaje decía que si alguna vez sentía que su vida estaba en peligro, debería llamarlo, de día o de noche.
Se levantó del sofá con el teléfono en la mano, Parecía agradable. No como la boba fascista. Incluso los malvivientes resultaban agradables. Hasta que quisieran algo. Entonces se preocupaban menos por tu bienestar y más por el de ellos. Era sólo cuestión de tiempo para que te convirtieras en un medio para un fin. Era el lado feo de la naturaleza humana, todo el mundo lo escondía pero estaba ahí, listo para salir.
Sonó un pitazo en su iPhone. Un texto había llegado mientras estaba desmayada. Jadeó cuando el número del celular de Javier apareció en su pantalla. Con la FCCU leyendo sus mensajes tenía que preocuparse por los textos con información dañina sobre Javier. Rápidamente tocó la pantalla para leer el contenido: “Alana. Tengo un secreto que compartir contigo. Por favor ven a encontrarme. Te lo diré todo”.
Tres textos en tres días. Ni una sola vez Javier le había enviado mensajes tan crípticos como estos antes. Si no tenía su celular, ¿Quién estaba enviando los textos? ¿La agente McBride y la FCCU? El primer texto pudo haber sido para pescarla como informante. Quizás estaban enviando más textos como una motivación extra para que encontrara a Javier. Quienquiera que fuese tenía que saber que no sería tomada por tonta.
Escribió una respuesta “Prueba que eres Javier. ¿Qué me regalaste en mi último cumpleaños? El mensaje no tenía palabras. Sólo un adjunto JPEG. Abrió un close up de ella misma en un bikini negro. La foto le hizo erizar la piel. Sólo una persona lo sabía: Javier. Poco después recibió otro texto: “Soy Javier. Si quieres que yo comparta más de tus secretos, puedo hacerlo. Ven a buscarme o yo te encontraré”.
La agente McBride no ganaba nada con enviarle esa foto. Sólo podía haber sido robada de tres fuentes posibles: Javier, la FCCU, o su propio disco duro. En cualquier caso, este tipo era un maldito buen hacker. Tenía que ser un tipo, la foto del bikini lo había delatado. La red oscura estaba llena de pervertidos como él, enviando fotos de desnudos y datos enviados desde discos duros y webcams infectados.
El Voyerismo, era el juego previo para ellos. La humillación era el juego final. Este pendejo sin lugar a dudas se vendría con cualquier indicación de sufrimiento o indefensión por parte de ella. Metió el celular en su bolsillo. Una respuesta enojada le daría a entender que había logrado meterse en su cabeza. Su mirada se dirigió hacia la entrada mientras se imaginaba que Bogdan, la FCCU o quien enviaba los textos entrarían cualquier momento. Buscó en su bolso y sacó la laptop de respaldo.
Mientras esperaba que arrancara, desactivó el GPS de su iPhone antes de quitarle el caché de localización. Tenía que evitar que estos locos rastrearan sus movimientos. La foto estaba infestada con un virus, estaba segura de eso pero los textos y el GPS deshabilitado atraerían la atención de la FCCU. Tenía que terminar sus asuntos con Brayden y marcharse.
Aún estaba desmayado con la cabeza cerca del borde del sofá. Después de presionar en la app del kit de seguridad en la pantalla de su laptop, se deslizó detrás de Brayden. Su teléfono inteligente estaba en cojín del sofá al lado de su mano izquierda, Mientras estiraba la mano para tomarlo, se aseguró que sus ojos estuviesen cerrados. Cuando tuvo el teléfono asegurado, se dirigió en puntillas hasta su portátil y luego escribió un texto en el teclado para enviarlo a ese celular.
Después de presionar enviar en el mensaje, el malware fue descargado en su teléfono. La puesta en marcha del Plan B estaba completa. Ella borró el texto. El siguiente texto más reciente provendría de un número desconocido. Su curiosidad sacaba lo mejor de ella. Cuando las palabras aparecieron en la pantalla, ella cubrió una sonrisa con los dedos. Brayden chasqueó los labios. Ella se apuró para meter el desechable y la portátil en la bolsa antes de regresar a su lado del sofá.
Cuando lo sacudió por los hombros, se sentó con los ojos medio abiertos. “¿Qué haces?”
Ella le puso el celular en la mano. “Tenemos que salir de aquí”.
“¿Por qué? ¿Qué pasó?”
“No hay tiempo, te lo explicaré afuera”.
Brayden la maldijo mientras ella le pedía que se parara. Alanna lo tomó por los brazos para ponerlo de pie. Pasó su mano por su espalda bajo su axila mientras él arrastraba los pies por el pasillo. Al pasar cerca del bar Alanna vio que Natalya los miraba mientras mezclaba una bebida antes de decirle “Lo siento” como respuesta.
Alanna miró alrededor del área principal del salón. Música Trance resonaba en los parlantes. Los asistentes eran una mezcla de jóvenes elegantes vestidos como si pudieran pagar las bebidas con precios excesivos. No había asientos disponibles y la mitad de la gente estaba parada. La niebla en el aire era mucho más densa que cuando había llegado. Apartó con su mano el olor de los narguiles que llenaba sus narices. Brayden sonreía mientras movía sus caderas al ritmo de la música. Ella le dio una mirada de disgusto y le gimió en el oído que se apurara hacia la entrada principal mientras ella salía por atrás. Levantó su quijada en un gesto de asentimiento y luego salió cautelosamente hacia la pasarela principal hacia un pequeño grupo reunido en el centro. Cuando un cliente lo tropezó, perdió equilibrio.
Cayó sobre un sofá de cuero al lado de un europeo del este bien vestido y su cita. Luego comenzó a reírse. Alanna miró a Natalya quien frunció el ceño y le hizo una seña con la cabeza para que remediara la situación. El europeo de seis pies de alto con una barba corta se levantó con sus puños cerrados. Brayden sonrió – ajeno a la amenaza que tenía en frente – cuando ella corrió a su lado. Mientras lo levantaba por el brazo le pidió disculpas al europeo, quien frunció el ceño.
Ella colocó su brazo alrededor de su cintura mientras se abrían paso a través del gentío. Iban a medio camino hacia la puerta, cuando el guardia de seguridad se les atravesó en el camino. Los vio con desprecio con ojos que quemaban. Alanna le pidió disculpas en nombre de Brayden y le explicó que ya se iban. El guardia echaba humo al ordenarles que se fueran de una maldita vez.
Asintió repetidamente antes de arrastrar a Brayden hacia la puerta del frente con el guardia detrás de ellos. Todos los estaban viendo mientras caminaban por el resto del pasillo hasta la entrada. El guardia les mantuvo la puerta abierta y le dio un regaño a Brayden diciéndole que jamás volviera a ese salón. Afuera, ella apoyó el hombro de Brayden al lado de la entrada antes de asomarse a la calle. Miró sobre los rezagados cerca del club a toda la gente que estaba en la acera.
El la haló de la manga derecha. “Dime qué está pasando”.
Una vez que estuvo segura que no había ninguna amenaza señaló hacia el Starbucks más abajo en la calle. “Más tarde, espérame allí”
“Vas a hablar – “
Ella gruñó mientras lo levantaba por el brazo. Una vez que estuvo parado lo empujó por detrás “Iré justo detrás de ti”
Brayden se tambaleó, pero se movió lo suficientemente estable como para caminar sin ayuda. Ella no tenía ninguna opción que fuese buena. Arriesgarse a que los federales la vieran con él o dejar a su amigo sólo. Después de esperar cinco minutos estaba pendiente de que alguien la estuviese espiando mientras seguía sus pasos. Un par de estudiantes universitarios la miraban. Cuando pasaron cerca de ella, evitó el contacto visual.
Dentro del Starbucks casi todas las mesas y silla estaban tomadas. Vio a Brayden sentado en una de los taburetes de madera que estaban cerca de la ventana. Su codo derecho estaba sobre la mesa alargada y su cabeza apoyada en la mano. La gente alrededor de él estaba demasiada ocupada con sus cafés y sus laptops para prestarle atención.
Alanna le tocó el hombro y estiró la mano. “Dame tu teléfono”.
Cuando movió sus dedos, él sacó el teléfono de su bolsillo delantero.” ¿Qué quieres hacer con él?”
Se lo arrebató y comenzó a buscar entre sus apps. “Voy a llamarte un Uber”.
“Yo puedo manejar-“
“No puedes ni siquiera caminar derecho sin caerte sobre algún completo extraño”.
Levantó su mano en dirección a ella “Fue tu culpa, ¿Por qué diablos me empujabas hacia la puerta?”
“Recibí un texto amenazador desde el celular de Javier”
“¿Qué decía?”
Ella escribió la dirección en la app sin prestarle atención a la pregunta.
Él curvó los labios en una mueca mientras retrocedía hacia la mesa. “Aprende la diferencia entre misteriosa y grosera”
A Alanna le preocupaba menos la foto que el comentario acerca de compartir información privada. De ninguna manera iba ella a correr el riesgo de compartir secretos con Brayden. Nunca le había revelado su vida personal a él ni a nadie. A pesar del hecho de que él era su mejor amigo, que siempre estuvo dispuesto a apoyarla en el peor momento de su vida y en cualquier momento desde entonces, era posible que no permanecieran siendo amigos si ella le mantenía su pasado en privado.
Le devolvió el teléfono. “¿Te sientes mejor?”
Él entrecerró los ojos brevemente. “Si, mi cabeza se está aclarando”.
“Mejor espera afuera. Tu Uber debe estar por llegar. ¿Puedo confiar en que te mantendrás lejos de los problemas?”
Él se impulsó desde la mesa para pararse firme sobre sus pies. “¿Puedes confiar en mí? Dímelo tú”.
La quijada de Alanna tembló. El golpe la había agarrado por sorpresa. Cuando avanzaba hacia la entrada le dijo las únicas palabras de despedida que le pudo dirigir: “Llámame cuando sepas algo de Javier”.
“Ordenó un latte helado mientras Brayden esperaba cerca de un semáforo. Después de recoger su bebida, vio a Brayden entrando en un Civic blanco. Sorbió parte de la bebida de la taza plástica helada mientras se dirigía hacia al parque de estacionamiento. Al cruzar la calle hacia su Corolla, una van negra encendió su motor en el extremo más alejado de la cuadra Se detuvo un momento para buscar sus llaves en el bolso antes de echar un vistazo a la van. Esta apenas se movía al separarse de la acera. Alanna permaneció en control mientras entraba en su vehículo. Apartó el Corolla de la acera antes de pisar el acelerador con fuerza atravesándosele a un carro que se acercaba, Mientras aceleraba a toda velocidad por el canal derecho dirigía miradas al espejo retrovisor cada pocos segundos. La van negra la seguía un par de carros detrás de ella. Estaba dispuesta a apostar que era la FCCU, pero no quería arriesgarse.
La van la persiguió durante unas cuadras más antes que ella se encontrara con un tránsito más lento. Aceleró hacia el canal izquierdo que estaba libre. Un jeep giró detrás de ella, la van lo alcanzó y quedó detrás de él. Los carros al lado de ella bajaron la velocidad cuando la luz del semáforo se puso amarilla. Apretó los dientes antes de saltarse la luz al cambiar a rojo.
No había rastro de su perseguidor cuando tomó la rampa hacia la A1A dirigiéndose hacia el oeste. Al entrar en el Causeway, su iPhone sonó de nuevo antes que lo apagara. No quería hablar con nadie hasta que estuviera a salvo en su apartamento. Si la FCCU preguntaba, le explicaría que había actuado así porque estaba asustada por los mensajes de texto que había recibido. No tendría que actuar mucho para ello.
El tránsito liviano y la tibia briza por Bicayne Bay no lograron cambiar su estado de ánimo mientras pasaba por el centro de la ciudad hacia la Dolphin Exrpressway. Su pie mantenía fijo el acelerador todo el tiempo hasta la calle que llevaba a su apartamento en el edificio de ladrillos amarillos. Pisó los frenos al ver alguien que se dirigía al medio de la calle. Las luces de su carro alumbraron a la agente McBride. Después de estacionarse cerca de ella, Alanna bajó la ventana.
Antes de que pudiera decir algo, la agente agarró la puerta y se acercó. “¿Por qué diablos no respondías tu teléfono?”
“Lo apagué. ¿No viste los mensajes?”
Masticó una bola de goma de mascar durante algunos minutos antes de responder. “Si, la próxima vez que tu novio te contacte, haz un mejor trabajo para sacarle información”.
Alanna se aferró al borde de su asiento. “Ese no era Javier”.
“Era el número de su celular”.
“No pudo responder la pregunta sobre la fecha de mi nacimiento”.
“Lo dedos de la agente McBryde tamborilearon sobre la puerta. “Te dio una prueba, la foto”.
“Otro hacker pretendía ser él”.
En un principio Alanna pensó que el número podría haber sido suplantado (spoofed) con una app de Spoofing como el que haya había descargado en su celular desechable antes. Los datos del emisor podrían alterarse para que mostraran cualquier dirección de email o número que quisiera, pero podía enviar y recibir textos desde el mismo número, lo que significaba que probablemente tenía acceso al número de Javier.
“Entonces ¿Qué – deshabilitaste tu GPS por un texto qué te asustó?”
Los ojos de Alanna se entrecerraron después de ver la actitud presumida de la agente McBride. “Lo deshabilité porque mi teléfono está infectado con un virus”.
“¿Siempre exageras cuándo recibes mensajes extraños?”
“Conozco ese tipo de gente. Me la paso con ellos de noche y de día”.
La agente McBride miró hacia otro lado y negó con la cabeza. “Muy bien, digamos que tienes razón. ¿Quién más, además de tu novio se molestaría en infectar tu teléfono?”
“AntiAmérica”.
“¿Por qué estás tan segura que él no es AntiAmérica? Si lo es, debería estar completamente asustada. Son asesinos de sangre fría. Tenemos testigos que ponen a esa gente en el apartamento de Paul antes de que su compañero de cuarto fuese muerto a golpes”.
“¿Tienes prueba de que Javier es parte de AntiAmérica?
“¿Por qué lo proteges todavía?” Levantó la voz. “Te amenazó con venir a buscarte. Sabía tu número, tenía tu foto y dijo que compartiría más secretos. ¿De qué secretos estaba hablando?”
Ese era exactamente el tipo de conversación que Alanna no quería tener con ella. “¿Cómo diablos debería saberlo? No me importa si no me crees. Alguien que no es Javier envió ese texto e infectó mi teléfono con malware”.
“O estás aumentando el número de mentiras. ¿Por qué estás tan segura que tu teléfono está infectado?”
“Cualquiera que sea lo suficientemente bueno como para robar esa foto puede infectarlo con un virus, sin problema”.
“Te apuesto a que tu novio es lo suficientemente bueno”.
Inclinó los ojos. “Deberías estar persiguiendo a Paul, no a Javier”.
“Deja que yo me preocupe por mi investigación. Los dos trabajan juntos. Los estamos investigando a ambos”.
“¿No me oyes? Paul está inculpando a Javier”.
“No soy el agente Palmer. No estoy interesada en cualquiera de las excusas que estés maquinando. Has estado mintiendo desde el primer momento que abriste la boca. Tu novio es la única razón por la que no estás en prisión. Haz tu trabajo y encuéntralo”.
“¿Y qué pasa con mi teléfono?”
La agente McBride extendió su mano derecha. “Dámelo, le echaremos un vistazo”.
Alanna le dio el teléfono desde el asiento del pasajero. “¨ ¿Qué se supone que debo hacer sin un teléfono?”
La agente de la FCCU negó con la cabeza. “Lo juro, la tecnología ha hecho de ustedes los jóvenes unos inútiles. Sube a tu apartamento y espera que te contactemos. Hasta que tu teléfono sea reemplazado no podremos seguirte la pista si el loco de tu novio intenta lo que sea”.
Alanna estaba perdiendo la paciencia con esta boba. “Parece que ya ustedes han decidido que es culpable”.
“¿Te pedí tu opinión? Preocúpate por ti misma”.
Frunció los labios antes de hablar. “¿Terminamos?”
“No, la próxima vez que quieras hacer algo drástico como apagar tu GPS, consúltalo conmigo primero. ¿Me entiendes?” No seré tan educada la próxima vez que tenga que buscarte”.
Alanna respondió presionando el botón que subía el vidrio de la ventana. Sin molestarse en ver la reacción de la agente McBride, hizo un cambio de velocidad y se dirigió hacia el estacionamiento. Después de estacionarse en el primer espacio abierto gritó con todos sus pulmones. Estaba harta de que la gente la maltratara a cada momento, y lo peor era que no podía responder.
“Prométeme que, no importa qué, no terminarás indefensa como yo – una víctima”.
Se golpeó la parte trasera de su cabeza contra el descansa cabeza. Las palabras de su padre le recordaban las peleas entre él y su madre. En sus mejores días Alanna no era ni la mitad de manipuladora que su madre. Ella la sometía a todo tipo de abuso emocional a menos que se alineara con su interés de subir en la escala social. El abuso verbal que su padre soportaba era mucho peor.
El recuerdo fijo en su memoria fue cuando trató de ponerla en contra de su padre. Después de buscar una pelea porque no tenía suficiente dinero para mudarse a una urbanización mejor, se dirigió a Alanna cuando él estalló en cólera. “Tu padre está loco. ¿Lo sabías? Un psiquiatra los diagnosticó con Trastorno Límite de la Personalidad. Puedes verlo ¿No es así? Que hay algo malo con él.”
Cuando se mantuvo silenciosa su madre miró hacia arriba ¿Por qué te estoy preguntando? Eres igual que él. Apuesto que también estás loca”.
Ni por un segundo Alanna extrañó el crecer bajo el mismo techo con la perfecta tormenta de auto inducido cinismo y una falta total de control. Abrió los ojos y sacó el pen drive y el papeleo de Jessica de la guantera. Al salir del Corolla con el bolso de mano y la bolsa, buscó a cualquiera que pareciera un agente federal dentro del garaje.
Su corazón latía con cada paso que daba hacia el ascensor. Durante todo el tiempo que estaba subiendo tamborileó los dedos contra su muslo izquierdo. Era algo estresante el tener evidencia de una identidad falsa mientras estaba bajo la vigilancia de los federales. No podía evitar pensar que la agente McBride o cualquiera de sus amigos de la FCCU se escondían en las sombras, listo para saltarle encima.
Una vez que estuvo en el apartamento sacó la portátil de su bolsa y tiró el resto del contenido sobre la mesita de café de roble que estaba al lado de su sofá. Una tarjeta de plástico se deslizó desde la pila de objetos hasta la alfombra color café. La mancha de sangre alrededor de sus bordes provocó un temblor en Alanna. Su primera licencia de conducir. La metió debajo del resto de la pila. No era el momento para recuerdos dolorosos.
Incluso sin recuerdos repentinos apareciendo, El germen de la nostalgia la había estado molestando desde que había roto con Javier. Había pensado más sobre su familia en las últimas semanas que en el resto del tiempo que había estado en el sur de la Florida. Al contrario de su padre, normalmente bloqueaba el impulso de hurgar en el pasado – especialmente los momentos más terribles. Sus esqueletos no habían sido dejados colgando en un closet. Estaban bien enterrados en tierra santa para nunca ser pisados de nuevo.
Se sentó en el extremo del sofá con la portátil de respaldo funcionando sobre la mesita de café. No había hecho nada con ella aparte de bajar algunos archivos y apps hacía seis meses. Ésta y el desechable debían ser seguros. Necesitaban mantenerse así. Sus datos debían estar encriptados. Los archivos que no eran esenciales debían guardarse en otra parte. Las búsquedas y los mensajes se limitarían a fuentes en las que ella confiaba.
Copió los contenidos del pen drive en la laptop. Los registros de Jessica, cuentas y tarjetas bancarias. Luego se aseguró que todos sus datos estuvieran respaldados transfiriendo todos los datos que tuviera en la laptop a su pen drive. Era mejor tener todos sus datos a mano en caso que su acuerdo con los federales se fuese al diablo. Entonces le mostraría a la agente McBride cuan inútil la había hecho la tecnología al desaparecer justo debajo de su nariz.
Pero un escape de emergencia no sería necesario mientras pudiera ponerse en contacto con Javier. Lo convencería para que terminara respondiendo sus preguntas, y con suerte, la ayudara a quitarse de encima a la agente McBride y el resto de los federales. Llamó a la app de sustitución en su desechable. Si Brayden le estaba mintiendo acerca de contactarse con Javier, tenía listo el plan B.
Alanna dejó de escribir en su portátil y tomó un hondo respiro. Sospechaba que Brayden tenía secretos que no le decía. Le dolía oírlo cuestionar su lealtad y expresar sus desconfianzas. Pero nunca esperó encontrarse con el texto que había leído en su teléfono: “Quítame a esa perra de encima, o no te pagaré”.
5
LOGRAR INFORMACIÓN A TRAVÉS DE LOS SMS (SMISHING)
Alanna se sentó con las piernas cruzadas con una camiseta y shorts en su sofá negro de microfibra revisando los mensajes en la pantalla de su portátil. Noticias sobre los anarquistas marchando en Wall Street se veían en el televisor sin volumen. Las masas inundando el distrito financiero de la Ciudad de Nueva York estaban vestidas de negro, ropa casual, encapuchados y caras con máscaras, todos de negro. Frente a la multitud, un enjambre de policías con cascos contra motines y bastones destacados al pie de la torre de las oficinas principales del Banco Nexus.
De acuerdo con los mensajes que estaba leyendo, más de los seguidores de AntiAmérica también se estaban reuniendo en el centro de la ciudad de Fort Lauderdale en ese preciso momento. Aunque tras bastidores al menos un organizador de las protesta intentaba evitar los encontronazos violentos que se habían visto en protestas anteriores. El desechable de Alanna sonó. Después de poner la laptop sobre su muslo derecho respondió sin ni siquiera molestarse en revisar la identidad de quien llamaba.
“Hola, Brayden”
“Llamé a Javier, no quiere hablar contigo”.
Montó un mapa en la pantalla de su laptop usando su kit de secuencia de comandos de interface. “¿Porque le preocupa ponerme en peligro?”
“También le preocupa hacer enojar a AntiAmérica”.
“Parece que están controlando su vida”.
“Sigue diciendo que lo están protegiendo”.
Presionó el botón de zoom de la interface. “Si Paul está metido, no apostaría por eso”.
“¿Qué tienes contra Paul?”
“El hecho que crea que es mejor que cualquiera. ¿Dónde estás?”
En mi casa. ¿Por qué?”
El punto azul en su mapa lo ubicaba en las oficinas del Dominion de Fort Lauderdale. “Pura curiosidad, llámame si algo cambia con Javier”.
“Si, muy bien”.
Después que colgó, Alanna continuó rastreando sus movimientos con el kit de secuencia de comandos (exploit kit) que había comprado en la Zona Fantasma. Su código pre escrito buscaba las vulnerabilidades en los equipos móviles como el celular de Brayden y los infectaba con un malware Trojan de Acceso Remoto. De la misma forma que su celular estaba infectado. Si Javier estuviese aquí ahora mismo, la describiría como una inexperta que irrumpe en los sistemas informáticos con herramientas escritas por otros (script kiddie) por gastar dinero en un kit que hiciera todo el trabajo. Pero el robo de información a través de los SMS (Smishing) no formaba parte de sus habilidades.
Su papá nunca le había enseñado nada sobre SMS. Odiaba los celulares. Llamaba a su celular una “correa de perro”. No podía ir a ninguna parte sin él. En noches de guardia y fines de semana. Bajo un stress constante. Odiaba su trabajo pero no podía dejarlo. No había mucho trabajo para un ex – hacker con una educación de secundaria y un record criminal. Cuando era joven antes de volverse un sombrero blanco, había sido acusado por intrusión en computadoras.
Había entrado en una red corporativa – como desafío, no por ganar dinero. Cuando identificó la vulnerabilidad de su seguridad, tomó la responsabilidad de corregirla por su propia cuenta. La idea de la gratitud de la corporación: asegurarse que fuese juzgado y enviado a prisión. Nunca se robó un centavo, sin embargo, fue castigado por una corporación que hacía millones robando a sus clientes todos los días. Con todo lo molesto que era el despotricar contra el capitalismo de Brayden, le simpatizaba más de lo que dejaba ver.
Alanna le echó una mirada a su TV. Uno de los policías en frente de las oficinas del Banco Nexus en Nueva York estaba gritando con un megáfono. Volvió a poner la portátil en el sofá y tomó el control remoto para subirle el volumen a la TV. El policía le advertía a la multitud que se mantuviera alejada, Pero los manifestantes se acercaron más hasta que estuvieron frente a frente.
Los policías buscaron repeler a la multitud. Los empujones siguieron hasta convertirse en un cuerpo a cuerpo. Los manifestantes fueron vencidos, otros recibieron dosis de pimienta en aerosol. Algunos llegaron dispuestos a pelear en grupos contra los policías, golpeándolos. Las cámaras filmaron a un policía llevando a otro con la frente sangrando fuera del lugar.
La protesta había sido provocada por el arresto de Mathew Suttonel día anterior, un sospechoso de ser miembro de AntiAmérica. Ella vio las primeras filmaciones de un tipo flaco, pálido con cabello rubio que habían hecho prisionero en las afueras de un apartamento en Londres. El grupo que lo apoyaba protestaba por el hecho de que las autoridades lo habían arrestado, mientras que permitían que los verdaderos ladrones de los grandes bancos estuvieran libres.
Alanna cambió el canal a una estación local. La política no le interesaba. Las noticias que cubrían lo que pasaba con AntiAmérica no le habían interesado hasta que los federales unieron su destino con el de ellos. Ni siquiera las estaría viendo si no fuese por Brayden. Basada en sus textos después del arresto de Sutton, no sólo estaba coordinando las protestas de Miami detrás de bastidores, si no que era un organizador clave de los seguidores del grupo. Otro hecho que él había olvidado mencionarle.
Después del corte comercial, las noticias cambiaron su contenido hacia las marchas de protestas en el edificio Dominion. Por suerte, no se había salido de control, el GPS de Brayden lo ponía justo en el sitio donde la gente se estaba reuniendo. Cualesquiera que fuesen sus razones para no decirle sus secretos, no quería que terminara en una celda o en el hospital.
Él y sus amigos manifestantes no parecían ceder en sus protestas. Ella dudaba que él se encontraría con Javier pronto. Pero tenía otra idea para conseguirlo. Usando su exploit kit, cambió del localizador de su GPS a su lista de llamadas. Había un número al que Brayden había llamado antes de llamarla a ella. Supuso que era el de Javier.
En la lista también había un mensaje de texto de un número desconocido que ella había visto antes. Basada en su revisión de la lista de anoche, la persona que usaba el número desconocido raramente le enviaba textos a Brayden. Los textos en su mayoría consistían en mensajes relacionados sobre cómo debía organizarse AntiAmérica. Ella desplegó el mensaje: “Si no apagamos Cr0n05, nos traerá a los federales inmediatamente”. Apagó el kit. Cualquier texto que no se relacionara con ella o con Javier, no le interesaban.
Después de tomar su desechable de la mesita de café, marcó, con su app spoofer, desde el teléfono de Brayden el número al que iba a llamar para que pareciera como si fuese él quien llamaba Abrió la ventana de vidrio que daba al balcón, cerrándola inmediatamente para evitar que el aire .caliente entrara en el apartamento. Si la FCCU había instalado micrófonos en su apartamento, esta era una llamada que no quería que escucharan. Puso su codo sobre la baranda antes de usar la app para hacer la llamada.
“¿Qué hay Brayden?” respondió Javier un poco preocupado.
Su mano temblaba mientras hablaba en el teléfono. “Es Alanna”.
“¿Alanna? ¿Cómo lograste–?”
“No culpes a Brayden. Él no sabe que conseguí tu número desde su teléfono”.
El sonido de su respiración llenó el teléfono. “Tienes que dejar de hacer este tipo de mierda”.
“Alguien destrozó tu apartamento. Quería saber que estabas bien”.
“Si. Te vi entrando a mi apartamento”.
“¿Me viste? ¿Cómo?”
“Con la cámara espía que dejé funcionando. ¿Cómo entraste?”.
Alanna vio a un tipo rubio usando jeans y una franela espiándola desde el camino pavimentado detrás del complejo. Desvió su atención de él y se pasó para el lado opuesto del balcón. “Forcé la cerradura”.
“No debiste hacerlo”. Su voz grave se mantuvo en un tono bajo, monótono. “Brayden me dijo que los federales hablaron contigo. ¿Saben que allanaste mi apartamento?”
“Si, por eso es que necesitamos hablar. La FCCU me arrestó y registró mi apartamento. Tienen mis datos de phising”.
Javier hizo una pausa. “Esto jamás hubiese pasado si te hubiese mantenido al margen, como te dije”.
Se mantuvo erguida mientras miraba a alguien en su motocicleta que pasaba frente al edificio. “Fui a tu apartamento a ayudarte. Recibí un texto desde tu celular–“
“Brayden me lo dijo. Nunca te envié ningún texto”.
Ella nunca lo había creído, pero era un alivio oírlo decirlo. “Entonces ¿quién lo envió?
“No sé”.
“Quién lo haya hecho me envió la foto con el bikini que te envié antes que rompiéramos. Revisa que tu computador no tenga un spyware”.
“Lo haré cuando cuelgue el teléfono”.
Alanna se pasó los dedos por el pelo. “¿Así que estás trabajando para AntiAmérica?”
“En realidad no. Es una larga historia”.
“Javier, los federales me obligaron a trabajar como su informante. Se supone que debo ayudarlos a encontrarte”.
“¿Por eso es que me estás llamando – para ayudarlos a encontrarme?”
“No. Sólo pretendo cooperar. Pero quizás debas hablar con ellos. Si estás en problemas te pueden ayudar”. Alanna sostuvo el aliento esperando su respuesta.
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