Las Inmortalidades
Guido Pagliarino
Mariano Bas
Guido Pagliarino
Las Inmortalidades
Novela coral
Copyright © 2017 Guido Pagliarino
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Publicado en e-book y en libro fÃsico por Tektime
Traducción del italiano al español de Mariano Bas
TÃtulo de la obra original en italiano Le Immortalità , copyright © 2017 Guido Pagliarino, publicada en e-book y libro fÃsico por Tektime
Las cubiertas, tanto de la obra original como de la traducción, han sido diseñadas electrónicamente por Guido Pagliarino
Los personajes, nombres personales y colectivos, hechos, situaciones corales o individuales del pasado y del presente son imaginarios. Cualquier referencia a personas vivas o fallecidas es involuntaria.
ÃNDICE
CapÃtulo 1 (#ulink_4323e91f-db1c-5796-9de3-da0757b98ff3)
CapÃtulo 2 (#ulink_590161bc-112e-5bb1-a828-530918d22838)
CapÃtulo 3 (#ulink_052b2196-0816-58c8-8622-b79574f897ec)
CapÃtulo 4 (#ulink_f10606ed-bf58-58c6-b3ed-d55415ea859e)
CapÃtulo 5 (#ulink_e40867c3-cf96-5651-9e08-8d3c445bda66)
CapÃtulo 6 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 7 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 8 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 9 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 10 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 11 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 12 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 13 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 14 (#litres_trial_promo)
CapÃtulo 1 (#ulink_5920965b-117f-5e55-a4f8-988e6d270bba)
Como siempre, el profesor Denisi, historiador de la época contemporánea, habÃa entrado en el aula sin saludar, se habÃa colocado en su sitio y, sin preámbulos, habÃa empezado:
âEl otro dÃa llegamos hasta el 2117, un año verdaderamente crucial para el mundo como ya os habÃa anticipado. Hoy veremos por qué: Ya hacÃa más de un trienio que los investigadores del laboratorio celular de neurobiologÃa del Instituto Privado Bertrand Russell de Londres desarrollaban experimentos sobre la mosca de la fruta. Objetivo de la experimentación: la prolongación de la vida humana. Como probablemente sabréis, al menos a grandes rasgos, las drosófilas son insectos de vida breve, de cerca de ocho semanas, que presentan una estructura biológica ejemplar, cuya genética resulta fácil de manipular. En una primera fase de las investigaciones, esos cientÃficos habÃan llegado ya a un resultado importante, realizando la llamada amplificación autofágica dentro del sistema nervioso de las moscas. Hay que tener en cuenta que la supervivencia de una célula depende de la idoneidad de la misma para reducirse y reciclarse de acuerdo con cierto mecanismo, llamado precisamente autofagia, que la renueva eliminando los componentes dañinos para la vida y recicla las partÃculas elementales indispensables para la reconstrucción de la propia célula: en resumen, la protege. Pues bien, los factores nocivos habÃan disminuido mucho en el curso de la vida de las drosófilas tratadas, aunque la vida de las mismas no se habÃa prolongado de manera significativa, no mucho más de las ocho semanas naturales. Sin embargo en una segunda fase de investigación, una vez ajustado el sistema, esos estudiosos habÃan conseguido impedir por un plazo más largo la referida acumulación del daño celular, que depende de la edad, y asà la longevidad de esos insectos habÃa llegado a los tres meses de existencia, un poco como si el ser humano hubiese alcanzado los ciento cincuenta años. El resultado habÃa sido bastante satisfactorio. Sin embargo el laboratorio habÃa iniciado una tercera fase de experimentos con las drosófilas, con el objetivo de prolongar todavÃa más la supervivencia y buscando una vida humana de al menos doscientos años. Fue en este tercer estadio cuando se llegó a un resultado extraordinario, más bien más que extraordinario, fantástico, por no decir increÃble: ¡se habÃa obtenido, con casi absoluta certeza, la inmortalidad de aquellas moscas! Se trataba de algo que, hasta entonces, se habÃa considerado imposible, ya que una cosa es aplazar el momento de la muerte gracias a la ciencia y otra evitarlo del todo. Y sin embargo no se podÃa considerar que el Ãndice de probabilidad de que las drosófilas sometidas al experimento hubieran llegado a la inmortalidad fuera del cien por cien. De hecho habÃan pasado muchos meses y luego un año y después otro durante los cuales habÃan continuado viviendo tranquilamente sin envejecer ni perder vigor: un periodo de vida, comparado con las ocho semanas naturales de las moscas, que se correspondÃa proporcionalmente con milenios de existencia humana. En resumen, se podÃa pensar de una manera no superficial en una especie de inmortalidad, aunque no se podÃa saber qué traerÃa el futuro. Asà que el Instituto Privado Bertrand Russell, que estaba dirigido por un hombre de negocios joven y muy rico y financiado por él mismo y un socio minoritario, que estaban comprometidos con la empresa no solo con fines personales de salud y longevidad, sino también para conseguir un espléndido beneficio económico, a la vista de esto, el 10 de junio de 2217 habÃa anunciado al mundo la puesta en el mercado del producto denominado oficialmente Suero Bloqueador del Deterioro y de Regeneración y Reagregación de Células, luego conocido popularmente como «el suero Vida Eterna». Sobre esto, yo creo, y muchos están de acuerdo en esto, que se trató no tanto de un éxito cientÃfico, sino de la intervención de algo ultrapotente y extraño, tal vez perteneciente a un universo paralelo desde el cual se hubiera abierto una puerta sobre nuestro cosmos, tal vez la propia esencia panteÃsta de nuestro universo. No se nos oculta que esos primeros investigadores eran conscientes de haber llegado a un resultado muy superior al objetivo prefijado y habÃan aceptado entre ellos, como se supo después, que debÃa haber actuado también algún factor externo desconocido. Por otro lado, es necesario recordar que otros exponentes del mundo intelectual no piensan que existan universos cronofÃsicos paralelos o una esencia pensante de nuestro universo, concordando asà con la idea de de algo extraño que todos indicamos con la expresión, tomada del teatro antiguo, «deus ex machina»: piensan en un ente completamente externo no solo a nuestro universo sino a cualquier universo inmanente, conciben⦠algo trascendente: ¡Dios! Entre ellos se encuentra el ilustrÃsimo teólogo y filósofo profesor Eugenio Serra, quien ha aceptado cordialmente intervenir hoy en esta lección, en imagen holográfica y que enseguida nos dará directamente su respetable parecer. Pero entretanto volvamos al año 2117. Ya sabéis que en el siglo XXII la humanidad era en su gran mayorÃa atea, resultado de un proceso que habÃa afectado al mundo durante siglos, primero a los paÃses occidentales y luego también de todos los demás. Y después de la invención del procedimiento Vida Eterna los ya pocos creyentes se habÃan reducido a nada menos que unos pocos centenares de miles en el mundo: casi toda la humanidad estaba entonces segura de que no existÃa ninguna divinidad y, si acaso, que la especie humana deberÃa ser la que estuviera expuesta sobre los altares. Asà se aprobó una ley internacional que proclamó el año de la invención del procedimiento Vida Eterna como el primero de una nueva era y el año 2117 después de Cristo se convirtió en el año 1 de la Era del Hombre. La norma fue votada por el Parlamento Mundial, simbólicamente, el 25 de diciembre de 2117, dÃa que fue proclamado fiesta del Nacimiento del Genio Humano Libre. Se habÃa iniciado en ese dÃa un periodo terrible de cuatro siglos, cerrado oficialmente solo el 1 de enero de hace cuarenta años cuando, por una nueva norma, se volvió a la cuenta de los años siguiendo el antiguo calendario plurimilenario. Hoy en dÃa, tanto los creyentes, cuyo número ha crecido, como los siempre numerosos incrédulos definen esos cuatrocientos años como la Era Antihumana. Veamos por qué. Las peleas empezaron ya en el año 2, después de algunos meses de entusiasmo general, se habÃan producido enseguida graves acontecimientos en el curso de los cuales también habÃa corrido la sangre. El proceso Visa Eterna era lento y complejo y se habÃa puesto a disposición del público, por decisión de los dos multimillonarios financiadores, exclusivamente dentro de los laboratorios Bertrand Russell: formalmente los dos magnates eran directores administrativos del Instituto, pero esencialmente eran los propietarios, gracias a ciertos cruces societarios, y podÃan tomar las decisiones que les resultaran más convenientes. Obviamente, ambos habÃan disfrutados los primeros del proceso Vida Eterna e inmediatamente después de ellos sus respectivos familiares. Luego se habÃan beneficiado los investigadores y sus familias, salvo un biólogo creyente y practicante que habÃa preferido renunciar, teniendo una fe muy firme en la vida eterna trascendente. Sin embargo el hecho era que el procedimiento era tan lento y complejo que solo una parte de aquellos que estaban en la lista de espera podÃan aprovecharlo antes de que les llegase la muerte y además la lista iba aumentando. Por otro lado, el proceso Vida Eterna era tan costoso que quedaban fuera casi todos y los excluidos no podÃan sino estar contrariados o algo peor, salvo los entonces rarÃsimos creyentes en Dios que aceptaban otra vida y a los que no les atraÃa la idea de existir para siempre en este mundo material. HabÃan aumentando constantemente los hurtos y robos a multimillonarios, frecuentemente realizados por bandas de varias decenas de personas que se enzarzaban en tiroteos y arrollaban a los guardias de sus vÃctimas y casi siempre, inmediatamente después de cometer el delito, se mataban entre sà por el botÃn, generalmente insuficiente para pagar la eternidad para todos los miembros del grupo. Además se perpetraban homicidios contra los magnates en la lista de espera, ayudados por sicarios contratados por otros multimillonarios también en la lista, con el fin evidente de reducir el número de los concurrentes. Añadamos a esto que se habÃan producido otros asesinatos entre los polÃticos, por parte de terroristas. Estos en algunos casos habÃan actuado aisladamente, pero la gran mayorÃa eran miembros de una organización paramilitar revolucionaria que se autocalificaba Grupos Armados para la Vida del Pueblo. Todos ellos habÃan atentado no solo contra la existencia de los multimillonarios a la espera de intervención, sino también contra la de los herederos de estos, tanto parientes hasta el tercer grado como terceros beneficiarios de los testamentos: pretendÃan en realidad conseguir que los patrimonios de los multimillonarios asesinados, ya sin sucesores, acabaran legalmente en herencia para el estado y que, bajo amenaza de atentados a los hombres públicos, se instituyera una loterÃa pública de la Vida Eterna con esos capitales como premio, a fin de que todos pudiesen tener al menos una mÃnima esperanza de eternidad. Aún asÃ, además de los terroristas, que habÃan logrado la simpatÃa popular, también muchos ciudadanos comunes, con manifestaciones en las plazas, pedÃan esa rifa pública y eran manifestaciones que degeneraban en tumultos. La solicitud no se habÃa concedido, los terroristas fueron capturados meticulosamente uno por uno, arrestados y condenados de por vida en los campos de trabajo de Titán, el satélite más grande de Saturno. Hay que advertir además que, mientras que los apuntados que no se habÃan sometido al procedimiento podÃan todavÃa, como es obvio, ser asesinados, los otros ya no. No os sorprendáis. He aludido a resultados del procedimiento muy superiores a la consecución de la eternidad natural de la vida. Bien, aquellos que ya habÃan superado el proceso Vida Eterna no solo se habÃan convertido en inmortales en el sentido de que ya no envejecÃan y por tanto no fallecÃan, sino que no podÃan morir ni siquiera en caso de heridas de naturaleza mortal. Parece imposible, ¿verdad? Y sin embargo era asÃ. Por cierto que esto corrobora la idea de la invención no era solo un resultado humano sino fruto de la interferencia de una causa externa ignota de gran poder. El primer caso que habÃa demostrado ese increÃble fenómeno habÃa acaecido en febrero del año 2, un accidente que debÃa haber sido absolutamente mortal, al caer el sujeto desde un despeñadero de varios centenares de metros de desnivel. Por el contrario, aunque fuera con grandes dolores, como habÃa explicado luego a los medios, se habÃa recuperado perfectamente, como si se hubiera curado naturalmente. Al principio la opinión pública se habÃa mostrado escéptica, la mayorÃa habÃa pensado que habÃa sido un caso muy afortunado, por ejemplo, una caÃda sobre un montón de nieve blanda. Pero se habÃa cambiado de opinión con el tiempo al verificarse otros casos de traumatismo potencialmente mortales que sin embargo no tenÃan consecuencias luctuosas. Y quedó claro para todos que ninguno de quienes habÃa recibido el tratamiento Vida Eterna podÃa ya morir. Tampoco, por otro lado, podÃa suicidarse: de ninguna manera. También de esto hablará, en un momento, el teólogo profesor Serra. Durante los primeros tres siglos de los cuatrocientos años de la nueva y terrible era el mundo se habÃa visto ensangrentado a causa del procedimiento Vida Eterna. Sin embargo, poco a poco, esa violencia iba disminuyendo, hasta desaparecer del todo. ¿Por qué? Porque los eternos, con el paso del tiempo, cada vez parecÃan menos personas privilegiadas, ya que los mortales comunes, en el curso de sus generaciones, les habÃan visto entristecerse cada vez más, casi hasta la desesperación. Los últimos casos de violencia, realizados solo por ignorantes, se produjeron hace unos ciencuenta años, episodios que vuestros abuelos sin duda recordarán. ¡Señores estudiantes, meditad sobre esos horrores! Considerad cuánta soberbia puede ejercerse en la investigación cientÃfica, cuando falta en ella el espÃritu humanista: ese humanismo que no debe ser solo filosófico, sino también cientÃfico y que debe dirigir a la ciencia y la tecnologÃa hacia el bien de todos los seres humanos y no solo de unos pocos privilegiados. Oh⦠veo que el profesor Eugenio Serra está apareciendo ahora mismo a mi lado en forma holográfica: os pido un aplauso y que a continuación le escuchéis en perfecto silencio.
âSeñoras y señores âcomenzó a decir el teólogo y filósofo después de haber rogado a los estudiantes que interrumpieran su largo aplausoâ, iré directo al grano porque desgraciadamente, a causa del gran número de los usuarios de las transmisiones holográficas interagentes, la sociedad gestora no concede mucho tiempo a cada uno. Os planteo un par de preguntas retóricas: ¿Por qué disminuyó y luego cesó la lucha por conseguir ser admitido en el proceso Vida Eterna? ¿Por qué, por otro lado, los instrumentos, las sustancias quÃmicas y el resto de materiales necesarios para el procedimiento acabaron siendo destruidos por sus propios guardianes, sin ni siquiera atender las órdenes de la autoridad? Bueno, sencillamente porque en un cierto momento era evidente para todos el sufrimiento que padecÃan los eternos, ese sufrimiento al que luego se llamó su aburrimiento mortal o sencillamente el aburrimiento: no en el sentido habitual del tedio, sino en el clásico de tormento, incluso de infierno. Quede sin embargo claro que esta afirmación mÃa se dirige solo a los que sean creyentes, porque me refiero al infierno en sentido teológico. Por tanto, si alguno de los presentes es ateo, es muy libre de extrañarse al respecto. Como decÃa, con el paso de los siglos los eternos habÃan sido presos de una aversión cada vez insoportable por la vita. Esta en realidad no les ahorraba ni los sufrimientos psÃquicos ni los fÃsicos. Por ejemplo, si un eterno sufrÃa un revés de la fortuna podÃa pasarse el resto de la eternidad como un vagabundo. Si perdÃa una mano en un accidente, le crecÃa otra, pero con dolores atroces. O si sufrÃa una migraña congénita, que parece completamente incurable, esta se reproducÃa una y otra vez por siempre. Por otro lado, si es también verdad que no debÃan soportar ya la angustia de la muerte, esta después de una larga experiencia de dolor era sustituida, y más gravemente, por la angustia de una eternidad de sufrimiento. Os recuerdo que el procedimiento Vida Eterna era algo casi absurdo, al ser tan contrario a las leyes naturales. En definitiva, su mecanismo resultaba un misterio para sus propios inventores, que sencillamente habÃan tratado de alargar la duración de la existencia, no de eliminar la muerte. Sin embargo su invención, si se puede decir que era suya, la habÃa abolido. Exactamente asÃ: un hecho no realmente cientÃfico, es decir, no derivado, en realidad, de su investigación. Por tanto afirmo que algo, o mejor Alguien, con mayúscula, habÃa intervenido de manera sobrenatural para que funcionase el proceso imposible. ¡Si alguno de vosotros tiene otra explicación me gustarÃa que la expusiera! Bueno⦠bien, visto que nadie levanta la mano, hagamos ahora una consideración elemental teológico-bÃblica. ¿Qué es esencialmente el pecado original? Preciso, para quien se equivoque, que comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal no significa la condena divina de la investigación cientÃfica o filosófica. Hay que saber que en el lenguaje simbólico antiguo judÃo la locución bien y mal significa todo lo existente creado por Dios, mientras que conocer significa poseer, en todos los sentidos y no solo en el conocido sentido sexual. Por tanto el pecado original consiste en querer poseer el mundo creado haciéndose Dios y sustituyendo al Creador, poniendo en lugar de la ley moral objetiva divina la idea propia subjetiva, para uso y consumo propio, y consiste en ultrajar la naturaleza creada por Dios. Es el pecado que no solo los mÃticos padres Adán y Eva, sino muchÃsimos seres humanos han cometido y cometen, un pecado del que si no nos arrepentimos a tiempo nos conduce al Infierno. Bueno, una vez precisado esto, ¡prestad atención! podemos finalmente llegar a la conclusión. ¿Quién fue más soberbio y ateo que los eternos? ¿Quién fue más contra la naturaleza? Creo que nadie. En segundo lugar, consideremos que eran absolutamente indestructibles y esto no puede realmente parecer un hecho cientÃfico, humano. Algunos de ellos, ¡que nadie se rÃa aunque parezca ridÃculo!, hasta cierto punto, llenos de angustia buscaron cualquier vÃa para morir, primero bajo anestesia y luego, pensando que tal vez fuera esta la causa de su fracaso, renunciando a ella: cortarse la cabeza, explosión de bomba, hambre y sed, ahogamiento, encerramiento en una habitación sin aire⦠¿Os reÃs? Bueno, os perdono, es comprensible humanamente, pero ahora, por favor⦠Gracias. Estaba a punto de decir que, al no obtener finalmente nada, estos eternos aspirantes a suicidas se pusieron de acuerdo y trataron de aniquilarse todos juntos con una bomba ultranuclear⦠¡Vale, por favor! Dejad de reÃros, por favor: es un hecho trágico. Gracias. DecÃa: parece absurdo, pero incluso en ese caso extremo, después de quedar reducidos a menos que átomos, se recompusieron, completamente incólumes. Al haberse demostrado por tanto su absoluta indestructibilidad hasta el extremo, es correcto deducir que, incluso cuando el Sol llegue a colapsar, cuando la Tierra esté muerta, incluso cuando todo el universo, por la inversión del Big Bang vuelva otra vez a la nada, estos condenados eternos continuarÃan existiendo, en el interminable infierno de esa misma nada. ¿Un infierno sin haber muerto antes?, me preguntaréis. No. También sabéis que el procedimiento Vida Eterna, que serÃa mejor que lo llamáramos Muerte Eterna, contemplaba, como paso necesario, también la muerte: solo por un momento, pero una muerte real, también cerebral. Solo después se producÃa la llamada a la vida, a la Vida Eterna. Añadiré ahora un concepto, una gran confirmación de mi tesis y luego me despediré porque la conexión está a punto de acabar. ¿Dónde se podrÃa situar el estado infernal si no es fuera de Dios, es decir, fuera del Ser, que es como decir de Felicidad Trascendente Eterna Infinita? Por tanto ese estado no puede encontrarse más que en lo inmanente que continuará, por decirlo asÃ, existiendo también para los condenados cuando el resto del universo sea simplemente la nada. Oh⦠veo que nuestra conexión está terminando. Adiós a todos.
Entre aplausos la imagen del catedrático se desvaneció.
Sin embargo esta vez no todos los estudiantes habÃan aplaudido: ni los cuatro ateos, ni dos descendientes de los aburridÃsimos eternos, ni una joven conocida por todos por su espiritualidad y a la que además se le habÃa oÃdo decir a la vecina:
âSin embargo, también creo que al final de los tiempos también esos desgraciados⦠PodrÃa tratarse de una especie de purgatorio en la tierra, ¿no? Está escrito: «No juzguéis si no queréis ser juzgados» y si bien es verdad que en cierta ciencia puede haber mucha soberbia, ¡cuánta puede encontrarse también en cierta teologÃa!
CapÃtulo 2 (#ulink_5920965b-117f-5e55-a4f8-988e6d270bba)
Lo primero que generó la aversión general contra los eternos fue la envidia, por el deseo de los mortales comunes de ser como ellos, unos celos disfrazados no obstante de deseo de justicia, como sucede casi siempre. Posteriormente, cuando se apreció de manera generalizada el aburrimiento existencial de los inmortales, no desapareció la hostilidad contra ellos, sino que para alimentarla se habÃa añadido una especie de desprecio por la condición que sufrÃan, ese desprecio que aparece lamentablemente, en los espÃritus menos nobles, hacia aquellos que consideran, por cualquier razón, como distintos. El desprecio se expresaba a veces en forma de sarcasmo burlón, con observaciones como estas: «¡Les está bien empleado a esos prepotentes que querÃan ser superiores a nosotros y se daban tantas Ãnfulas!», «¡FÃjate en esos millonarios! Se han gastado una fortuna para alcanzar el aburrimiento, esas cabezas de chorlito», o como esta otra, más dura: «¡Sus caras alegres se han convertido en rostros pálidos como el culo!». En la última fase se generó en muchos mortales, no en todos, ya que seguÃan existiendo algunos no despiadados, un odio puro por los eternos. La mecha la habÃa encendido un caso, llamado por los medios «La carnicerÃa de ParÃs», cuya noticia habÃa dado la vuelta al mundo de inmediato con gran escándalo. El hecho se habÃa producido después de la vuelta a viejo calendario, exactamente en el año 2509, habiéndose ya destruido las instalaciones Vida Eterna, por lo que el número de los inmortales, todos censados por obligación legal, se mantenÃa entonces en 1003 personas, también porque la eternidad originada por el procedimiento Vida Eterna no era transmisible, ya que el proceso hacÃa estériles a quienes se habÃan sometido a él. Algunos inmortales sà tenÃan hijos y nietos, pero todos fruto de concepciones precedentes. Para llegar al apogeo del odio entre la conciencia colectiva se llegó al convencimiento, que ya estaba en lo más profundo de las mentes antes de la carnicerÃa de ParÃs, de que de no le habrÃa sido posible de ninguna manera a un mortal reaccionar con éxito a un ataque violento de un mortal que hubiera decidido herirle o matarle, debido a la tristemente famosa facultad de los eternos de regenerarse poco después de haber sido ellos mismos heridos o aparentemente muertos. Por tanto, en caso de agresión, la única posibilidad de defensa, que solo habrÃa podido ejercerse si enfrente del inmortal violento se encontraran muchas personas, habrÃa sido sujetarlo con cuerdas o cadenas, impidiendo asà sus movimientos. Seguramente ya se habÃan producido agresiones por parte de un eterno contra un mortal antes de la carnicerÃa de ParÃs y además, en cuatro siglos, debÃan haber sido muchas, pero solo después de esta matanza se habÃa extendido por todas partes una airada obsesión colectiva contra los eternos. Lo que habÃa pasado era que uno de los inmortales, un hombre fornido que aparentaba tener unos treinta años o con más de cuatrocientos años de edad real, Louis Villon, célebre por haber sido uno de los dos magnates que habÃan financiado la investigación del Instituto Privado Bertrand Russell que desembocó en el procedimiento Vida Eterna y que al principio no habÃan dado fruto, una tarde en el campo en los alrededores de ParÃs, al entrar andando en su propia villa después de un paseo para hacer la digestión, fue atacado por tres perros doberman instigados contra él por cuatro jóvenes mortales pertenecientes, como luego pudo averiguar Villon, a una banda de una decena de vándalos racistas que tenÃa como primer objetivo enfrentarse a los odiados eternos. Louis Villon habÃa sido literalmente despedazado por los perros y luego sus amos se habÃan alejado psicológicamente saciados de sangre junto con sus animales. Villon renació entre grandes sufrimientos, lleno de rabia contra esos miserables y realizó indagaciones al dÃa siguiente mediante investigaciones privadas para descubrir su identidad. Una vez supo lo que necesitaba sobre esos malhechores, en lugar de denunciarlos, el multimillonario habÃa querido llevar a cabo una venganza personal y, por la noche, cuando su club estaba vacÃo de gente, lo habÃa incendiado. La banda ocupaba una chabola de madera en el campo en los alrededores de ParÃs, no lejos de la villa del eterno. Sin embargo uno de los bandidos, que vivÃa en un caserÃo cercano al club, apenas a unos ochenta metros, habÃa visto huir al incendiario y la noche siguiente se lo habÃa contado a los demás miembros. No mucho después, tras echar abajo la puerta de entrada a la villa de Villon, los diez juntos habÃan invadido la morada con sus tres perros, empuñando antorchas, con la más que verosÃmil intención de responder dando fuego a la construcción. El propietario y sus dos sirvientes, mortales comunes de mediana edad, marido y mujer, habÃan acudido ante el estruendo del derribo de la puerta, se habÃan reunido en la entrada, habÃan visto a los invasores, habÃan tratado de enfrentarse valientemente a ellos y habÃan sido agredidos por los perros, incitados por sus amos. Los tres habÃan sido despedazados horriblemente, pero mientras que los sirvientes estaban irremediablemente muertos, Villon se reconstituyó poco a poco hasta reaparecer incólume. Entretanto los delincuentes, con sus animales, habÃan empezado a explorar las demás habitaciones de la casa, con la probable intención de robar en ella. El propietario, armado con dos escopetas y dos pistolas que guardaba en un armario junto a la entrada, preso de una ira como no habÃa sentido en toda su larguÃsima existencia, mató en primer lugar a los tres dobermann que, habiendo advertido su olor, habÃan dejado a sus amos y corrÃan gruñendo hacia él para atacarle. Luego, ya ciego de rabia, llegando hasta los agresores, Villon habÃa asesinado a cuatro, uno tras otro. Los otros seis decidieron huir después de esto. Al reconocer el juez instructor la legÃtima defensa, Villon no habÃa sido condenado, mientras que los delincuentes sobrevivientes habÃan sido arrestados, juzgados y condenados. Sin embargo la impresión general ya era muy hostil a los inmortales. Asà que los medios, recogiendo y exprimiendo esa profunda aversión, habÃan presentado el episodio arrojando sospechas sobre Villon. Bajo una fuerte presión popular, apoyada por los propios medios, los lÃderes estatales habÃan decidido por fin la promulgación de una ley que autorizaba la concentración de todos los eternos en un lugar aislado. Esta norma, promulgada con un decreto del gobierno aprobado casi inmediatamente por el Parlamento, se habÃa aplicado de inmediato. Los eternos, al ser todos conocidos por la autoridad gracias al censo anterior, habÃan sido capturados uno a uno por fuerzas de la policÃa de paisano, que se les habÃan acercado individualmente con diversos pretextos o estratagemas: los policÃas les habÃan esposado firmemente y llevado a la cárcel, donde habÃan permanecido recluidos encadenados. Cuando fueron capturados los 1003 inmortales, sin que faltara ninguno, fueron transportados todos juntos, en realidad con todo el respeto posible y aprovechando las comodidades de abordo, sobre un gran hidroplano transoceánico y habÃan sido desembarcados y recluidos para siempre sobre el atolón coralino de Rapa Nui, más conocido como la Isla de Pascua, situado en el centro del PacÃfico, muy lejos de cualquier otra tierra, a más de 3.600 kilómetros al oeste de la costa de Chile y a 2.075 al este de las cuatro islas volcánicas del archipiélago Pitcairn, situado en el PacÃfico meridional. Sin embargo se habÃa concedido a los exiliados constituir sobre la isla su propio estado independiente. La comunidad serÃa completamente autosuficiente gracias a los nuevos recursos de esa isla, antes poco hospitalaria, que habÃa sido preparados por adelantado por el Estado mundial con los métodos fertilizantes más modernos y además debido a los aparatos y cyborgs para el cultivo y la producción industrial que la misma autoridad habÃa proporcionado a los exiliados. La supervivencia de los eternos también estaba garantizada por su número limitado y por el hecho de que eran estériles. En cuando a los poquÃsimos exponentes de la población nativa de Rapa Nui, no se les habÃa consentido permanecer allà y se les habÃa obligado a mudarse a la mayor de las islas Pitcairn, deshabitada desde hacÃa tiempo, también con altas indemnizaciones, pagadas en especie, que les habÃa asignado el Estado. Inmediatamente después del desembarco de los exiliados se habÃa colocado en torno y por encima de toda la isla un campo de fuerza, impenetrable materialmente, que impedÃa tanto a los eternos abandonar la isla como a los mortales acceder a ella. En particular, los ya difundidos aparatos del sistema Radiotransporte Instantáneo de Seres Vivientes, inventado una decena de años antes por los ingenieros Green y Berusci, capaz de radiotransportar seres humanos, animales y cosas, no se podÃa utilizar ni para entrar ni para salir, sin contar que, evidentemente, no se le habÃa proporcionado a los deportados, igual que no se les habÃa proporcionado embarcaciones ni medios aéreos.
Con el paso del tiempo, el mundo se habÃa olvidado de la existencia de los inmortales.
HabÃan sido las mismas autoridades las que habÃan ordenado ese olvido, eliminando de las memorias electrónicas cualquier noticia sobre ellos. Para la historia oficial, no habÃan existido nunca. Pero si durante un largo periodo ninguno habÃa oÃdo hablar nunca de esos 1003 eternos, el futuro sin embargo tenÃa guardado para ellos una reaparición clamorosa, la fama y⦠algo más. Pero hasta el nuevo advenimiento esencial, tendrÃa que producirse un acontecimiento cuya causa desencadenante estarÃa en la Tierra, pero sus consecuencias tendrÃan origen muy lejos de nuestro planeta.
CapÃtulo 3 (#ulink_5920965b-117f-5e55-a4f8-988e6d270bba)
Otto Bauer, quincuagenario catedrático de AstrofÃsica Posteinsteiniana en la Universidad Libre de BerlÃn (Freie Universität Berlin antes del triunfo de la lengua anglomundial y la desaparición de las lenguas nacionales), además de director del Ente de Investigación de la Vida Extraterrestre estaba a punto de acabar su lección:
â⦠y como ya sabéis por mi colega de TeorÃa de la Investigación y es aceptado comúnmente desde hace más quinientos años, ya en el siglo XX el filósofo de la ciencia Karl Raimund Popper habÃa establecido que toda teorÃa, para poder definirse como cientÃfica, debÃa poder ser falsada. AsÃ, por ejemplo, el psicoanálisis era filosófico pero no cientÃfico, porque el concepto de inconsciente, por definición, no es experimental y por tanto no se puede falsar cientÃficamente. Por el contrario, la hipótesis cosmológica geocéntrica era indudablemente cientÃfica, porque habÃa podido falsarse con certeza por Isaac Newton. A su vez, la teorÃa newtoniana era cientÃfica porque se reducÃa a un simple caso particular de la más amplia teorÃa einsteiniana y también esta última era cientÃfica en cuanto, y esto es lo que nos interesa en definitiva, fue refutada parcialmente por el Grupo Post-einsteniano de la Universidad de TurÃn, que, gracias al descubrimiento de las ondas ultrafotónicas, demostró en 2515, hace exactamente dos años, la posibilidad de superar, en teorÃa infinitamente, la velocidad de la luz. Y es también sobre la base de este descubrimiento de que gracias a las ondas ultrafotónicas acortamos enormemente los tiempos de las comunicaciones interestelares como espero poder contactar finalmente con una civilización alienÃgena.
Sonó el timbre de fin de la clase.
âNos vemos el próximo dÃa âhabÃa dicho el prof a modo de despedida y levantándose se habÃa dirigido a grandes pasos a su estudio.
Durante casi toda la hora habÃa estado nervioso porque, poco después de empezar la lección, su ayudante principal le habÃa advertido que habÃa llegado un mensaje de la Comisión de Financiación: casi seguro que era la decisión que esperaba desde hacÃa meses.
â¡Maldita sea!
Se habÃa oÃdo al docente en toda la planta:
â¡Burros fanáticos! ¡Esas ratas de sacristÃa, esos psÃquicos subdesarrollados creen que pueden mandar al diablo nuestra investigación! âBauer, cuyo rostro hacÃa un momento estaba completamente encarnado por la excitación, habÃa empalidecido después de acabar de leer el breve mensaje, luego se quedó sin palabras durante unos segundos, con la perilla leonada que le temblaba sobre el agudo mentón, y finalmente habÃa explotado. Le resultaban inconcebibles tanto la repuesta como la motivación: ¡además con letras mayúsculas, como para ofenderle!
Se rechaza la solicitud de fondos porque
EL PROYECTO ES MANIFIESTAMENTE ILÃGICO.
Fdo. El Presidente de la Comisión
- Prof. Dra. Marisa Zanti -
âYo la mato, a esa imbécil âhabÃa expresado entonces el desilusionado catedrático, desplomando su corpachón sobre la butaca de su mesa, siempre con la larga perilla temblando sobre su barbilla.
Su ayudante principal, dándose cuenta en ese momento, por su recuerdo de tantas otras crisis nerviosas de ese hombre irascible, de que la escasez de aire en los pulmones le habrÃa impedido que la hiciera callar, habÃa intervenido finalmente:
âPerdone, profesor, pero me parece que puede recurrir, ¿verdad?
âHmmm⦠âhabÃa casi gruñido el otro, sin responder.
«Ya, este es el momento en que debe enfurruñarse», habÃa razonado la doctora conteniendo la sonrisa y le habÃa dejado tranquilo. Como esperaba, después de un rato el profesor habÃa hablado:
âUsted entiende, querida Steiner, que esto nos impedirá encontrar vida extraterrestre, quién sabe durante cuánto tiempo. Y sin embargo, con la nueva posibilidad de lanzar al espacio ondas ultrafotónicas, en lugar de las lentÃsimas ondas de radio, estoy completamente seguro de que esta vez tendrÃamos éxito. Además, también estoy seguro de que la respuesta a nuestro recurso serÃa también negativa.
âNo entiendo por qué nos han dicho que no.
â¡Yo sà lo entiendo! âSe habÃa enfadado de nuevoâ: Por razones ¡piense un poco! Re - li - gio - sas. ¿Se da cuenta de qué grupo de cretinos? ¡Por razones religiosas!
âPerdone la ignorancia: ¿qué tiene que ver la religión?
âLa ignorancia no es de usted: ¡es de ellos! ¡Estoy convencido de que esa es una comisión de beatos, igual que es notorio que lo es la presidenta! ¡Seguro que también lo son todos los demás! Tienen miedo de que tengamos éxito, acabando asà con su fe: piense en dónde iba a acabar su religión si descubriéramos seres inteligentes de otros planetas.
â¡Maldita sea! ¿Tiene Zanti de verdad tantas cosas que hacer? âEl profesor Bauer esperaba desde hacÃa veinte minutos, en pie, en el pasillo del último piso del Ministerio Mundial de la Ciencia: como un centinela, estaba parado delante de la puerta de la oficina de la presidenta de la comisión.
Una hora antes habÃa subido a un avión de lÃnea suborbital en ruta hacia ParÃs: querÃa, o más bien exigÃa, obtener explicaciones inmediatas. Iban a oÃrle si no eran exhaustivas.
âDespués de todo, usted no tiene cita âhabÃa comentado con voz indiferente el robot ujier de la entrada, desde su puestoâ. Ya es mucho que la profesora haya aceptado recibirle.
En el rostro del cientÃfico habÃa aparecido una expresión malvada. Se habÃa dirigido de inmediato hacia la máquina plantándole los ojos en los objetivos. El autómata se habÃa echado atrás acabando pegado a la pared. Sin embargo, si Bauer habÃa tenido antes una mala intención, no la habÃa expresado al llegar al ujier, sino que, mostrando en la boca una sonrisa forzada, le habÃa dicho en tono dócil:
âTe ruego que se lo pidas. Hm⦠Te lo agradecerÃa.
â¡Asà está mejor! âhabÃa aprobado el otro y rápidamente fue a llamar a la puerta de la presidenta. Luego, entreabriendo la puerta sin esperar respuesta y metiendo la cabeza en la habitación, habÃa poco más que susurradoâ: Profesora, ese Bauerâ¦
âSÃ, ya he acabado âhabÃa respondido una voz femeninaâ. He oÃdo los lamentos del profesor, pero estaba a punto de recibirlo: en un minuto, hazlo pasar.
âEl señor está servido âhabÃa dicho a Bauer el robot, colocándose delante de él con la mano derecha abierta, sobre la cual el profesor habÃa puesto un soft-dream, una especie de botoncillo eléctrico sintetizado por la industria precisamente para la relajación mental de los autómatas.
«Este ya lo he soñado», se habÃa dicho mentalmente el robot con decepción, después de haberse introducido el botón eléctrico en la ranura pectoral apropiada y haber examinado la propina.
La presidenta era una mujer de unos setenta años, flaca, de ojos cerúleos, pelo blanco muy corto, nariz larga y estrecha, boca pequeña y sin maquillaje: la única coqueterÃa era la eliminación total de las arrugas con el método ambulatorio Darendhörf.
Bauer, aunque sabÃa que no le iba a ser fácil, se habÃa prometido mantenerse tranquilo. Al saludar a Zanti habÃa conseguido además sonreÃr:
âNo entiendo por qué no se ha aceptado nuestra solicitud: ¡no me han explicado nada! Francamente, no veo por quéâ¦
â⦠¿Por qué se trata de un proyecto ilógico? âLa presidenta habÃa sonreÃdo a su vez desde el otro lado de la mesa, haciéndole una señal para que se sentara.
âJustamente. Después del descubrimiento de las ondas ultrafotónicasâ¦
â No se trata de eso, profesor. Se trata de filosofÃa. De hechoâ¦
â¿Qué diantres tiene que ver la filosofÃa? Um⦠perdóneme, no quiero ser maleducado, solo entenderâ¦
A Bauer se le encendió la cara:
â¡Vaya, tal y como yo pensaba!
âEspere, profesor, porque no lo ha entendido. Sepa que casi todos los miembros de la comisión, salvo otro y yo, son ateos como usted. Y se trata precisamente de esto: de que el ateÃsmo no se concilia en absoluto con la probabilidad de que en nuestro cosmos haya otras criaturas inteligentes.
â¿Qué está diciendo? ¡En todo caso es lo contrario! Hablemos claro: sois los creyentes los creyentes los que tenéis miedo de que se encuentren extraterrestres y de esa manera se acabe vuestra trola religiosa âToda su cara estaba enrojecida.
âNi soñarlo, profesor Bauer. ¿Cómo podrÃamos habernos impuesto el otro miembro y yo contra diez ateos? Pero si no se tranquiliza, haré que le echen.
â⦠Está bien, siempre que me lo explique, pero si no me convenceâ¦
â⦠¿Me dará un puñetazo? âY se habÃa reÃdo.
âN⦠no, naturalmente, pero en el recurso que presentarÃa, indudablemente me iban a oÃr.
âEstá en su derecho y ahora escuche, si quiere. En cuanto a los principios religiosos que usted se teme, sepa, aunque esto se lo digo a puro tÃtulo informativo, que creemos que la Revelación se refiere exclusivamente al género humano y nunca a los innumerables proyectos posibles de Dios para el universo, incluida la creación de extraterrestres. ¡SerÃa maravilloso encontrar otras posibles inteligencias! FÃjese en que se fuera atea, en lugar de posibles habrÃa dicho inverosÃmiles.
Bauer habÃa sacudido la cabeza con desaprobación.
âSÃ, de verdad. FÃjese bien: ¿por qué la comisión nunca ha considerado, con una mayorÃa de diez contra dos que sigue su propia visión atea, profesor, que creer en criaturas extraterrestres en nuestro cosmos serÃa ilógico y que probablemente serÃa un despilfarro acabar financiando la investigación?
â¿Un despilfarro?
âEspere. Suponemos que su hipótesis como ateos es que la vida apareció por puro azar, ¿verdad?
âSe entiende que sÃ.
âAsà que no parece muy probable en ese caso que exista un único universo, el nuestro.
âPeroâ¦
âEspere. Usted sabe que en los últimos siglos se han encontrado millones de planetas que orbitan en torno a millones de estrellas y que ni siquiera uno ha sido capaz de alojar vida inteligente. Vidas inferiores sÃ, pero superiores no. Además a todos estos mundos les falta algo y, en primer lugar, en torno a ninguno de ellos orbita un satélite como nuestra Luna, sin la cual tampoco existirÃamos. Seguramente sabe que desde hace muchÃsimo tiempo hay una relación inseparable entre nuestros dos mundos: cuando la Tierra era todavÃa muy joven e informe, otro plantea, más o menos de la masa de Marte, en lugar de asentarse en torno al Sol impactó con enorme violencia contra el nuestro, su materia se mezcló, parte de ella se incorporó a nuestro mundo y otra parte de dicha combinación de elementos acabó en órbita, primero formando un anillo en torno a la Tierra, compactándose luego en un único cuerpo y convirtiéndose en la Luna. ¿Algo casual? Bueno, yo no dirÃa tanto. Sin embargo, es cierto que la Tierra sin la Luna no serÃa como es y, como he dicho, que nosotros tampoco lo serÃamos. En primer lugar, no habrÃa mareas, debidas a la atracción lunar, esas mareas que influyeron enormemente en el nacimiento de la vida sobre la Tierra, ya que las formas biológicas se desarrollan velozmente y de la mejor manera donde las condiciones ambientales son crÃticas y, por tanto, se adaptan al perfeccionamiento genético y al desarrollo cerebral: son por el contrario las situaciones estáticas las que representan negatividad para la vida, porque hacen que las formas biológicas elementales no evolucionen y acaben extinguiéndose. Sin embargo, los océanos, sometidos a las imponentes mareas provocadas por la Luna, que en el pasado estaba bastante más cercana a nosotros y ejercitaba una atracción mucho mayor, fueron en un pasado muy lejano los laboratorios más eficaces para el crecimiento de formas biológicas cada vez más complejas. En segundo lugar, es a la Luna a la que se debe esa relativa estabilidad del clima terrestre en el curso de las estaciones, que ha permitido florecer la vida. Y también el alternarse de las estaciones se debe al choque entre planetas del que derivó la Luna, ya que debido a él la inclinación del plano de rotación dejó de ser perpendicular a su plano orbital y obtuvo un ángulo óptimo de 23º. Asà se produce la variación, a lo largo del año, de la inclinación de los rayos del Sol y, por tanto, la sucesión de las diversas estaciones. Eso no es todo: la Luna mantiene firme esa magnÃfica inclinación, con un efecto estabilizante sobre nuestra órbita, mientras que los cambios orbitales serÃan gravemente dañinos para la vida.
âEste bien, presidenta, estoy de acuerdo con estas cosas, que evidentemente ya sabÃa y he escuchado solo por mi natural amabilidad.
La presidenta habÃa contenido la risa con dificultad, conociendo bien la rudeza del hombre que tenÃa delante.
El cual habÃa proseguido:
âEstará sin embargo de acuerdo en que solo porque no se haya encontrado hasta ahora no tiene por qué no existir al menos un mundo como la Tierra que posea un satélite como la Luna y que orbite en torno a una estrella gemela de nuestro Sol. En todo el universo y ¿quién sabe? tal vez incluso en nuestra galaxia.
âEs verdad profesor, pero de hecho le he hablado de probabilidades, no de certezas: también creo que su hipótesis basada en el mero azar, tiene una posibilidad muy baja y, entiéndalo bien⦠los fondos se dispensan mientras la posibilidad de éxito no se considere Ãnfima.
âUmâ¦
âEn el caso de la existencia de un Ser trascendente creador y ordenador del universo se podrÃa suponer la existencia de otras especies inteligentes en nuestro mismo universo. Indudablemente la cosa serÃa diferente si se demostrara la existencia de diversos universos paralelos al nuestro, esos universos que, ya a finales del milenio pasado, los cientÃficos habÃan conjeturado sin poder demostrarlos experimentalmente en la realidad, ni siquiera hoy. Solo si existieran realmente esos cosmos se podrÃa considerar como no demasiado improbable la existencia, no por intervención divina, sino por azar, de otra vida inteligente en alguno de ellos. Si por tanto es necesario imaginar billones y billones de universos paralelos para hacer suficientemente creÃble la aparición de otras vidas inteligentes por mero azar es obvio que, para un cientÃfico ateo como usted, deberÃan excluirse lógicamente otras criaturas inteligentes en nuestro universo, el único en que usted podrÃa investigar con las ondas ultrafotónicas.
âUmâ¦
âSolo la hipótesis de los cientÃficos creyentes, como yo, de que haya un Ente personal, un Dios creador y ordenador, no hace improbable la idea de extraterrestres en nuestro universo y le vuelvo a asegurar que yo serÃa la primera en querer que se descubrieran, porque serÃa maravilloso encontrar otras criaturas de Dios. Por eso se ha equivocado completamente al pensar que fui yo la que denegó su solicitud.
â⦠¿Y si yo hubiera sido creyente?
âLos miembros de la comisión son personas respetuosas con las teorÃas coherentes de los demás. Como hombres con dudas, al ser cientÃficos, saben que, según la epistemologÃa popperiana, no son cientÃficas ni las hipótesis de los infinitos universos ni la del Ente creador, ya que ni Dios ni, al menos por ahora, otros universos son experimentables. Sencillamente se trata de teorÃas aceptadas en ausencia de otras más verosÃmiles, hipótesis que tienen el 50% de probabilidad cada una: Es como en los tiempos del matemático Blaise Pascal y su apuesta por Dios al 50%. Si usted fuera creyente, profesor, indudablemente, en nombre de la duda cientÃfica y de la lógica, también la mayorÃa atea de la comisión, considerando además su enorme fama, le habrÃa respondido que sÃ, no pudiendo oponer más que el propio 50% asimismo no cientÃfico. Pero asÃ, cuando usted se declara desde el inicio como ateoâ¦
â⦠Una hipótesis al 50%, ¿ verdad? Ya, ya, después de todo es una idea que también se podrÃa considerar, ¿no es cierto? De hecho, escúcheme: inmediatamente, valiéndome del derecho de apelación, presentaré una nueva teorÃa según una hipótesis deÃsta. Pero usted está segura de que luego me darán los fondos, ¿verdad?
CapÃtulo 4 (#ulink_5920965b-117f-5e55-a4f8-988e6d270bba)
âLa Espiral de Oro, señor Juez, era sin duda la meta académica más ardua de la Tierra, tan difÃcil de alcanzar que, antes de mÃ, en cincuenta años desde su institución, apenas un centenar de personas habÃan llegado a la meta. Era un objetivo espléndido: el superlicenciado tenÃa derecho a una enorme renta a lo largo de toda su vida natural, con la que podÃa proseguir sus investigaciones tranquilamente, sin necesidad de trabajos lucrativos. Desde niño habÃa soñado con ella, desde que era un joven de dieciséis años que trabajaba en la tienda de mis padres en Módena: armas laser artesanales. No es que me desagradara ese trabajo, es que no me limitaba a seguir los diseños: muchas veces aportaba mejoras de mi invención a muchos modelos de fusiles y pistolas. Sin embargo mi sueño era dedicarme a la investigación pura, a tiempo completo. Por eso dedicaba al estudio horas nocturnas robadas al sueño. Pagaba, dedicando casi todo mi salario, las matrÃculas de las primeras universidades del mundo, en América y Asia. PodÃa asistir al menos en parte a las lecciones a lo largo de la noche, aprovechando los diversos husos horarios de los continentes y gracias al aparato que me habÃa regalado mi padre, el Teletransporte Instantáneo de Seres Vivientes Green-Berusci. AsÃ, con el paso del tiempo, examen a examen, una vez aprobada la selectividad general en Bolonia, obtuve primero la licenciatura en matemáticas y fÃsica en Princeton y luego el doctorado superior en filosofÃa universal en Tokio. TenÃa entonces treinta años. En todo ese tiempo no me habÃa concedido ninguna distracción. HabÃa estado tan dedicado al estudio que ni siquiera habÃa me habÃa relacionado con mujeres y permanecÃa soltero. Se podrÃa decir que era un monje del saber. Entretanto, al haber muerto ya mi padre y mi madre y haber heredado su tienda, para mantenerme habÃa seguido con la profesión, obteniendo bastante dinero y manteniendo la libertad de mi tiempo ante horarios inflexibles: sin duda no habrÃa tenido tal libertad si hubiera escogido una profesión dependiente, como habrÃa sido la investigador en alguna institución. Por oro lado, esta habrÃa sido una actividad de mayor prestigio que la de armero. Pero esto no me importaba. Durante otros veinte interminables años estudié y estudié para prepararme para las pruebas casi insuperables de la Espiral de Oro: estudiaba y fabricaba armas, fabricaba armas y estudiaba. Cuando por fin estuve listo, al inicio del año pasado realicé y aprobé los tres niveles previstos de examen en Moscú, Roma y ParÃs y expuse la tesis general en Oslo. ¡Conseguà por fin mi superdiploma! Ya habÃa cumplido cincuenta años. En cuanto empezó a llegarme la magnÃfica renta de la Espiral, vendà la tienda y con lo obtenido compre material cientÃfico, alquilé un laboratorio eficiente y amplio en Cambridge y finalmente me dediqué a la investigación pura, apuntando esta vez al Premio Unificado Nobel-Green-Berusci, pero el sueño no duró. Apenas dos meses después, señor juez, a causa del desgraciado lanzamiento al espacio de informaciones sobre la Tierra por parte del señor Bauer, usando las ondas ultrafotónicas, estalló la guerra y fuimos invadidos. Y una de las primeras disposiciones del gobernador militar fue, como por otro lado consiente la nueva ley, desviar para su persona todos los rendimientos de la Espiral de Oro. Para vivir busqué entonces, en vano, un empleo apropiado para mi preparación: tanto en los institutos de investigación y las universidades como en las empresas, ¡habÃa muchos jóvenes ansiosos en las colas en ese periodo de crisis económica! Usted ya sabe cómo son todos los jóvenes: ¡basta con que les disputes algo para que te esperen con un sublimador y te hagan desaparecer! Para comer, al no tener dinero, me vi obligado a vender mi material usado por cuatro perras. Por otro lado, al no poder pagar más el alquiler del laboratorio, tampoco habrÃa sabido dónde guardarlo. Finalmente, al ser uno de los poquÃsimos expertos en armas artesanales, encontré trabajo junto a un joven armero de Londres que acababa de adquirir su taller a otros y todavÃa no conocÃa el oficio correctamente, reanudando asÃ, aunque como empleado, el trabajo anterior. ¡En resumen, algo muy distinto de mis amadas investigaciones! Toda una vida gastada para nada. Peor aún, además para descender de jefe a dependiente y a las órdenes de un inútil. Me reconocomÃa la rabia cada vez más. Finalmente, hace cuatro dÃas, esta se desató. SabÃa que el dÃa siguiente, aniversario de la conquista, el gobernador iba a desfilar con otros dignatarios por Regent Street, asà que tomé uno de los fusiles de la tienda y me aposté en una ventana del tejado de la Biblioteca CÃvica en la que me habÃa escondido. Cuando pasó con un trineo aéreo, le atravesé con un rayo abrasador, tratando de dejarle una buena marca en el centro de la cabeza. Créame: solo querÃa que sufriera un poco, no matarle. De hecho, a pesar de lo que diga el señor del ministerio público, el rayo abrasante no mata. Para el gobernador habrÃa sido un castigo mÃnimo en comparación con mi sufrimiento espiritual. Y además, señor juez, ¡en realidad fallé! ¡En realidad, ahora que ha desaparecido mi ira, estoy encantado de que haya salido indemne! Mis padres tenÃan razón: ¡la venganza, nunca! Es la enemiga de la justicia. Espero que usted, señor juez, quiera comprender la sinceridad de mi arrepentimiento. Sin embargo hay algo muy cierto y le ruego vivamente que me crea: la rebelión polÃtica no tuvo nada que ver en absoluto con mi acción.
Después de muchas horas, el magistrado habÃa vuelto a la sala con la sentencia.
â¡Que se levante el acusado! âhabÃa ordenado el secretario de la sala.
Como prescribÃa la ley, el juez leyó con voz cortante:
âImputado Roberto Ferrari, le declaramos⦠¡culpable! y le condenamos a treinta años de trabajos forzados en las minas de metano sólido de Titán. Se levanta la sesión.
El condenado se desplomó sobre la silla, con la cabeza entre las manos, abatido.
El magistrado, sin embargo, en lugar de irse le habÃa mirado largo rato. Luego con voz suave le habÃa querido decir, a tÃtulo personal:
âTengo una hija que, como usted, ama la sabidurÃa y está a punto de terminar su tercera licenciatura. Por tanto comprendo sus sentimientos, doctor Ferrari, pero para un atentado contra uno de nosotros no están previstas atenuantes. La ley es la ley y un juez no puede desatenderla. Algún dÃa⦠âaquà se habÃa contenido, pero le habrÃa gustado añadir: «⦠tal vez los magistrado nos dedicaremos a limpiar legalmente a los planetas de esos polÃticos ladrones, pretenciosos y militaristas que hacen leyes en su provecho y para su protección y roban a la gente honrada induciéndola a la anarquÃa. Pero por ahora estamos demasiado desunidos».
El condenado habÃa levantado finalmente la cabeza y habÃa mirado al juez Virih Tril: tal vez se trataba de un efecto óptico y, sin embargo, le habÃa parecido que en uno de los cuatro ojos de ese probo magistrado extraterrestre brillaba una lágrima y que sus dos bocas temblaban un poco.
CapÃtulo 5 (#ulink_5920965b-117f-5e55-a4f8-988e6d270bba)
La Tierra se habÃa convertido en colonia del pueblo imperialista del planeta Larku, situado en la galaxia de Andrómeda, a 2,538 millones de años luz de la Tierra: alienÃgenas con cuatro ojos, de los cuales normalmente dos estaban abiertos solo en la oscuridad, al ser sensibles al infrarrojo, un par de bocas, aunque la superior solo era aparente, con función exclusiva como nariz. En el resto eran similares a los seres humanos.
¡Que toda la culpa y la vergüenza recaigan sobre el profesor Otto Bauer de la Universidad de BerlÃn! Ese inconsciente, tras el descubrimiento de los rayos ultrafotónicos por parte del grupo post-einsteiniano de la Universidad de TurÃn, habÃa lanzado haces de rayos al espacio a velocidad por encima de la de la luz, para contactar con otras posibles especies inteligentes. Y los belicosos larkuanos, al recoger esos mensajes, no podÃan creer haber encontrado, sin esforzarse, un nuevo mundo habitable al que someter: después de un par de años terrestres, habÃan aparecido en el Sistema Solar pertrechados con sus astronaves superfotónicas.
Se contaba que, entretanto, el cientÃfico habÃa esperado en vano respuestas de civilizaciones alienÃgenas y que finalmente se habÃa lamentado continuamente ante su ayudante, lanzando cada vez más a menudo su invectiva habitual: «¡Maldición!» Hasta que un dÃa la habÃa llegado la respuesta, pero en forma de un rayo enemigo que le habÃa desintegrado junto con todo su laboratorio, por lo que no habÃa tenido tiempo de conocer su éxito. Para los derrotados terrestre era una mÃsera compensación que fuera castigado por esas mismas criaturas que él mismo habÃa atraÃdo a la Tierra.
Contra el planeta Larku no podÃa hacerse nada más que rendirse: ese pueblo no solo habÃa atacado por sorpresa, sino disponiendo de una tecnologÃa muy superior. Solo habÃa un punto en el que los larkuanos eran un poco inferiores: los terrestres tenÃan desde hacÃa tiempo cyborgs humanoides, los alienÃgenas solo robots, feos y torpes. Sin embargo también sus autómatas eran eficientes. Se rumoreaba que se habÃan abstenido de construir cyborgs por razones religiosas. Por otro lado, poseÃan la ventaja de un armamento y una informática bastante más sofisticados y, sobre todo, mientras que los larkuanos viajaban por las galaxias, los terrestres apenas se habÃan expandido por el Sistema Solar con naves lentÃsimas a fotones, con una velocidad máxima en torno a tres cuartos de la velocidad de la luz: solo habÃa habido un caso, con un equipo de cyborgs, en dirección al única planeta de la estrella Próxima Centauri, expedición inútil porque ese mundo era una estrella perdida, similar a nuestro Júpiter, pero sin cuerpos celestes en órbita y se habÃa revelado no solo como inhabitable sino, a diferencia de Marte y de algunos satélites del propio Júpiter y de Saturno, completamente intransformable en un planeta habitable: habÃa sido un viaje inútil a velocidad por debajo de la de la luz que habÃa durado una veintena de años entre ida, exploración y retorno.
Tras el descubrimiento de la fuerza ultrafotónica, no habÃa habido tiempo de diseñar medios superlumÃnicos: solo de lanzar las dañinas señales. Por tanto habÃa sido imposible que las astronaves-tortuga terrestres se opusieran a los fulminantes vehÃculos alienÃgenas. Esos bandidos de Larku habÃan atacado por todas partes; sobre la Tierra, sobre Marte y sus satélites, hasta la victoria. El ataque habÃa durado solo unas pocas horas. Los enemigos habÃan combatido en persona, usando los robots solo para funciones secundarias, mientras que las fuerzas armadas terrestres habÃan lanzado en su defensa cyborgs militares sin que el ejército humano se expusiera en la lÃnea de fuego: los robots habÃan sido inmediatamente desintegrados por el enemigo junto con las aeronaves militares que los transportaban y la humanidad se preguntarÃa por siempre: ¿HabrÃamos perdido igual si hubiésemos combatido nosotros mismos, en vez de delegar en esos humanoides electrónicos de escasa flexibilidad mental? Indudablemente sÃ, habÃa sido siempre la conclusión, pero al menos no habrÃamos sufrido ni la vergüenza ni el arrepentimiento.
La rendición habÃa sido incondicional. Los larkuanos habÃan nombrado inmediatamente sus gobernadores tiránicos sobre la Tierra y sobre los demás planetas y satélites del hombre.
Pueblo muy misterioso, no se habÃa conseguido saber casi nada de su historia. Los ocupantes vigilaban todos los medios de comunicación terrestre, vetando la transmisión en directo y controlando y eventualmente censurando las noticias antes de hacerlas pública, asà que se conocÃa solo lo que los larkuanos no trataban de ocultar o querÃan difundir, noticias estas últimas que las centrales operativas alienÃgenas transmitÃan holográficamente a las redes de distribución de las televisiones, de las computadoras y de los miniteléfonos proyectores de los terrestres, por ejemplo, la reaparición de pintadas antilarkuanas en las paredes, pero con la advertencia de que los culpables serÃan localizados y castigados con severidad. Se habÃa sabido de los invasores, entre pocas otras cosas más, que tenÃan una única religión, a la que llamaban el Credo Misteriosófico. Y se sabÃa, porque a menudo los extraterrestres la invocaban incluso en público, que adoraban a una entidad llamada Supremo del Cosmos. Se rumoreaba además que el pueblo del planeta Larku se consideraba como el pueblo elegido y que, en lo que respectaba a los sometidos, consideraban inteligentes a algunos de ellos, no elegidos pero elegibles por mérito y se valÃan de ellos para ciertas tareas secundarias. El extravagante criterio de selección se basaba no tanto en las facultades intelectivas de la persona examinada, sino en primer lugar en la inmediata sumisión a los colonizadores. A la mayorÃa de los terrestres se le habÃa considerado como un grupo entero de individuos sin alma. Se trataba, en suma, de una filosofÃa espiritual iniciática similar al antiguo gnosticismo de los terrestres. Más en concreto, se parecÃa a esa importante variante alejandrina expresada por el teósofo Valentino, según la cual los seres humanos no estaban todos incluidos en dos únicas clases, como pensaban otros gnósticos, las de los mortales materiales, sin espÃritu y por tanto sin resurrección a la vida eterna, y la de los espirituales, admitidos en la alegrÃa plena de la eternidad en el Reino trascendente que rodea a Dios y que emanaba de Ãl, llamado el Pleroma: para los valentinianos existÃa también la categorÃa de los psÃquicos, individuos inteligentes que, si se elevaban en vida con la meditación y otras prácticas, podÃan por los menos ascender después de la muerte a una vida eterna en una serena zona celeste apropiada en los confines del Pleroma. Los larkuanos no habÃan construido ningún lugar de culto sobre los planetas que habÃan sido del hombre. Se rumoreaba, pero sin ninguna prueba, que tenÃan sus templos en las astronaves en órbita. Por turnos, una vez cada treinta rotaciones de la Tierra, equivalente a aproximadamente treinta y tres dÃas larkuanos, subÃan con sus teletransportes, mucho más potentes y sofisticados que los terrestres porque podÃan transportar a muchos larkuanos a la vez, reorganizándolos perfectamente a la llegada sin ninguna mezcla de átomos de los diversos individuos. En esas ocasiones, llevaban vistosas vestiduras sacras. Los invadidos habÃan constatado también, en primer lugar en su propia piel antes de rendirse, que, igual que entre los seres humanos, también entre los invasores se encontraban los «malos», como los definÃan los terrestres, egoÃstas y prepotentes, y los «buenos», normalmente altruistas y bastante piadosos, incluso con el género humano. Después de una semana, todos habÃan comprendido que los dirigentes polÃticos y militares larkuanos estaban sin duda todos entre los malos, más bien entre los despiadados: esta noticia habÃa sido difundida muchas veces por todos los medios, seguramente por encargo directo de los propios jefes larkuanos, a fin de que la conciencia de su maldad sirviera para mantener mejor el orden. También se habÃa anunciado oficialmente que los ocupantes, sin duda por razones interesadas de orden público, habÃan concedido a los ocupados una autonomÃa limitada, tanto religiosa como institucional: un poco como hacÃa el antiguo pueblo romano en las regiones de su imperio, por ejemplo en Judea. Naturalmente, esta autorización se habÃa publicitado como un gesto de infinita magnanimidad. Las iglesias terrestres, por tanto, no se habÃan disuelto, sino solo se habÃan visto sometidas a un tributo en dinero, con la más absoluta prohibición para los jefes religiosos, bajo pena de muerte, de expresar opiniones polÃticas. En lo que se referÃa a los centros urbanos, los administradores hasta el nivel de alcalde, cargo este último sometido a un prefecto larkuano, seguÃan siendo terrestres, pero elegidos de entre quienes los jefes larkuanos consideraban inteligentes de acuerdo con el criterio excéntrico de la sumisión inmediata. Por el contrario, se habÃan aplicado a los ocupados las leyes de los invasores y los jueces humanos habÃan sido relevados y sustituidos por magistrado del planeta Larku.
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