Sean
Virginie T.
Sevana está por fin a salvo en el territorio de la manada, pero a Connor le asalta una duda.¿Y si su mejor amiga, Ashley, conocía sus orígenes fateles? La avispada enfermera podría correr un gran peligro. Es a Sean a quien envían para investigar, pero ninguno de los Ángeles Guardianes podía imaginar hasta dónde conduciría el vínculo.
Traducido por Angelines Valenzuela Aycart
© 2020 - Virginie T.
Sean
Sean
Volumen II
Virginie T.
Traducido por Angeline Valenzuela Aycart
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2020. Todos los derechos reservados
La manada Ángeles Guardianes: Sean Virginie T.
Prólogo
Debería activarme un poco. Hoy recibo a una enfermera nueva y me han encargado enseñarle todo. Supongo que tendremos mucho que trabajar hasta que sea completamente operativa. Me han dicho que solo tiene veinte años, lo que significa que carece de experiencia. Tiene la misma edad que yo cuando empecé en el hospital hace ya 10 años, y recuerdo muy bien todos los obstáculos que tuve que superar para salir adelante. En esta profesión, no todos los días son fáciles.
Mierda, voy un poco tarde. Peter ha insistido en hablar conmigo antes de que me fuera. Es el alfa de la manada Treat y mi padre. Bueno, en realidad no, pero como si lo fuera. Le debo mucho, por lo que cuando me convoca, sea cual sea el motivo, obedezco sin discutir, como todo el mundo. Solo quería hablarme de la nueva empleada del hospital. Como la mayoría de las manadas, tenemos a nuestro friki particular, y Peter investiga a todas las personas nuevas que tengan alguna posibilidad de acercárseme. Resulta cargante, pero lo entiendo. Lo hace por mí y por Sam. Solo quiere protegernos y nunca podré agradecerle lo suficiente lo bueno que ha sido con nosotros. Por suerte, la conversación ha sido rápida. Es una simple humana que no representa ningún peligro.
Cuando llego a la unidad con solo diez minutos de retraso, la nueva está ya en la sala de descanso esperando prudentemente a que venga a buscarla.
— Hola. ¿Sevana?
— Sí. Tú debes ser la persona que me han dicho que espere aquí.
— Así es. Soy Ashley. Seré tu compañera más habitual en esta planta y estoy encargada de instruirte en las rutinas del hospital. Te lo aviso, no tengo pelos en la lengua. Digo todo lo que se me pasa por la cabeza sin filtro, ya sea bueno o malo. Espero que no seas muy susceptible.
— Ningún problema. Prefiero la sinceridad a la hipocresía.
— Perfecto. Ven conmigo. Voy a meterte de lleno en faena, así es como mejor se aprende. Empecemos por la primera habitación. Te lo advierto, es un niño con fracturas y muchos moretones. Una mala caída por las escaleras. Está en coma, pero no tardará en despertarse. No dejes que te afecten demasiado las cosas o no aguantarás mucho tiempo en este trabajo.
— Vale. No te preocupes por mí. Estoy segura de que encontraré la forma de ser útil.
Me gusta. Aunque parezca tímida, es dispuesta. Estoy segura de que con el tiempo vamos a llevarnos bien. Dejo que compruebe las constantes del niño mientras yo le tomo la temperatura. Al levantar la cabeza, me quedo pasmada. ¿Por qué le coge la mano? Sentir compasión vale, pero pena... Como se deje llevar por sus emociones está perdida.
— Debes ser fuerte, ¿recuerdas? Te lo advertí.
Sobresaltada, suelta la mano del niño inmediatamente y comienza a balancearse de un pie a otro con una expresión incómoda. Puede que me haya pasado. Al fin y al cabo, es su primer día. Yo también he pasado por eso y me he entristecido con ciertos pacientes. Debemos ser profesionales, ¡pero tampoco somos de piedra!
— ¿Quieres ir a tomar un poco el aire?
— No, no es eso.
Soy una persona impaciente por naturaleza. ¿Que valora la sinceridad? Muy bien, a mí lo que me gusta es la gente directa.
— Déjate de rodeos. Suéltalo.
Vacila unos segundos más antes de asentir con la cabeza.
— Debemos impedir que el padre acceda a la habitación. No debe acercarse al niño.
Frunzo el ceño ante el sinsentido que acaba de articular. No me lo esperaba. ¿Por qué íbamos a hacer eso? Evidentemente, los padres tienen acceso sin restricciones a la habitación de su hijo.
— ¿Por qué?
Parece cada vez más incómoda. Titubeante, me rehúye la mirada. Es igual, no necesito escucharla para saber lo que está pensando. Justo cuando abro la mente, se decide a explicarse.
— No estoy segura de que se cayera solo. Sospecho que puede ser un caso de maltrato.
— ¿Por qué?
Se encoge de hombros sin añadir nada más.
— Una corazonada.
Uhm. En vista de lo que le ronda la cabeza, le tomo la palabra. La imagen del pobre niño en una silla de ruedas, escayolado y llorando, lanzado de un empujón a la carretera por su padre es violenta, y el hombre es perfectamente reconocible. Parece que quisiera que atropellaran a su hijo. Por otra parte, Sevana llegó al hospital hace apenas una hora. No puede haberlo visto antes. Diría que no soy la única con secretos aquí. Si es inteligente no confiará en mí, una total desconocida. La cuestión es que no creo que disponga de la misma protección que yo. Peter me ha dicho que vivía con una pareja de humanos. El riesgo de que me descubran es mínimo y si ocurriera, se debería indudablemente a una traición. Esta chica se cree a salvo haciéndose pasar por una humana corriente y trabajando en un hospital humano, pero resulta que a veces tratamos a metamorfos, por no hablar de las visitas sorpresa de mi sobreprotectora familia adoptiva, que invade mi espacio vital a cada paso que doy. Por supuesto, puedo ayudarla a permanecer en la sombra y estoy convencida de que efectivamente sabrá ser de utilidad aquí. Tiene un don increíble. Hacía mucho que no veía algo así. Eligió la profesión ideal para ella. No obstante, prefiero no contarle nada a Peter. Mi padre puede mostrarse muy desconfiado con lo que no entiende y, teniendo en cuenta que Sevana es un auténtico enigma, querría interrogarla hasta que se derrumbase. Contarle que una fatel ha aparecido en el hospital donde trabajo como por encanto sería alarmarlo innecesariamente. Además, si tuviera malas intenciones lo habría percibido. Solo quiere ayudar al prójimo. Por mi parte, ante todo he encontrado una amiga con la que probablemente tenga más en común de lo que podía haber imaginado.
Capítulo 1
Sean
Me pregunto por qué Connor nos habrá convocado a todos tan temprano. Creía que querría disfrutar de Sevana durante al menos un mes entero antes de retomar nuestras rutinas de entrenamiento al amanecer. Solo hace quince días que trajo a su compañera a casa. Es cierto que no los hemos visto mucho en estas dos semanas, aparte de en la presentación oficial a la manada. ¿Se les habrá agotado el deseo? No, imposible. La última vez que me los crucé por casualidad tuve que huir corriendo para no verlos montándoselo en pleno bosque. Quizá quiera delegar el mando de los Ángeles Guardianes en mí durante un tiempo para poder disfrutar plenamente de su mujer sin tener que dirigir el clan ni las misiones del gobernador. No hemos vuelto a recibir ninguna llamada desde la de Sevana. No tardarán en ponerse en contacto con nosotros para otra misión. Entendería que Connor quisiera tener tiempo para sí mismo. Desde que lo designamos alfa ha dedicado toda su vida a los demás, pero cuando uno encuentra a su alma gemela las prioridades cambian y su caso no tiene por qué ser diferente. Máxime cuando Sevana es un ser excepcional. Es la última fatel sobre la Tierra y posee un poder inmenso, fuera de lo común, de una fuerza que jamás había visto. Aún siento ese dolor punzante cuando pienso en los fateles y en el final cruel e inútil que tuvieron. A pesar del tiempo pasado, no he dejado de extrañar a mi familia ni siquiera un poco, aunque el descubrimiento de Sevana me consuela. Después de todo, su pueblo no se ha extinguido. He recuperado la esperanza de que otros como ella hayan podido sobrevivir a los complots de las manadas disidentes.
— ¿Va todo bien? Te noto nervioso.
Uhm, además de guapa, nuestra hembra alfa es, como poco, muy perspicaz. Sin embargo, la telepatía no es su poder principal. Solo puede comunicarse con la mente, no leerla. Pero es muy observadora y tiene un gran corazón.
— Sí, todo va bien. ¿A qué se debe que el gran Manitú nos haya convocado tan de buena mañana? ¿Tiene miedo de ti y quiere que sus lugartenientes lo protejan de su propia mujer?
La carcajada de Sevana me saca una sonrisa. Tiene una risa cristalina muy comunicativa, pero también un ángel guardián muy posesivo. Connor la rodea por la espalda mirándome fijamente con una expresión inequívoca en los ojos. El alfa vuelve a marcar su territorio. Sienten un amor profundo el uno por el otro y ya han sellado el vínculo, por lo que no hay riesgo de que nadie interfiera en su relación, pero eso no le impide tener celos de todos los hombres que se le acercan.
— ¿Qué es lo que has dicho para divertir tanto a mi chica? Hacerla sonreír es cosa mía.
Sevana se gira ligeramente para frotar su nariz contra la mejilla de Connor. No ha tardado en aprender a domar al guepardo con pequeñas atenciones. El tacto es crucial entre dos almas gemelas.
— Cálmate, peluchito. Solo me ha gastado una broma.
Al escuchar el apodo, estallo en una carcajada seguido de Owen, Liam y Nate, que llegan en ese mismo instante. Connor emite un leve gruñido.
— Cariño, si no dejas de llamarme así delante de todo el mundo no me va a respetar ni un solo miembro de la manada.
— No digas tonterías. Todos saben que eres un peluche feroz.
Nuestras carcajadas se intensifican mientras Connor mordisquea la oreja de Sevana para castigarla, que acto seguido se gira para besarle. Será mejor que intervenga o me volveré a ver obligado a huir corriendo como un conejo asustado para no presenciar sus retozos, y nunca sabremos por qué nuestro amigo nos ha convocado. Me aclaro la garganta para poner de manifiesto nuestra presencia.
— Perdón. Gracias a todos por venir. Vayamos al grano. No tengo tiempo que perder, quiero volver a llevarme a mi chica a la cama lo antes posible.
Intercambian una mirada ardiente que lo confirma. Más vale que la reunión sea corta.
— Puede que la amiga de Sevana corra peligro. Necesitamos vuestra opinión.
— De acuerdo. Vamos fuera y nos lo contáis todo.
El chalé de nuestro alfa está rodeado de mesas y sillas para poder reunir a toda la manada. Nos sentamos alrededor de una de ellas con Sevana en el regazo de Connor, como siempre. No pueden estar sin tocarse. Espero llegar a experimentar esa comunión entre dos almas algún día, como muchos metamorfos. Nuestro líder comienza su relato.
— Hay algo que me tiene intranquilo desde que volvimos y hasta ahora no he caído en la cuenta de lo que es. Nate, tú podrás hablar con fundamento porque la conociste. Se trata de Ashley, la compañera de trabajo de Sevana.
El oso asiente con la cabeza.
— La recuerdo. Una rubia bajita con los ojos verdes. Aquellos lobos también la atacaron, pero no le hicieron nada grave.
— Exacto. ¿Te acuerdas de lo que nos dijo?
Nuestro amigo trata de recordar. Casi le sale humo por las orejas. Se le da mejor actuar que pensar, pero es un amigo fiel y un luchador formidable. No conviene cruzarse en su camino cuando saca a la bestia, es un auténtico buldócer. De pronto se le ilumina la cara. Parece que su cerebro se ha puesto en marcha.
— Fue la primera persona que nos hizo sospechar de la naturaleza fatel de Sevana. Nos habló de su extraordinaria intuición.
— Eso es. Pero antes, tomó precauciones. Me preguntó si estaba dispuesto a proteger a Sevana independientemente de quién fuera. Insistió mucho en este punto.
Nate es más perspicaz de lo que creía.
— ¿Crees que conocía los orígenes de Sevana?
Vale. Veo perfectamente a dónde quiere llegar mi alfa y, si está en lo cierto, no pinta nada bien.
— Crees que Ashley sabe que Sevana es una fatel y que quiso asegurarse de que no le harías daño antes de darte indicios.
— Efectivamente. Sevana nunca le ha hablado abiertamente de sus poderes, y sin embargo tengo la impresión de que está al corriente de todo.
Eso podría traernos dificultades. De ninguna manera debemos permitir que entre los rebeldes corra el rumor de que al menos una fatel escapó a la masacre. El hecho de que los Black lo sepan ya supone un inconveniente, incluso aunque no vuelvan a atacarnos teniendo en cuenta las pérdidas que les hemos ocasionado. Pero si varias manadas rebeldes oyen hablar del tema y se alían para destruirnos, podríamos estar en problemas. Tenemos el apoyo del gobernador, pero los humanos no tienen nada que hacer frente a una multitud de manadas enfurecidas.
— Sevana, ¿qué relación tienes con tu compañera?
— Es más que una compañera. Es mi mejor amiga desde hace seis años. Nos lo contamos todo, pero antes de que me preguntéis, no, como ha explicado Connor, nunca le he dicho claramente que poseo el don de la intuición. Al fin y al cabo, yo misma ignoraba mis orígenes fateles. Ahora bien, hace mucho que es mi compañera de planta, me ha visto trabajar y salvar vidas anticipando los síntomas de mis pacientes con cierta regularidad. Es posible que efectivamente lo haya adivinado, pero jamás me ha dicho nada. Eso sí, siempre ha hecho caso a todas las alertas que he dado, a pesar de la ausencia de signos claros de deterioro en el paciente. Ha sido mi mayor apoyo en el hospital desde el primer día.
Creo que Connor está en lo cierto. Es evidente que su amiga ha tenido dudas sobre ella, pero puede que, como mucha otra gente, apenas sepa nada sobre los fateles. Desaparecieron hace varios años ya. Muchos han olvidado su existencia y la nueva generación ni siquiera la ha conocido. Eso es fácil de averiguar.
— ¿Qué edad tiene tu amiga?
— Treinta y cinco años.
Vale. Desaparecieron hace veinticinco años, así que puede ser que conociera a algún fatel de niña y reconociera el poder de Sevana. Yo tengo la misma edad que ella y los recuerdo perfectamente. No obstante, seguramente mi infancia no se pareciera en nada a la suya. En cualquier caso, la duda es razonable. Debemos obtener más información sobre ella antes de preocuparnos en exceso. Pongo mi ordenador portátil encima de la mesa. No voy a ninguna parte sin él. Tengo alma de friki. Soy el informático de la manada y un as cuando se trata de saberlo todo de una persona.
— ¿Nombre completo?
— Ashley Peterson.
Manos a la obra. Dejemos que la magia de Internet surta su efecto. Tras varios minutos tecleando, toda la información disponible sobre la señorita Peterson aparece en pantalla. La ficha está extrañamente incompleta y carece de foto. Un dato me llama inmediatamente la atención. Es huérfana, como yo. No se menciona a ningún familiar próximo conocido. Desde luego, muchos de los que estamos aquí hemos perdido a nuestros padres, pero al contrario que a los demás, a mí me ocurrió dos veces, aunque no recuerdo la primera. Más vale que me concentre en la pantalla antes de que me invada la rabia, como siempre. La acogieron con diez años, pero no unos humanos, como a Sevana: Ashley se ha criado en una manada, algo muy poco habitual. Los clanes que adoptan humanos son extremadamente raros. ¿Y si fuera menos humana de lo que pensamos?
— ¿Es animorfa?
— No. Imposible. La he visto herida y no cicatriza a velocidad acelerada como vosotros.
Owen me lo confirma inequívocamente.
— Me habría dado cuenta.
No me cabe duda. Habría que estar loco para poner su olfato en tela de juicio.
— Sin embargo, se crio con la manada Treat. El alfa se llama Peter Browling.
Liam frunce el ceño.
— Me suena. He escuchado hablar de él.
Consulto su ficha.
— Seguramente sea porque es médico.
— Probablemente. Tuvo que ser mientras estudiaba enfermería.
Es probable, pero no responde a nuestras preguntas. En todo caso, complica el misterio. Coincido con Connor, no podemos permanecer en la ignorancia. Digo en voz alta lo que todos están pensando.
— Hay que interrogar a la enfermera.
— Estoy de acuerdo. Y mi diosa podría emplear sus poderes para ver el futuro de su amiga.
Sevana asiente con la cabeza de tal forma que sus largos mechones con reflejos azules cosquillean el torso de su compañero. Nos quedamos quietos y en silencio. Nuestra hembra alfa necesita calma para controlar su poder. Las premoniciones a distancia son algo relativamente nuevo para ella y requieren mucha concentración. Al cabo de un cuarto de hora, abre los ojos visiblemente fatigada y frustrada.
— Lo siento, he logrado percibirla, pero nada más. Me resulta imposible ver su futuro. Lo único que puedo afirmar es que, por el momento, está bien.
Necesitaba tener contacto físico para emplear su don hasta hace poco. El vínculo de unión lo ha amplificado, además de darle acceso a otros poderes, pero aún le requieren mucho esfuerzo y la gran distancia entre ambas es claramente un obstáculo. No es de extrañar que no lo haya logrado. Requiere práctica. Las fateles jóvenes se entrenaban todos los días desde muy temprana edad para controlar sus dones a la perfección. Y como supongo, por lo contrariado que parece, que lo último que quiere Connor es separarse de su chica para irse de misión, me ofrezco voluntario. Como beta, es mi deber tomar el relevo cuando el alfa no está disponible. Además, tengo una ventaja frente a los demás.
— De acuerdo. En ese caso, iré yo. Ashley no me conoce, no creo que desconfíe de mí.
Como de costumbre, Connor me apoya, y en vista de la sonrisa que dibuja en su cara contemplando a Sevana, está contentísimo de quedarse con ella, pero pone una condición.
— Vale. Es cierto que la primera y última vez que nos vio, nos transformamos en los pasillos del hospital, dejamos a dos lobos muertos a nuestro paso, nos llevamos a Sevana, y no la ha vuelto a ver. Eso no genera mucha confianza. Pero te llevas a Owen. Podrías necesitar refuerzos y, a diferencia de ti, sabe ser diplomático.
Asiento con la cabeza y nos separamos mientras nuestro alfa se lleva a su risueña compañera a la habitación. Saldremos en cuanto mi compañero de misión esté listo.
Capítulo 2
Ashley
Aún no me lo creo. El imbécil de mi ligue me apagó la alarma ayer por la noche porque quería dormir hasta tarde. ¿En serio? Al zángano ese que ni siquiera trabaja le molesta que le despierte con el estridente sonido de la alarma que me pongo para ir a trabajar. Me parece que la fase de pseudo luna de miel que se vive al comienzo de las relaciones ha llegado a su fin. Al igual que nuestra relación. Ese no vuelve a verme el pelo. Qué más da, encontraré otro novio. Uno que trabaje y no me reproche no dedicarle todos los días de mi vida. Mientras tanto, llego tarde y enfadada. Voy por la calle corriendo como una loca y empujando a mi paso a unas cuantas personas que deambulan distraídas, con las que me disculpo entre dientes, pero sin reducir la velocidad. Ahora mismo no tengo tiempo de ser educada.
Finalmente llego al hospital treinta minutos tarde. Mi jefe de unidad me va a echar la bronca. Sobre todo porque andamos faltos de personal desde que algunas enfermeras dimitieron atemorizadas tras la agresión a Sevana. La sangrienta pelea entre varios metamorfos que tuvo lugar una semana después en el recinto del hospital tampoco ayudó a convencerlas de reincorporarse. Al contrario, reforzó su decisión de no volver a poner un pie en este hospital incapaz de proteger a su personal. Eso significa que voy a tener que usar mis encantos si no quiero escuchar hablar de esto durante días o llevarme una reprimenda. Como era de esperar, mi jefe, sobrepasado por la situación, me pesca en cuanto llego a la planta.
— Señorita Peterson, llega tarde. ¡Es inaceptable! ¿No tiene usted sentido de la responsabilidad profesional? Sabe que andamos cortos de personal y aun así se permite llegar a la hora que le da la gana.
Me tomo un momento para abrir la mente y respirar hondo antes de girarme con mi sonrisa más seductora.
— Lo siento, señor Raze. He tenido un problema esta mañana. No volverá a pasar.
Proyecto ondas relajantes y pensamientos positivos hacia su cerebro en plena ebullición. Parece que soy la tercera en llegar tarde hoy y piensa utilizarme como ejemplo para contener la hemorragia de impuntuales. Voy a tener que emplear todas mis fuerzas en salir de esta. ¡Qué fastidio! Estaré cansada el resto del día. Pero no tengo elección. No puedo perder el trabajo. Tendría que volver a vivir en el territorio de la manada y no quiero ver a Nathan en mucho tiempo. No hasta que encuentre a su compañera y deje de insistir.
— Lo siento muchísimo, señor Raze.
Su frente se relaja a medida que mis poderes se adueñan de él. Bien, está funcionando. Resulta tan fácil manipular a los humanos. Un simple juego de niños que practico desde muy pequeña. Es una pena que consuma tanta energía. Mi jefe, algo desorientado, acaba balbuceando.
— No pasa nada por esta vez. Pero que no se vuelva a repetir. Y avísame en cuanto sepas algo de Sevana. Nos hace mucha falta en la unidad. Siempre sabía cuándo los pacientes iban a necesitar atención de urgencia. Un verdadero regalo del cielo.
Asiento con la cabeza y me voy a cambiarme sin añadir nada más. Por los pelos.
Sevana, mi mejor amiga desde que la conocí hace seis años. Adoro charlar, reír y llorar con ella. Siempre está ahí para mí, aunque la incordie con su inexistente vida sentimental. Yo nunca le he hablado de una parte de mi vida y ella nunca me ha confiado su secreto, pero no por ello somos menos amigas. Me preocupo por ella. Ya hace dos semanas que desapareció literalmente de la faz de la Tierra. No hay ni rastro de ella. Espero no haber cometido un error al hablar de su don con aquel metamorfo, Connor. La protejo desde hace tantos años. Ni siquiera mi familia sabe que es una fatel, y me ha costado ocultárselo. Hablo muy a menudo de mi amiga humana y Peter trabaja en estrecha colaboración con los servicios de sanidad, por lo que me veía obligada a emplear todo mi ingenio en evitar que se encontraran cada vez que venía al hospital de improviso. Nunca le habría hecho nada malo, pero ciertos miembros de la manada son algo cerrados de mente, por no decir retraídos. En fin, no soportan conocer gente nueva. Además, conozco las recomendaciones de los padres de Sevana en cuanto a los metamorfos. Me habló de ello un día que debíamos tratar a un animorfo, y yo no quería ponerla en una situación difícil obligándola a acercarse a uno a sabiendas de que su familia se lo había prohibido. Tal vez debería haberlo hecho, pero protegiéndola creía estar a la altura de la misión que yo misma me había encomendado. Lamentablemente, no pude hacer nada contra los Black. No fui capaz de evitar que la atacasen. Perdí el conocimiento antes de siquiera adivinar sus intenciones y tratar de intervenir. Cuando desperté, ya estaba gravemente herida. La habían hecho pedazos. Había sufrido tanto que aún podía percibir vestigios de miedo y dolor en su cabeza, incluso a través de la bruma del coma. Objetivamente, no habría podido reducir a dos animorfos en el acto. Uno vale, pero no dos. Cuando Peter se enteró del incidente, me pidió que no me entrometiera. Estaba muy preocupado por mí y tuve que convencerle de que no corría ningún peligro para que me permitiese conservar mi puesto. Cuando los hombres del gobernador llegaron al hospital, mi primera reacción fue temer por Sevana. Supe inmediatamente que eran metamorfos. Sus espaldas, sus músculos y ese brillo en los ojos no dejan lugar a dudas. Me crie en una manada. Reconozco a un animorfo cuando lo veo. Sin embargo, al entrar en la habitación vi que la miraban con tristeza, no con animosidad. A causa de los medicamentos que le habíamos administrado por vía intravenosa, no se habían dado cuenta de que no era humana. Conozco los efectos de las sustancias farmacológicas en la sangre de los fateles. Era mejor así. Podrían haberse asustado, enfadado o qué sé yo. La erradicación de los fateles no es un secreto para nadie; la supervivencia de algunos, sí. Y la forma en que la miraba el alto moreno, Connor… Él no era consciente, pero me pareció que había un vínculo entre ellos. Ya lo había visto en animorfos, entre almas gemelas, pero jamás entre un animorfo y un fatel. Mi don no sirve de mucho con los metamorfos. Sus mentes, habitadas por sus animales, son difíciles de leer, y se necesita una ingente cantidad de energía para efectuar una lectura eficaz. Pero habría apostado mi vida a que podía confiar en él con respecto a Sevana. ¿Quién estará cuidando de ella por mí? En estos momentos, tengo dudas. ¿Y si malinterpreté lo que percibí? La terapia génica debe haberla curado ya y desde que se fue, la manada Black no ha vuelto a aparecer por la zona. ¿Seguirá en peligro, intentando escapar de unas bestias rabiosas sin escrúpulos? ¿La habrán atrapado y ejecutado los Black, tal como querían? Eso explicaría la desaparición de la manada. O peor aún, ¿se la habré puesto en bandeja a unos monstruos que solo querían utilizarla? Me consta que ciertas manadas disidentes no se limitaron a asesinar a los fateles. Algunas fueron más crueles aún. Los capturaron, secuestraron y explotaron hasta darles una muerte colmada de sufrimiento, por supuesto.
Cuando hablé con Peter de los animorfos que trabajan para el gobernador, no se sorprendió. Me aseguró que no tenía de qué preocuparme y que la manada Ángeles Guardianes protegería a mi amiga. Nunca había escuchado hablar de esa manada, pero su alfa me convenció de que Sevana estaba a salvo con ellos. Desde luego, él no era consciente de su particularidad, pero Peter nunca me ha mentido y parecía seguro de lo que decía. Objetivamente, lo más probable es que una manada que respeta la vida humana y lucha contra los animorfos rebeldes no tenga intención de hacer daño a una fatel. Además, confío plenamente en el criterio de Peter. Dicen que no hay que fiarse de las apariencias, pero es un alfa benevolente y altruista, la fuerza tranquila que posee el vigor de un búfalo y la astucia de una hiena. Ahora bien, no conviene tenerlo como enemigo. Por suerte para mí, siempre está de mi lado. Lo normal, teniendo en cuenta que me considera su hija, al igual que a Sam.
Lo que más me molesta es que no sé cómo ponerme en contacto con Sevana y que el territorio de los Ángeles Guardianes se ubica a cientos de kilómetros de aquí. A la mierda, si no recibo noticias esta semana, yo misma me presentaré allí y nadie me impedirá verla. He investigado un poco. Parece que solo se puede acceder al territorio con invitación, pero si es necesario emplearé toda mi energía en persuadirles de que me dejen entrar a ver a mi mejor amiga, aunque tenga que desmayarme en la misma puerta. Una vez esté inconsciente, se verán obligados a dejarme entrar para curarme. Y pensar que la acosaba constantemente para que saliera, conociera gente nueva y se abriera al mundo. Sin duda ahora tiene otras prioridades y su desconfianza hacia el prójimo debe haberse acentuado aún más. No voy a poder presentarle a mi familia en mucho tiempo. ¡Qué desastre!
Mientras tanto, comienzo la jornada laboral cerrando la mente a todo lo que me rodea. Es preferible. Si no, entre el dolor de los pacientes, la preocupación de los visitantes y los obscenos pensamientos de los médicos, que nos imaginan desnudas bajo el uniforme, ¡me volvería loca! No siempre es bueno saber lo que piensan los demás.
Capítulo 3
Sean
Detesto viajar en avión. La expresión «sentirse como un león enjaulado» cobra sentido literal conmigo. Dando vueltas en mi cabeza, mi animal exige que lo libere. No voy a tener elección. Lejos de ser dócil, mi felino es salvaje y difícil de controlar, y sentirse atrapado en una lata de conservas voladora durante horas lo ha enfurecido. No deja de rugir y rasgarme la piel desde dentro para obligarme a darle paso. Está empezando a dolerme, pero transformarme en plena ciudad puede ser un tanto embarazoso.
— Sean, para de gruñir, estás incomodando a las azafatas. Vas a conseguir que salgan corriendo.
Efectivamente, Owen tiene razón. Mientras esperamos en la pista a que al fin llegue nuestro coche de alquiler, el personal me mira desde lejos con los ojos desorbitados.
— Me gustan mucho esas chicas de uniforme. A Liam le habrían encantado. Una pena que no haya podido venir. Connor quería que él y Nate se quedaran en el territorio para proteger a Sevana. ¡Como si nos necesitara para defenderse! Es capaz de patear el culo a nuestros enemigos con solo alzar una mano. No corre ningún peligro.
Es cierto que Liam y Owen forman una pareja inseparable, profesional y personalmente. No es que mantengan una relación de pareja sentimental, pero les encanta compartir a las mujeres. Vete tú a saber por qué. Yo soy más de relaciones exclusivas. Quiero tener una compañera solo para mí. Debo confesar que envidio a Connor por haber encontrado a su alma gemela. Espero dar con la mía algún día, pero no creo que la encuentre. O al menos, que yo le guste. Me conozco bien. Soy demasiado serio y estoy excesivamente centrado en mi trabajo y en la manada. Relego todo lo demás a un segundo plano. En cuanto a mi león, es agresivo y no se anda con sutilezas. Sería capaz de asustar a nuestra compañera o, al menos, de gruñirle. No es lo ideal para encontrar y conquistar al amor de tu vida.
Owen me saca de mis deprimentes pensamientos de un codazo en las costillas.
— Mira, el aeropuerto está rodeado por un bosque. Vamos a liberar a nuestros animales antes de que destripes a un humano por accidente.
Uhm, destripar, la técnica preferida de mi león. Le encanta matar a sus adversarios abriéndolos en canal. Para él es una operación limpia y rápida. Los animorfos no son un secreto para nadie, pero es cierto que algunos humanos, al relacionarse con nosotros solo en nuestra forma humana, olvidan que albergamos dentro un animal salvaje y letal. Y sería desafortunado que uno de ellos se llevara un zarpazo mortal que esparciera sus tripas por el suelo por haberme sobresaltado o haber dicho una palabra equivocada.
Nos detenemos en la linde del bosque, nos desvestimos para no hacer jirones la ropa durante la metamorfosis y procedemos a transformarnos rápidamente. Los huesos crujen, la piel se estira, el pelo nos recubre la piel y me encuentro junto a una pantera negra en lugar de Owen. Su animal es espectacular, todo esbeltez, a diferencia de mi león, de una anchura imponente. Empiezo por agitar la cabeza para sacudirme la espesa melena y olfateo el ambiente en busca de una posible amenaza. Un acto reflejo de beta. Nada. Solo respiro el olor de los árboles que nos rodean, el musgo y el asfalto que hemos dejado atrás. Percibo la presencia de ciertos animales, pero para mi león no suponen ningún peligro. Me lanzo al trote, agradeciendo estirar las patas, y juego con la tierra clavando las garras varias veces en ella. Adoro la sensación de fundirme con la naturaleza. Entonces, Owen decide asaltarme por la espalda. A diferencia de mí, no quiere aprovechar el momento para relajarse, sino para desahogarse, y para eso nada mejor que un buen combate. Aunque pesa menos que yo, su peso, unido a la caída desde el árbol al que se había encaramado, me hace perder el equilibrio cortándome la respiración, y rodamos hacia un lado con las patas entrelazadas. Aprovecho la confusión generada por el ovillo de miembros entrelazados para morderle el pescuezo mientras me enderezo, y emito un feroz rugido que hace que las hojas de alrededor tiemblen y los roedores cercanos huyan. La pantera se sobresalta y se le erizan los pelos de la espalda. Me gusta infundir temor en mis adversarios. En este caso sé que no es más que una reacción instintiva de mi compañero de manada, que no tiene nada que temer conmigo, pero aun así mi león lo valora. Vuelco mi enorme pata sobre su hombro sin sacar las garras. Tampoco se trata de herir a mi amigo, solo de intimidarlo un poco jugando al ratón y al gato, dando por hecho que Owen es el ratón. Sin embargo, la pantera no parece opinar lo mismo y me asesta un zarpazo en el costado que me abre una herida superficial, ya que sus garras no son retráctiles como las mías. Le muestro los dientes en señal de descontento y decido poner fin al combate antes de acabar lacerado por todas partes, como suele ocurrir en los entrenamientos con Connor y el resto de lugartenientes. Con este objetivo, vuelvo a proferir un rugido para desestabilizarlo, y aprovecho su desconcierto momentáneo para tirarlo de espaldas contra el suelo y agarrarlo del cuello con mi poderosa mandíbula. No aprieto lo necesario para hacerle daño, pero sí lo suficiente para dejarle claro quién es el más fuerte de los dos. La pantera deja de forcejear al sentir mis colmillos en su yugular, reconociendo su sumisión ante mí. Entonces le suelto y recupero la forma humana al mismo tiempo que él. Mientras le ayudo a levantarse, le doy las gracias.
— Gracias, lo necesitaba.
— No hay de qué. Tu león siempre está alerta, pero sabía que el vuelo lo había puesto de los nervios. ¿Podemos irnos ya? ¿Guardará la calma viajando en coche?
— Sí, está bien. Vamos a vestirnos. Hemos perdido bastante tiempo y nuestro coche ya ha llegado.
Pasamos la media hora de trayecto en silencio, concentrándonos en la misión. La última vez que acudieron al hospital yo me quedé en el territorio. Solo fueron mi alfa y los lugartenientes. Me inquieta no conocer la disposición del hospital. Soy algo meticuloso, me gusta estar preparado para cualquier eventualidad y tengo la impresión de ir a ciegas. Sé a quién buscamos, pero no sé cómo es en apariencia, ya que en su expediente no figura ninguna foto. Tampoco se me ocurrió pedirle a mi alfa que me diera una descripción precisa. Es igual, Owen debería poder ayudarme, participó en la última expedición. Sería útil reconocer a la enfermera Peterson si nos la cruzamos por los pasillos.
— Owen, ¿puedes describirme a la enfermera que debemos interrogar?
— Apenas la vi. Ya conoces a Connor, no le gusta sentirse encerrado en una sala con mucha gente. Liam y yo salimos de la habitación en cuanto ella llegó. Solo puedo decirte que es ligeramente más alta que Sevana.
— Ehm, no es difícil. Nuestra hembra alfa apenas levanta tres palmos del suelo.
— Sí, es bajita, pero no menos feroz. Pobre del que la contraríe.
Eso es cierto. Ante su metro sesenta de altura, cualquiera podría pensar que es inofensiva. Y sin embargo es la fatel más poderosa que jamás haya visto y nos salvó el cuello. Tengo una deuda con ella y espero saldarla salvando a su amiga, si es que realmente corre peligro.
— Seguramente puedas recordar más cosas.
— Como dijo Nate, es rubia, pero no tengo ni idea de cómo de largo tiene el pelo porque lo llevaba recogido en un moño. Tiene los ojos verdes. Y la piel clara, de eso me acuerdo bien porque tenía un moretón en la sien y resaltaba mucho sobre su piel blanca.
— Vale. ¿Alguna peculiaridad que la diferencie del resto?
— Lo siento, no recuerdo nada más. Ya sabes que odio los hospitales, demasiados olores para mí. Irritan y enervan a mi pantera.
Asiento con la cabeza. Lo entiendo perfectamente. De todos nosotros, Owen tiene el olfato más fino, los vapores de los medicamentos químicos y los detergentes constituyen un verdadero ataque sensorial para él.
— No te preocupes, nos valdrá con eso. Diremos al recepcionista que necesitamos hablar con ella y la traerá hasta nosotros. Será más fácil que buscar por todo el hospital. Basta con que digamos que somos familiares suyos para no levantar sospechas entre el personal. Después de todo, pertenece a una manada.
— Genial, haremos eso.
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