El Escritor
Danilo Clementoni
Danilo Clementoni
El Escritor
Las aventuras de Azakis y Petri
Titulo original:
Lo Scrittore
Le avventure di Azakis e Petri
Traducido por: MarÃa Acosta
Editor: Tektime
Este libro es una obra producto de la fantasÃa. Nombres, personajes, lugares y organizaciones citados son fruto de la imaginación del autor y su objetivo es dar verosimilitud a la narración. Cualquier parecido con hechos o personas reales, vivas o difuntas, es pura coincidencia.
EL ESCRITOR
Copyright © 2016 Danilo Clementoni
1ª edición (en italiano): abril 2016
Editado e impreso por el autor
facebook: www.facebook.com/libroloscrittore
blog: dclementoni.blogspot.it
e-mail: d.clementoni@gmail.com
Derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida de ninguna manera, incluso por cualquier tipo de sistema mecánico y/o electrónico sin la autorización expresa y escrita del editor, a excepción de algunos pequeños pasajes a efectos de ilustrar reseñas o recensiones.
Este es el tercer volumen de la serie
Las aventuras de Azakis y Petri Con el fin de disfrutar completamente esta apasionante aventura, antes de comenzar la lectura de esta novela recomendarÃa la lectura del primer tomo titulado El Retorno y del segundo tÃtulo Encuentro con Nibiru (Nota del Autor)
A mi mujer y mi hijo por la paciencia que han tenido conmigo y por todas las valiosas sugerencias que han aportado, contribuyendo de esta manera, ya se a mi mismo como a esta novela.
Un abrazo especial a mi madre y un fortÃsimo beso a mi padre que, aún sufriendo por su enfermedad, con su presencia y su mirada, me ha impulsado a poner todo mi corazón en esta maravillosa novela.
Agradezco en particular a todos mis amigos el que me hayan confortado e incitado a seguir hasta finalizar este trabajo que, quizás, sin ellos no habrÃa visto jamás la luz.
Introducción
El decimosegundo planeta, Nibiru, (el planeta de transición), como fue llamado por los sumerios o Marduk (el rey de los cielos) como lo rebautizaron los babilonios, es en realidad un cuerpo celeste que orbita en torno a nuestro sol durante un perÃodo de 3.600 años. Su órbita es claramente elÃptica, retrógrada (gira alrededor del sol en sentido contrario a todos los demás planetas) y está muy inclinada respecto al plano de nuestro sistema solar.
Cada una de sus aproximaciones cÃclicas ha provocado casi siempre inmensas perturbaciones interplanetarias en nuestro sistema solar, tanto en las órbitas como en la conformación misma de los planetas que formaban parte del mismo. Concretamente, fue justo en una de sus más tumultuosas transiciones que el majestuoso planeta Tiamat, ubicado entre Marte y Júpiter, con una masa aproximada de nueve veces la de la actual Tierra, con abundante agua y con once satélites, fue devastado debido a un épico choque. Una de las siete lunas que orbitaban alrededor de Nibiru golpeó al gigantesco Tiamat partiéndolo prácticamene por la mitad, obligando a cada una de las secciones a moverse en distintas órbitas. En la siguiente transición (el segundo dÃa del Génesis), los restantes satélites de Nibiru completaron la obra destruyendo completamente una de las partes que se habÃan formado con el primer choque. Los detritos generados por las múltiples colisiones crearon, en parte, lo que hoy conocemos como cinturón de asteroides
o Brazalete Martillado, que era como lo llamaban los sumerios, y otra parte fue incorporada por los planetas vecinos. En concreto, fue Júpiter el que capturó la mayor parte de los detritos, aumentando de forma considerable su masa.
Los satélites artÃfices del desastre, incluyendo aquellos supervivientes del antiguo planeta Tiamat, en su mayor parte fueron lanzados hacia órbitas exteriores, formando lo que hoy conocemos como cometas; la parte superviviente a la segunda transición consiguió colocarse en una órbita entre Marte y Venus, llevándose consigo el último satélite y acabando por formar lo que hoy conocemos como Tierra, junto a su inseparable compañera la Luna.
La cicatriz provocada por aquella colisión cósmica, que habÃa tenido lugar aproximadamente hacÃa 4 millones de años, todavÃa es parcialmente visible. La parte dañada del planeta está actualmente cubierta por las aguas de lo que hoy llamamos Océano PacÃfico. Ocupa un tercio de la superficie terrestre con una extensión de más de 179 millones de kilómetros cuadrados. En toda esta inmensa superficie no hay prácticamente masa terrestre, sólo una gran depresión que se extiende hasta una profundidad que supera los diez kilómetros.
Actualmente Nibiru posee una configuración muy parecida a la de la Tierra. Las dos terceras partes de su superficie están recubiertas de agua mientras que el resto está ocupada por un único continente que se extiende de norte a sur, con una superficie total de 100 millones de kilómetros cuadrados. Algunos de sus habitantes, con cientos de miles de años, aprovechando la aproximación cÃclica de su planeta al nuestro, nos han visitado de manera sistemática, influyendo en la cultura, los conocimientos, la tecnologÃa e incluso en la misma evolución de la raza humana. Nuestros antepasados los han llamado de muchas maneras, pero quizás el nombre con el que han sido conocidos desde siempre haya sido âDiosesâ.
Prólogo
Azakis y Petri, los dos simpáticos e inseparables alienÃgenas protagonistas de esta aventura, han vuelto al planeta Tierra después de un año (3.600 años terrestres). Su misión era recuperar una valiosa carga que, a causa del mal funcionamiento de su sistema de transporte, se habÃan visto obligados a abandonar rápidamente en su anterior visita. Esta vez, en cambio, han encontrado una población terrestre muy distinta con respecto a aquella que habÃan dejado. Usos, costumbres, cultura, tecnologÃa, sistemas de telecomunicación, armamento, todo era diferente con respecto a lo que habÃan encontrado en la última visita.
A su llegada se tropezaron con una pareja de terrestres: la doctora en arqueologÃa Elisa Hunter y el coronel Jack Hudson, que los acogieron con entusiasmo y, después de innumerables peripecias, los ayudaron a finalizar su delicada misión.
Aquello que sin embargo los dos alienÃgenas no habrÃan querido decir a sus nuevos amigos era que, su planeta natal, Nibiru, se estaba acercando velozmente y que, al cabo de siete dÃas terrestres, chocarÃa con la órbita de la Tierra. Según el cálculo efectuado por los Ancianos, uno de sus siete satélites rozarÃa el planeta provocando una serie de alteraciones climáticas comparables a aquellas que, en la transición anterior, habÃan sido resumidas en un único concepto: Diluvio Universal.
En los dos episodios anteriores ("El Retorno" y "Encuentro con Nibiru"), los protagonistas de esta aventura, a pesar de las innumerables dificultades, han conseguido salvar la Tierra de la catástrofe pero en este momento una nueva aventura les aguarda. La vuelta a casa de Azakis y Petri ha sido saboteada y una amenaza todavÃa más terrorÃfica está a punto de irrumpir sobre todo el sistema solar.
En el último episodio habÃamos dejado a los ocupantes de la majestuosa Theos lidiando con la imprevista activación del procedimiento de autodestrucción de la astronave y es justo en este punto que retomaremos la narración de esta nueva y fantástica aventura.
Astronave Theos â La evacuación
«¡Abandonad la nave!» exclamó Azakis desesperado.
La orden perentoria del comandante se difundió al mismo tiempo en todos los niveles de la Theos. Los pocos miembros de la tripulación, después de una pequeña vacilación inicial, siguieron automáticamente el procedimiento de evacuación que habÃan entrenado tantas veces durante las simulaciones de emergencia.
«Ochenta segundos para la autodestrucción» anunció de nuevo la cálida y tranquila voz femenina del sistema central.
«¡Ãnimo, Zak!» gritó Petri. «No nos queda mucho tiempo, debemos largarnos.»
«¿Pero no podemos hacer nada para interrumpir la secuencia?» replicó Azakis, incrédulo.
«Por desgracia no, amigo mÃo. De otro modo ya lo habrÃa hecho, ¿tú qué crees?»
«Pero no es posible» dijo el comandante mientras era arrastrado por un brazo por su compañero de aventuras, en dirección al módulo de comunicación interno número tres.
«En realidad, se podrÃa incluso intentar interrumpir de manera manual el procedimiento pero necesitarÃamos, por lo menos, treinta minutos y nosotros, tenemos, más o menos, uno.»
«Espera, párate» exclamó entonces Azakis liberándose con un tirón del fuerte agarre del amigo. «No podemos dejar que explote aquÃ. La ola de energÃa que generará la deflagración llegarÃa a la tierra en pocos minutos y la parte visible del planeta serÃa embestida por una onda de impacto gigantesca que destruirÃa todo lo que encontrase a su paso.»
«Ya he preparado el control remoto de la Theos desde la nave espacial. La desviaremos cuando hayamos subido, siempre que te des prisa» le gritó Petri mientras aferraba de nuevo el brazo del amigo y lo arrastraba a la fuerza en dirección al módulo.
«Sesenta segundos para la autodestrucción.»
«¿A dónde la quieres desviar?» continuó Azakis mientras la escotilla del módulo de comunicación interno se abrÃa en el puente de la nave espacial en el nivel seis. «No será suficiente un minuto para conseguir que alcance una distancia tal que...»
«¿Quieres dejar de parlotear?» lo interrumpió Petri. «Cierra el pico y siéntate allÃ. Yo me encargo.»
Azakis, sin decir nada más, obedeció la orden y tomó asiento en la butaca gris al lado de la consola central. De la misma manera que habÃa hecho ya decenas de veces en situaciones igualmente peligrosas, decidió fiarse completamente de la capacidad y experiencia de su compañero. Mientras Petri trasteaba febrilmente con una serie de hologramas tridimensionales de simulación, pensó en controlar el resultado de la evacuación del resto de la tripulación, contactando de manera simultánea con cada uno de los pilotos. En pocos segundos todos confirmaron la reciente separación de las naves espaciales de la nave nodriza. Estaban alejándose rápidamente. El comandante dejó escapar un hondo suspiro de alivio y volvió a prestar su atención a las maniobras de su amigo.
«Treinta segundos para la autodestrucción.»
«Estamos fuera» exclamó Petri. «Ahora desvÃo la Theos.»
«¿Qué puedo hacer para ayudarte?»
«Nada, no te preocupes. Estás en buenas manos» y le guiñó el ojo derecho, asà como le habÃan enseñado a hacer sus amigos terrestres. «Pondré la nave detrás de la luna. Desde allà no podrá hacer daño.»
«¡Maldita sea!» exclamó Azakis. «No lo habÃa pensado.»
«Por eso estoy aquÃ, ¿no?»
«La onda expansiva se romperá sobre el satélite, el cual asorberá toda la energÃa. Eres un fenómeno, amigo mÃo»
«Y no producirá ningún daño en la luna» continuó Petri. «Allà no hay nada más que rocas y cráteres.»
«Diez segundos para la autodestrucción.»
«Estoy a punto...» dijo Petri con un hilo de voz.
«Tres... Dos... Uno.»
«¡Hecho! La Theos está en posición.»
Justo en ese momento, en la cara oculta de la luna, en las coordenadas, en grados decimales, 24,446471 de latitud y 152,171308 de longitud, en el mismo lugar de aquello que los terrestres habÃan llamado el cráter Komarov, tuvo lugar un extraño movimiento telúrico. Sobre la superficie árida y accidentada del cráter, como si una enorme hoja de espada, invisible se hubiese clavado repentinamente, se abrió una gruesa y profunda hendidura de márgenes perfectos. Inmediatamente después, como si hubiese sido disparado desde el fondo del cráter, un extraño objeto de forma ovalada saltó hacia afuera a una velocidad increÃble y se dirigió hacia el espacio, con una trayectoria aproximada de treinta grados de inclinación respecto a la perpendicular. El objeto permaneció visible solo unos pocos segundos antes de desaparecer definitivamente en un fogonazo de luz azulada.
Sobre la nave espacial, desde la apertura elÃptica que permitÃa la visión del exterior, un resplandor cegador iluminó el negro y frÃo espacio exterior, inundando el interior de la nave con una luz casi irreal.
«Amigo mÃo, ¿qué te parece si nos vamos de aquÃ?» sugirió Azakis preocupadÃsimo, mientras observaba la ola de energÃa que se expandÃa y acercaba rápidamente hacia su posición.
«¡Seguidme!» gritó Petri en el comunicador dirigiéndose a los pilotos de las otras naves espaciales. A continuación, sin añadir nada más, maniobró con su propio medio de transporte y lo puso a cubierto rápidamente detrás de la cara de la luna que siempre mira hacia la tierra. «Agárrate con fuerza» añadió, mientras se aferraba firmemente a los apoyabrazos de la butaca del puente de mando sobre la que estaba sentado.
Esperaron, en silencio absoluto, el paso de interminables segundos, con la mirada fija en la pantalla central, esperando que el desplazamiento repentino de la Theos hubiese conseguido evitar una catástrofe sobre la tierra.
«La onda de energÃa se está dispersando en el espacio» dijo tranquilamente Petri. Hizo una breve pausa, a continuación, después de haber verificado toda una serie de incomprensibles mensajes aparecidos en los hologramas que estaban enfrente de él, añadió «La luna ha absorbido perfectamente la parte que iba directamente hacia el planeta.»
«Beh, creo que has hecho un buen trabajo, amigo mÃo» comentó Azakis después de haber vuelto a respirar.
«La única que ha salido perdiendo ha sido la pobre luna. Ha recibido un buen golpe.»
«Piensa en lo que podrÃa haber ocurrido si la onda hubiese llegado a la tierra.»
«HabrÃa quemado medio planeta»
«¿Estáis todos bien?» se apresuró a preguntar Azakis, mediante el comunicador, a los otros pilotos que, siguiendo las maniobras de Petri, habÃan puesto también las propias naves espaciales al amparo del satélite. Respuestas reconfortantes llegaron una tras otra y, después de que el último comandante hubiese confirmado tanto las perfectas condiciones de la tripulación como de la nave, se dejó caer sobre el respaldo de la butaca y dejó escapar todo el aire que tenÃa en los pilmones.
«Todo ha salido bien» comentó Petri satisfecho.
«SÃ, pero ¿ahora qué hacemos? La Theos ha dejado de existir. ¿Cómo volvemos a casa?»
Tell el-Mukayyar â Un rayo en el cielo
En el campamento base de la doctora Elisa Hunter, la gatita Lulú, después de haber saltado desde los brazos de la arqueóloga, habÃa comenzado a girar nerviosamente por todas partes con la mirada fija en el cielo. El sol estaba a punto de ponerse y una bellÃsima luna casi llena estaba ya alta en el horizonte.
«Lulú, ¿qué pasa?» preguntó Elisa un poco preocupada, volviéndose hacia la inquieta gata.
«Debe estar triste porque habrá comprendido que nuestros amigos se han ido» comentó Jack lacónico intentando consolarla con algunas rascaditas debajo del mentón.
Al principio parecÃa que la minina habÃa agradecido las atenciones ronroneando y restregando el hocico en la mano del coronel. De repente, sin embargo, se paró, hizo un ruido extraño y volvió su mirada en dirección al pálido satélite de la tierra. Los dos, asombrados por aquel extraño comportamiento, se volvieron instintivamente en la misma dirección. Lo que vieron poco después dejó a ambos sin respiración. ParecÃa que un resplandor anómalo envolvÃa la luna. Una luz blanquÃsima, que se expandió hasta, más o menos, unas diez veces el diámetro del satélite, formó una especie de contorno alrededor de ella. El acontecimiento duró unos pocos segundos pero fue como si otro sol hubiese aparecido de repente en el cielo a la caÃda de la noche, iluminando toda la zona con una luz decididamente innatural.
«Pero qué demonios...» consiguió susurrar el coronel, horrorizado.
De la misma manera en que habÃa aparecido la luz anómala se desvaneció y todo pareció volver exactamente a su estado anterior. La luna estaba allà y el sol continuaba perezosamente su descenso detrás de las dunas que se recortaban en el horizonte.
«¿Qué ha ocurrido?» preguntó Elisa asombrada.
«No tengo ni la más remota idea.»
«Por un instante temà que la luna hubiese explotado.»
«Ha sido realmente increÃble» exclamó el coronel mientras, con la mano extendida sobre las cejas escrutaba el cielo terso en busca de algún indicio.
«Azakis... Petri...» dijo Elisa de repente. «Debe haberles sucedido algo, lo presiento.»
«Venga, déjalo. Quizás ha sido sólo el efecto de la ignición de los motores de su nave espacial.»
«No es posible. Eso parecÃa una auténtica explosión. Tu deberÃas saber más de esto, ¿no?»
«Cariño» comenzó a hablar pacientemente el coronel. «Para ver los efectos de una explosión de ese tipo desde tan lejos, tendrÃan que haber explotado sobre la luna al mismo tiempo un centenar de bombas atómicas o quizás incluso un millar.»
«¿Pero entonces qué ha sucedido?»
«PodrÃamos intentar preguntárselo a nuestros amigos militares. En el fondo todavÃa pertenezco al ELSAD. Con todos los instrumentos apuntando siempre al cielo, un acontecimiento de este tipo no creo que se les haya pasado por alto.»
«Se ha dado cuenta hasta Lulú.»
«Creo que esta gatita es mucho más inteligente que nosotros dos juntos.»
«Los felinos son una raza superior» dijo Elisa mientras cogÃa de nuevo a la gatita en brazos. «¿TodavÃa no te habÃas dado cuenta?»
«Ya. Creo que incluso los antiguos egipcios los adoraban como si fuesen dioses.»
«Justo, amor mÃo» dijo Elisa, feliz de que la discusión se hubiese adentrado en un campo que ella conocÃa a la perfección. «Bastet, por ejemplo, era una de las más importantes y veneradas deidades de la antigua religión egipcia, representada o bien con semblante de mujer y cabeza de gata o directamente como una gata. En sus orÃgenes Bastet era una divinidad del culto solar pero con el tiempo se fue convirtiendo en una diosa lunar. Cuando la influencia griega se extendió sobre la sociedad egipcia, Bastet, diviene definitivamente una Diosa lunar, ya que los griegos la identificaron con Artemisa, personificación de la "Luna creciente".»
«Vale, vale. Gracias por la lección, eximia doctora» dijo Jack irónicamente, enfatizando la frase con una ligera reverencia. «Ahora, sin embargo, intentemos comprender que dÃablos ha sucedido allà arriba. Voy a hacer un par de llamadas.»
«Cuando quieras, estoy siempre a tu disposición, amor» replicó Elisa, alzando progresivamente la voz mientras el coronel se alejaba en dirección a la tienda laboratorio.
Lulú, ya tranquila, con los ojos cerrados disfrutaba de los mimos que su amiga humana le dispensaba en abundancia.
Nave espacial seis â Inspección lunar
Azakis, después de que la mano invisible del miedo que le habÃa atenazado el estómago se hubiese decidido a dejarlo en paz, habÃa comenzado a merodear nerviosamente por el puente de mando de la nave espacial balbuceando frases incomprensibles.
«¿Quieres parar de girar en redondo como una peonza?» le gritó Petri. «De esa manera desgastarás el suelo y conseguirás que revoloteemos en el espacio como dos viejos satélites artificiales.»
«¿Cómo puedes estar tan tranquilo? La Theos se ha destruido, estamos a millones de kilómetros de nuestro planeta natal, no podemos comunicarnos con nadie y, aunque lo consiguiésemos, serÃa imposible que alguien nos pueda rescatar, ¿y tú? Tirado panza arriba en el sofá como si estuvieses de vacaciones y estuvieses sentado sobre el promontorio del golfo de Saraan disfrutando del panorama al atardecer.»
«Cálmate, amigo mÃo, cálmate. Verás como encontramos una solución.»
«De momento no se me ocurre ninguna.»
«Porque estás nervioso. Son las ondas gamma que tu pobre cerebro fatigado está emitiendo y te impiden razonar con lucidez.»
«¿Tú crees?»
«Sû respondió Petri con una sonrisa deslumbrante. «Siéntate a mi lado, respira hondo y relájate. Verás que en poco tiempo todo te parecerá distinto.»
«Puede que tengas razón, amigo mÃo» dijo Azakis mientras, siguiendo el consejo del compañero, se dejaba caer sobre la butaca gris del segundo piloto «pero en este momento soy capaz de hacer de todo menos relajarme.»
«Si prometes calmarte, te dejaré incluso fumar una de esas porquerÃas malolientes que llevas siempre encima»
«Bueno, también podrÃa ser una buena idea. Estoy convencido de que me ayudarÃa un poco». Dicho esto, sacó del bolsillo un largo cigarro oscuro hecho a mano y, después de haber cortado las extremidades con un extraño artilugio multicolor, se lo llevó a la boca y lo encendió. Aspiró rápidamente unas cuantas bocanadas dejando que unas pequeñas nubes de humo azulado se dispersasen por la habitación. Con un ligero silbido el sistema automático de purificación de aire de la nave espacial se activó. En pocos segundos el humo se desvaneció y con él también el olor dulzón y acre.
«Pero asÃ, no tiene gracia» exclamó Azakis que habÃa comenzado a recuperar el buen humor. «Me habÃa olvidado de lo eficientes que son nuestros sistemas de purificación.»
«Los proyectactes tú» replicó Petri. «No habrÃa podido ser de otra manera.»
ParecÃa que, poco a poco, la tensión estaba desapareciendo.
«Hagamos el balance de la situación» propuso Azakis mientras, todavÃa con el cigarro entre los labios, activaba una serie de hologramas que se dispusieron a media altura entorno a los dos alienÃgenas. «Tenemos cuatro naves espaciales operativas, incluyendo la nuestra. La Theos-2 ha aterrizado ya en Nibiru y ambos estamos fuera del radio de acción del sistema de comunicación a vórtice de luz.» Soltó otro par de nubes de humo y a continuación prosiguió «Carburante y reservas alimentarias al noventa y nueve por ciento.»
«Genial, veo que estás retomando el control de la situación. Continúa» lo exhortó Petri satisfecho.
«Los restantes seis componentes de la tripulación están en perfectas condiciones. Escudos y armamento a pleno rendimiento. El único problema es que no tenemos un H^COM para contactar con los Ancianos e informar sobre la situación.»
«En eso te equivocas» exclamó Petri.
«¿Qué quieres decir?»
«Quiero decir que todavÃa hay un H^COM en funcionamiento.»
«Pero si el único que tenÃamos se ha destruido con la astronave.»
«¿Y el que hemos dejado a los terrestres?»
«¡Maldita sea! Tienes razón. No se me habÃa ocurrido. Debemos volver con ellos para que nos lo den.»
«Calma, amigo mÃo, calma. TodavÃa estamos a tiempo. Yo, en primer lugar, irÃa a dar una vuelta a la luna para ver si conseguimos recuperar algo de nuestra hermosÃsima nave que has hecho pedazos tan alegremente.»
«¿Yo? ¿Qué tengo que ver yo? Has sido tú quien la ha hecho explotar allà arriba.»
«¿Y quién ha perdido el sistema de control remoto?»
«Eso fue culpa tuya. El método de enganche era defectuoso.»
«Vale, vale. Lo que ha sucedido, ha sucedido. Intentemos llegar hasta el fondo del asunto. Aunque yo sea un incorregible optimista, por el momento no consigo encontrar una solución brillante.»
«Serán las ondas gamma» replicó Azakis pagando al compañero con la misma moneda. «Asumiendo que esas cuatro neuronas que merodean por tu cerebro vacÃo todavÃa sean capaces de emitirlas.»
«Después de esta pésima broma puedo finalmente anunciar que el viejo Zak está de nuevo entre nosotros. Bienvenido.»
«Entonces, ¿te ves capaz de llevar esta nave espacial al lugar de la explosión sin hacerla estrellar sobre cualquier accidente del terreno lunar?»
«Por supuesto, jefe. A tus órdenes» exclamó Petri imitando los modales militares que habÃa vitso usar a menudo a sus amigos terrestres. «Destino la luna» añadió alegremente, después de haber preparado los motores y configurado la ruta hacia el satélite.
Se necesitaron sólo un par de minutos para alcanzar el lugar donde la Theos se habÃa desintegrado. La nave espacial comenzó a sobrevolar lentamente la zona de la cara oculta de la luna que habÃa sufrido el impacto de la explosión. El terreno, normalmente muy accidentado y lleno de cráteres provocados por los antiguos impactos de centenares de meteoros que, durante millones de años, lo habÃan literalmente acribillado, ahora se mostraba, en una superficie de casi seiscientos kilómetros cuadrados, increÃblemente liso y pulido. La onda de energÃa generada por la deflagración habÃa hecho desaparecer todo. Rocas, cráteres y depresiones ya no existÃan. Era como si una gigantesca apisonadora hubiese pasado sobre la zona dejando detrás de sà una interminable llanura de suave arena gris.
«IncreÃble» exclamó Petri. «Parece que volamos sobre el inmenso desierto del Sihar en Nibiru.»
«La hemos hecho buena» dijo Azakis desconsolado.
«¡Que va! ¿No ves lo hermoso que es ahora el panorama? Antes la superficie tenÃa más arrugas que nuestro Anciano Supremo, ahora, en cambio está lisa como la piel de un niño.»
«No me parece que haya quedado mucho de nuestra querida astronave.»
«Estoy haciendo un anáilis en profundidad del área pero el trozo más grande que he detectado tendrá, más o menos, un centÃmetro cuadrado.»
«No hay más que decir. El sistema de autodestrucción ha funcionado estupendamente.»
«Eh, Zak» exclamó Petri de repente. «Según tú, ¿qué es aquello?» e indicó un punto oscuro sobre la pantalla principal.
«Ni idea... no se ve bien. ¿Qué dicen los sensores?»
«No están detectando nada. Según ellos allà no hay nada más que arena pero a mà me parece ver algo más.»
«Es imposible que los sensores no detecten nada. Prueba a hacer un test de calibración.»
«Dáme un segundo.» Petri trasteó con una serie de comandos holográficos y a continuación sentenció «Los parámetros están dentro de lo normal. Parece que todo funciona correctamente.»
«Extraño... Intentemos acercarnos un poco.»
La nave espacial número seis se movió lentamente en dirección a aquel extraños objeto que parecÃa aflorar de la capa de polvo y arena gris.
«Máxima ampliación» ordenó Azakis. «¿Pero qué es?»
«Por lo poco que se consigue ver, parece una sección de una estructura artificial» intentó adivinar Petri.
«¿Artificial? No creo que ninguno de nosotros haya instalado nada sobre la luna.»
«Quizás hayan sido los terrestres. Creo haber leÃdo en algún sitio que han hecho unas cuantas expediciones sobre este satélite.»
«Lo más extraño es que los sensores no están revelando nada de aquello que, sin embargo, están viendo nuestros ojos.»
«No sé qué decirte. Quizás la explosión los ha dañado.»
«Pero si acabo de hacer una prueba y todo estaba en orden» rebatió Azakis perplejo.
«Entonces, esa cosa que estamos viendo debió de ser hecha con un material desconocido para nosotros y que nuestros sensores no son capaces de analizar.»
«¿Quieres decir que los terrestres han conseguido inventar un compuesto que ni siquiera nosotros conocemos, lo han traÃdo hasta aquà arriba y han construido una base o algo parecido?»
«Y, para colmo, ahora la hemos destruÃda» comentó Petri desconsolado.
«Nuestros amigos no dejan jamás de sorprendernos, ¿eh?»
«Cierto... Bueno, nos hemos dado un paseÃto. Yo dirÃa que, por el momento, lo dejásemos correr. Tenemos cosas más importantes que hacer ahora. ¿Qué dices, jefe?»
«Digo que tienes toda la razón. Dado que de la Theos no ha quedado nada que podamos reutilizar pienso que podrÃamos irnos de aquÃ.»
«¿En ruta hacia la tierra?»
«Volvamos al campamento de Elisa e intentemos utilizar su H^COM para contactar con Nibiru.»
«¿Y nuestros compañeros de viaje? No podemos dejarlos de ninguna manera aquà arriba» dijo Petri.
«Debemos organizar una base de apoyo en la tierra. Podremos instalar una especie de campamento cerca del de nuestros amigos.»
«Me parece una genial idea. ¿Advierto al resto de la tripulación?»
«SÃ. Dales las coordenadas del campamento de la excavación y pÃdeles que organicen la preparación de una estructura de emergencia. Nosotros descenderemos primero y nos ocuparemos de contactar con los Ancianos.»
«Vamos» exclamó Petri alegremente. «Y pensar que hasta hace poco me preocupaba qué podrÃa hacer para superar el aburramiento del viaje de regreso.»
En el mismo momento, a una distancia de, aproximadamente, 500 U.A.
de nuestro sol, un extraño objeto de forma oval apareció prácticamente de la nada, precedido de un rayo azulado que rasgó el negro absoluto del espacio. Se movió en lÃnea recta durante casi cien mil kilómetros a una velocidad increÃble antes de desaparecer de nuevo, engullido por una especie de enorme vórtice plateado con reflejos dorados. Toda la acción duró sólo unos pocos segundos tras lo cual, como si nada hubiese sucedido, aquel lugar tan remoto y desolado del espacio profundo entró de nuevo en la quietud total en la cual habÃa estado inmerso hasta ese momento.
Tell-elMukayyar â Contacto con Nibiru
«SÃ, coronel» dijo, en un tono muy claro, una voz al otro lado de la lÃnea. «Nos han informado desde distintos puntos de observación de la tierra de un resplandor inusual emitido probablemente desde la luna.»
«Pero la luna no emite "resplandores"» replicó Jack contrariado.
«Con respecto a esto, tiene razón, señor. Puedo decirle que nuestros cientÃficos están todavÃa analizando los datos recibidos con el fin de identificar quién o qué cosa lo ha provocado.»
«En definitiva, no habéis entendido nada.»
«Bueno, yo no lo habrÃa dicho justo de esta manera pero creo que la suya puede ser considerada una dedución muy justa.»
«Pero cómo habla este» dijo Jack volviéndose a Elisa que, mientras tanto, habÃa llegado hasta él, al tiempo que con la mano cubrÃa el micrófono de su teléfono móvil. «Muy bien. Gracias por la información» prosiguió. «Le ruego que, en el momento en que tenga más noticias, contacte conmigo inmediatamente.»
«Será mi prioridad, señor. Hasta luego, que tenga un buen dÃa» y cortó la conversación.
«¿Qué te han dicho?» preguntó la doctora.
«Beh, parece que, efectivamente, ha ocurrido algo extraño allà arriba pero nadie ha encontrado todavÃa una explicación coherente.»
«Cada vez estoy más convencida de que les ha ocurrido algo a nuestros amigos.»
«Venga, no pienses eso. Con su fantástica astronave quién sabe dónde estarán ahora.»
«Espero, de corazón, que estés en lo cierto pero continuo teniendo un extraño presentimiento.»
«Escucha, para salir de dudas, ¿por qué no usamos el artilugio que nos han dejado e intentamos contactar con ellos?»
«Bueno, no sé... DecÃan que sólo podrÃamos utilizarlo cuando estuvieran en su planeta... No creo que...»
«Vete a cogerlo y basta» la interrumpió el coronel. A continuacióhn, percatándose de que habÃa sido muy brusco, añadió un «Por favor» seguido de una deslumbrante sonrisa.
«Vale. En el peor de los casos, no funcionará» dijo Elisa mientras iba a recuperar el H^COM portátil. Regresó casi enseguida y, después de arreglar un poco sus largos cabellos, se puso aquella especie de extraño y engorroso casco.
«HabÃan dicho que presionásemos ese interruptor» dijo Jack indicando el botón. «A continuación el sistema funcionarÃa solo.»
«¿Qué hago, lo pulso?» preguntó Elisa dubitativa.
«Venga, ¿qué puede suceder?»
La arqueóloga pulsó el botón y, articulando quizás demasiado las palabras, dijo «¿Hola? ¿Me escucha alguien?»
Permaneció a la espera pero no recibió ninguna respuesta. Esperó todavÃa algunos minutos y a continuación insistió «Hola... Hola... ¿Petri estás ahÃ? No escucho nada.»
Elisa esperó un poco más, después abrió los brazos y se encogió de hombros.
«Pulsa de nuevo el botón» sugirió el coronel.
Intentaron repetir el procedimiento varias veces pero desde el sistema de comunicación no llegó a ellos ni siquiera un mÃsero crujido.
«No hay nada que hacer. Quizás les ha sucedido realmente algo» susurró Elisa mientras se sacaba el H^COM de la cabeza.
«O quizás no han llegado todavÃa al rango de acción de este artilugio.»
El coronel no habÃa terminado de decir la última frase cuando un extraño ruido proveniente del exterior llamó la atención de los dos.
«Jack, mira» exclamó Elisa asombrada mientras se asomaba desde la tienda. «Las esferas... Se están reactivando.»
Con el corazón en un puño corrieron los dos afuera y, realmente perplejos, observaron la pirámide virtual de aterrizaje que estaba de nuevo tomando forma. Sus amigos estaban volviendo.
«Ves como no han explotado» dijo Jack tranquilo.
«Quizás han olvidado algo.»
«Lo importante es que están bien. Ahora intentemos mantener la calma. Dentro de nada descubriremos qué ha sucedido en realidad.»
El procedimiento de aterrizaje se desenvolvió con normalidad y, en poco tiempo, las enormes figuras de los dos alienÃgenas aparecieron sobre la plataforma de descenso.
«Hola chicos» gritó Petri agitando su manaza sobre la cabeza.
«¿Qué diablos hacéis todavÃa aquÃ?» preguntó Jack mientras los dos llegaban hasta el suelo gracias a la estructura móvil.
«Os echábamos de menos» replicó Petri mientras saltaba desde aquella especie de ascensor antes incluso de que tocase tierra, seguido inmediatamente después por su compañero de aventuras.
«Nos estábamos preocupando» dijo Elisa finalmente aliviada. «Hemos asistido a un extraño acontecimiento que ha ocurrido en la luna hace poco y temÃamos que os hubiese ocurrido algo malo.»
«Por desgracia, querida, algo malo ha sucedido realmente» dijo Azakis con aire desconsolado.
«¿Ves? ¡Lo sabÃa!» exclamó Elisa. «Una vocecita dentro de mà me lo decÃa. ¿Pero qué ha sucedido?»
«Ha ocurrido todo de repente.»
«¡Por el amor de Dios! ¿Quieres hablar? Venga, no nos tengas sobre ascuas. Cuéntalo todo, ahora.»
«Nuestra nave ha dejado de existir» anunció Azakis de un tirón.
Los dos terrestres se miraron asombrados. A continuación fue Jack el que tomó la palabra diciendo «¿Estáis bromeando? ¿Qué queréis decir con que ya no existe?»
«Quiere decir que, en este momento, el pedazo más grande de la Theos podrÃa estar tranquilamente sobre la yema de tu dedo Ãndice.»
«¿Cómo ha podido suceder? ¿Y el resto de la tripulación, dónde se encuentra? ¿Están todos bien?»
«SÃ, están bien, gracias. Ahora se encuentran sobre otras tres naves espaciales y dentro de un rato estarán aquà con nosotros. Si no os molesta, prepararemos aquà una estructura de emergencia e intentaremos arreglarnos de alguna manera.»
«Pues claro, ¿qué problema hay?» dijo Jack. «Os ayudaremos en lo posible. No hay ni que preguntar.»
«En definitiva» explotó Elisa que no conseguÃa frenar su curiosidad. «¿Nos podéis decir de una vez qué ha sucedido alli arriba?»
«Es una historia un poco larga» dijo Azakis sentándose sobre un cubo de lata tirado por el suelo. «Ponéos cómodos.»
Después de unos diez minutos, el alienÃgena les habÃa contado prácticamente toda la historia. Desde la pérdida del sistema de contol remoto a la tentativa de desactivación del mismo. Desde la imprudencia de haber renunciado a su recuperación hasta la repentina reactivación del instrumento que habÃa provocado después el comienzo del procedimiento de autodestrucción.
«Pero ¡es alucinante!» exclamó Elisa asombrada. «¿Quién ha podido provocar un desastre as�»
«Probablemente» dijo Azakis «alguien habrá encontrado aquel extraño objeto y se habrá puesto a estudiar sus caracterÃsticas. A continuación, habrá encontrado alguna información entre los millones de datos que hemos descargado sobre vuestros servidores y, de alguna manera, ha conseguido encenderlo, provocando de esta manera lo que sabemos.»
«¡Por todos los santos!» susurró el coronel desconcertado. «Parece una historia tan absurda... Y vosotros, sabiendo lo peligroso que era un artilugio de ese tipo, ¿no habéis hecho nada para recuperarlo?»
«La culpa fue mÃa» dijo Petri, metiéndose en la discusión. «CreÃa que lo habÃa desactivado completamente y pensaba que ningún terrestre, aunque lo hubiese encontrado, serÃa capaz de reactivarlo.»
«Y en cambio, ha sucedido» añadió Jack. «¿Tenéis una idea de dónde se extravió?»
«Sinceramente, pensábamos que lo habÃamos perdido durante la recuperación del cristal de Zenio pero, lo más probable, es que haya acabado en cualquier otra parte del mundo mucho más poblada. Allà abajo no habÃa nadie.»
«Zak, se me ha ocurrido una idea» exclamó Petri poniéndose en pié. «Creo que, si trabajamos un poco, quizás podrÃa determinar el momento en que el control remoto se ha desenganchado de tu cinturón.»
«No es que tenga ahora mucha importancia pero debo decir que tengo un poco de curiosidad.»
«Bien. Entonces, empecemos por informar a los Ancianos de nuestra situación y apenas nos hayamos acomodado intentaré recuperar esta información.»
«Elisa» dijo entonces Azakis. «Por desgracia el único H^COM que tenÃamos se destruyó al mismo tiempo que la Theos. ¿PodrÃas, por favor, prestarnos el que te habÃamos dejado antes de irnos?»
«¿Te refieres al casco? Pues claro. Lo cojo enseguida.»
«Por desgracia la situación es grave» susurró Azakis volviéndose hacia el coronel, en el momento en que Elisa estuvo bastante lejos para no poder oirles. «Aunque consiguiésemos contactar con los Ancianos, las posibilidades que tenemos de volver a nuestro planeta son ahora ya prácticamente nulas.»
«¿Pero no pueden mandar a alguien a recogeros? Zaneki tiene una nave como la vuestra, ¿o me equivoco?»
«Lamentablemente los motores instalados sobre su nave son mucho menos potentes de los que tenÃamos en la nuestra. Es esa la razón por la que tuvo que irse inmediatamente después de la transición de Kodon. Si no lo hubiese hecho no habrÃa conseguido alcanzar Nibiru, que se estaba alejando rápidamente. Nosotros hemos podido permanecer aquà mucho más debido a nuestros motores experimentales. Por desgracia, la Theos era la única de nuestra flota que los tenÃa. La producción e instalación de otros dos nuevos podrÃa llevarnos un montón de tiempo. Un montón de "nuestro" tiempo.»
«¿Queréis decir que deberÃas quedar aquà hasta la próxima transición de Nibiru?»
«Aquà está» exclamó Elisa mientra volvÃa rápidamente hacia ellos.
«Me temo que sÃ, Jack» dijo Azakis en voz baja, mientras se levantaba para coger el casco H^COM que la arqueóloga le estaba entregando. «Gracias Elisa» dijo el alienÃgena mientras se lo ponÃa. «Veamos si funciona.»
«A decir verdad, hemos probado también nosotros pero no hemos conseguido hablar con nadie.»
«Asà trabaja mi amigo» comentó Azakis mirando hacia Petri. «Jamás funciona nada de lo que hace.»
«Muy simpático, como siempre» replicó con aire muy serio Petri. «Lo recordaré cuando me pidas que ponga a punto tu baño.»
«El baño» exclamó Elisa sonriendo. «Me acuerdo perfectamente cómo funcionan vuestros baños. Una experiencia realmente inolvidable.»
Los cuatro soltaron una sonora risotada al término de la cual Petri sacó de las manos de Azakis el casco y dijo «Espera, viejo gruñón. Primero debo cambiar una configuración. El sistema está programado para que llamemos sobre la pobre Theos y no creo que allà te pueda responder nadie.»
El alienÃgena trasteó durante un momento con los mandos del H^COM portátil, a continuación, cuando quedó satisfecho con lo que habÃa hecho, se lo pasó de nuevo a su compañero, diciendo «Prueba ahora. Esperemos que mi memoria no me haya traicionado y que haya conseguido configurarlo para conectarte con la persona adecuada.»
Azakis no dudó ni siquiera un segundo de la memoria de su amigo y endosó el casco. Pulsó el botón de inicio y quedó pacientemente a la espera. Pasó casi un minuto antes de que la imagen tridimensional de la huesuda cara de su Anciano responsable fuese proyectada directamente sobre la retina de sus ojos un poco cansados.
«Azakis, ¡que placer verte!» dijo su canoso interlocutor alzando el delgado brazo derecho en señal de saludo. «¿Pero desde dónde estás llamando? Tu imagen aparece muy extraña y distorsionada.»
«Es una larga historia» replicó el alienÃgena. «Lo que estoy utilizando es un aparato improvisado para comunicaciones de larga distancia.»
«¿No estás en tu nave? No me dirás que todavÃa no habéis salido. Sabes que el lÃmite temporal para alcanzarnos está a punto de acabarse ¿verdad?»
«Justo es de esto que querÃa hablarte.» Hizo una breve pausa para buscar las palabras adecuadas y a continuación prosiguió diciendo «Ha ocurrido un imprevisto... Nuestra nave ya no existe.»
«¿Cómo que no existe? ¿Qué quieres decir?»
«Ha explotado. Fué activado el sistema de autodestrucción y sólo tuvimos tiempo para ponernos a salvo antes de que todo saltase en mil pedazos.»
«Pero ese procedimiento sólo lo podÃas activar tú con tu sistema de control remoto personal. ¿Cómo pudo suceder algo asÃ?» preguntó el Anciano asombrado.
«Digamos que han tenido lugar una serie de acontecimientos especiales, en uno de los cuales se me debió caer.»
«¿Y alguien lo ha encontrado y lo ha activado en vez de ti?»
«TodavÃa no hemos conseguido determinar qué es lo que realmente sucedió, pero es una posibilidad.»
«¿Y ahora? ¿Cómo pensáis hacer para volver?»
«Es justo por esto que os estamos hablando. NecesitarÃamos una solución buena y rápida para este pequeño problema.»
«¿Pequeño?» replicó el Anciano levántandose con una agilidad sorprendente. «¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? La ventana temporal está ya en el lÃmite máximo. TendrÃas que haber partido ya y tú me dices que la Theos no existe y que estáis bloqueados en la tierra. ¿Qué deberemos hacer nosotros ahora?»
«Bueno, no sabrÃa decirte. Vosotros sois los Ancianos. Confiamos que, con vuestra experiencia y vuestra infinita sabidurÃa, nos podáis echar una mano para salir de esta desagradable situación.»
Su interlocutor volvió a sentarse dejándose caer pesadamente sobre la suave butaca gris, apoyó los codos sobre la repisa que habÃa enfrente de él y puso las manos entre los blancos y largos cabellos mientras quedaba en silencio. Permaneció inmóvil algunos segundos, a continuación levantó la vista y dijo «Intentaré reunir rápidamente al Consejo y pondré a trabajar a todos nuestros mejores Expertos. Espero poder darte pronto buenas noticias» y cortó la conversación.
Pasadena, California â El friqui
«¿Nada más?» exclamó el tipo grueso, decididamente con sobre peso, mientras observaba el extraño artilugio que tenÃa en la mano el joven friqui. «No me dirás que nos has hecho esperar más de un mes para hacernos ver esta cosa que parpadea.»
«Os puedo asegurar que está funcionando» replicó el chaval aterrorizado. «Aún dirÃa más, creo que ha hecho ya aquello para lo que ha sido proyectado.»
«Muy bien, ¿pero nos quieres decir el qué?» chilló el tipo alto y delgado mientras se ponÃa de repente en pié. «Estoy empezando a perder la paciencia.»
En el sótano repleto de aparatos, monitores y ordenadores de todo tipo, iluminado por una débil luz led que se difundÃa reflejada desde las desgastadas paredes, la cara demacrada del chaval parecÃa todavÃa más pálida de lo que era en realidad.
«Si no nos dices para qué sirve realmente esta cosa, juro que te la hago tragar entera» exclamó el gordito cogiendo al friqui por el pescuezo.
«Pero si os lo he dicho» rebatió el chaval cada vez más atemorizado. «Es un sistema para activar en modo remoto un procedimiento.»
«¿Pero qué procedimiento? ¿De qué se trata?» continuó el tipo gordo mientras sacudÃa al chaval como si estuviese agitando un Margarita.
«No estoy seguro» intentó responder el joven. «Pero creo que hemos activado una cosa muy especial y peligrosa visto los sistremas de protección que he debido eludir.»
«ExplÃcate mejor» dijo el gordito sin dejar de moverlo.
«Si me dejas te lo enseño.»
«Vale. Pero intenta ser convincente porque sino el trozo más grande que encontrarán de ti sólo será visible con el microscopio.»
El chaval se puso bien la camiseta, se arregló los largos cabellos que no veÃan el champú desde hacÃa mucho tiempo y se dirigió hacia un puesto con dos teclados y una serie de ordenadores medio desmontados. Tecleó rápidamente unos cuantos comandos
incomprensibles y después de unos segundos, sobre una pantalla gigante que colgaba del techo, apareció una imagen tridimensional del extraño objeto que giraba lentamente sobre él mismo.
«Este es nuestro misterioso telecomando.»
«¿Ah, asà que ahora se ha convertido en un telecomando?»
«Bueno, dada su función creo que podemos llamarlo asÃ.»
«Continúa» dijo el tipo flaco mientras se acomodaba sobre una silla destartalada para, de esta manera, poder observar mejor el enorme monitor.
«Por lo tanto, el problema principal fue el reactivarlo. He debido trabajar muchÃsimo porque, probablemente, no sólo habÃa sido apagado sino que el propietario deseaba que nadie pudiese volver a encenderlo.»
«¿Ves cómo no se le habÃan descargado las baterÃas? Que no eres otra cosa que un imbécil» exclamó el tipo corpulento volviéndose a su compinche.
«No, no hay ninguna baterÃa en su interior» continuó el friqui. «Creo que funciona gracias a una fuente de energÃa externa, una especie de flujo electromagnético que consigue captar y transformar en pura potencia.»
«Interesante» comentó el tipo delgado. «¿Pero cuál es su alcance?»
«En teorÃa, incluso centenares de miles de kilómetros.»
«¡Caray!» exclamó el gordito mientras cogÃa el extraño objeto. «¿Quieres decir que esta pequeña cosa serÃa capaz de transmitir una señal desde aquà a la luna?»
«Creo que sà y probablemente ya lo hayamos hecho.»
«¿Y qué habrÃa transmitido?»
«Aquà viene lo interesante» continuó el chaval mientras mostraba una nueva imagen en la gran pantalla. «Estos son los sÃmbolos que, después de haberlo reactivado, han aparecido en la parte frontal.»
«Parece una especie de lenguaje antiguo» comentó el tipo delgado. «Creo haberlo ya visto en algún sitio.»
«De hecho, es cuneiforme. Lo usaban los sumerios miles de años antes de Cristo.»
«¿Y qué hacen en un instrumento tecnologicamente tan avanzado?»
«Esta es la lengua de nuestros visitantes alienÃgenas.»
«¿Quieres decir que aquellos energúmenos que nos capturaron hablan el cuneiforme?» preguntó el tipo corpulento bastante sorprendido.
«Bueno» intentó explicar el chaval «en realidad el cuneiforme no se habla. Es una forma de escritura. De todos modos creo que su lengua es esta.»
«¿Has conseguido traducirla?»
«En realidad, para garantizar que la orden fuese enviada, he tenido que meter una especie de contraseña. Se puede decir que, pulsando los sÃmbolos en la secuencia justa, he conseguido entrar en modo operativo.»
«En fin, ¿como el sistema que se usa para desbloquar los teléfonos móviles?»
«Más o menos, sû dijo el friqui sonriendo, feliz de que los dos hubiesen entendido finalmente de lo que estaba hablando.
«Bien, pero aún no hemos entendido su verdadera función» rebatió el tipo flaco bastante contrariado.
«Me arriesgaré con una hipótesis que creo puede ser bastante aproximada a la realidad» dijo entonces, con un hilo de voz, el chaval.
«Bueno, ¿a qué esperas? Habla» replicó el gordito acercándose a pocos centÃmetros de su nariz.
«Creo que es el sistema para activar el procedimiento de autodestrucción de una astronave además de tener no sé cuántas funciones más.»
Los dos compinches se miraron por un instante asombrados, a continuación, el más gordo, como si alguien le hubiese hecho el regalo más hermoso del mundo, exclamó «Por favor, dÃme que los hemos hecho saltar por los aires.»
«Probablemente los alienÃgenas hayan tenido tiempo de ponerse a salvo pero su medio de transporte podrÃa haber tenido, seguramente, un fatÃdico final.»
«Chaval, eres un genio» exclamó el tipo corpulento. Después, sacó una memoria USB del bolsillo y añadió «Pon aquà dentro todos los datos que hay en esa cosa y después borra todo. Si descubrimos que has conservado para tà aunque sólo sea un byte...»
«Lo sé, lo sé. Me haréis pedazos.»
«Bravo. Estaba seguro de que eras un tipo listo.»
El procedimiento de copia duró sólo unos segundos. El friqui, después de haber sacado la memoria USB del ordenador, se la ofreció al tipo corpulento que se la cogió rápidamente de las manos. A continuación, después de haber cogido también el extraño objeto y haber metido ambos en el bolsillo derecho de los pantalones, dijo a su compañero «Vamos, quizás nuestros sueños están a punto de cumplirse.»
HabÃan llegado casi al umbral de la puerta cuando el joven exclamó «¿No os estáis olvidando de algo?»
«¿De qué hablas?» preguntó el tipo alto y delgado.
«El resto de mi dinero.»
«¿Dinero?» replicó el gordito. «Da gracias al cielo que no te hayamos retorcido el cuello» y dió un portazo al salir.
Constelación de Tauro â Planeta Kerion
A casi sesenta y cinco años luz de la tierra, la gigante roja denominada Aldebarán ilumina débilmente un árido planeta conocido con el nombre de Kerion. Su superficie, hoy caracterizada por áridos desiertos, resecos paisajes rocosos, profundas gargantas secas y lisas mesetas, no habÃa sido siempre asÃ. El planeta comenzó su lento declive aproximadamente diez mil años antes cuando, por motivos todavÃa desconocidos, el fluÃdo metálico que constituÃa el núcleo empezó lentamente, pero de manera inexorable, a reducir la velocidad de rotación, provocando la progresiva reducción de su campo magnético.
Actualmente, la atmósfera de Kerion, compuesta tiempo atrás principalmente de nitrógeno y de aproximadamente un veinte por ciento de metano, ya casi no existe. Los dañinos rayos provenientes de su estrella, no pudiendo ser frenados ya por el poderoso campo magnético, la han disuelto gradualmente hasta reducirla a un 0,1 por ciento de su cantidad inicial. Mares de hidrocarburo lÃquido ocupaban casi la mitad del planeta. Lagos de metano e innumerables extensiones de helada agua salpicaban las zonas emergidas y la vida prosperaba exhuberante.el castástrofico evento sin embargo, parecÃa haber marcado el destino de Kerion. Sus habitantes, durane milenios, han intentado encontrar una solución para reavivar el núcleo sin haberlo conseguido jamás. Justo desde el inicio del declive probaron, incluso, a aventurarse en arriesgados y largos viajes interestelares buscando un planeta similar al suyo donde poder trasladarse, pero ninguna de esas misiones tuvo éxito.
Llegados casi al término de sus recursos naturales ya se habÃan resignado a la invevitable extinción cuando una de las mentes más brillantes del planeta propuso lo que la mayor parte de la población creyó que era una auténtica locura: liberarse de todo aquello que podrÃa "morir". El keriano inició una serie de experimentos que, en el transcurso de unos pocos decenios, lo llevaron a extraer de los cuerpos materiales de sus semejantes aquello que nosotros podemos definir como "alma", liberándola de esta manera del vÃnculo que se creÃa, hasta este momento, indisoluble del cuerpo fÃsico. La esencia de algunos voluntarios fue separada de la materia viva y fue implantada en nuevas estructuras, completamente mecánicas. Aquello que nació fue una nueva especie, basada completamente sobre cuerpos cibernéticos pero dotados de una inteligencia propia y de aquella esencia cósmica llamada alma o, simplemente, vida.
La separación de todas las almas de todos los habitantes fue completada en unos pocos años pero, debido a la escasez de materiales adecuados para la fabricación de nuevos cuerpos cibernéticos, el traslado se estaba llevando con mucha lentitud. Se decidió, entonces, proceder a la conservación de las "esencias" en envoltorios ovoides especiales destinados a este fin, de manera que se preservasen de la destrucción hasta que su nuevo exoesqueleto no fuese fabricado.
Los primeros nuevos seres creados, ahora ya practicamente inmortales, comenzaron una nueva epopeya de exploraciones del cosmos a la búsqueda, esta vez, de planetas que pudiesen proporcionarles las necesarias materias primas para la finalización del proyecto. De estos fueron identificados diez, incluso a distancia de años luz de su planeta natal, en los que fueron construidos auténticos laboratorios donde los recursos de los planetas podÃan ser extraÃdos y utilizados in situ para la realización de los nuevos cuerpos. Fudamentalmente era la presencia de helio-3 el que, mediante un complejo sistema de fusión nuclear, garantizarÃa a la estructura de cada uno de los kerianos una fuente prácticamente inagotable de energÃa. Para alcanzar aquellos planetas tan lejanos se crearon auténticos portales interestelares, a través de los cuales los contenedores con las almas de los habitantes y los aparatos necesarios eran transferidos a los laboratorios de ensamblaje. La realización de cada uno de los cuerpos, la instalación de cada una de las almas y su completa activación requerÃa cada vez un procedimiento muy largo pero, para ellos, ahora ya el tiempo no era un problema.
«Hemos recibido un extraño mensaje de la instalación λ anunció el keriano encargado de las transmisiones.
«¿Cuál es el mensaje?» replicó su superior, que respondÃa al nombre de Supervisor RTY y cuya conformación fÃsica recordaba mucho a una especie de araña de patas larguÃsimas y cuerpo macizo.
«Se ha interrumpido de manera extraña antes de completarse. Esto es todo lo que nos ha llegado» y transmitió en subluz
el fragmento de la comunicación.
Laboratorio atacado. Enviamos de vuelta...
«¿Qué cosa envian? ¿Atacado por quién?»
«No hay nada más. Desde ese momento las comunicaciones con Πse han interrumpido.»
«Intentemos reestablecerlas los más pronto posible y entender qué ha sucedido» ordenó RTY. «Hay más de diez millones de almas en ese laboratorio a la espera de ser trasladadas.»
«Lo sé muy bien» dijo el encargado de las transmisiones. «Pero, por el momento, lo único que recibo es la señal del contenedor (|) que está recorriendo el túnel de intercomunicación.»
«Quizás sea eso lo que nos están enviando de vuelta.»
«Pronto lo descubriremos. Estará aquà dentro de trescientos veinte cens.»
Tell-el-Mukayyar â La energÃa de las pirámides
«Aquà están, están bajando» dijo Petri indicando las tres naves espaciales que estaban rápidamente acercándose al campo de excavación.
«Disposición estándar» ordenó Azakis, en su comunicador portátil, a los pilotos de las naves.
Los dos alienÃgenas, junto con Jack y Elisa, quedaron en silencio mientras observaban las naves espaciales que completaban las rápidas y precisas maniobras de aterrizaje.
«Deberemos activar un campo de fuerza en cúpula para recrear una atmósfera más adecuada a nuestro sistema respiratorio» sugirió Petri.
«Estoy de acuerdo» replicó Azakis. «Ya estoy aburrido de ponerme estos malditos artilugios» e indicó los dos tubos del respirador que tenÃa enfilados en las narices.
«Hay demasiado oxÃgeno aquà para nosotros. Quizás habrÃa sido mejor organizar nuestra base de emergencia en alta montaña.»
«No, hombre. Por lo menos por el momento. El campo de fuerza será más que suficiente a la espera de organizarnos un poco mejor.»
«Vale, tú eres el jefe» dijo Petri, dando énfasis a la frase con una especie de saludo militar que habÃa visto hacer a los soldades terrrestres.
«Nave espacial número dos. Activar la cúpula de contención» dijo de nuevo Azakis en su intercomunicador.
Partiendo desde lo más alto de la nave espacial central, traicionado sólo por una ligera vibración del aire, una especie de velo casi invisible se extendió rápidamente en un radio de, aproximadamente, cien metros, formando una capa con forma de semi esfera que, desde el ápice de la pirámide virtual de la nave espacial número dos, se extendÃa uniformemente hasta hundirse en el terreno arenoso del desierto.
«Realmente un buen trabajo» exclamó Petri satisfecho.
«¿Por qué se han colocado de esa manera?» preguntó Elisa con curiosidad.
«¿De qué manera?» respondió Azakis. «¿Qué quieres decir?»
«Las naves espaciales. Las pirámides que han formado están casi en lÃnea recta y dispuestas con una de las caras hacia el sur. Las dos de los extremos están aparentemente alineadas mientras que las centrales parecen que están, levemente, fuera de los ejes.»
«Tienes unas excelentes dotes de observación» comentó Azakis,
«El caso es que me recuerdan mucho a otra cosa.»
«¿Qué cosa exactamente?» preguntó entonces el coronel que se sintió interesado de repente en la discusión.
«¿Has estado alguna vez en Egipto?»
«Hace mucho tiempo.»
«¿Y has visto la llanura de Giza?»
«Por supuesto que sû respondió Jack. A continuación, dándose una manotada sobre la frente, exclamó «Pues claro. Están puestas igual que las tres pirámides más grandes.»
«Keops, Kefren y Micerino» precisó la doctora.
«No tengo ni idea de lo que estáis hablando» dijo Azakis perplejo.
«Espera» dijo entonces Elisa. «Te lo enseño» y se dirigió con paso veloz hacia la tienda laboratorio. Salió de ella después de poco menos de un minuto llevando en la mano un grueso libro realmente antiguo. Mientras se acercaba a los otros tres, iba pasando rápidamente las páginas. «Aquà está. Mira» y se lo mostró al alienÃgena.
«Interesante... ¿Qué son?»
«Déjame ver» dijo Petri sacando el libro de las manos del compañero. «Ah, sÃ. He visto este tipo de construcciones. Son parecidas a aquella de allû e indicó el zigurat detrás del campamento. «Pero deben haber sido construidas por otro pueblo y en distintos periodos de tiempo.»
«¡Muy bien, Petri! Tienes razón. Nuestros estudiosos, desde el dÃa de su descubrimiento, se han estrujado el cerebro para comprender el motivo por el cual habÃan sido construidas y por qué las habÃan dispuesto de esa manera.»
«Pero si es muy simple» dijo Petri mostrando una bella sonrisa. «¿Ves aquellas estrellas allà arriba?» e indicó una constelación en medio de todas las otras estrellas, a las cuales el sol, ya desaparecido del horizonte, habÃa dejado el lugar.
«SÃ, claro. Nosotros la llamamos constelación de Orion. Coge el nombre del semi dios griego Orion» dijo Elisa. Después, mientras con el dedo Ãndice dibujaba el contorno en el aire limpio del desierto, añadió «Si, con una lÃnea imaginaria, conectamos sus estrellas, se forman la cabeza, los hombros, el cinturón y los pies de un hombre. Según la mitologÃa griega Orion era un gigante nacido con habilidades sobrehumanas, un poderoso cazador que mataba las presas con una maza de bronce indestructible. Cuando el héroe griego murió fue puesto entre las estrellas por toda la eternidad.»
«Son siempre muy sugestivas vuestras historias» comentó Petri fascinado. «Por lo que los Ancianos nos han enseñado todas las construcciones de este tipo, y hay un montón diseminadas sobre la tierra, se refieren a nosotros.»
«¿A los alienÃgenas?»
«A nosotros, los "Dioses", descendidos del cielo para crear la raza humana» precisó Petri.
«Y parecÃa que no hubiesen dejado huella aquû dijo Jack. «Parece como si todo lo que hemos hecho hasta hoy sea debido sólo exclusivamente a vosotros.»
«Bueno, pensándolo bien» comentó Elisa «debo decir que no podemos culparles de todo.»
«QuerÃa decir» añadió Petri tranquilamente «que nuestras naves espaciales se han colocado simplemente como las tres estrellas del "cinturón" de vuestro Orion.»
«¿Y lo mismo valdrÃa para las pirámides de Egipto?» preguntó Jack asombrado.
«DirÃa que sÃ.»
«Entonces eran auténticas las suposiciones de nuestros cientÃficos» dijo casi en voz baja la doctora. A continuación se cogió el mentón con los dedos Ãndice y pulgar y añadió «Sin embargo, no he comprendido todavÃa el verdadero motivo de esta disposición.»
«Muy simple, querida» exclamó Petri. «EnergÃa.»
«Esto me lo debes explicar muy bien» replicó la doctora mientras enderezaba la espalda y cruzaba los brazos.
«Incluso nosotros, tampoco sabemos demasiado» se apresuró a aclarar Petri. «Parece ser que, un objeto fabricado con forma de pirámide es capaz de generar una especie de energÃa positiva benéfica para todos los seres vivientes que están cerca de ella. Obviamente, cuanto más grande es el objeto más energÃa genera. Si después, existe también una conexión con un cuerpo celeste o mejor, con una serie de ellos, todo se amplifica de manera exponencial.»
«¿De qué tipo de energÃa estamos hablando?» preguntó la arqueóloga.
«Como te decÃa, ni siquiera para nosotros está claro. Muchos de nuestros Expertos se han dedicado a su estudio pero todavÃa no tienen datos concluyentes.»
«Por fin, algo que no sabéis ni vosotros» exclamó Jack satisfecho. «Es casi un milagro.»
«Son muchas las cosas que no sabemos, amigo mÃo. A grosso modo, nosotros sólo estamos ligeramente un poco más evolucionados que vosotros. El universo está lleno de misterios. ¿No habrÃas pensado que los conocÃamos todos?»
«Te confieso que, por un momento, lo he creÃdo de verdad.»
«Hay conceptos que no podremos entender jamás. Debemos resignarnos.»
«Pero nosotros somos seres inteligentes, fantasiosos, curiosos. ¿Qué nos impedirÃa entenderlo?»
Fue en este momento cuando Azakis intervino en la discusión diciendo «Es sólo un problema de niveles de percepción.»
«No he entendido nada» exclamó Elisa perpleja.
«Cojamos, por ejemplo, una célula de tu hÃgado» continuó pacientemente Azakis. «ImagÃnatela intentando razonar sobre su situación, su trabajo, sobre las células cercanas a ella. Quién sabe cuántas veces habrá intentado comprender qué hay más allá de la realidad en la que vive. ¿Habrá otros grupos de células? ¿Serán como yo? Quizás habrá incluso supuesto la presencia de un Dios. Incluso habrÃa intentado entrar en contacto con él, siguiendo, sabe Dios, qué complejos rituales, rezando por su intercesión en la resolución de sus problemas cotidiamos. ¿Pero quién es su Dios? ¿Tu vesicula biliar? ¿Tu corazón? ¿Qué percepción podrá tener una célula de tu hÃgado sobre ti, su Dios? ¿Cómo podrÃa entrar en contacto contigo? Y si no te percibiese, ¿podrÃa alguna vez percibirme a mÃ? Y el mar, el cielo, el sol, la galaxia... Es lo que quiero decir con distintos niveles de percepción.»
«¡Caray!» exclamó Elisa como si acabase de salir de un extraño trance. «No se me habÃa ocurrido... Asà que nosotros no podremos jamás ponernos en contacto con entidades de un nivel superior ni imaginar qué es lo que puede existir más allá de la dimensión en que vivimos.»
«Esto no lo sabemos. Parece ser que alguien, gracias a la energÃa particular aprisionada en las pirámides de las que hablábamos antes, podrÃa haber sido capaz de saltar uno o más niveles. Por desgracia incluso nuestros conocimientos en esta materia tan particular son todavÃa muy limitados.»
«Fascinante» susurró la doctora completamente alucinada. «Asà que también vosotros estáis buscando vuestro Dios.»
«Efectivamente, es un tema que llevamos estudiando desde hace mucho tiempo.»
«Y, si ni vosotros habéis conseguido llegar al fondo del asunto, figuraos cuantas esperanzas tendremos nosotros.»
«A menudo las mejores intuiciones nacen de la casualidad» sentenció Azakis. «Nuestras razas son muy parecidas y estoy convencido que, tanto nosotros como vosotros, podremos tener la misma posibilidad de descubrir el funcionamiento de este misterioso mecanismo, a través del cual podrÃamos ponernos en contacto con las entidades superiores.»
Elisa cruzó las manos detrás de la espalda y comenzó a caminar en cÃrculos. Reflexionó durante unos segundos y a continuación añadió «Sin embargo, en realidad, si la célula de antes no hiciese bien su trabajo, yo tendrÃa problemas y me darÃa cuenta. En el fondo incluso ésta es una forma de contacto, ¿me equivoco?»
«Tienes razón. Todos nosotros estamos aquà con una finalidad concreta y deberemos buscar, simplemente, hacer de la mejor manera nuestro trabajo. Es justo por esto que en Nibiru, desde el momento mismo en que nacemos, nuestros Formadores concentran sus esfuerzos en descubrir nuestra principal peculiaridad. Cada uno de nosotros posee una, de la misma manera creo que ocurra entre vosotros los terrestres. El mayor problema es descubrirla y exaltarla al máximo. Los Formadores, además de proporcionarnos todos los conocimientos básicos, se ocupan justo de esto. Son ellos los que, después de haber analizado atentamente nuestras caracterÃsticas, nos envÃan al grupo que más se adapta a nuestras actitudes personales como son aquellos de los Artistas, los Artesanos, los Expertos, etc. Nosotros no debemos hacer otra cosa que dar siempre el máximo en la actividad en la que resaltamos y completar el recorrido que han pensado para nosotros.»
«Muy bien, muchachos» intervino el coronel. «¿Qué me decÃs de dejar a un lado todos estos discursos filosóficos y dedicarnos seriamente a resolver el problemita que tenemos ahora?»
«SÃ, claro» añadió Petri. «De hecho, mientras vosotros, "cerebritos", estabáis disertando sobre los misterios del universo, yo he conseguido descargar los datos de tu grabadora personal.»
«¿De qué estás hablando?» preguntó Azakis perplejo.
«En honor a la verdad ni siquiera yo me acordaba» continuó el Experto. «Sin embargo, antes de salir, me habÃa ocupado de activar un sistema de grabación personal que memorizarÃa todas las acciones de cada uno de los componentes de la tripulación.»
«SÃ, sÃ, ahora me acuerdo. ¿Estás hablando de ese aparatito que me pusiste aquà detrás, verdad?» replicó el comandante mientras, torciendo el busto, intentaba señalar un pequeño rectándulo negro fijado sobre su cinturón gris claro.
«Justo, amigo mÃo. Y no imaginas lo bien que ha funcionado. He conseguido descubrir dónde ha acabado tu sistema de control remoto.»
«¿Ah, s� ¿Y dónde ha acabado?»
«Nunca lo imaginarÃas.»
Pasadena, California â El noticiario
«¿Y ahora qué hacemos con este juguetito?» preguntó el tipo alto y flaco mientras subÃa, por la parte del conductor, a bordo de un flamante Chevrolet Corvette de color rojo fuego.
«¿Hablas del automóvil o del artilugio de los alienÃgenas?» preguntó su corpulento compinche mientras que, con mucha dificultad, intentaba también él subir a bordo del veloz auto deportivo.
«Hablaba del control remoto, aunque todavÃa no he comprendido porqué has decidido comprar un auto como este, ya que ni siquiera consigues entrar.»
«Me parece que también a tà te cuesta, mi querido poste de la luz.»
«Precisamente. ¿No podÃas coger algo un poco más cómodo para los dos?»
«Cuando hundas el pié en el acelerador de esta bestia, entenderás inmediatamente el porqué» y después de cerrrar la portezuela con demasiada violencia, añadió «Venga, vamos.»
«¿A dónde vamos?»
«Volvemos a la base. Quiero analizar con calma todos los datos que nos ha suministrado nuestro amigo el friqui y descubrir todos los secretos de este aparato alienÃgena.»
«No querrás decir que sabes más que él. ParecÃa muy preparado.»
«Debo decir que el chaval ha hecho un trabajo excelente pero también he investigado por mi cuenta.»
«¿De qué estás hablando?» preguntó el tipo delgado, perplejo.
«¿Qué crees que he estado haciendo todas estas noches del último mes, delante del ordenador, mientras tú roncabas como un oso en hibernación?»
«¿Ver páginas porno?»
«¿Pero dónde te he encontrado? Ãltimamente me lo pregunto con frecuencia.»
«Es el destino que nos ha unido» replicó el tipo delgado mientras pisaba a fondo el pedal del acelerador y el Corvette volaba, dejando dos estelas negras de neumáticos sobre el asfalto.
«Eh, ve despacio» gritó el gordito mientras era aplastado contra el asiento debido a la repentina aceleración. «No querrás destrozarlo en un jesús. Sólo he pagado los dos primeros plazos.»
«¡Guau!» exclamó el tipo delgado. «Va como un misil. Es una bestia esta joya.»
«SabÃa que te gustarÃa. Ahora, sin embargo, ten cuidado y no tires a aquella vieja» dijo el tipo corpulento, indicando una frágil señora que estaba atravesando con lentitud la carretera. «Dejemos que goce un poco más su jubilación.»
«No te preocupes, amigo mÃo. Estás en buenas manos» replicó el tipo que estaba conduciendo mientras que, con una brusca maniobra, esquivaba por un pelo a la viejecita.
«¡Demonios!» exclamó el gordito. «Casi le has arrancado el vestido.» A continuación se volvió hacia atrás y viendo a la anciana señora que, agitando el bolso, los estaba poniendo verdes, añadió «Otra serie de improperios como esos y serás tú quien no conseguirá gozar de la jubilación» y soltó una risotada.
«OlvÃdalo. No soy nada supersticioso.»
«Haces mal. ¿Y si fuese un rito vudú? PodrÃas encontrarte saltando como un grillo mientras la vieja te pincha con un alfiler de sombrero en el trasero en el muñequito que hace las veces de tu persona.»
«¿Quieres parar con esas tonterÃas y me dices qué hace esa cosa?»
«Vale, vale. No te calientes. Sólo estaba bromeando, ¿no?» El tipo corpulento apoyó de nuevo el objeto alienÃgena sobre la palma de la mano izquierda y dijo «El friqui tendrá, es posible, un montón de conocimientos pero, según lo que he encontrado, te puedo asegurar que he utilizado los canales a los que, seguramente, no habrá tenido la posibilidad de acceder.»
«A veces me das miedo.»
«¿Quieres ver una cosa?»
«Bueno, depende de lo que sea.»
«En los diferentes archivos que he consultado con respecto a esta tecnologÃa alienÃgena, he descubierto que este artilugio, además de hacer saltar por los aires las astronaves, puede hacer muchas otras cosas igualmente majas.»
«¿Estás seguro que ha funcionado?» dijo el tipo que estaba conduciendo mientras se enfrentaba a una curva a toda mecha, aplastando al pasajero contra la portezuela.
«¡Eh! ¿Quieres ir más despacio? Sólo faltarÃa que nos persiguiera la policÃa y nos arrestaran de nuevo.»
«Se me ha ocurrido una idea» dijo entonces el tipo flaco. «Enciende la radio.»
«¿Te parece que sea el momento de ponernos a oir cancioncillas?»
«No, idiota, que no eres más que un idiota. Pon el noticiario.»
El tipo corpulento, si bien un poco dubitativo, decidió no hacer más preguntas y, una vez encendida la radio, comenzó a recorrer la distintas emisoras hasta que encontró una en la que estaban retrasmitiendo las noticias del mundo.
«Después de haber irrumpido en la oficina de la sede central del banco, los cuatro ladrones, con la cara cubierta, que empuñaban pistolas y fusÃles automáticos, han intimidado a los empleados con el fin de llenar las bolsas con el dinero. Toda la operación ha durado poco menos de cinco minutos. Cuando la policÃa llegó los ladrones ya se habÃan marchado sin dejar rastro. Se han establecido puestos de control policial en todas las vÃas de acceso a la ciudad.»
«¿Qué nos importa esto?» preguntó el gordito cada vez más alucinado.
«Paciencia, amigo mÃo, paciencia.»
«Ahora volvemos con los titulares. Parece ser que hay novedades interesantes. Conectamos con nuestro enviado especial en Washington, Fred Salomon.»
«Gracias Lisa. Me encuentro en la sala de conferencias de la Casa Blanca donde el presidente acaba de llegar y está a punto de emitir un comunicado oficial. Escuchémoslo en directo.»
Pasaron algunos segundos de silencio, a continuación la inconfundible voz del Presidente de los Estados Unidos de América fue difundida por los potentes altavoces del Corvette.
«Señoras y señores, para empezar gracias a todos por haber venido. Por desgracia las noticias que me han llegado hasta ahora no son para nada reconfortantes. Parece ser que el insólito resplandor, detectado hace casi una hora en la luna, haya sido causado, efectivamente, por una inmensa explosión y que en ella ha estado involucrada la astronave de nuestros amigos alienÃgenas. TodavÃa no sabemos si han conseguido ponerse a salvo. Daremos otro comunicado en el momento en que tengamos más novedades con respecto a lo ocurrido. Gracias.»
«¡Por todos los demonios!» exclamó el gordito atónito «Asà que la hemos hecho saltar por los aires de verdad.»
«¿No estás contento? Cuando estábamos con el friqui parecÃa que era lo que más deseabas del mundo.»
«Bueno, sÃ.... vale. Sin embargo, en el fondo, me da un poco de pena.»
«IncreÃble. No habrÃa pensado jamás que debajo de toda esa carne hubiese un corazoncito.»
«Déjate de decir tonterÃas» dijo el gordo con aire arrepentido. «Dále al acelerador y volvamos a la base.»
Planeta Kerion â El trágico descubrimiento
«El contenedor (|) acaba de salir del tunel de intercomunicación» anunció el diminuto keriano responsable de la coordinación de las maniobras. «Dentro de 0,1 cens llegará al punto de atraque.»
«Quiero que lo traigan aquà de inmediato para verificar el contenido y para el análisis de los datos memorizados» ordenó el Supervisor RTY a su subordinado.
El extraño objeto ovoide, proveniente de casi sesenta y cinco años luz de distancia, fue interceptado por una especie de campo de contención que lo desenganchó de la órbita del planeta y lo transportó rápidamente en dirección a una abertura de la gigantesca estructura, completamente metálica, que se extendÃa por casi doscientos kilómetros cuadrados a lo largo del ecuador de Kerion.
«Contenedor (|) casi en posición» dijo el coordinador.
«Dáte prisa para traerlo aquû exclamó RTY. «Debemos descubrir, como sea, qué ha sucedido en λ
En cuanto el recipiente alcanzó el punto de atraque fue enseguida custodiado por dos keriani con una figura realmente insólita. Uno era muy parecido a una especie de remolque sin ruedas, mientras que el otro se parecÃa más a un enorme cangrejo con seis pinzas. El cangrejo aferró con delicadeza el contenedor y lo depositó en el interior del keriano/remolque que, después de recibir el mensaje de que habÃa tenido lugar el enganche, sin emitir ni un sonido, partió a una velocidad increÃble en dirección a los laboratorios.
«El contenedor (|) ha llegado» exclamó el coordinador. «Equipo de verificación, efectuad un análisis competo del contenido.»
Cuatro keriani, incluso éstos con unas formas muy extrambóticas, se precipìtaron sobre el objeto y, después de haberlo sumergido en un pequeño embalse que contenÃa una solución a base de amonÃaco, comenzaron con el escaneo de su interior. HabÃan pasado pocos minutos cuando el keriano más pequeño de los cuatro comunicó. «Novecientos noventa almas presentes, todas en perfectas condiciones. Estoy enviando al sistema central la grabación de los acontecimientos memorizados desde la cápsula.»
«La quiero en la pantalla» ordenó perentoriamente RTY.
Las imágenes mostraron la superficie de la luna alejándose rápidamente mientras un objeto enorme perfectamente esférico se acercaba a la zona del laboratorio subterráneo Î. Pasados unos segundos, un resplandor cegador saturó con su luz la grabación e, inmediatamente después, ya no habÃa nada. Toda el área parecÃa haber sido golpeada por un gigantesco martillo. Las imágenes mostraban sólo una zona enorme y plana del suelo lunar, increiblemente lisa y pulida. La grabación continuó todavÃa por unos momentos mostrando el satélite cada vez más lejos; luego, se interrumpió.
«El laboratorio» exclamó RTY horrorizado. «Ha sido destruido por completo.»
«No hay nada más» comentó con amargura el coordinador. «La grabación ha terminado.»
«Es un ataque descarado y deliberado a nuestro puesto de avanzadilla. SabÃa que no debÃamos fiarnos de aquella especie de alienÃgenas.»
«¿Piensas que el arma esférica ha sido construida por ellos?»
«Hay sólo dos planetas habitados en aquel sistema solar y en ellos hay seres de la misma especie. No tendrÃamos que haber establecido allà nuestra base.»
«Es una tragedia inmensa» dijo con tristeza el keriano coordinador. «En el laboratorio habÃa casi diez millones de almas preparadas para ser transferidas. Se salvaron sólo las novecientas noventa que han conseguido huir a la catástrofe por medio de la cápsula (|).»
«TodavÃa no me lo puedo creer» exclamó RTY consternado. «Debemos de advertir de inmediato al Supremo TYK.»
Tell-el-Mukayyar â Las grabaciones
Petri y sus tres amigos, de momento, se habÃan trasladado al interior de la tienda laboratorio de la doctora Hunter.
«Realmente me come la curiosidad» dijo Azakis ansiosamente. «Me gustarÃa ver qué es lo que no ha funcionado de tu sistema de enganche.»
«No, querido. Ya verás como las cosas sucedieron de manera distinta» replicó Petri mientras hacÃa aparecer, aproximadamente a medio metro del suelo, un holograma tridimensional.
«Esto que haces, siempre me deja atónito» exclamó Jack mientras observaba las imágenes que se formaban justo en medio de la tienda.
«Ahora voy un poco hacia atrás» dijo Petri mientras trasteaba con un extraño instrumento y las escenas se iban reproduciendo al revés. «Este es el momento en que hemos llevado al Ãrea 51 al general Campbell, el senador Preston y los dos graciosos personajes que nos han asaltado cuando estábamos intentando recuperar la carga.»
«SÃ, sÃ. Me acuerdo perfectamente.»
«Ahora os enseño una cosa» y el holograma mostró al tipo corpulento que se acercaba amenazante a Azakis al tiempo que le daba una palmada en la espalda.
«CreÃa que me estaba atemorizando» dijo el comandante alienÃgena. «No me ha movido ni un milÃmetro. ¿Qué tiene que ver esto con el extravÃo del control remoto?»
«Espera. Deja que agrande este detalle... Lo que estáis viendo es la mano del gordito mientras, con una habilidad finÃsima, te quita del cinturón el aparato.»
«¡IncreÃble!» exclamó el coronel. «Una maniobra digna de los mejores carteristas que dan vueltas por el metro.»
«Con la excusa del golpe en el hombro ha aprovechado para robarte el control remoto» añadió Elisa. «Es una vieja técnica que los ladrones de tiendas se transmiten de generación en generación.»
«¿Me lo ha robado él?» preguntó Azakis consternado.
«Justo, amigo mÃo» confirmó Petri.
«¿Y cómo diablos ha conseguido reactivarlo y completar la orden de autodestrucción? Tú lo habÃas deshabilitado completamente ¿o me equivoco?»
«SÃ, Zak. El aparato habÃa sido desactivado. Probablemente, él y su compinche, después de haber sido liberados, se habrán puesto a buscar entre las numerosas informaciones que hemos dejado a los terrestres y habrán encontrado el sistema para burlar el sistema de bloqueo.»
«Esos dos han destruido nuestra astronave y nos han impedido regresar a casa» explotó Azakis preso de una furia impensable en él. «Cuando los tenga otra vez a mano haré que se arrepientan de haber nacido, te doy mi palabra.»
«Cálmate amigo mÃo. Ahora, lo que está hecho, hecho está. No podemos hacer nada. Lo que deberÃamos hacer es localizar a esos dos desgraciados y recuperar lo que nos han robado antes de que descubran las otras funciones que posee.»
«¿Por qué? ¿Qué otras cosas hace?» preguntó Elisa con curiosidad.
«OlvÃdalo, por el momento. Es mejor que no lo sepas.»
«¡Porras! ¡Cuántos misterios!» replicó la doctora un poco molesta.
«Tienes razón, si han conseguido descubrir cómo activar la autodestrucción, podrÃan haber descubierto también el resto» dijo Azakis preocupado.
«¿No deberÃais pensar antes de nada en un sistema para volver a casa?» preguntó el coronel. «No me parece que esto sea tan urgente.»
«Tienes razón Jack, pero ese artefacto, en las manos equivocadas, podrÃa resultar realmente muy peligroso.»
«Y aquellas son, decididamente, manos equivocadas» añadió Elisa.
«PodrÃa haber un sistema» dijo Petri casi en voz baja.
«¿El qué? Di algo. ¿Tengo que pedÃrtelo de rodillas?» exclamó Azakis molesto.
«Aquel aparato está dotado de un sistema de alimentación particular. Si estuviésemos todavÃa en la Theos podrÃa fabricar un dispositivo que fuese capaz de localizar el rastro de las emisiones que se dejan atrás.»
«¿Y te acuerdas ahora?» Azakis estaba realmente muy alterado. «¿No podrÃas haberlo hecho en el momento en que te has dado cuenta de su desaparición?»
«Lo siento, pero este sistema de búsqueda funciona solo si el objeto está en movimiento y nosotros habÃamos dado por descontado que te habÃa caÃdo por ahÃ.»
«Calmáos, muchachos» dijo el coronel, reforzando sus palabras con un amplio gesto de sus manos. «De todas formas, por lo que he entendido, sin la Theos no se puede hacer nada, ¿verdad?»
«Bueno, quizás se podrÃa hacer alguna chapucilla» dijo Petri rascándose la cabeza.
«Perdona el arrebato, amigo mÃo» dijo el comandante arrepentido. «Sé que no es culpa tuya. Es un mal momento para los dos.» A continuación, mientras le apoyaba una mano sobre el hombro, añadió «Haz lo que puedas. Creo que es muy importante que recuperemos ese objeto lo antes posible.»
«No te preocupes Zak. Ningún problema. Intentaré inventar algo, arreglándomelas con los pocos medios que nos quedan.»
«Sólo tú puedes hacerlo. Estamos en tus manos.»
«Voy» y, sin añadir nada más, el Experto salió de la tienda laboratorio dejando detrás de sà algunas nubes de polvo.
«¿Lo conseguirá?» preguntó Jack dubitativo.
«Seguro. No tengo ninguna duda. Petri posee unas capacidades increÃbles. Más de una vez le he visto realizar cosas que ni siquiera un equipo compuesto por los mejores Artesanos habrÃa sido capaz de hacer. Es una persona excepcional. Lamento haber sido tan rudo. Lo quiero muchÃsimo y estarÃa dispuesto a dar la vida por él en cualquier momento.»
«No te preocupes Zak» dijo entonces Elisa con una voz muy dulce. «Ãl lo sabe perfectamente. Es un mal momento pero lo superaremos sin problemas. No tengo ni la más mÃnima duda.»
«Gracias Elisa. Lo espero de corazón.»
Pasadena, California â La guarida
Apenas la puerta se abrió, el hombre con sobrepeso fue golpeado por una placentera ráfaga de aire fresco. El aire acondicionado de la habitación, que habÃa dejado encendido desde la noche anterior, habÃa hecho magnÃficamente su trabajo.
«¡Qué maravilla!» exclamó. «No podÃa soportar por más tiempo aquel calor asfixiante.»
«Quizás si te decidieses a hacer una dieta seria y te librases de toda esa grasa que tienes encima, el calor no te darÃa tantos problemas.»
«¿Por qué te metes siempre con mi excedente?»
«Llámalo provisiones. PodrÃas estar tranquilamente un mes sin comer» exclamó el tipo flaco explotando después de una sonora risotada.
«Hago como que no te he oÃdo.»
El pequeño piso que los dos estaban utilizando como base de operaciones estaba amueblado de manera muy espartana. En el salón principal habÃa sólo una sencilla mesa de madera clara con cuatro sillas del mismo color y un pesado sofá de color gris oscuro con los cojines y los apoyabrazos desgastados. En el rincón de al lado de la ventana francesa que daba sobre un triste patio interior, una maceta de plástico marrón contenÃa el resto de una pequeña Washingtonia Filifera que, a pesar de su gran resistencia a los climas secos, habÃa muerto la semana anterior por falta de agua. El baño diminuto mostraba también signos evidentes de abandono. Unas cuantas baldosas habÃan saltado de las paredes y gruesas manchas oscuras sobre el suelo descolorido daban testimonio de las filtraciones de agua que no se habÃan reparado jamás. Dos pequeños y lamentables dormitorios, cada uno de ellos con una cama de una plaza y una mesita de noche barata, junto con una cocina americana con muebles viejos de hace, por lo menos, veinte años, completaban el equipamiento de aquel apartamento, al que se podÃa llamar de todo menos agradable.
«A decir verdad, en cuanto a gusto en la elección de nuestros escondites, eres lo máximo, ¿eh?» comentó el tipo alto y delgado.
«¿Por qué lo dices? ¿Qué es lo que no te gusta de este sitio?»
«Es una pocilga. Eso es lo que no me gusta. Siempre estamos hablando de hacer una montaña de dinero pero, al final, acabamos siempre en uno de estos agujeros asquerosos.»
«Siempre te estás lamentando» replicó el tipo gordo. «Intentemos vender este aparato y verás como podremos dejar esta vida de una vez por todas.»
«Si tú lo dices... yo no estarÃa tan convencido.»
«Venga, pásame el ordenador portátil que te enseño una cosa.»
El tipo delgado sacó desde detrás del sofá una bolsa negra de bandolera y extrajo de ella un ordenador portátil gris oscuro. Lo observó durante un momento, a continuación lo pasó a su compinche que lo apoyó sobre la mesa y lo encendió. Quedaron los dos durante un rato observando la pantalla mientras el sistema operativo completaba el procedimiento de arranque hasta que, llegado a un cierto punto, el tipo flaco explotó «No agunto estos chismes. Paso las horas mirando barras de deslizamiento, relojes que giran, actualizaciones diversas... ¿Será posible que no se consiga fabricar un ordenador que funcione como un televisor? Le das al botón y se enciende.»
«Sà claro, estarÃa genial. Yo, en cambio, lo que más odio es que, cuando has acabado de usarlo y quieres apagarlo para irte a casa, te escribe un mensaje que dice "No apagar el ordenador. Instalando actualización 1 de 325 en curso..." y tienes que esperar media hora mientras hace lo que le da la gana. ¿Justo tiene que esperar a que me vaya?»
«Ay, la informática. Probablemente los programadores que han proyectado estos sistemas operativos gozan viéndonos a nosotros, pobres mortales, perder los nervios delante de sus "creaciones"»
«¿Dices que lo hacen a propósito?»
«Si piensas que hoy en dÃa sólo para escribir una carta, te hace falta un ordenador con una potencia de trabajo un millón de veces más grande que aquel que han usado en las misiones Apollo para mandar al hombre a la luna, supongo que algo ha tenido que torcerse en la revolución tecnológica.»
«Bueno, el experto eres tú» comentó el tipo flaco. «Estoy convencido que nos hacen perder un montón de tiempo pero sin estos aparatos ahora ya no podrÃamos ni siquiera il al baño.»
«Olvidémoslo, será mejor. Mira, en cambio, lo que he descubierto en mis noches de insomnio.»
El hombre corpulento mostró sobre la pantalla una serie de imágenes que debÃa haber cogido de algún archivo que se veÃa que no era público. Hizo pasar de largo algunos y a continuación dijo «Aquà está. Esto que estás viendo creo que son una especie de combinaciones de caracteres cuneiformes capaces de activar funciones complementarias de este aparato.»
«¿Dónde las has conseguido?» preguntó el tipo flaco asombrado.
«Si te lo dijese después tendrÃa que matarte» respondió con un aire muy serio el gordito.
El tipo alto y flaco quedó por un momento como paralizado, después se dió cuenta que su compinche hablaba de broma, y después de darle un buen coscorrón, exclamó «Tú eres imbécil. Venga, déjame ver ese increÃble descubrimiento.»
«Espera, déjame examinar antes qué nos ha dado el friqui» y metió en el ordenador la memoria USB obtenida del chaval. Se deslizó rápidamente por una serie de archivos, abriendo al azar alguno de vez en cuando, hasta que su atención fue atraida por una imagen que ya habÃa visto. «Mira esto» exclamó.
«¿Qué es?»
«Es una secuencia de caracteres que ya conozco.»
«No entiendo.»
«Tú estás tonto. Esta combinación es la que ha activado la orden de autodestrucción de la astronave y estoy seguro de haberla visto ya durante mis búsquedas.»
El tipo delgado, para evitar más reproches, se limitó emitir un gruñido.
«Aquà está» dijo de nuevo el tipo gordo mostrando la misma serie de imágenes que estaban mirando con anterioridad pero resaltándolas con el ratón. «Es esta.»
«SÃ, ¿y...?»
«Entonces, si esta secuencia ya ha funcionado, probablemente estas otras que se ven aquà podrÃan estar activadas.»
«Tiene sentido.»
«¿Qué te parece si probamos una de ellas?»
«¿No será peligroso? Creo que ya hemos hecho bastante daño.»
«Eres un miedica» dijo el tipo gordo. «En el peor de los casos haremos saltar por los aires otra de esas malditas astronaves.»
«¿Y si fuésemos nosotros los que saltásemos por los aires? No sabemos nada de esa cosa.»
«Venga, probemos» exclamó el gordo con la expresión de un chaval que está a punto de hacer explotar un petardo bajo la manta del abuelo mientras duerme plácidamente.
«Házlo tú. Yo me voy a proteger detrás de allÃ.»
«Siempre tan valiente, ¿eh? No te preocupes, lo hago yo, no eres más que una nenaza.»
El tipo corpulento, entonces, después de esperar a que su compinche se fuese a encerrrar en el dormitorio adyacente, tomó aire y, usando su grueso dedo Ãndice, trazó sobre la superficie del objeto la primera secuencia indicada en la pantalla. Justo después lanzó el aparato sobre el sofá y se echó a tierra con las manos sobre la cabeza. Esperó inmóvil algunos segundos pero no sucedió nada. Permaneció todavÃa un rato, tendido sobre el suelo, y sólo después de haber constatado que no parecÃa que hubiese ningún peligro, alzó ligeramente la cabeza. El control remoto estaba tranquilamente apoyado sobre el asiento del sofá y no parecÃa que funcionase.
«¿Y bien? ¿Qué ha sucedido?» preguntó su compinche asomando la cabeza desde la puerta semi cerrada.
«Nada, absolutamente nada.»
«¿No te habrás equivocado al escribir la secuencia?»
«No lo creo. Parece que hice todo correctamente» dijo el gordito mientras, con mucha cautela, se volvÃa a levantar y se acercaba de nuevo al objeto alienÃgena.
«Venga, prueba otra vez. Yo me quedo aquÃ.»
«Gracias por la ayuda. ¿Qué harÃa sin ti?»
Esta vez el tipo corpulento decidió que no se tirarÃa de nuevo al suelo y compuso la sequencia permaneciendo sentado en la butaca. Repitió más veces la operación pero el objeto no parecÃa que reaccionase.
«Nada de nada» añadió el tipo gordo.
«Puede que estemos destruyendo todas sus astronaves» comentó el tipo alto mientras se asomaba otra vez desde la puerta.
«No digas sandeces. El friqui ha dicho que este chisme tiene un alcance de solo algunos cientos miles de kilómetros. Nibiru vete a saber dónde está. Yo, en cambio, creo que, es algo mucho más sencillo, esta secuencia no está operativa.»
«Entonces probamos otra, ¿no?»
«¿Probamos? A mà me parece que soy el único en "probar"»
«Eh, no seas tan intransigente. Por otra parte, ¿quién es el más entendido en tecnologÃa de los dos?»
«Vale, vale. Ahora pruebo con la segunda.»
El tipo gordo pasó los diez minutos siguientes componiendo, una después de otra, casi todas las combinaciones que habÃa visto sobre la pantalla del ordenador pero no ocurrió nada de extraño.
Mientras tanto, visto que las situación era de todo menos peligrosa su compinche se habÃa acercado hasta él y juntos estaban haciendo conjeturas y suposiciones de todo tipo.
«Quizás las imágenes van al revés» dijo, llegado a un punto, el tipo delgado.
«Que va. Los caracteres cuneiformes del control remoto están en el mismo orden que los del vÃdeo.»
«Entonces, tus fantásticas "fuentes" se deben de haber secado.»
«No es posible. Debe funcionar. Estoy convencido.»
«Me quedan sólo dos por probar. Si ni siquiera estas funcionan, tiramos esta cosa al cubo de la basura y nos vamos a beber algo fresquito.»
El tipo corpulento bufó y, sin añadir nada más, compuso, sin mucha convicción, la penúltima secuencia. Tecleado el último sÃmbolo percibió un ligerÃsimo temblor y un instante después, desde la parte delantera del aparato, apareció una especie de resplandor nada natural. Hubo un ligero chasquido y, en la parte vacÃa delante de ellos, se abrió una nueva ventana, perfectamente circular de casi medi metro de diámetro.
«Pero qué demonios...» exclamó el tipo flaco con los ojos abiertos como platos.
«Por todos los cielos...» añadió su amigo también horrorizado.
Con las piernas todavÃa temblequeantes por el miedo, se levantaron y se acercaron con cautela al agujero de la pared. Fue el más alto el que, metiendo la cabeza en la abertura, exclamó «Es increÃble. La pared se ha desmaterializado y hemos agujereado también el cartel publicitario del coche allà abajo. ¡Está por lo menos a cien metros de aquÃ!»
Planeta Kerion â TYK el Supremo
«Supremo TYK» anunció RTY en el sistema de comunicación interno de la estructura ecuatorial del planeta. «Por desgracia soy el embajador de una terrible noticia.»
«RTY, mi fiel amigo. No temas, nada podrá turbar mi serenidad y la de nuestro pueblo.»
El Supremo TYK era, en realidad, el exoesqueleto más grande y antiguo de todo Kerion donde, miles de años antes, habÃan sido trasladadas las almas de aquellos que habÃan gobernado el planeta en el periodo pre-máquina. Con el tiempo, su estructura fÃsica se habÃa convertido en algo inmenso. Su extensión actual se acercaba a los dos kilómetros cuadrados con una altura que, en algunos puntos, superaban incluso los quinientos metros lineales. TYK era un conglomerado tecnológico multifuncional con las caracterÃsticas especÃficas y la eficiencia de un millón de fábricas japonesas todas juntas.
«Me temo que esta vez lo que ha sucedido sea verdaderamente atroz» continuó el keriano responsable.
«Habla, ¿qué ocurre?»
«El laboratorio Πha sido atacado y destruido. Diez millones de almas han sido aniquiladas. Sólo se han salvado novecienta noventa expulsadas, por medio del contenedor (|), pocos momentos antes de la explosión.»
«¿Explosión? ¿De qué estás hablando? ¿Quién ha sido?» la voz, siempre suave y tranquila de TYK, habÃa asumido ahora un tono decididamente mucho más alterado.
«En el sistema central, referencia |^|, puedes ver directamente lo que ha sido grabado desde la cápsula mientras se alejaba del satélite.»
TYK quedó duratne mucho tiempo en silencio mientras miraba una y otra vez las imágfnes capturadas por el contenedor, a continuación desactivó la grabación y dijo «Ese artefácto esférico ha sido diseñado por aquella raza alienÃgena que habita el planeta azul llamado |o|.»
«O quizás por los habitantes del otro planeta que pertenece al mismo sistema solra» añadió el responsable.
«Ha sido un ataque despiadado por parte de esa especie primitiva hacia nuestra raza. Millones de nuestros hermamos han sido aniquilados antes de que puediésemos trasladarlos. ¿Por qué?»
«Hemos pensado siempre que esos seres no representaban ningún peligro para nosotros, aunque yo siempre me he opuesto a la fabricación de Πen su satélite.»
«¿Cuál es el otro planeta del que hablabas?»
«Lo llamamos |O|. Es muy parecido a |o|. Su órbita, sin embargo, es mucho más grande. Efectúa un giro completo entorno al sol cada 3.600 revoluciones de |o| y sus habitantes son de orÃgenes muy parecidos. De hecho, según estudios hechos en su momento, parece ser que los habitantes de |O| han modificado genéticamente algunas especies que vivÃan en |o| para hacerlos semejantes a ellos.»
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=40850189) на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.